América del Sur/Uruguay/ 18.11.2017/ Fuente: ladiaria.com.uy.
Ayer se presentó el informe Estadísticas de género 2016, que elabora cada año el Sistema de Información de Género del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). El informe afirma que 25% de las personas menores de tres años viven en hogares pobres. En la misma franja de edad, 76,1% de los niños asisten a un centro de educación inicial en los hogares no pobres, mientras que en los hogares pobres la cifra baja a 60%. Si se analiza la pobreza en función de la jefatura de hogar, 5,1% de los hogares encabezados por un hombre están en condición de pobreza, porcentaje que sube a 7,7% para los hogares encabezados por mujeres.
El estudio además destaca el alto porcentaje de personas pobres menores de 14 años, “que alcanza 52% en 2006 y se reduce a 18% en 2016. Si bien la disminución es sustancial, es en este tramo en el que se siguen observando los mayores porcentajes de pobreza”. “17,9% y 20,5% de varones y mujeres afrodescendientes, respectivamente, viven en hogares en condición de pobreza mientras que este porcentaje desciende a 8,1% y 8,5% para varones y mujeres no afro”, sostiene el informe. En particular, es de destacar el alto porcentaje de hogares monoparentales femeninos en condición de pobreza en el tramo entre 14 y 24 años, y entre 25 y 29: en 2006 la cifra asciende a 88,4% y 72,1%, respectivamente, y si bien en 2016 la cifra baja, aún se encuentra en valores sumamente elevados: 42,1% para los hogares con jefatura entre 14 y 24 años y 31,7% entre 25 y 29 años.
Un tercio del total de los hogares del país está conformado por una pareja con hijos. Considerando la clasificación de los hogares con núcleo conyugal según el modelo de proveedor económico, se advierte que en casi la mitad de los hogares tanto el varón como la mujer tienen trabajos remunerados, mientras que en un cuarto de los hogares el modelo que predomina es el del hombre como proveedor. En tanto, los hogares monoparentales femeninos registran una proporción altamente superior a la de hogares masculinos (11,0% frente a 1,8%).
Con relación a la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres, si se tiene en cuenta el ingreso principal por hora, “en promedio las mujeres perciben 91,8% de lo que sus pares varones”. Pero cuando se toma el ingreso total la diferencia aumenta: “las mujeres reciben en promedio 73,7% de lo que los varones. Esto responde a que en promedio, las mujeres trabajan remuneradamente menos horas que los varones, producto de la alta carga de trabajo no remunerado que constituye una barrera para la inserción plena de las mujeres en el mercado de empleo”.
El texto dice que aún persisten importantes desigualdades en las condiciones de acceso y en la permanencia en el mercado de empleo en detrimento de las mujeres. Si bien en las ramas más masculinizadas, como la construcción, el transporte, la pesca, la caza, el ingreso por hora de mujeres es mayor que el de varones, en las ramas feminizadas se vuelve desfavorable para las mujeres, lo que “evidencia condiciones laborales más desfavorables para las mujeres en las ramas donde se insertan mayoritariamente”. “Esto puede estar asociado a restricciones que enfrentan en el acceso a puestos de mayor jerarquía”, sostiene el texto. El nivel educativo es la variable que más influye en la brecha salarial de género, que pasa de 28,3 puntos porcentuales entre quienes terminaron primaria a 8,5 puntos en quienes cuentan con educación terciaria. A medida que aumenta el nivel, aumenta la tasa de empleo en ambos sexos: “Los varones que sólo alcanzan primaria tienen una tasa de empleo de 62,1%, mientras que aquellos varones con mayores niveles de educación tienen una tasa de empleo de 85,2%. En el caso de las mujeres, estas diferencias se acentúan, observando que la tasa de empleo para aquellas que sólo alcanzaron primaria es de 33,3% y asciende a 76,6% para aquellas con nivel terciario”.
En las mujeres, la tasa de actividad disminuye a medida que aumenta la cantidad de hijos, mientras que en los varones aumenta levemente. “Esto se asocia a que el cuidado de niños y niñas recae mayoritariamente en las mujeres, limitando su ingreso y/o permanencia en el mercado laboral. Se observa pues que las mujeres mantienen trayectorias laborales interrumpidas por la alta carga de cuidados que enfrentan y con ellas, entre otros factores, condiciones laborales desfavorables en relación a los varones”, indica el informe.
Con relación a los trabajos vinculados a los cuidados, se desprende del estudio que “del total de personas ocupadas en el mercado de empleo, 3,8% lo hacen en actividades de cuidados. Al analizar la composición del sector por sexo, se observa que 94,9% son mujeres”. En lo que refiere al cuidado de niños, es alto el porcentaje de jóvenes de entre 14 y 29 años que se dedican a esa ocupación (26,4%). “Por el contrario, en el cuidado de personas mayores y personas con discapacidad se registra un aumento relativo de cuidadores de 50 años y más”.
El estudio también informa el porcentaje de personas con primaria como máximo nivel educativo en mayores de 24 años no presenta diferencias entre mujeres y varones (32,1% y 32,5%, respectivamente). Sin embargo, en el nivel terciario puede verse una diferencia de seis puntos porcentuales entre la proporción de varones y mujeres, en favor de las mujeres (16,3% y 22,3%).
De los mayores de 24 años, 18,2% de los varones ocupados tienen educación terciaria, mientras que el porcentaje de mujeres ocupadas con este nivel asciende a 30,5% del total. “La población afro, tanto varones como mujeres, alcanza primaria como máximo nivel, en mayor medida que la población no afro. Por su parte, la proporción de personas afro que accede a nivel terciario, constituye la mitad respecto a personas no afro, registrándose una mayor brecha entre varones que entre mujeres”.
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