Autora : Vivian Teresa Torres.
Continua y permanentemente se escuchan sin número de críticas y cuestionamientos a nuestro sistema educativo, en todos los casos endosando directamente la responsabilidad a los estudiantes, atribuyéndoles flojera, desgano, falta de interés entre otras exclamaciones de la larga lista de epítetos que se acuñan a los educandos, sino a los padres representantes o responsables, o en otros casos al o a las o los docentes del año anterior.
En general, un sinfín de justificaciones acerca de una práctica docente que realmente no corresponde a las exigencias de los nuevos tiempos y ajustadas a las transformaciones sociales de los pueblos.
Al respecto, volviendo la mirada a la historia de la educación vale señalar que la escuela en el siglo XVII se circunscribe en el marco de una educación pública, gratuita y obligatoria, escuela que se conoce hoy, (heredada del modelo espartano) cuya finalidad era construir un pueblo dócil, obediente y preparado para la guerra, subordinado. Modelo exitoso y adoptado y replicado por muchos países.
Modelo de educación lleno de contenidos estandarizados, objetivos ordenados sistemáticamente a ser logrados por los estudiantes en cada año, sin considerar la individualidad y particularidad de cada ser humano. Currículos diseñados como una guía y construidos desde fuera del niño, niña o adolescente, sin valorar sus intereses, potencialidades y necesidades. Escuela creada pensando al estudiante como un recipiente vacío, sin conocimiento, el cual es necesario llenar y modelar, una escuela deshumanizada.
Ahora bien, todos los seres humanos nacen con capacidades diversas y es en la escuela donde se debe acompañar su desarrollo y potencialización al unísono del entorno familiar, donde la cultura de los padres o responsables incidirá directamente en su evolución y proceso de aprendizaje, el cual debe ser paulatino y de máximo disfrute. Es aquí donde el rol del docente juega un papel estelar al propiciar experiencias de aprendizaje desde la cotidianidad de sus estudiantes, tomando de ellas elementos que coadyuven a la consolidación del proceso, sin dejar de lado que los ritmos de aprendizaje son diferentes en cada persona y que el estímulo al logro debe estar acompañado de una significativa y necesaria dosis de amor.
Debo poner el acento en que el amor es uno de los valores más importantes a consolidar en el estudiantado, pues de allí dependerá cuan solidarios, solidarias, compasivos, compasivas, hermanados y hermanadas estarán tanto individual como colectivamente, y al mismo tiempo, el avance de los mismos tendrá lugar en la medida de sus motivaciones y potencialidades, más no se puede dar lo que no se tiene. Desde esta consideración debo decir que para ello se requiere la profunda reflexión y auto evaluación por parte de nosotros y nosotras las docentes acerca de nuestra praxis, compromiso y carga afectiva para compartir, continuamente sopesando si realmente nuestra intersubjetividad propicia escenarios para estimular la superación de obstáculos y alcance de las metas en cada una de las etapas del proceso.
Desde estas premisas surgen algunas interrogantes tales como ¿somos facilitadores de aprendizajes u obstaculizadores?, ¿ejemplos a seguir o imágenes poco deseables? ¿Buenos compañeros y solidarios con nuestros colegas? ¿Respetuosos con nuestros representantes?, y la lista pudiese alargarse para realizar esa insoslayable autocrítica.
No obstante, un buen inicio pudiese ser predicar con el ejemplo, que nuestras acciones hablen más que nuestro lenguaje oral. Desde mi perspectiva un buen docente no es aquel cuyos educandos están más disciplinados, ordenados o aquel que exige más, es aquel o aquella que se ocupa de enseñar a aprender para la vida en colectivo.
Pueden diseñarse miles de currículos, hacerse consultas educativas, y propuestas y; coincidir en que se requiere de transformaciones sustanciales y profundas para avanzar en la educación y que esta debe ir en consonancia con los avances de la revolución bolivariana genuinamente democrática y protagónica en los ámbitos político, económico, social y cultural, pero todo esto carece de sentido sino empezamos a transformarnos desde adentro, la educación liberadora debe iniciarse por nosotros y nosotras mismas.
Referencias:
Documental La educación Prohibida. www.laeducaciónprohibida.com
Pedagogía del Amor. Legado del Comandante Hugo Chávez Frías. https://www.aporrea.org/ideologia/a204473.html
Fuente Imagen: https://lh3.googleusercontent.com/x86l54WPcDhmnEA4A_bhrsxa9be_i8ZrCz-WsGu9Kk3Ln1KBjF-BJLLSeAHbwQMPYtX1Qg=s85