Por: El Salto.
Maite Mutuberria Larraioz acaba de publicar Lohia, en euskera, y Enorme suciedad, en castellano (Pepitas de Calabaza), una obra en las que aborda su angustia, su miedo y su ruido vital.
Maite Mutuberria Larraioz (1985, Ultzama) es la cuarta hija de un transportista de Copeleche y de una irakasle. De su infancia, recuerda los juguetes de madera de su abuelo carpintero. Su último libro se titula Lohia, en euskera, y Enorme suciedad, en castellano (Pepitas de Calabaza). En esta obra aborda su angustia, su miedo, su ruido vital. Y ya. No ofrece soluciones sobre las crisis que acompañan a la vida. Es así como ella entiende la literatura y también la ilustración. Leer para pensar, dibujar para sentir. Es autora de las premiadas Zerua Berun, Gerrak ez du izenik o El país donde habitan las cigüeñas.
¿Por qué eres ilustradora?
De niña disfrutaba dibujando, como les pasa a todas las niñas y niños por otra parte.
No todo el mundo disfrutará dibujando en la infancia…
Todos hacemos garabatos y trazos de pequeños. Son nuestras ideas, nuestra manera de reflejar lo que vemos. El problema es que enseguida nos corrigen porque piensan que lo que hacemos no se parece a lo que se entiende como un buen dibujo. Interiorizamos que no valemos para eso y dejamos de dibujar.
Es que no todo el mundo vale para todo, ¿no?
Todos los meses coincido con alguien que me dice que no sabe dibujar o que dibuja mal. Y yo les suelo preguntar: “¿Y sabes andar o también andas mal?”. Dibujar es como andar: si tú estás cómoda, es que vale y merece la pena. Si pensamos que lo que hacemos tiene que gustar a los demás, entonces dejamos de dibujar. Es una forma natural de expresarse y es malo renunciar a ella.
¿Ha sido un camino fácil para ti?
Era buena estudiante pero me costaba creer que podía dedicarme a algo que se considera menor. Hice Comunicación Audiovisual, no me planteé hacer Bellas Artes, y me fui a Madrid a trabajar en una productora, pero pasaba las tardes en las librerías, metida en las secciones de ilustración. Un día lo dejé todo, me formé y empecé de nuevo como ilustradora. Me incorporé a una agencia de publicidad para multinacionales, pero tampoco era mi camino.
¿Por qué?
Me di cuenta de que las cosas que dibujaba para las grandes marcas no me decían nada. Te conviertes en una máquina de hacer lo que quiere el cliente, al que, en general, no le importan ni tu criterio ni tu estilo. Así que también fui dejando la publicidad y empecé a hacer carteles para agencias por mi cuenta y, poco a poco, libros de texto, infantiles y para adultos. Pero, bueno, lo cierto es que sigo haciendo de todo para sobrevivir.
¿Son códigos diferentes?
Creo que es un error diferenciar literatura infantil de literatura para personas adultas. La ilustración es el mismo modo de comunicación, independientemente de a quién te dirijas. Hay mucha literatura infantil que no considera al niño como una persona capaz de interpretar cualquier cosa. Se le da un contenido machacado, reiterativo. Se representa la realidad con dibujos sencillos y planos que empobrecen completamente su universo visual. Casi no hay libros infantiles con fotografías, pero los niños salen a la calle y ven el mundo con sus complejidades y, a su manera, son capaces de entenderlo. Y encima, ahora, quieren utilizarse los libros para educar.
Ah, pero, ¿no eran para eso?
Es que ahora hay textos para que aprendan a expresar las emociones, para cagar bien, libros con musiquitas. Se llama literatura infantil a juguetes y a manuales de instrucciones. Quiere suplirse con libros esa incapacidad para comunicarse con los niños. Hace poco, un amigo me dijo emocionado que fue a un curso en el que le enseñaron que los álbumes ilustrados sirven para hablar de la adopción. Se usan los libros para contarles rollos y no para que pasen un buen rato. No nos extrañemos si acaban odiándolos.
Siempre serán mejor estímulo que una pantalla…
Desde luego, su cerebro no está pensado para ser abducido por una pantalla. Pero, ante todo, el libro tiene que estimular la imaginación, y también tiene que poder hablar de cosas negativas sin banalizarlas, porque la sobreprotección no conduce a nada bueno. Ahora hay una tendencia a tratar temas incómodos sin entrar en el fondo porque se cree que los niños no están lo suficiente preparados para lo cruel, lo feo o lo desagradable. Hace cuatro años ilustré un texto con Marta Núñez sobre la muerte que no decía nada de cómo enfrentarla, solo hablaba de ella, y ninguna editorial ha querido editarlo. Y eso que había ganado el Premio Lazarillo de la Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil (OEPLI) que patrocina el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
En comparación con otras épocas, parece que se edita mucho libro infantil, sobre todo en Euskal Herria…
Se publica mucho. No hay más que ir a Durango en navidades para comprobarlo. De hecho, tengo la sensación de que a veces no importa si lo que se publica es de calidad o no. Mientras, veo que en Eltzaburu el euskera está dejando de ser la lengua vehicular entre los niños.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pista-de-aterrizaje/dibujar-es-como-andar-enorme-suciedad-lohia
Fotografía: JONE ARZOZ