¿QUE NOS DICEN SIMON RODRIGUEZ Y PAULO FREIRE HOY A LOS EDUCADORES?

rodriguez freire

Julio C Valdez/ Venezuela

Las líneas que siguen pueden ser consideradas un ejercicio de imaginación reflexiva. Partimos de un estudio de dos educadores latinoamericanos cuyas obran aún iluminan nuestro hacer.

Luego, intentamos esbozar puntos de encuentro entre el pensamiento de ambos, y formularlos como mensajes para nosotros, los educadores latinoamericanos de este tiempo. Sólo son ideas generales, que requieren luego de una mayor profundización y sistematización.

Los maestros (en el pleno sentido del término) Simón Rodríguez y Paulo Freire, desde sus particulares momentos históricos, y desde sus propias prácticas de vida, han generado pensamientos y estrategias tanto de resistencia al orden imperante como de creación de nuevos espacios y propuestas sociales. Sus propuestas, altamente pertinentes durante sus vidas, aún resuenan y nos retan en el momento actual.

SEMBLANZA DE AMBOS MAESTROS
Simón Rodríguez (1769-1853), venezolano de nacimiento, vivió un proceso de transición histórica, de la colonia a la república. Luego de finalizada la guerra de la independencia, intentó construir en diversos espacios de América Latina su proyecto de educación popular, bajo los ataques constantes de los nuevos y viejos poderes dominantes. Planteaba la necesidad de poblar América con sus propios habitantes, y fijaba la mirada especialmente en los excluidos de entonces: zambos, mulatos, negros, indios, etc. Los niños de estos grupos sociales entrarían en escuelas limpias, acondicionadas con talleres bien dotados, y asumirían la educación como medio de trabajo productivo y organización social. Desde aquí, edificarían valores y costumbres que les harían ser auténticos ciudadanos constructores de república.

Paulo Freire (1921-1997), nacido en Brasil, también vivió un momento de transición histórica. En su país natal, y en toda la América latina, se consolidaba el capitalismo voraz, arrasando con las formas de vida tradicionales. Esto propició una feroz lucha entre los poderes (civiles, militares), y Freire sufrió la represión y el exilio. La palabra y la lectura son conceptos cardinales en la propuesta freiriana. El sometimiento por parte de los grupos dominantes lleva a gran parte de la población a ser excluida y silenciada. Por lo tanto, el que las personas asuman el ejercicio de la palabra es un acto revolucionario. El diálogo verdadero permite ir alcanzando progresivamente una consciencia crítica que, al descubrir los mecanismos sociales de dominación, conduce a un proceso de liberación personal y colectiva.

Es claro que hay diferencias entre las propuestas de ambos maestros. Los momentos históricos vividos por cada uno de ellos abría retos y configuraciones sociales muy particulares. Rodríguez concibe la educación desde el trabajo productivo como eje de organización social, mientras Freire supone la educación como un ejercicio directo de la palabra que desvela y reconstruye la realidad. Rodríguez se apoya en ideas de la ilustración, y el socialismo naciente, dando preeminencia a la razón y a la organización comunitaria del trabajo productivo. Mientras Freire sustenta su pensamiento en la fenomenología y el marxismo, y en el ejercicio compartido del afianzamiento de la consciencia crítica que conlleva la liberación plena del ser humano.

No obstante, y es lo que nos interesa en estas línea, hay grandes puntos de convergencia entre Rodríguez y Freire. A continuación, intentaremos señalar algunos.

COINCIDENCIAS ENTRE RODRÍGUEZ Y FREIRE
Tanto Rodríguez como Freire se oponen a las autoridades constituidas (políticos, militares), y a los poderes en ascenso (nueva oligarquía y burguesía), en tanto estos imponen condiciones de pobreza, inequidad, injusticia y excluyen del poder, de los derechos, del trabajo y de la política a grandes porciones de la población. Estos sufren a diario las estrategias de dominación, que abarcan desde la explotación material (esclavismo, manumisión, trabajo asalariado) hasta la colonización de la consciencia (sujeción a las autoridades constituidas, defensa de las estructuras sociales existentes).

Ambos maestros, Freire y Rodríguez, propenden a la búsqueda de formas sociales más justas, más solidarias, que incluyan a todos sus pobladores. No obstante, no plantean una sociedad ideal tipo, sino que suponen que se construirá colectivamente. Insisten en darle protagonismo pleno, como sujetos sociales y políticos, a todos los excluidos y a los silenciados. Nadie ha de quedar fuera. Esto es un aspecto vital (revolucionario) de sus planteamientos. La vía relevante para lograr esto es la educación, como práctica social a la vez que política, para sustentar la transformación radical de la sociedad. Ambos dan importancia primordial a la pregunta, al desarrollo reflexivo, a la relación formación-trabajo, desde lo que se es y lo que se hace, destacando la presencia de la ética (solidaridad, compromiso), así como el saber hacer (el trabajo, la organización).

UN MENSAJE DE FREIRE Y RODRIGUEZ A LOS EDUCADORES DE HOY
Así, en un ejercicio de imaginación, los educadores latinoamericanos (y quizá también de otras regiones), podemos leer hoy las enseñanzas de ambos maestros, para formular algunos trazos del trabajo socioformativo que requiere la sociedad de hoy.

¿Quiénes son los constructores de la sociedad?
Son todos los seres humanos (sin excepción). Rodríguez y Freire hablan de construir sociedades, principalmente, desde los excluidos y silenciados. Esto lleva en sí una enorme carga revolucionaria. Implica que la sociedad entera ha de reconfigurarse para que todos vivamos en ella con dignidad y plenitud. No se trataría de “incluir” a todo el mundo en las instituciones que existen, ya de por sí limitadas y hasta viciadas, sino de abrir las posibilidades para crear todo de nuevo, desde la vida de los oprimidos.

¿Cómo se da la transformación de la sociedad?
La vida cotidiana (las costumbres, según Rodríguez; la praxis, según Freire) de todas las personas, es la que irá perfilando la trama de relaciones que configuran la política, la economía, y hasta la cultura. Así, hay que tejer nuevas y más profundas prácticas dialógicas, solidarias, cooperativas, que realcen la humana dignidad, cada vez más incluyentes, desde un protagonismo colectivo.

¿Contra qué tenemos que luchar?
Contra las formas de dominación y neocolonización vigentes. Los lineamientos y estrategias amenazantes de los organismos transnacionales (como el FMI, BM), amparados por fuerzas militares con alto poder tecnológico, son reproducidos por los capitalistas y aliados internos, incluyendo algunos que se disfrazan de revolucionarios mientras amasan su cuota de capital. Estas fuerzas nos empujan a asumir un estadio de desarrollo plenamente capitalista, donde “el mercado” (que usualmente responde a alianzas entre transnacionales y nacionales) sea el rector de nuestras vidas. Por otra parte, hay otra forma de colonización más peligrosa, la de la conciencia (colonización cultural). Esta es la que realmente sustenta la concepción de libre mercado antes referida, y se ha arraigado en nuestros genes sociales, como si fuera propia. Esta colonización cultural nos posee, sin que apenas tengamos consciencia de ello. Nos hace mirarnos como mestizos, contrahechos e incompletos, ante la luminosa imagen del blanco occidental; nos hace valorarnos por las propiedades que tengamos o no tengamos, y por la capacidad que tengamos de consumir; nos impone una visión fragmentaria de la realidad, y una valoración dualista de la vida y de las relaciones sociales. Hace que pensemos y actuemos sólo desde nuestro ego, desde la inmediatez y el confort material, sin pensar en “cosas tan horribles” como la miseria, las guerras, la destrucción ambiental, entre otras; hace que la conciencia planetaria se reduzca a la duración de los shows televisivos… Todo esto enmarcado en una gramática civilizacional que nos define como individuos aislados, que debemos enfrentamos entre sí por los limitados recursos del planeta.

¿Cómo se concibe la educación, desde Freire y Rodríguez?
Como una práctica libertaria, que apunta a la descolonización material y de la conciencia. Es una práctica socializadora, porque teje relaciones humanas solidarias; claramente política, en el sentido de transformar el mundo al tiempo que nos transformamos a nosotros mismos, siempre en relación con los otros. Podemos apropiarnos estas enseñanzas, señalando que la educación no puede restringirse al sistema escolar formal. La educación tiene que desarrollarse en y desde la vida cotidiana (principalmente de los excluidos y silenciados); desde lo que somos, hacia lo que queremos ser: una sociedad cada vez más justa, solidaria.

¿Qué propicia la educación?
Nos permite decir nuestra palabra, leer el mundo, problematizando la realidad y problematizándonos con ella. Desde la educación, vamos tejiendo libre y constructivamente nuestras historias (locales, regionales, mundiales). Nos apoya en la relación con otros, organizándonos en el trabajo liberador y concientizador. El avance en esta dirección (concientización, organización solidaria, trabajo liberador) hará viable la creación de redes que, al unísono, desmonten el pensamiento y la cultura de la opresión, y creen aquí y ahora los espacios de la utopía que ayudarán a configurar la nueva sociedad.

Comparte este contenido: