Por: Gloria Hurtado
Pero existe otra violencia, sutil, “suavecita”, tranquila (¡), cómoda, que no produce escandalera. A veces ni se siente, porque se disfraza de “cuidado”, protección, “quiero lo mejor para ti” y fluctúa entre agresiones y luego compensaciones enormes para eliminar lo anterior. “El que reza y peca, empata”. Viajes, regalos, comidas, seducción, todo puede incluirse como borradores de las actitudes violentas. Esta agresión queda condensada en una expresión lapidaria cuando el hombre se queja de que ella “hace lo que le da la gana”. Con la sensación implícita de que cuando la mujer tiene pareja, debe obedecer. Es decir debe someterse y “pedir permiso” para vivir. Como si la relación de pareja fuera un cambio de dueño, donde ahora no obedece al papá-mama biológico sino al papá marido. Mujeres “normales”, corrientes hasta profesionales, exitosas, deben “pedir permiso” para múltiples actuaciones en su vida cotidiana. Soy consciente de que una cosa es informar (lógico en una relación de pareja o familia) y otra pedir permiso como si “a nombre del amor” entregáramos el manejo de nuestra vida.
Entonces, hoy que se celebra el día de la Mujer y antes de las consabidas flores o panegíricos dulzones para exaltar “lo mas lindo de la vida” revise qué tanto le ordena (y obliga) a su compañera a seguir sus instructivos. Aquí también existe una violencia tenaz porque es psicológica y está envuelta en la trampa de cuidado y protección. Cuando una mujer expresa que anhela un hombre “para que la cuide” inmediatamente pregunto “¿cuántos años tienes? Cuidado y protección son condiciones que se dan cuando hay superiores e inferiores, fuertes y débiles, vulnerables y seguros. La mujer no es un ser desvalido que requiere cuidado. No significa que le pueden poner zancadilla pero ella misma, como ser humano, es capaz de caminar sola, acompañada de alguien. No fusionada y mucho menos “complementada”.
¿Por qué tiene que pedir permiso? ¿Por qué no puede hacer lo que le da la gana? ¿Acaso es la hija “mayor” de su cónyuge? Eso no significa que viva a espaldas de su compañero. Pero de allí a pedir autorización para vestirse, gastar su dinero, asistir a una convención, cortarse el pelo, pintarse las uñas, visitar a sus amigas, estudiar lo que desee, chatear o reírse a carcajadas, existe un abismo. Si usted, mujer, todavía pide permiso, aun cuando no esté en la cifra de las estadísticas, hay alguien ejerciendo violencia sobre usted, usted no maneja su vida, usted tiene dueño. Usted es objeto y alguien la manipula. ¡Piénselo!
Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos