Por Educación 2020
En conversación con Educación 2020, el investigador, académico y candidato al Premio Nacional de Educación analizó la reforma: “es un tremendo avance decir que con la educación no se lucra ni se descrema”, la falta de formación docente: “los profes pasan el conocimiento como si fueran verdades reveladas del monte Sinaí” y la urgencia de que la educación enseñe a pensar: “si los estudiantes comprendieran las controversias del conocimiento, entonces empezarían a ser sujetos dialogantes”.
“Me siento orgulloso, pero con humildad, créeme que si no lo gano —ojalá que sí lo gane— del primer farol de la calle no me voy a colgar”, dice Abraham Magendzo sobre su postulación al Premio Nacional de Educación 2017, promovido por la Academia de Humanismo Cristiano, universidad donde es académico y en cuyo patio se sienta a fumar un cigarro, mientras reflexiona sobre educación, derechos humanos y ciudadanía, los temas en los que ha enfocado su labor.
Estudió en el Pedagógico de la Universidad de Chile, en dictadura promovió la educación popular en los barrios más golpeados por el régimen y, por su historia familiar, de migrantes, de judíos y de vida difícil en Avenida Matta; siente una profunda sensibilidad por la justicia social, que también ha plasmado en su investigación académica. “Sólo la educación en valores y en derechos humanos permite erradicar las intolerancias y las discriminaciones”, dice.
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—En Educación 2020 pensamos que hay que cambiar la forma de aprender y enseñar, eso de que una buena alumna es la que está calladita y sólo habla el profe. Hay que implementar innovación educativa, para mejorar la calidad y las relaciones humanas.
—Uno de los grandes problemas de todas las reformas es su bajada. En 2008 escribí un libro sobre la reforma curricular y hay un cuello de botella, los profes reciben el currículo oficial pero el Mineduc no indica cómo implementarlo. Entonces presentamos un Fondecyt para investigar qué pasa en la mitad, porque no se sabe qué pasa. Lo mismo podemos decir con cualquier innovación educativa, se lanzan a las escuelas y nadie se preocupa de cómo va a funcionar, como si hubiera una relación directa entre el discurso y la implementación, y la verdad es que los profes no están preparados para apropiarse de las innovaciones.
—Sobre las investigaciones para tomar decisiones, una vez el embajador de Finlandia me explicó que allá es así. Detectan un problema, por ejemplo el bullying, y en base a resultados de investigaciones toman decisiones de política pública. Acá en cambio las decisiones son muñequeo político.
—El tema es que no se capacita a los profes, eso descubrimos en una investigación sobre bullying que escribí con unas psicólogas. Sin especialistas, el tema se va a atender con un discurso tipo “niñitos, niñitas, pórtense bien, no sean malitos” y atacar el bullying o implementar cualquier innovación es un trabajo de meses, no es una conferencia.
—El bullying tiene que ver con la no tolerancia a lo diferente, en Educación 2020 pensamos que la educación no debe ser sólo académica, sino enseñarte a convivir con otros. ¿Por qué pasamos 12 años en el colegio y no aprendemos eso?
—Mira, a propósito del bullying, hicimos un estudio con gente de la UDP y el factor que más influye es la falta de empatía, de los intimidadores, de los asistentes y los que están alrededor, que no se pronuncian porque temen que los intimiden a ellos. Entonces se piensa que las investigaciones son milagrosas y no es así. Se necesita trabajar en educación inicial —donde hay una carencia tremenda— y con los docentes. En Chile, la PSU, el Simce o PISA no consideran la formación ética y ciudadana, sólo matemática, ciencias, lectura y algo de historia. Nadie se opone a que los jóvenes aprendan eso, pero no basta. Si no se evalúa la formación ciudadana no hay calidad en la educación. Mira lo que está pasando en Chile, que hasta los carabineros están corruptos. Como dijo un amigo que ganó el Premio Nacional de Educación la vez pasada, Iván Núñez: “los torturadores también se educaron en las escuelas”.
—¿Qué hay que cambiar en la educación para que permee esta sensibilidad ciudadana?
—Mi postura, y no es la mía solamente, es que todos los lineamientos curriculares hablan de desarrollar la capacidad crítica de los estudiantes, pero las clases siguen siendo expositivas. Los profes pasan el conocimiento como si fueran verdades reveladas del monte Sinaí.El conocimiento es construido socialmente, las ciencias sociales y “duras” son controversiales, si los estudiantes fueran capaces de entender las controversias del conocimiento entonces comenzarían a ser sujetos críticos, dialogantes.
—Claro, pero es sigue siendo parte del diagnóstico, ¿cómo pasamos al cambio, a la acción?
—Hay experiencias que muestran posturas distintas de cómo enseñar y aprender, de Finlandia, de Estados Unidos, también de Chile, el mismo Montessori, son experiencias valiosas, pero hay que mostrarlas, difundirlas. Debería hacerlo el Mineduc y las universidades, que son las que forman a los profes, les cuentan el cuento de la teoría pero no les muestran la práctica.
—Educación 2020 está llevando prácticas innovadoras a colegios en Santiago y en el sur de Chile, como las Redes de Tutorías y el aprendizaje basado en proyectos, ¿conoce estos modelos?
—El modelo por proyectos tiene mucha historia en la educación, pero otra vez nos topamos con las famosas evaluaciones, trabajar por proyectos requiere tiempo de los profes para planificar y de los estudiantes para investigar, analizar, dialogar y discutir en torno al proyecto, pero metidos en el Simce, no hay posibilidad de trabajar así.
—¿Cree que las habilidades que desarrollan los estudiantes aprendiendo en base a proyectos están relacionadas con la formación ciudadana?
—Cien por ciento. Un ciudadano debe ser un sujeto crítico, capaz de investigar su realidad, analizar por qué hay problemas en determinadas situaciones, cuáles son las causas, cuáles son las consecuencias, y el aprendizaje basado en proyectos lo hace.
—¿Y sobre las Redes de Tutorías?
—Hay investigaciones que muestran que la mejor forma para que los estudiantes aprendan es que otros estudiantes les enseñen, porque están más cerca del lenguaje, de las emociones y racionalidades que desarrollan los estudiantes y a veces el profe se distancia de eso.
EDUCACIÓN, MIEDO Y REFORMA
—Nuestra directora de Política Educativa, Nicole Cisternas, dijo esta frase muy linda: “una educación de calidad es aquella que ataca los dolores que tenemos como país”. ¿Qué le parece?
—Estupenda. Vuelvo a los temas controversiales. Una vez expuse en Colombia sobre su proceso de paz. Había fácil 800 directores de colegios y cuando terminé de hablar pregunté: ¿quién en vuestros colegios ha analizado el conflicto de este país o el acuerdo con las FARC? Apenas cinco lo habían hecho. Les dije: ¿por qué? Y ellos: por miedo. La educación históricamente ha tenido miedo de analizar temas controversiales de la sociedad. ¿Cuántos colegios en este país han analizado el problema de los carabineros? Te puedo asegurar: cero. A los estudiantes los alejan de los problemas de su propio país.
—Hablemos de la reforma educativa, hay dos proyectos clave en el Congreso ahora: Educación Pública y Educación Superior, ¿ha seguido el proceso?
—Haberse atrevido en este país a decir que la educación es un derecho y no un bien de consumo es tremendo. Los cambios van a tomar años, pero es un avance decir que con la educación no se lucra, que no se selecciona ni se descrema. Ahora discutimos la gratuidad, si darle o no a los ricos, en esa discusión no se analiza lo sustantivo: que la educación es un derecho y los derechos son exigibles, para eso se creó el Estado. No se está pidiendo una limosna ni una dádiva, es cumplir un derecho. Lo segundo es entender cuál es el sentido de la gratuidad, en una metáfora, sería como un padre que envía a su hijo a estudiar y luego le dijera “sabes qué, devuélveme la plata que invertí contigo”, ¿te imaginas un padre de esa naturaleza?
—Claro, una estudia para sí misma pero también para otros porque se vive en comunidad. El problema es que en Chile hay dos posturas muy atrincheradas: educación como derecho o como negocio. Y mientras tanto la reforma se estanca, ¿cómo avanzar?
—Hay que entender que el sentido de la educación no es lucrar, es formar a sus ciudadanos.
—¿Y qué hacemos con esos parlamentarios que piensan que la educación es un negocio?
—Si ellos están interesados en el lucro… entonces hay que votar por otros.