Puerto Rico/Mayo de 2017/Fuente: El Nuevo Día
En cuanto se enteró que su escuela iba a ser cerrada, un director escolar en Utuado sostuvo que el Departamento de Educación estaba desenfocado y debía concentrar sus recursos en proveer educación individualizada a los estudiantes, en vez de llevarlos hacia el hacinamiento en planteles más grandes. Un día después, una madre de Guaynabo cuestionaba por qué mudarían a su hija a una escuela donde había más problemas de disciplina que en el pequeño plantel donde había estado estudiando.
Estas expresiones se pudieron haber recogido perfectamente esta semana, pero realmente provienen de recortes de prensa de hace 20 años. En abril de 1997, el Departamento de Educación anunció el cierre de 42 escuelas públicas con escasa matrícula, y el malestar de comunidades, maestros, alcaldes y legisladores no se hizo esperar.
Hoy, la historia es la misma, pero con una cifra de escuelas que hace dos décadas habría sido difícil de comprender. Hace poco más de una semana se supo que 179 planteles dejarían de existir a finales de este mes, si se concreta el plan anunciado por la secretaria de Educación, Julia Keleher.
La baja matrícula estudiantil en decenas de planteles sigue siendo la razón principal detrás del cierre de escuelas. En 1998, se dio a conocer un estudio que identificó 125 escuelas con menos de 150 estudiantes. En febrero pasado, Keleher anunció que había 370 escuelas con menos de 250 alumnos. Mantener abiertas escuelas con pocos niños no es costoeficiente.
“Hay que cerrar escuelas. Pero es un asunto que hay que respetar y manejar con mucho cuidado, porque en todo eso no se puede permitir que los muchachos se desanimen”, expresó el exsecretario de Educación, Rafael Aragunde.
En la última década, el sistema público de enseñanza ha perdido 157,000 estudiantes. En ese mismo período, se han cerrado unas 230 escuelas.
En los años entre la publicación del Censo del 2000 y el Censo del 2010, se pensaba que la población en Puerto Rico estaba en aumento, recordó el demógrafo Raúl Figueroa, razón por la cual la construcción de escuelas era considerada una necesidad.
“Las proyecciones, las estimaciones de población tanto de la Junta de Planificación como del (Negociado federal del) Censo tenían la población de Puerto Rico llegando a 3.9 millones en el 2010. Eso no tenía sentido, porque la tasa de nacimiento estaba bajando, pero esas eran las proyecciones”, señaló Figueroa.
En el 2000, la Isla tenía 3,808,610 habitantes; cifra que bajó a 3,725,789 para el 2010, según datos del Negociado federal del Censo. La población de Puerto Rico llegó a los 3.4 millones en el 2016, según estimados de Censo dados a conocer por el Instituto de Estadísticas.
La baja tasa de natalidad de la Isla, unida al aumento en la migración, son los principales responsables de esta reducción poblacional, detalló Figueroa.
“Los nacimientos van bajando desde la época de los ‘babyboomers’, pero el bajón en la población aumentó con las migraciones. En Estados Unidos, ves que los nacimientos de personas de origen puertorriqueño es el doble que en la Isla. Las personas se están yendo de Puerto Rico en edades reproductivas y, cuando se van, se llevan a sus niños en edades escolares. Es por eso que las escuelas se están quedado sin estudiantes”, explicó Figueroa.
Más edificios, menos niños
Por primera vez, en el 2015 el Departamento de Educación reportó una menor cantidad de estudiantes entrando al kínder que los que estaban matriculados en duodécimo grado. Esto implica un cambio en la tendencia de clases y grupos más grandes cada año.
Esta tendencia fue la que impulsó en la década de 1990 la construcción de escuelas grandes, en su mayoría en áreas urbanas, diseñadas para atender a matrículas altas de estudiantes.
En 1992, bajo la administración de Rafael Hernández Colón, la Autoridad de Edificios Públicos concretó una emisión de bonos de $210 millones para construir nueva infraestructura gubernamental. De estos, $131 millones serían utilizados para la construcción de 31 escuelas.
Posteriormente, la administración de Pedro Rosselló anunció en 1994 la construcción de 14 planteles nuevos a un costo de $52 millones. En 1997, el Departamento de Educación invirtió $125 millones en la construcción de nuevos salones y hacer mejoras en escuelas vocacionales. Casi al fin del segundo cuatrienio del gobierno de Rosselló, padre, se anunció un plan de dos años y medio para la construcción de 194 escuelas -que debían estar listas para el año 2000- a una inversión de $625 millones. Para marzo de 1999, se habían construido siete escuelas vocacionales y 48 planteles de corriente regular.
La última gran inversión en infraestructura escolar se hizo durante la administración de Luis Fortuño, cuando se destinaron $756 millones para la modernización de 103 escuelas como parte del programa Escuelas para el Siglo 21, así como la construcción de cinco nuevas escuelas.
Asimismo, en medio de la evaluación del posible cierre de 100 escuelas, en el 2014 se anunció que se destinarían $101 millones para la construcción de cinco escuelas nuevas y para realizar mejoras en otros 1,460 planteles.
Es difícil contabilizar cuántas de estas escuelas realmente fueron construidas, debido a los tropiezos que enfrentaron los planes gubernamentales.
En principio, muchos de estas construcciones se diseñaron como una alternativa para manejar la deteriorada infraestructura de las escuelas en la Isla; aún están en uso planteles que fueron construidos en la década de 1950 o 1960 y era más viable crear nuevas escuelas que darle mantenimiento a las viejas.
“Cuando yo era secretario, ya se empezaba a ver esa reducción de estudiantes. Pero en esos años, es cierto, las escuelas que se cerraban casi siempre estaban relacionado al asunto de las condiciones precarias en las que se encontraba la infraestructura”, sostuvo Aragunde.
No obstante, la situación de las escuelas cambió. A mediados de la década pasada, cuando Puerto Rico entró en recesión económica en 2006, los salones se fueron quedando cada vez más vacíos.
Las escuelas que durante años se habían “salvado” de ser cerradas gracias al activismo de sus comunidades, o por lo lejos que quedaban de otros planteles, se ven una y otra vez con el cuello en el picador. De hecho, en 1997 el entonces secretario de Educación, Víctor Fajardo, anunció el cierre de la escuela Secundino Díaz de Toa Alta, una decisión que se revirtió días después. La semana pasada, la escuela volvió a aparecer en una lista de escuelas a consolidar. La baja matrícula estudiantil vuelve a colocarla en la mirilla.
Las evaluaciones
Todos los directores escolares de escuelas públicas deben trabajar sus planes anuales de organización escolar a base de los estudiantes que esperan atender, los maestros que tienen disponibles y el espacio que hay en sus planteles. Es con estos informes que la jefatura del Departamento de Educación determina cuántos recursos económicos y personal asigna a cada plantel.
La planificación y la toma de decisiones a base de estadísticas confiables deberían ser elementos cruciales al momento de decidir cómo y cuando se cierran escuelas públicas, pero estos aspectos siempre han sido debilidades de la agencia más grande del Gobierno, sostuvo la exsubsecretaria de Educación y profesora universitaria, Ana Helvia Quintero.
El presupuesto de Educación se ha reducido consistentemente en los últimos cinco años, tanto las partidas que asigna el Estado como las que recibe del Departamento de Educación federal han ido bajando.
Ante esto, el cuatrienio pasado inició el proyecto más agresivo de cierre de escuelas. Aunque se proyectó que la agencia cerraría cientos de escuelas basado en un estudio preparado por la firma The Boston Consulting Group -que recomendó el cierre de 580 escuelas para el año 2020-, la administración pasada cerró y consolidó administrativamente 177 planteles.
Las distancias que tendrían que recorrer los estudiantes para llegar a otra escuela, el alto porcentaje de estudiantes de Educación Especial en cada aula, o la posibilidad de introducir ofrecimientos especializados permitieron que decenas de planteles evitaran se cerradas el año pasado, según las explicaciones que ofreció cada secretario de Educación al dar a conocer las revisiones que hacían de sus anuncios.
Y aunque nadie lo dice de frente, las presiones políticas también se reconocen como uno de los factores que en los últimos años han impacto la decisión de cuáles escuelas se cierran.
Pero, en vez de ser vistos como sucesos negativos, los cierres de escuelas deberían aprovecharse como oportunidades para mejorar los servicios que reciben los niños y adolescentes en las escuelas restantes, sostuvo Quintero.
“Ahora hay una falta de maestros de arte, las clases de arte sehan ido eliminando y con estos cierres se pueden fortalecer las áreas de arte, música y educación física en las escuelas. Se pueden buscar formas de ayudar a los posibles desertores, para que puedan encontrar lo que les apasiona. Se puede aprovechar para crear más escuelas especializadas en cosas que no sea solo lo académico, como la agricultura. Son muchas cosas las que se pueden aprovechar”, expresó Quintero.
Fuente: http://www.elnuevodia.com/noticias/locales/nota/educacionarrastraelcierredeescuelasdesdehace20anos-2320740/