Por: Esenam Amuzu
La falta de educación sexual perjudica seriamente a la juventud del país
La educación sobre sexualidad y salud reproductiva es una cuestión política seria en muchos países occidentales. En ese terreno se ganan o pierden elecciones por temas como el aborto y los valores “familiares”. Pero en Ghana (y en muchos otros países en desarrollo), la planificación familiar es un asunto de vida o muerte, especialmente para las jóvenes y adolescentes.
Hace seis años, cuando yo era una niña que vivía en barrio pobre del sur de Ghana, era normal oír historias de aborto adolescente. También de chicas de catorce años dando a luz. Y de hombres de dieciocho años que apaleaban a sus novias prepubescentes porque estas se negaban a lavarles la ropa. A nadie en posición de autoridad (padres o maestros) parecía preocuparle que adolescentes solteras, a menudo sin edad legal de consentimiento, fueran víctimas de tales hechos.
Esa era mi “normalidad”. Muchas compañeras de clase quedaban embarazadas y dejaban la escuela. Otras morían al abortar en establecimientos sin licencia. Y me pregunto por qué, si yo veía estos problemas tan claramente, los adultos que me rodeaban no podían hacer nada al respecto.
En la parte de Ghana donde me crié, la educación sexual era muy limitada. Las jóvenes y adolescentes carecíamos de acceso incluso a la información más básica sobre salud reproductiva. El tema no se enseñaba en las escuelas, debido a “sensibilidades culturales”. Y los padres y educadores tampoco eran mucha ayuda; muchos creían que hablar de sexo con las niñas las haría más promiscuas. Así que en vez de ser el primer recurso de ayuda, la familia y los maestros eran el último. Muchas de nosotras nos consultábamos mutuamente; otras buscaban en Internet, donde la información no siempre es exacta.
La falta de educación sexual perjudicó seriamente a la juventud de Ghana. Un estudio reciente del Guttmacher Institute (Estados Unidos) revela que el 43% de las muchachas y el 27% de los muchachos han tenido relaciones sexuales antes de su vigésimo cumpleaños. Lo más sorprendente es que el 12% de las jóvenes ghanesas de menos de quince años han tenido relaciones sexuales al menos una vez (contra el 9% de los varones). Entre las adolescentes sexualmente activas, sólo el 30% usa algún método anticonceptivo, y sólo el 22% usa un método moderno (por ejemplo, condones). En un país con altas tasas de parto adolescente y niveles asombrosos de infecciones sexualmente transmisibles (entre ellas el VIH), estos porcentajes son sumamente preocupantes.
El control de la natalidad puede salvar muchas vidas, en particular de mujeres jóvenes
El control de la natalidad puede salvar vidas, en particular de mujeres jóvenes. Por ejemplo, el Fondo de Población de las Naciones Unidas calcula que un incremento del uso de anticonceptivos en los países en desarrollo evitaría 70 000 muertes maternas al año y 500 000 muertes infantiles. En Ghana, ampliar el acceso a anticonceptivos modernos es fundamental para mejorar la salud a largo plazo de los niños y las futuras madres.
Para empezar, los gobiernos deben hacer hincapié en la salud sexual de los jóvenes, mediante la provisión de educación integral en cuestiones de salud reproductiva, incluidos los métodos anticonceptivos, la comunicación en la pareja y el modo de hallar información y apoyo en relación con el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Los gobiernos también deben reforzar la colaboración con organizaciones de la sociedad civil.
Pero los jóvenes de Ghana no podemos esperar que todo lo hagan los mayores: también debemos hacer campaña por nuestra parte. Por eso hace unos meses colaboré en el lanzamiento de una iniciativa juvenil llamada My Teen Life [Mi vida adolescente], que busca dar a los jóvenes voz en la discusión de temas de sexualidad en las zonas rurales del país. Este proyecto ha tenido un prometedor comienzo, gracias al generoso apoyo de la iniciativa suiza Global Changemakers. Ya educa a padres y tutores sobre cómo hablar de salud sexual con sus hijos; capacita a madres adolescentes; y trabaja para cortar el círculo vicioso de pobreza y maternidad precoz.
My Teen Life ya ha llegado a más de 100 adolescentes y sus familias, y ha formado a un primer grupo de madres adolescentes para generar ingresos con la confección de joyas y pantuflas. En los próximos meses y años, esperamos llevar esta y otras iniciativas sociales a muchos más, en Ghana y otros países africanos.
Estas iniciativas buscan llegar a las chicas por vías cerradas para los programas oficiales. Hasta hace poco, en Ghana sólo se ofrecía información sobre “planificación familiar” a parejas casadas. Si bien eso empieza a cambiar, las estructuras familiares patriarcales todavía impiden a muchas mujeres, incluso casadas, acceder a servicios de calidad.
Dentro de nuestras pequeñas capacidades, My Teen Life es una forma eficaz de llegar a las jóvenes. Las ayudamos a aprender y comprender lo que sucede cuando crecen, y a tomar las mejores decisiones para su futuro. Empoderamos a todas las adolescentes con que trabajamos para que no dejen la escuela, e insistimos en que si dan expresión a su sexualidad mantengan el control de lo que sucede con sus cuerpos. Todavía queda mucho por hacer, pero mis colegas y yo creemos que el cambio es más duradero cuando las soluciones a los problemas de los jóvenes salen de los propios jóvenes.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/08/16/planeta_futuro/1502887247_458553.html