Por: Hedelberto López Blash
La respuesta de las manifestaciones populares que han desbordado las ciudades de Honduras se deben no solo al fraude electoral cometido por el presidente Juan Orlando Hernández, que busca a toda costa la reelección, sino mayormente al cansancio del pueblo que no quiere vivir más bajo las recetas neoliberales y la corrupción existente en el país.
El actual mandatario llegó a la reelección por un fallo de la Corte Judicial (a cuyos miembros él controla) que lo autorizó a presentarse nuevamente, pese a violar la Constitución que prohíbe la reelección.
La mayoría de los 8 600 000 hondureños exigen que los compromisos a favor de los pobladores sean llevados a la realidad y no se les continúe engañando como lo han hecho los gobiernos aliados e impuestos por Estados Unidos.
Juan Orlando Hernández no cumplió con sus proyectos anunciados antes de alcanzar la presidencia en 2013 y ahora se postuló como el candidato de la continuidad de un gobierno que presume haber convertido a Honduras en un destino cada vez más atractivo para la inversión foránea.
Asimismo, anunció llevar adelante su proyecto estrella consistente en las llamadas zonas de empleo y desarrollo, expresión de un modelo basadas en una agresiva inversión privada y una generosa política fiscal que beneficia a los poderosos y a las compañías transnacionales.
En un discurso de campaña afirmó: “Hoy Honduras esta reconocida en Centroamérica y en el continente como el país que más ha venido avanzando en mejorar su seguridad y tenemos índices macroeconómicos que nos permiten tener una reputación que pocas naciones las tienen hoy en día”.
Ejecutivos del Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo que impulsa las más agresivas políticas neoliberales, apoyaron al desgastado presidente, al decir que Honduras ha estabilizado la economía, restablecido la confianza y allanado el camino para acelerar el crecimiento y reducir la pobreza.
Si bien el desempeño macroeconómico de los últimos años ha sido positivo, los directivos del FMI no explicaron que ese índice no ha podido compensar las necesidades urgentes de los ciudadanos.
Veamos las cifras que ofrece el oficial Instituto Nacional de Estadísticas. Alrededor del 66 % de la población vive en condiciones de pobreza y la situación se agrava en el área rural donde uno de cada cinco campesinos sobrevive con menos de dos dólares diarios.
La desigualdad es una de las más grandes en Latinoamérica pues el 5 % de las personas ricas concentra la mayor parte de los recursos económicos esenciales del país.
Honduras ocupó en 2016 el número cinco en la escala de mayor desempleo en América Latina con 9,4 % y uno de cada dos ciudadanos tiene problemas de empleo o subempleo, resultado de carencias productivas en los principales sectores generadores de puestos de trabajo como la construcción, la agricultura y la industria.
Según la ONU, los ciudadanos hondureños son los más infelices de América Latina debido entre otros problemas a su situación económica. Los niveles de inversión pública en infraestructura se han mantenido al mínimo y han oscilado entre el 1 y 2 % del PIB, muy por debajo de los estándares internacionales que se sitúan entre el 5 y 6 %.
El modelo neoliberal implantado en esa nación ha arrebatado y saqueado bienes comunes y subastado territorios donde radican los pueblos indígenas y las comunidades campesinas. A esto se suma que el territorio nacional se convirtió en una plataforma de ocupación por parte de marines estadounidenses para actuar contra cualquier país cuando les den las órdenes desde Washington. Como se desprende, a Estados Unidos le conviene mantener al frente del gobierno en Tegucigalpa al mismo que abrió las puertas a un sistema neoliberal empobrecedor alineado a Norteamérica.
En contraposición el candidato Salvador Nasralla, al que hasta ahora le han arrebatado la futura presidencia, se presentó con una agenda alternativa para construir una economía generadora de riquezas potenciales para Honduras. Planteó desarrollar un nuevo programa de matricula estudiantil para ampliar el acceso gratuito y universal de la educación, garantizar acceso a los servicios de salud pública de forma inmediata y sin contribuciones anteriores o eventuales; estructurar un plan que priorice el acceso a viviendas dignas, impulsar programas de producción agropecuaria para reducir la dependencia importadora y consolidar la soberanía alimentaria, además de luchar contra la corrupción, la impunidad y por el respeto a la igualdad de género.
Propone impulsar un nuevo pacto fiscal; reducir al máximo los impuestos relacionados con la canasta básica e incrementarlos a los productos suntuarios de importación; derogar la ley de empleo por horas, ley de secretos, ley del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa, fidecomisos lesivos y legislaciones que concentran el poder en el ejecutivo para facilitar paquetazos fiscales y las ilegales concesiones sobre los recursos naturales.
Nasralla, cuando se había contabilizado el 61,44 % de las actas, tenía el 44,35 % de las boletas contra el 40,52 % de Hernández y todos decían que ya la victoria del candidato opositor era irreversible.
Hasta una misión de la desprestigiada OEA rindió un informe que da cuenta de “irregularidades en el cierre de las mesas, compra de votos, así como cajas con boletas que llegaron abiertas al Tribunal Superior Electoral, errores y problemas sistémicos que no permiten a la Misión tener certeza de los resultados”.
Aunque el régimen reprima y decrete el Estado de Sitio y Estados Unidos insista en imponer nuevamente en la presidencia a Juan Orlando Hernández, el pueblo hondureño se ha lanzado a las calles a defender su victoria en las urnas y ha rechazar las injusticias del sistema neoliberal.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235409&titular=los-hondure%F1os-rechazan-el-neoliberalismo-