15 de marzo de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com
Por: Alba Alonso Feijoo
A cualquier miembro del profesorado que le preguntasen si es sexista en su aula respondería con un NO rotundo. Pero, ¿y si lo somos sin darnos cuenta? Desafortunadamente, no es tan difícil caer en el error del sexismo como pueda parecer, ya que desde nuestra infancia se nos han inculcado numerosos valores como innatos, cuando no son más que una mera construcción social. Es muy posible que en algún momento hayamos ejercido cierto sexismo de manera inconsciente, que no por ello deja de ser igual de peligroso puesto que el currículo oculto posee un peso incluso mayor que el currículo oficial impartido. Analicemos pues en qué estamos fallando y qué podemos hacer para remediarlo.
Errores comunes a evitar en nuestras aulas y posibles soluciones
1. Distribuir a nuestro alumnado en función de su sexo para todo
Esto tendemos a hacerlo continuamente en infantil y primaria: los niños a la derecha, las niñas a la izquierda; los niños que salten, las niñas que bailen; los niños detrás y las niñas delante. Es verdad que a priori dicha práctica no parece presentar problema alguno, pero si indagamos un poco en el tema puede no ser tan inofensivo como nos pensamos.
¿Por qué no debemos hacerlo?
Hay algunos peques en la etapa infantil que todavía no tienen claro si se identifican con ser un niño o una niña. Nosotros pensamos que semejante distinción es muy obvia, porque lo definimos en cuestión de genitales, pero este no es el único baremo a seguir. Como maestra de estas primeras etapas me he encontrado personalmente con casos en los que había niñas que decían ser niños, y niños que estaban seguros de ser niñas, y seguro que a algunos de vosotros también os habrá ocurrido. Muchas veces esto nos indica que, o bien se identifican con uno de sus progenitores más que con el otro, o puede que sea un simple proceso de imitación de sus hermanas o hermanos mayores a los cuales admiran. Sin embargo, este hecho también puede ser ocasionado por algún factor biológico que deberíamos valorar.
¿Cómo hay que actuar?
Primeramente, olvidarnos del sexo del alumnado como una categoría. Si hay que dividir, podemos hacerlo en función del color del pelo, o de la ropa que llevan puesta, o del tamaño de sus ojos. En el caso de la posible identificación por parte del alumno con un sexo diferente al que nosotros tendemos a etiquetar, no habría que darle demasiada importancia al tema, sino dejarlo fluir, a menos que ello llegue en algún momento a ocasionar problemas mayores, como por ejemplo de tipo acoso escolar (especialmente en cursos superiores). En ese caso sería adecuado llevar a cabo alguna sesión de formación impartida por un especialista tanto con el alumnado como con los padres, siempre de manera discreta y no acusatoria.
2. Atribuir sin sentido alguno características físicas a uno u otro grupo.
Por ejemplo: ¿podrían ayudarme a mover unas mesas algunos chicos fuertes de esta clase? ¿podría ayudarme alguna chica dulce a leer estos poemas en alto?
¿Por qué no debemos hacerlo?
Primeramente en infantil, primaria y prácticamente en toda secundaria y bachillerato no encontraremos gran diferencia entre sexos respecto a fuerza o músculo. De hecho si lo piensas bien, las chicas suelen ser más altas y más fuertes porque biológicamente maduran antes. Una pregunta como la primera aquí expuesta no haría más que reforzar la idea de que los chicos son fuertes y duros mientras las chicas son más bien débiles, sensibles y delicadas, cuando para nada es así. Y, si casualmente lo son, será por sus condiciones personales y no por su sexo; ya que ni todos los niños son brutos, ni todas las niñas son dulces.
¿Cómo hay que actuar?
Tratando de no caer en estereotipos sin sentido y evidenciar, siempre de manera privada, los que percibamos entre nuestros colegas. Si todos ponemos un poquito de nuestra parte, nos acostumbraremos a estar alerta respecto a nuestro vocabulario y referencias sexistas, llegará un momento en que dicha práctica ya no sea necesaria.
3. Dar por hecho unos roles determinados en función del sexo.
Por ejemplo, llegan los carnavales al cole y organizamos el disfraz del grupo-clase siempre de manera binaria: ellas de flores y ellos de avispas; ellas de princesas y ellos de guerreros; ellas de brujas y ellos de vampiros; ellas de enfermeras y ellos de doctores; ellas de Caperucita y ellos del lobo del cuento, etc.
¿Por qué no debemos hacerlo?
Para empezar, estamos ignorando las preferencias de nuestro alumnado. Yo he vivido muchos casos de niños frustrados porque querían ir de flor y niñas enfadadas porque preferían el disfraz de guerreras al de princesas y en ninguna de estas ocasiones pudieron los peques disfrutar alegremente de su carnaval, lo cual era por otra parte el único objetivo de su maestro o maestra. Asimismo, bien sea a través de los disfraces de Halloween o de los personajes de un cuento infantil que atribuyamos a nuestro alumnado, hemos de tener en cuenta que también estaremos transmitiendo unos roles determinados. Es decir, si las disfrazamos a ellas siempre de ratitas presumidas y a ellos de gatos salvajes, lo que estamos diciéndoles es que las niñas tienen que ser monas, sumisas y débiles mientras los niños han de ser más agresivos, fuertes y superiores. Si siempre usamos cuentos tradicionales y aún encima repartimos los roles según el sexo, caeremos de nuevo en el error de asociar mujeres con el hogar, la belleza, la pasividad y la inferioridad, y a los hombres con la energía, la fuerza, el coraje, o la valentía.
¿Cómo hay que actuar?
Primeramente, preguntaremos al alumnado qué disfraz prefiere y por qué. Esto de por sí ya representa una oportunidad muy valiosa para promover la igualdad y desterrar estereotipos adquiridos en el pasado, demostrando que todos podemos llevar a cabo cualquier rol en nuestra vida. De hecho, dicho modus operandi nos ayudará a apoyar a todo ese alumnado que se salga de lo considerado como adecuado por la sociedad. Si una maestra o maestro promueve como totalmente normal que un niño quiera ir de flor, el resto de la clase también lo considerará como algo inofensivo. No subestimemos nuestro poder como docentes porque es infinito.
Además del debate, otra herramienta fabulosa para combatir el sexismo en el aula es el teatro. La oportunidad que te facilita este arte para ponerte en la piel del otro es fantástica y les ayudará a entender muchas cosas. Si además introducimos en el aula obras que representen a personajes no estereotipados en cuanto al género como Las princesas también se tiran pedos, favorecemos también la visión de otras realidades y así estaremos ofreciendo a determinados alumnos o alumnas la oportunidad de poder identificarse con alguno de estos personajes.
4. Otorgar privilegios en función del sexo.
Por ejemplo, “las damas primero”; o, “a ellos déjalos que se ensucien y que corran, que son niños” (no niñas).
¿Por qué no debemos hacerlo?
Lo de “las chicas primero” se quedó en el siglo pasado y nunca deberíamos usar tal afirmación en nuestras aulas. De hacerlo, estaríamos promoviendo unas distinciones que únicamente transmiten que ellas se merecen determinados privilegios por el simple hecho de ser chicas, y a la larga está demostrado que estos privilegios no favorecen a nadie. Os invito a ver el video del proyecto “Free to be You and Me” Ladies First, que es una fantástica representación de este punto en concreto. Y el dicho “es que son niños” tampoco pertenece a la era de la neurociencia, que nos demuestra como las conexiones de nuestras neuronas van cambiando según el entorno, con lo que la naturaleza es continuamente modificada por el contexto.
Nunca separaríamos a los niños por su raza, por su inteligencia o por su peso, ¿verdad que no? Y eso es porque pensamos que ello podría, obviamente, hacer que algunos de ellos se sintiesen menos valorados o despreciados. Pues reflexionemos un poco sobre el hecho de separar por sexo y para qué lo hacemos realmente. Además ¿y si ganan las chicas? Entonces los niños aprenderán que en tal actividad son mejores las chicas y, si son los chicos los que ganan, tendremos otro estereotipo listo para propagarse. De hecho, ésta es la manera en la que aprendemos que los niños son mejores en ciencias y matemáticas o las niñas mejores en lenguaje y en sentimientos, tal como nos explican Stelle y Aronson (1995) en su teoría de la amenaza del estereotipo. Deberíamos de comenzar a asumir que ni los niños ni las niñas son mejores o peores en nada por su sexo, lo son por sus cualidades que son únicas, personales e individuales. Además, y como hemos visto anteriormente, en muchos casos no solo segmentamos por sexo, sino que también caemos en el error de atribuir unos determinados roles a cada grupo, lo cual agrava la situación.
Por todo lo aquí expuesto os invito a que reflexionemos con cautela sobre nuestra práctica educativa desde una perspectiva de género, y a continuación compartamos estas ideas con el resto del profesorado de nuestro entorno, porque juntos seremos más conscientes y conseguiremos crear una infancia más libre, tolerante, creativa y con muchísimas más opciones.
Fuente artículo: http://blog.tiching.com/somos-sexistas-en-nuestra-aula-de-manera-inconsciente/