Investigación educativa, ¿para qué?

Por: Pluma Invitada

El XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) se lleva a cabo en la Ciudad de San Luis Potosí, del 20 al 24 de noviembre. El congreso es organizado por el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), que es la asociación más importante de investigadores en educación del país, y se realiza de forma bienal desde el 1993. Se trata de un espacio de encuentro y diálogo en torno a la investigación educativa, donde concurren investigadores, profesores, estudiantes, servidores públicos y todo aquel interesado en la producción de conocimiento en materia de educación. Este año contamos con la asistencia de casi 2,700 congresistas.

Si bien la investigación educativa no parece tener influencia lineal e inmediata sobre decisiones, prácticas y fines, sí que contribuye a la creación de una “atmósfera” que penetra, quizá parsimoniosamente, en el universo educativo. Los conceptos afinados, los análisis minuciosos, vigorosos y articulados, los debates informados, los hallazgos relevantes resignifican la educación, si bien, a veces, sólo poco a poco. De ahí que los investigadores estén impelidos del disfrute del uso de la duda; de ahí que transformen la incertidumbre en materia de indagación, de ahí que la recreen en crítica, siempre como expresión de inteligencia reflexiva.

En los lustros avanzados por éste, nuestro siglo XXI, se han exhibido nuevos conflictos, se han desplegado nuevos problemas, que requieren de producción de nuevo conocimiento. La construcción de la sociedad de derechos, entre ellos los educativos, ha hecho más visibles las condiciones de vulnerabilidad de ciertos grupos: de indígenas, de mujeres, de migrantes, de jóvenes. Se ha acentuado la evidencia palmaria de la discriminación que genera la desigualdad. En este siglo, como nunca antes, se han elevado los niveles de concentración de riqueza, de poder y de prestigio y se han incrementado sus contrastes con los más escandalosos índices de desposesión.  Se ha profundizado la segmentación de la estructura social y se han fortalecido las divisiones de clase y estatus, con su consecuente escalada de diferenciación en la estructura de oportunidades.

El eje del debate en este congreso es “Aportes y desafíos de la investigación educativa para la transformación y la justicia social”, el cual reafirma los valores democráticos y repudia la injusticia. Así, este congreso no sólo posiciona la relevancia de la transformación y la búsqueda de justicia social para la producción de conocimiento; sino que, a la par, da cuenta de la importancia de la producción de conocimiento para incitar las transformaciones y cooperar en favor de la justicia. Lo hace en el entendido de que el conocimiento es fuente de poder (que, si bien, puede ser usado para el bien o para el mal) conviene hacerse de él como herramienta de comprensión, como instrumento para el análisis crítico de la complejidad social.

Sabemos que no somos espectadores de los acontecimientos de nuestro tiempo; en tanto que investigadores, somos interpelados por la sociedad para pensar el tipo de paradigmas que orientan nuestro trabajo y para comprender las bases científicas y morales que sostienen nuestra acción. La toma de conciencia de los investigadores parece atravesada por ser parte de y por la necesidad de desplegar pensamiento en la región más desigual del mundo, América Latina. Todo apunta a que la producción de conocimiento deberá preocuparse por las consecuencias de la desigualdad, porque ésta actúa en el orden de la vida, la existencia y los recursos de los ciudadanos.

En la actualidad, hablar de educación es un imperativo, se necesita un alto compromiso y responsabilidad para consolidar los derechos básicos, para no olvidar que el problema medular de la desigualdad está en sus efectos de desolación social, dilapidación económica y tergiversación del ejercicio político.

Los investigadores estamos forzados a reflexionar sobre las opciones y estrategias en pro o en contra de la justicia social. Es por ello que, en las formas de participación en el congreso, queda patente que, en educación, la preeminencia de la transformación y la justicia son valores centrales, y por tanto comprometen a tener una particular vigilancia de los procesos mediante los cuales se producen determinados resultados en una sociedad diversa, donde coexisten escenarios del pasado y retos del futuro que será preciso elucidar correctamente. Se espera que el debate en el congreso ayude a generar adhesión a la justicia como patrón cultural de la sociedad, porque es ahí donde los investigadores tenemos nuestro más grande desafío.

En un país con desigualdad y creciente parsimonia para disminuirla; con una percepción negativa y confianza erosionada en las instituciones; con feminicidios y desapariciones forzadas; con adoloridos damnificados que demandan respuestas y atención, quienes hacemos investigación tenemos, no sólo el derecho, sino la obligación, de preguntarnos ¿cuáles son, en el campo educativo, las batallas que serían decisivas para mejorar las condiciones de justicia social?

Recordar y hacer patente nuestros infortunios no es pesimismo o regodeo en la desgracia, es deliberación inteligente de las situaciones que requieren de acción inmediata. Así lo señaló Pablo Latapí cuando preguntó: “¿es posible recuperar la esperanza, en el México de aquí y ahora? [Dijo] Ésta es la pregunta en la que desemboca el examen de nuestras desventuras. Por esto respondo con un rotundo “sí” a la pregunta de si es posible hoy recuperar la esperanza. Cumplamos nuestra misión de investigadores comprometidos, con sentido de urgencia. La eternidad se vuelve finita, se consume; se extingue en cada niño que se queda sin escuela, en cada generación perdida, en el desperdicio irreversible del tiempo, recurso no renovable; el tiempo, que es el principal activo de las personas y las sociedades. El tiempo de México, y también el de cada uno de nosotros, se agotan.

Para el presente congreso se presentaron 2,885 propuestas. La  organización del congreso sería imposible sin el apoyo del comité local de San Luis Potosí que participó desde la emisión de la convocatoria para la postulación de la sede en el año 2016. Dicho comité obtuvo la sede por mostrar en su propuesta participación interinstitucional, amplio conocimiento de los fines académicos del COMIE, condiciones para gestionar un evento de amplia magnitud y la posibilidad de contar con un comité local que está dando garantía para el desarrollo de nuestro congreso.

Los tipos de contribuciones que se presentaron son seis: ponencias, simposios, carteles, material videográfico, presentaciones de libro, incluyendo las que se presentaron a la cuarta edición del Encuentro Nacional de Estudiantes de Posgrado en Educación (ENEPE) (tabla 1).

Tabla 1. Contribuciones en el XIV CNIE

Tipo de contribución Contribuciones registradas Dictaminadas Descartadas
Ponencias 2,337 2,181 156
Simposios 75 72 3
Carteles 101 89 12
Material videográfico 14 12 2
Presentaciones de libros 165 142 23
Ponencia ENEPE 193 184 9
Total 2,885 2,680 205

El promedio de aceptación de las contribuciones es de casi un 50%. La creciente participación en el congreso del COMIE refleja un campo que continúa desarrollándose y una comunidad participativa. El congreso significa un espacio de encuentro entre investigadores de diferentes generaciones y actores que participan en el sistema educativo. Así mismo, el congreso ofrece un momento para reflexionar en el papel de la investigación educativa y su relevancia en México.

Finalmente, la producción de saberes tendría que orientar nuestras elecciones, decisiones y acciones; a partir de un papel crítico del conocimiento que perturbe las bases sobre las cuales se abordan los problemas educativos. Y de la misma manera, sostener la reflexión sobre las formas de hacer y pensar de la comunidad  de investigadores. El congreso que terminó este 24 de noviembre representa una apuesta por la inteligencia social para el logro de la democracia, por una inteligencia responsable de base científica, pero también moral.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/42684-2/

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