Por: Tomás Loyola Barberis
La educación no es únicamente importante como vía para el empoderamiento individual, sino que también repercute en la economía, la sociedad, la cultura y en el medio ambiente. Es en este último punto donde ha centrado su atención el informe Seguimiento de la Educación en el Mundo (2016), que lleva por título La educación al servicio de los pueblos y el planeta: creación de futuros sostenibles para todos, elaborado por la Unesco.
En el documento se abordan los desafíos para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) que tienen que ver con educación, puesto que si bien es el ODS 4 el que la menciona directamente –“Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”–, su impacto puede afectar al resultado de los otros 16 objetivos.
Entre los desafíos más urgentes podemos encontrar, según explica la directora general de la Unesco, Irina Bokova, la necesidad de cambiar el enfoque que tenemos actualmente de la educación, ya que, de no hacerlo, será imposible alcanzar los objetivos planteados para 2030. De igual manera, se refiere a la necesidad de establecer un compromiso a largo plazo, pero también a la urgencia de comenzar a tomar las medidas adecuadas para dirigir las acciones necesarias hacia la consecución de los ODS; y también a la necesidad de fomentar el desarrollo de competencias, actitudes y comportamientos para un crecimiento sostenible e inclusivo.
La preocupación surge de los datos analizados por el informe de los que se deduce que, si todo sigue como hasta ahora, conseguiremos los ODS en educación con 50 años de retraso. “Con las tendencias actuales, la terminación universal de la enseñanza primaria se alcanzará en 2042, la del primer ciclo de enseñanza secundaria en 2059 y la del segundo ciclo de enseñanza secundaria en 2084. Los países más pobres alcanzarán la enseñanza primaria universal más de 100 años después que los más ricos”, especifica el documento.
El impacto de la educación
El informe de la Unesco ha puesto especial énfasis en la incidencia que tendrían los avances en la educación en los otros objetivos de desarrollo sustentable relacionados con la reducción de la pobreza, una mejor respuesta ante desastres naturales, la reducción de la mortalidad infantil, el aumento del PIB, entre otras.
“Si se alcanzara en 2030 la universalización de la enseñanza secundaria para las mujeres en edad de procrear, disminuiría la tasa de mortalidad de los menores de 5 años en el África subsahariana de 68 a 54 fallecimientos por cada 1.000 nacidos vivos en 2030 y de 51 a 38 fallecimientos por cada 1.000 nacidos vivos en 2050”, especifica el último informe disponible. Pero también puede afectar positivamente al aumento del ingreso per cápita al mejorar la productividad de la mano de obra y favorecer las dinámicas que permitan acelerar el desarrollo de las comunidades más atrasadas, y fomentar también la adopción de nuevas tecnologías.
De hecho, la Unesco calcula que “en los países de ingresos bajos, la terminación universal del segundo ciclo de la enseñanza secundaria aumentaría los ingresos per cápita en un 75% para 2050”. A la vez reconoce que la pobreza extrema todavía es un enemigo imposible de batir antes de 2030, y que el avance en este sentido permitiría recortar en una década la posible eliminación de la pobreza.
En el ámbito de la política, la educación cívica y la participación ciudadana, “la educación aumenta los conocimientos sobre los principales dirigentes políticos y sobre cómo funcionan los sistemas políticos. Las personas necesitan tener información y competencias para inscribirse para votar, comprender lo que está en juego e interesarse por los resultados de las elecciones”, analiza el informe. Esto fomentaría también la participación de las mujeres en los órganos de toma de decisiones, tanto en el ámbito local como nacional; aumentaría la representación de minorías y grupos marginados, y también reduciría la violencia y la resistencia a la participación, además de suavizar las diferencias entre grupos étnicos y religiosos.
Así como la educación podría mejorar los índices de respuesta y prevención ante los desastres naturales si se alcanzase la enseñanza secundaria universal en 2030, reduciendo las muertes a menos del 10% de las que hubo en la primera década de este siglo, el aprendizaje a lo largo de toda la vida podría tener un relevante impacto en la sostenibilidad de las ciudades, en la mejora de su funcionamiento, de su diseño urbanístico y su planificación.
Este último punto es especialmente relevante cuando el crecimiento desmedido de las grandes ciudades ha generado una problemática social relacionada con el acceso a los servicios básicos como sanidad y educación, a la seguridad y a la ingobernabilidad. Pero la educación es una herramienta poderosa para reducir esa situación de desigualdad y propiciar los cambios necesarios para alcanzar espacios urbanos mejor diseñados, sostenibles e inclusivos.
“La enseñanza primaria y secundaria de buena calidad y una alta tasa de matrícula en la enseñanza superior son fundamentales para fomentar la innovación y aumentar la productividad en las economías basadas en el conocimiento. Las ciudades atraen el capital humano y las inversiones directas extranjeras al posicionarse como centros mundiales de intercambio en lo referente a la enseñanza superior, las competencias, el talento, el saber y la innovación”, argumenta la Unesco.
Fuerza transformadora
Si queremos alcanzar los objetivos planteados, una de las medidas esenciales es la inversión. La recomendación, según el informe, es destinar entre el 4% y el 6% del PIB a Educación, o, al menos, entre un 15% y un 20% del gasto público. No obstante, los datos arrojados por la Unesco sitúan el gasto promedio en el 4,6% del PIB y apenas en un 14,2% del gasto público, cifras que no han recuperado todavía los niveles alcanzados en 2009 y 2010.
La Unesco se apunta como tareas pendientes poder determinar con exactitud, ante la falta de un mecanismo mundial de seguimiento, qué ocurre en el apartado de becas de movilidad internacional y en la preparación idónea del profesorado para ejercer su profesión, aunque ya se ha detectado una importante brecha no solo entre países, sino también dentro de ellos. No obstante, la apuesta de la entidad es por mejorar los sistemas de medición del retorno que producen las becas y cómo estas impactan en el país de origen del becado; y, en el caso de las y los docentes, cómo hacer no solo para mejorar sus niveles de preparación y formación inicial, sino también los de retribución, que es considerada una herramienta fundamental para atraer y retener a los mejores profesionales.
Pero la tarea es mucho más amplia y todavía hay que plantearse un cambio más profundo para acercarse a la meta establecida. “Para que la educación tenga efectos transformadores que apoyen la nueva agenda del desarrollo sostenible, no bastará la educación como se ha venido impartiendo hasta ahora. El aprendizaje debería fomentar la reflexión relacional, integradora, empática, anticipativa y sistemática. Las escuelas deberían convertirse en espacios ejemplares que respiren sostenibilidad: unos lugares inclusivos, democráticos, saludables, neutros en cuanto a emisiones de carbono, que sienten las bases para la consecución de los ODS”, asevera el documento de la Unesco.
En el informe de 2016 se hace un llamado a los Estados para que asuman el obligado papel que tienen en la consecución del ODS 4. Para ello se ha establecido un nuevo conjunto de herramientas y una carpeta de recursos para hacer un seguimiento del objetivo de la educación después de 2015 y las metas propuestas para 2030. En tanto, se han examinado también los vínculos recíprocos entre la educación y los principales aspectos de la agenda para el desarrollo después de 2015, y la forma de replantearse el papel de la educación para contribuir a la ambiciosa agenda para el desarrollo sostenible.
Es este el germen que tiene que movilizar a la comunidad educativa para ejercer activamente el rol que le corresponde en cuanto a la transmisión de esas competencias, actitudes y comportamientos para un crecimiento sostenible e inclusivo que invocaba Irina Bokova. Y para eso, más que las grandes acciones, que también, se requiere innovación que permita renovar los espacios educativos, para convertir al alumnado actual en las y los diseñadores de un mundo más justo y equitativo. El futuro, finalmente, es tarea de todos.
Fuente: http://revistainnovamos.com/2017/01/31/la-educacion-como-fuerza-transformadora/