23 de agosto de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org
Por: Rafael Orduz
En una sociedad en la que distintos tipos de violencia han estado presentes, es imperativa la formación orientada al respeto del otro.
Después de más de cinco décadas de conflcito armado en Colombia, han sido entregadas, en la última semana de junio de 2017, cerca de 8 mil armas por parte de las Farc, la guerrilla más antigua del mundo. De acuerdo con el Centro de Memoria Histórica, la confrontación la ha costado a Colombia más de 200 mil vidas y siete millones de desplazados. Era ya hora de finalizar una absurda guerra, propia de la etapa de la guerra fría, caduca desde hace mas de una cuarto de siglo con la caída del muro de Berlín.
Es, quizás, la noticia mas importante del siglo para un pais azotado por distintos tipos de violencia como ha sido Colombia. De hecho, con el silenciamiento de los fusiles, la tasa de homicidios atribuibles al conflicto se desplomó, razón poderosa para celebrar su entrega definitiva.
Mas allá de la entrega de armas y del proceso de puesta en marcha de los acuerdos de paz, el reto monumental, que involucra al conjunto de la sociedad, radica en la construcción de una sólida cultura de paz en Colombia. Cultura que no se construye a partir de normas ni erogaciones presupuestales relacionadas con los acuerdos de paz. Se trata de una dimensión diferente: la educación.
El proceso tomará, probablemente, una o dos generaciones. Trasciende los acuerdos de paz en la medida en que se trata de construir los cimientos de la convivencia pacífica y constructiva entre colombianos. En una sociedad en la que distintos tipos de violencia han estado presentes, incluyendo la intrafamiliar, la de tipo común, la asociada a la intolerancia, la del narcotráfico y la de los conflictos armados, es imperativa la educación orientada al respeto del otro. El otro diferente, sea por sus opiniones, su orientación sexual, etnia o raza, género. A un país de amplia diversidad corresponde una cultura de respeto por la misma.
La educación, como nos lo recuerda María Montessori, es determinante en la construcción de la paz. Los políticos, decía la pedagoga, pueden firmar acuerdos para terminar guerras; sin embargo, no depende de ellos construir la cultura de paz. Es en tal contexto que es posible entender el papel crucial de los docentes en las próximas décadas.
Las experiencias de construcción de cultura de paz han estado presentes desde mucho antes de la firma del acuerdo. Docentes en diversas áreas que, en diferentes momentos, han sido asoladas por la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico y, también, por la acción de la Fuerza Pública, han desarrollado proyectos pedagógicos orientados a la convivencia. Elementos fundamentales en sus propuestas han sido la recuperación de la memoria, el reconocimiento del otro, la búsqueda de formas de expresión (arte, por ejemplo) que propicien la ccomunicación entre alumnos y familias que, por distintas razones, hayan estado involucradas en riveras diferentes del conflicto.
Hechos tan simples como saber escuchar al otro forman parte de los aprendizajes que la sociedad tendrá que recorrer en aras de la convivencia en paz.
Es indudable que hay y habrá oposición al proceso de paz. Sin embargo, con todas las objeciones que se puedan presentar, la entrega de armas abre, objetivamente, una etapa promisoria para el despliegue, gradual, de una cultura de paz. Los actores de la educación, maestros, rectores, coordinadores, estudiantes y padres de familia, tienen la palabra.
Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/editorial/entrega-de-armas-educacion-y-paz