Por: Clara Alonso. Mundo Obrero. 20/06/2018
Mucho se ha escrito sobre la huelga feminista. Lo que ha significado, los cambios que ha podido articular, las formas en las que ha innovado la práctica política, cómo ha puesto en valor la herramienta de la huelga y la ha resignificado… Muchas valoraciones, artículos, discursos. Casi dos meses después de este hito político, calificado como éxito, ya sabemos que formará parte de la historia de nuestro país.
Todas estas valoraciones han mirado a la huelga, al movimiento feminista y a las mujeres, lesbianas y trans que han sido sus promotoras y protagonistas. Toca ahora cambiar el punto de vista, y empezar a pensar qué tareas como Partido nos ha marcado la huelga, qué prioridades políticas debemos asumir y cómo seguimos colaborando desde nuestro espacio político en el fortalecimiento de esta hegemonía feminista. Porque somos un Partido vivo, permeable y conectado con las luchas sociales.
En este sentido, podemos afirmar que la huelga feminista del pasado 8 de marzo nos ha marcado varias prioridades políticas.
La primera de ellas es que nuestro modelo de país tiene que poner en el centro de nuestra propuesta, de manera inapelable, la sostenibilidad de la vida. Como bien ha señalado la economía feminista, una de las principales contradicciones del capitalismo actual es la de la reproducción social, que está llevando la crisis de cuidados hasta sus últimas consecuencias. Vivimos en un capitalismo que es absolutamente incompatible con la vida, que al mismo tiempo que necesita del trabajo de cuidados para funcionar, lo destruye. A esa lógica suicida debemos responder con un nuevo modelo de organización social de los cuidados, en el que la corresponsabilidad pase de ser una tarea a repartir en el ámbito de lo privado y las familias, a ser una obligación de la política pública y las redes de solidaridad.
La segunda prioridad marcada por el 8M ha sido la feminización de la política: convertir el feminismo en el eje central de la acción y la agenda política, cambiando el orden de prioridades y ampliando la política misma.
Para esta segunda tarea os presentamos, ‘Cómo feminizar la política en diez pasos’, un decálogo que pretende ser un resumen de lo que el movimiento feminista nos ha enseñado respecto a esta ingente tarea. Diez pasos enormes para avanzar en feminismo y que pueden ser nuestra guía para hacer realidad la feminización de la política.
Paso 1: Convertir el feminismo en el eje central de la acción y la agenda política. El feminismo no se hace solo el 8 de marzo.
Para dar este paso es esencial que introduzcamos el cambio feminista en el discurso, el programa y la imagen. Como ya hemos señalado, la sostenibilidad de la vida debe estar en el centro de nuestra política a nivel discursivo y programático, más allá de los elementos agregados parciales. Debemos desarrollar una imagen y un discurso que permita la identificación y el reconocimiento de las mujeres.
Paso 2: Incorporar la ética de la responsabilidad y los cuidados en las formas de militancia, en las dinámicas organizativas internas y de la política pública.
Trabajar en un nuevo paradigma ético, que se apoye en la ética de la responsabilidad y tenga muy presente el reconocimiento de las necesidades de todas y todos, que asuma nuestra vulnerabilidad y normalice la dependencia, dibujándola como un rasgo necesario y esencial de las relaciones humanas.
Paso 3: Transformar la política, cambiar el orden de prioridades e incluso la noción de lo que es o no importante.
La huelga feminista nos ha mostrado que lo que podía parecer poco importante –como la huelga de cuidados– ha permitido conectar a miles de personas. Feminizar la política también es cambiar la agenda, fijando prioridades nuevas.
Paso 4: Ampliar la política, entender que va mucho más allá de la práctica en partidos o instituciones.
Todo es política, y el feminismo también nos enseña eso. Es política no poder llevar a tu hijo al colegio o no llegar a fin de mes. Es política que te acosen por la calle y que lo hagan con impunidad. Es política cobrar menos por lo mismo y trabajar el doble. Hacer políticas feministas es relacionar lo micro con lo macro, lo personal con lo político, la dependencia con el TTIP y la libertad con las escuelas infantiles y las pensiones.
Paso 5: Hacer política desde las vivencias concretas y las experiencias colectivas. Poner el énfasis en lo cotidiano, lo micro, lo relacional, lo común y lo comunitario.
Feminizar la política es colocarse en otro lugar a la hora de enfocar la intervención y la participación política. Es hablar desde lo que nos quita el sueño, de nuestros problemas y lo que nos preocupa. Es que tomar conciencia de lo que nos une, de los sufrimientos y su rabia compartida con otros. Y desde ahí es autoorganización desde el conflicto como expresión de la militancia desde lo concreto. Es dar el salto del ‘organizar a otros’ o ‘apoyar las luchas de (…)’ a organizarse en primera persona.
Paso 6: Reescribir las reglas desde una perspectiva feminista, transformando los modos de relación. Situar lo relacional en el centro, que se oriente a construir formas estables de lo común, facilite encuentros, sincronice ritmos.
Cuando hablamos de introducir otras lógicas y principios de relación no lo hacemos desde un enfoque esencialista. Las mujeres no somos más participativas o cooperativas por nuestro sexo, sino por la acumulación de prácticas que han dado nuevos sentidos a roles y valores asociados al género, marginados en las sociedades patriarcales. La feminización de la política también es rescatar y poner en valor esas practicas y valores atribuidos a ‘lo femenino’ y darle un nuevo sentido orientado a la construcción del hombre y la mujer nuevos.
Paso 7: Trabajar desde el potencial transformador de las formas de hacer.
Poner en práctica otras formas de hacer política a partir de otras prácticas, más participativas, más horizontales, más relacionales, frente a las agresivas y competitivas que marca la práctica masculina hegemónica.
Paso 8: Caminar hacia formas de militancia más sostenibles con la vida, repensando los tiempos de militancia, haciéndolos compatibles con los tiempos de cuidado.
No se trata de que las mujeres militen más, sino de que todos organicemos mejor nuestros tiempos de militancia (incluso militar menos). Se pueden poner en marcha diversas medidas de gestión del tiempo (hora de inicio y finalización en cada reunión, órdenes del día con tiempos medidos…) y de método: organización y reparto de tareas.
Paso 9: Buscar un liderazgo transformacional que fomente el trabajo en equipo, la horizontalidad, la participación y el poder compartido.
Articular liderazgos colectivos que faciliten la participación de todas.
Paso 10: Feminizar lo masculino, cambiar la masculinidad.
Los compañeros tienen que aprender a pedir la vez. El feminismo ya ha denunciado, ahora toca que los hombres respondan.
Fuente: http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=7999
Fotografía: Mundo Obrero