30 octubre 2017/Fuente: El Diario de la Educación
Rafael Bisquerra es un defensor acérrimo de la educación emocional como herramienta para la mejora de la vida de las personas, así como de cara a la educación o al mundo laboral.
Director de los posgrados en Educación emocional y bienestar y en Inteligencia emocional de las organizaciones de la Universidad de Barcelona, Rafael Bisquerra (Artà, Mallorca) se ha propuesto difundir las bondades y la necesidad de introducir en la escuela la educación emocional como “el cambio importante que la educación necesita”. Contribuir a la formación integral de los alumnos, mejorar la convivencia, prevenir la violencia y mejorar el rendimiento escolar se cuentan entre sus virtudes, según relata el catedrático, consciente, eso sí, de las dificultades que conllevaría su implementación (profesores sin formar, familias inconscientes de su importancia).
¿Como define la educación emocional?
Es un proceso educativo que tiene como objetivo el desarrollo de competencias emocionales. Cuando decimos “proceso” significa que tiene una duración en el tiempo. A veces se piensa ingenuamente que haciendo una charla sobre prevención del consumo de drogas, embarazos no deseados o cualquier comportamiento de riesgo habitual en la adolescencia, ya es suficiente. No funciona así. Hay una serie de necesidades sociales que justifican la importancia y necesidad de la educación emocional, como la prevalencia de ansiedad, estrés, violencia, consumo de drogas, embarazos no deseados, comportamientos de riesgo, etc. Todo esto tiene una carga emocional importante de fondo. Desde la educación emocional se pretende desarrollar competencias que preparen a las personas para atender mejor los retos que plantea la vida relacionados con los retos y conflictos que se nos presentan.
¿Por qué es tan importante?
Cuando tratamos el desarrollo de la personalidad integral del estudiante como objetivo importante de la educación hemos de tomar conciencia de que el desarrollo cognitivo es importante, pero hay otros, como el desarrollo social, moral, etc., que probablemente no tengan tanto peso, al menos si lo comparamos con el tiempo que se dedica en la práctica educativa con la transmisión del conocimiento. En los últimos años ha habido muchas propuestas de innovación educativa, pero aún seguimos en una educación centrada en la transmisión de conocimientos. Esta es importante y necesaria, quede esto muy claro, pero el cambio actual importante es pasar de una educación centrada exclusivamente en la transmisión de conocimientos a una educación orientada en el desarrollo de competencias. Por un lado están las específicas de cada área y profesión, pero además hay unas genéricas que deberían estar presentes en todas las personas, entre las que están las emocionales.
¿Cómo se baja esto al aula?
Y el tratamiento específico, ¿cómo es? ¿Transversal?
Hay varias opciones. Una es aprovechar la tutoría, que es una excelente ocasión para la educación emocional. Mucho mejor que no quede reducido a la tutoría, sino que se proceda a la integración curricular. Es decir, introducir elementos de educación emocional en diversas áreas académicas como Lengua, Ciencias Sociales, Educación Física o Matemáticas. En cualquier materia se puede incluir si uno se lo propone. El horizonte de la transversalidad debe estar cada vez más cercano y llegar a ella sería lo deseable. Pero esto es complejo y difícil de lograr. Incluso lográndola no tendríamos suficiente. Un estudiante está como mínimo 100 horas despierto a la semana y pasa 25 horas en el centro educativo. Más del 75% de su tiempo está fuera del centro educativo, y eso sin contar las vacaciones. Esto nos lleva a la necesidad de trabajar con las familias, lo que se puede hacer desde el centro educativo es muy poco. Es curioso cómo a veces salen noticias en la prensa de incidentes relacionados con el acoso escolar. Cada vez que pasa algo (normalmente relacionado con el suicidio de un escolar) se disparan las alarmas, pero después nos olvidamos del tema hasta que hay un nuevo incidente. La prevención del acoso escolar debería estar presente como una dimensión más de la educación emocional, que tiene que ver con una forma de pensar y de actuar. Solo la regulación de la ira como estrategia para la prevención de la violencia debería ser uno de los temas prioritarios en la educación, ya que la violencia es uno de los grandes problemas en el SXXI.
Habrá oído alguna vez, o se lo habrán dicho incluso, que eso de educar emociones son chorradillas modernas.
Es cierto que me lo han dicho muchas veces. Pero en los últimos 40 años ha habido un aumento progresivo de la prevalencia de ansiedad, estrés, depresión. Aproximadamente cada uno de estos tres trastornos emocionales entre el 12% y el 15%. Sumados, los tres llevan al 40-50%. Sin hablar de la violencia, que lleva a más de un millón de muertos al año, a los problemas con el consumo de drogas, embarazos no deseados. ¿Estamos satisfechos así? Hay aspectos que se pueden mejorar, la educación puede contribuir a mejorar lo mejorable, la convivencia y el bienestar de las personas. Hay evidencias de que esto es posible si nos lo tomamos en serio. Pero para ello hace falta sensibilización, formación y puesta en práctica. Yo a veces escucho noticias sobre la educación emocional y sus competencias y tengo la sensación de que ciertas críticas se emiten desde el desconocimiento de lo que propone la educación emocional. Por eso hace falta mucha difusión de lo que es.
Para los defensores de la empleabilidad: ¿Aportan algo específico o son más bien parte de una formación integral?
¿A qué se debe que lo público no lo valore?
Esto es lo que nos hemos de preguntar. A mí modo de ver es porque no ha habido todavía un clima de reflexión sobre lo que estamos hablando. No hemos conseguido sensibilizar lo suficiente para tomar decisiones sobre los planes de estudio y la formación en competencias emocionales a lo largo de toda la vida, en educación infantil, primaria, secundaria, FP, Universidad y a lo largo de la formación continuada. La educación emocional es un proceso que dura toda la vida. Y esto es importante tenerlo claro, porque a veces pensamos que con unas charlas en unos determinados cursos tenemos el tema resuelto.
“La educación emocional dura toda la vida”. ¿Cómo se gestiona cuando dejamos el sistema educativo, en el mundo laboral?
Podemos preguntarnos qué clima emocional se vive en determinadas empresas. En 2002, en la Universidad de Barcelona creamos el posgrado en educación emocional y tuvimos, además de profesionales de la educación, profesionales de otros campos. Se han matriculado médicos, ingenieros, economistas, profesionales de distintos campos de la industria, el comercio, etc. Esto nos llevó a crear el posgrado de inteligencia emocional en las organizaciones para abrir este campo más allá de la educación formal. Investigaciones realizadas en EEUU han puesto de manifiesto cómo un porcentaje muy alto de organizaciones está tomando conciencia de la importancia de desarrollar competencias emocionales en los empleados porque tiene efectos directos en la automotivación, el compromiso con la empresa, la mejora del clima laboral, el rendimiento, la disminución de las bajas laborales por motivos psicosociales como la ansiedad y el estrés, una disminución de la conflictividad y una menor duración del proceso de duración de los conflictos, todo lo cual repercute positivamente en la cuenta de resultados de la empresa. Tiene unos beneficios a largo plazo que compensan la inversión que se hace en este tipo de formación.
¿Qué trato recibe la educación emocional con la LOMCE?