Por: actualidad.rt.com/23-05-2018
América Latina presenta grandes condiciones de desigualdad, manifestada en los ingresos, el acceso al trabajo, la educación, salud y vivienda digna, que varían según el color de piel. Mientras en Argentina se escondió a la minoritaria comunidad afro durante décadas, en otros países de la región, como Brasil y Colombia, el conflicto toma mayores dimensiones por su densidad poblacional y su inmensa brecha social.
«No es fácil ser parte de una minoría en Argentina», considera Miriam Gomes, una ciudadana afrodescendiente nacida en el Cono Sur. Su padre llegó al territorio latinoamericano partiendo desde Cabo Verde, su país de origen, un pequeño grupo de islas ubicado en el océano Atlántico que al día de hoy apenas supera los 500.000 habitantes. En la actualidad, según la entrevistada, hay unas 25.000 personas vinculadas a aquella nación —por haber nacido allí o tener ascendencia con ese origen— radicadas en el suelo argentino.
«La comunidad llegó a mediados del siglo XIX y comienzos del XX, en calidad de ciudadanos libres, pero huyendo de las condiciones de sometimiento en las que vivían con el colonialismo portugués», repasa. Asimismo, aquellas islas «tenían falta de agua, en verdad pueden pasar cinco, seis o siete años sin lluvias, lo que provocó hambrunas tremendas a lo largo de su historia». Así las cosas, los inmigrantes que llegaron al continente americano «encontraron trabajo rápidamente en la marina mercante o en astilleros», enseña, «lo que permitió que las comunidades se asentaran, resolviendo el tema del idioma, la salud y el trabajo».
Gomes es argentina e hincha de Racing —uno de los equipos grandes del fútbol argentino—, aunque la construcción del sentido común local siempre planteó que el ciudadano argentino debe ser blanco, exclusivamente, dejando a un lado a negros e indígenas. Aclarar que nació en la región rioplatense es una constante en su vida: «Ponen en duda mi nacionalidad todo el tiempo, me preguntan de dónde soy. La primera impresión es creer que uno es de afuera, la extranjerización», comenta. Por esta clase de obstáculos sociales, es necesario que las comunidades minoritarias se mantengan unidas. En efecto, la entrevistada presidió la Sociedad Caboverdiana de Argentina en cuatro oportunidades, siendo la primera mujer en hacerlo desde 1993: «También tuve que librar una batalla al interior de la comunidad contra el machismo y el patriarcado», destaca.
La historia de las comunidades afrodescendientes en Argentina está oculta. De hecho, pocos saben que habitan el territorio incluso antes de la conformación del Estado moderno. La idea de que el país está conformado exclusivamente por descendientes de europeos, causalmente, traspasó fronteras y también se repite en otros sitios de la región, invisibilizando a muchos colectivos sociales.
Miriam fue docente de Literatura durante más de 30 años en colegios públicos de la provincia de Buenos Aires, y sostiene que este pensamiento se sostuvo por un fuerte sesgo ideológico, también desde las aulas: «El racismo es histórico en la escuela. Esto no se enseña porque la nación argentina se constituye como un proyecto de país que se pretendía blanco, culturalmente europeo. Había que borrar rastros de otras culturas, sobre todo en el siglo XIX». Los alumnos difícilmente aprendan sobre héroes, patriotas, artistas, pensadores, gestas y luchas de la comunidad afro, que también integran la cultura argentina.
Sobre el aspecto educativo, critica que en las escuelas suele enseñarse que en 1813, cuando se impulsó la libertad de vientres —que garantizaba la libertad a los hijos de esclavas —, se terminó la esclavitud en su totalidad. «La esclavitud se abolió en 1853», cuando nació la Constitución Nacional, desmiente. Al respecto, expresa: «En realidad, siempre me llamó la atención que Argentina tuvo cuatro décadas de vida republicana conviviendo con un régimen esclavista y nadie hace hincapié en ese dato». A veces, la indiferencia duele más que un garrotazo policial.
La parte negra de la historia
El historiador Diego Buffa, uno de los coordinadores del Programa de Estudios Africanos del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), enseña que bajo la conformación de las naciones en la región creció el actual sesgo cultural: «Los que eran distintos al grupo dominante a menudo fueron víctimas de un trato racista, porque el mero hecho de que fueran diferentes se consideraba una amenaza en función del concepto de un Estado monolítico«.
Asimismo, destierra el mito histórico —sostenido incluso en el 2018— de que el país tenía tan pocos negros, que simplemente desaparecieron en el siglo XIX, por arte de magia. Lejos de ello, el experto señala que durante la colonia había importantes comunidades afros en las provincias de Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y Buenos Aires, que persisten en la actualidad. Particularmente, la importante cantidad de comunidades cordobesas se evidencia también con la duración de sus políticas racistas; por citar un ejemplo, la UNC exigía la ‘pureza de sangre’ para ingresar al ámbito académico, hasta la Reforma Universitaria de 1918, destaca Buffa.
«En casi todas partes, esta población es víctima de discriminación racial y exclusión, razón por la cual sufre grandes privaciones económicas y sociales, al igual que ocupa un número mucho menor de cargos directivos en la sociedad que los alberga», subraya el especialista. Desde su punto de vista, este grupo social no solo incluye a descendientes de africanos esclavizados traídos a América Latina durante el período colonial, «sino también a un nuevo conjunto de africanos que —aunque minoritario en relación al primero — llegaron y siguen llegando en busca de una mejor situación económica o por razones políticas, desde finales del siglo XIX».
«Seguimos excluidos»
Por su parte, Gomes puntualiza en la construcción del sentido común local y critica a los medios de comunicación que «perpetuaron la idea de exotización y los estereotipos». Y sigue: «Basta con mirar revistas como Caras y Caretas de principios del siglo XX, donde la mayoría de las publicidades tenían negros en posiciones animalescas, caracterizados como monos y siempre asociados a productos de limpieza, contrastándolos con hombres blancos».
Estos estereotipos, opina la docente, se vinculan también al machismo: «Hoy se piensa que la mujer negra está siempre dispuesta al sexo». Por otro lado, subraya que el contexto social acentúa esta clase de tensiones, porque «en épocas de crisis, el racismo recrudece». Para finalizar la entrevista, manifiesta: «El objetivo es la inclusión social, porque seguimos excluidos. No tenemos acceso a la toma de decisiones ni a los poderes del Estado. Nuestros chicos apenas terminan la escuela primaria, la confrontación racial es muy fuerte y muchos abandonan». Según Gomes, el problema «ahora se ve enfocado en los inmigrantes senegaleses, que sufren acoso policial, persecución, violencia física, verbal y simbólica».
Así lo confirma Arfang Diethiou, presidente de la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina (ARSA): «La mayoría son vendedores ambulantes, tenemos problemas con el espacio público y la Policía», destaca. Diethiou nació en Senegal y llegó a Sudamérica por razones económicas. Al igual que él, hay aproximadamente 5.000 personas más. «No dejan a los muchachos trabajar en la calle. Siempre hay problemas, porque a nuestra gente no le queda otra», se queja. Según describe, la mayor parte de este colectivono tiene papeles, es decir, vive en el país de modo irregular o inestable. Por ello, es casi imposible obtener un empleo formal: «Con la crisis que hay en Argentina, es mucho más difícil conseguir un trabajo sin ser argentino», describe. Pero eso no es todo, el acceso a la vivienda o una cobertura médica es un anhelo casi inalcanzable para aquellos senegaleses que no tengan documentos.
«A mí me pasó, queriendo alquilar un departamento. Entré a una inmobiliaria y me dijeron que no había nada para mí, pero cuando entró un argentino, pidiendo lo mismo, le dijeron que sí», recuerda. En definitiva, ¿cuáles son sus principales obstáculos?: «El color de piel», responde, sin vacilaciones. Pero va más allá: «A veces hay discriminación silenciosa, la gente te ve como si fueses un ladrón», lamenta. Sin embargo, a pesar de estos graves conflictos, Diethiou dice que se sienten integrados: «Por lo general hay buena onda con los argentinos». Aun así, aunque tenga optimismo, todavía les adeudan sus derechos básicos. Por lo pronto, el trabajo informal implementado por senegaleses se convirtió en una postal habitual en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, donde la tensión con las fuerzas de seguridad aumenta cada día.
Brasil y Colombia, dos ejemplos de la brecha
Hay países de la región donde la brecha social es mucho más evidente y abarca a una inmensa cantidad de personas. Brasil es el caso más paradigmático: la mitad de su población —unos 97 millones de personas—, es afrodescendiente. Nadie podría decir que se trata de una minoría, aunque las diferencias sociales así lo hagan parecer. Un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) explicaba en 2012 que, si bien la injusticia en la distribución de la riqueza entre blancos y negros se estaba reduciendo, todavía había grandes inequidades: la proporción de adultos pobres era 1,3 veces mayor en negros, con el 34,5%, que entre los blancos, con el 26,6%. Resta por ver si aquellos índices se modificaron tras la asunción del presidente Michel Temer, en agosto del 2016.
Colombia es otro caso ejemplar para graficar la discriminación, que se manifiesta de forma implícita y explícita en la sociedad. Allí, uno de cada diez ciudadanos es afrodescendiente. Basta con recorrer cualquier ciudad o pueblo colombiano para percibir que el acceso a un trabajo estable, en la mayoría de los casos, es una cuestión de piel. En la zona costeña esta brecha social es aún más escandalosa. Casi todos los vendedores ambulantes son negros, y ofrecen productos variados: ropa, comidas, jugos, artículos de bisutería como pulseras o aretes y también estupefacientes, a plena luz del día. A su vez, la mayoría de las mujeres afros que trabajan en la calle brindan masajes en las playas, principalmente a turistas.
Las diferencias socioeconómicas se perciben a simple vista e impactan los ojos, pero más allá de percepciones subjetivas, hay estadísticas que así lo demuestran. En 2010, un informe titulado ‘Desigualdad étnico-racial en la distribución del ingreso en Colombia’, realizado por expertos en economía de la Universidad del Valle, sostenía que, en promedio, los afrodescendientes percibían ingresos un 32% más bajos que los blancos. Lo curioso del estudio es que a medida que los ingresos aumentan, también crece la brecha. Por ejemplo, si tomamos al sector más rico de la población blanca y lo comparamos con los más adinerados de la población afro, los blancos de clase alta percibían un 40% más que los negros, aumentando la diferencia por el color de piel.
Como bien puede suponerse, la desigualdad económica también se traduce en otra clase de desigualdades sociales, como la educativa. Volviendo a hablar de promedios, la comunidad negra tiene 7,4 años de educación aprobados, mientras que los blancos alcanzan los 9,4. En esa línea, el informe destaca que, en la media, la retribución económica que recibe un ciudadano blanco por cada año que sume a su formación educativa es un 20% mayor al ingreso que recibe una persona afro por hacer exactamente lo mismo. Ya pasaron ocho años de aquel relevamiento, pero basta con visitar el país para comprobar que el contexto social y económico no cambió demasiado.
La región en cifras
- ¿Cuántos afrodescendientes hay en América Latina?
Un extenso estudio publicado por la CEPAL y Naciones Unidas en 2016 expuso, basado en censos desarrollados por cada país entre los años 2010 y 2013, que la región tiene aproximadamente 527 millones de habitantes. De ese total, más de 111 millones pertenecen a la comunidad afro, es decir, el 21%. Los países con más habitantes negros son: Brasil —97 millones de personas, el 50,9% de la población total—, Colombia —4,8 millones, el 10,5%—, Cuba —4 millones, el 35,9%—, México —1,3 millones, 1,2 %— y Ecuador —un millón, 7,2%—.
- En promedio, son más pobres
El artículo también revela los injustos contextos económicos presentes en Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay, con datos del 2014. Sobre el ‘Gigante de Sudamérica’ grafica que el 33% de la población negra se encontraba en el sector más pobre de la sociedad, mientras que en la población blanca eso solo ocurría con el 16%. En Ecuador las diferencias también son considerables: si se mide de modo proporcional, el 34% de los afros estaban entre los más empobrecidos, mientras que entre los blancos el número alcanzaba al 22%. Esto significa que, en ambos casos, una de cada tres personas afrodescendientes se encontraba en una situación vulnerable.
En Perú, los afrodescendientes tenían al 20% de su población entre los más pobres, pero los blancos solo tenían el 13%. Uruguay, que tiene una comunidad afro mucho más pequeña que en naciones como Brasil o Colombia, de todos modos tiene un problema grande: mientras que entre los blancos hay un 27% de personas ubicadas en el quintil más humilde del país, entre los negros ese sector social alcanza al 50% de toda su población, es decir, casi el doble.
- Mortalidad infantil
Los índices de niños que mueren antes de cumplir el año de vida también son mucho más altos en pequeños afrodescendientes. En Colombia se da la diferencia más grave: de 1.000 infantes blancos, 16 fallecen, pero si el mismo criterio se usara con 1.000 niños afros, las muertes aumentan a un promedio de 26,3. En Ecuador la mortalidad alcanza una media de 20,5 pequeños de piel blanca y 25 afrodescendientes.
En Brasil la diferencia es entre 18,7 y 24,2, mientras que en Venezuela la brecha está entre 14,3 y 18,4. Según el informe, la única excepción a esta alarmante regla es Argentina, donde de cada 1.000 niños afros el 12,5 pierde la vida, pero la cifra se agranda a 14 entre las personas blancas. Cabe destacar que en aquel país los negros no abarcan, según datos oficiales, ni el 1% de la población total.
- Mortalidad materna
Las madres afros ocupan un lugar alarmante en las estadísticas, principalmente en Ecuador, Colombia y Brasil. En el primer escenario, según datos recogidos entre 2010 y 2013, por cada 100.000 nacimientos se producen 69,1 muertes maternas en todo el país. Sin embargo, si reducimos los 100.000 nacimientos solo sobre la población afro, hay 272,5 fallecimientos en madres, aumentando la cifra de modo exponencial. En Colombia, con estadísticas del mismo período, la diferencia es entre 66,5 y 152,9, mientras que en Brasil, con números del 2011, la brecha va desde 50,6 hasta 68,8. «Las condiciones de pobreza en que viven las mujeres afrodescendientes en la región agravan sus condiciones de salud sexual y reproductiva», comunica el informe. Asimismo, repasa que «si bien la mortalidad materna ha disminuido en la región, continúa siendo alta en el caso de las mujeres afrodescendientes».
- Embarazo adolescente
La franja etaria considerada va desde los 15 hasta 19 años. En Brasil, Uruguay, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Argentina, Panamá y Honduras, «entre un 14% y un 25% de las adolescentes afrodescendientes ya han tenido al menos un hijo». Salvo por estos últimos tres países, donde las estadísticas se revierten, en el resto el porcentaje de embarazo adolescente es bastante más elevado entre mujeres afros, principalmente en Ecuador (otra vez): el 25,3% de las adolescentes afrodescendientes son madres, mientras que entre las chicas blancas el número se reduce al 16,7%.
- Educación
Si consideramos las personas que acceden a la universidad, una de las instancias superiores en la vida educativa, el estudio de la CEPAL y Naciones Unidas revela que en Colombia solo el 9,3% de la población afro ingresa a una casa de estudios, mientras que en los blancos el 17,2% de ellos aprende una carrera por la vía académica. La diferencia en Uruguay es todavía peor: de 5,2% a 20,4%.
En Ecuador, en tanto, la brecha va desde 12,9% a 30,3%, por citar algunos de los tantos ejemplos latinoamericanos. En Argentina, los números sobre la ecuación vuelven a revertirse; el 23,7% de los negros llega a la universidad, entre los no afrodescendientes la cifra es 20,3%. Vale aclarar, sin embargo, que las estadísticas, en promedio, son del año 2010; desde aquel entonces al 2018 muchas corrientes migratorias arribaron al Cono Sur y merecen nuevas estadísticas.
- Desempleo
En Honduras, Costa Rica, Argentina, Nicaragua, Venezuela, Uruguay, Panamá, Colombia, Ecuador y Brasil la tasa de desocupación es mayor, en proporción, entre personas negras, a diferencia de Bolivia, donde ocurre lo contrario. El caso brasilero, con datos del 2010, es de los más complejos: el 6,6% de los hombres afros estaban sin empleo, y en los varones blancos el 4,5% no tenía trabajo. La diferencia entre mujeres es más grande: 12,4% de las negras y 8,1% de las blancas. En Uruguay, la brecha entre hombres negros y blancos desempleados es del 4,8% y 4,3%, pero si hablamos del sexo femenino, el dato crece al 12,5% y 8,4%, respectivamente.
- Ingresos
Aquellos que sí tienen empleo también encuentran grandes diferencias monetarias, solo por ser afrodescendientes, y aún mayores si son mujeres. Supongamos que hay un grupo de personas que tiene el mismo grado de educación, en este caso, alcanzando el nivel terciario. Sin considerar la experiencia laboral de cada uno, la única diferencia que habría entre ellos sería su color de piel y el sexo.
Los números de la discriminación son contundentes: «Entre las personas ocupadas que se ubican en el tramo más elevado de escolaridad, se puede observar que las mujeres afrodescendientes reciben un ingreso por hora equivalente a un 58% del que reciben los hombres no afrodescendientes; a su vez, los hombres afrodescendientes perciben un ingreso equivalente al 73% del que reciben los hombres no afrodescendientes, en tanto que las mujeres no afrodescendientes perciben un 75% del ingreso que obtienen los varones no afrodescendientes». Por si no se entendió, según las estadísticas, las mujeres negras, aun teniendo aptitudes académicas, perciben salarios considerablemente peores, incluso que hombres afro, y por supuesto, mujeres blancas. Los hombres blancos, en promedio, son quienes más dinero reciben por hacer sus tareas, al tope de la escala valorativa racial.
A pesar de que el conflicto tenga una raíz histórica, nacida en la conquista de América con la implementación de políticas esclavistas y la utilización de mano de obra africana, la brecha social perdura. Pasaron más de cinco siglos desde la colonización europea. Parece que fue ayer.
«Desamor, desencuentro, perdón y olvido, cuerpo con mineral. Pueblos trabajadores, infancias pobres, cinco siglos igual», canta el artista argentino, León Gieco.
Leandro Lutzky
*Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/272524-epocas-crisis-racismo-recrudece-brecha