08 de marzo de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx
Hace unos días platiqué con tres maestros y dos maestras, todos con años de práctica docente, escépticos de la política del gobierno y de la militancia sindical —dos decepcionados por la irrelevancia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, dicen— y buenos platicadores. Pasé con ellos una tarde en torno a una mesa de café.
Me invitaron a tener esa charla informal porque querían conocer en directo mis opiniones de la Reforma Educativa, aunque ellos brindaron más juicios de los que yo expresé. Ven la reforma desde otra perspectiva, desde las entrañas de su experiencia cotidiana, de sus aspiraciones e inquietudes.
Casi de inmediato después de las presentaciones —nada más conocía al maestro que me invitó—, una de las participantes me dijo que yo miraba a los maestros normalistas desde la torre de marfil, sin vivencia en el trabajo con niños y que, por ello, mis apreciaciones estaban fuera de contexto.
Concedí que quizás tuviera algo de razón en su alegato, pero que sí tengo experiencia docente, aunque no en educación básica. También comenté que mi objeto de estudio principal son las reformas educativas y que mi visión intenta abarcar el sistema en su conjunto, el bosque, si bien no descuido echar un vistazo a los árboles. Hablé de mis investigaciones con estudios de caso. La tensión —que no era mucha— se relajó.
El resto de la charla fue cordial, aunque expresaron juicios contrarios a lo que interpretaron como mis posturas con respecto al magisterio. Al final quedó claro —pienso— que soy un crítico del sindicato corporativo y de relaciones clientelares y corruptas. En cambio, ratifiqué que soy defensor de las buenas tradiciones del gremio y que establezco diferencias entre los maestros capaces y cumplidos y quienes ven a la educación como un empleo, sin vocación para la enseñanza.
Las conversaciones cubrieron un montón de asuntos: la Reforma Educativa, la evaluación docente, la burocracia, el SNTE, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y nosotros mismos. A pregunta expresa, conseguí cinco versiones breves de lo que consideran la práctica docente; enunciaron sus atributos, no tanto una noción redonda.
Después de más de dos horas y media llegamos a su interés principal. Quieren hacerse escuchar, que se sepa que el trabajo de maestro es agobiador, que requiere empeño, planeación, muchas horas de labor, interesarse en los niños, platicar con padres de familia y soportar presiones de autoridades. Tuve la impresión de que en realidad están asustados, que temen por su porvenir, no saben qué pasará con su plaza. Son prisioneros de la incertidumbre.
Me pidieron que hablara por ellos, que fuera su voz. Les expliqué que tengo bastante actividad, quizá no tan fatigosa como la de ellos, pero demanda muchas horas de cada día. Les platiqué que estoy escribiendo un libro acerca de la Reforma Educativa y que tengo que leer y comentar textos de mis estudiantes y que, si los entrevistaba, tal vez no podía sacar la expresión viva de ellos mismos.
Hicimos un compromiso. No puedo ser su vocero, pero les dije que, aunque fuera en el margen, pudiera acompañarlos para que hagan una compilación de historias de vida. Si juntan a unos 100 maestros y les piden que escriban autobiografías breves, digamos de mil palabras, que pongan énfasis en lo que hacen en su experiencia cotidiana, en las escuelas —práctica docente— y en sus vidas familiares.
Me hablaron de las dificultades que eso encierra: sus ritmos son diferentes, son emotivos, se consideran víctimas de la burocracia —también del sindicato, a insistencia mía— de los medios y de las organizaciones de la sociedad civil que no los comprenden. Además, que no tienen el hábito de escribir.
Si el asunto progresa y reúnen una cantidad representativa, pudieran hacer algo más que una antología. Les dije que quizá hasta fuera posible extraer diferencias de opinión por género, antigüedad, lugar, tipo de escuela y algunas otras características.
Quedamos en que las primeras autobiografías serían las de ellos mismos y que irían corriendo invitaciones a maestros de diferentes lugares del país, al menos uno por cada estado.
No sé en las que me metí. Tampoco de dónde voy a sacar tiempo para cumplirles. Por lo pronto, quedamos en que me convocarían de nuevo en algunas semanas. Informo que me encantó platicar con este pequeño grupo. Si logran hacer ese trabajo, escribiré el prólogo y diré que todo comenzó en una charla de café.
Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/03/01/1149348
Foto: http://www.redpolitica.mx/sites/default/files/maestros_examen_800.jpg