Por: José Luis Camacho Vargas.
Uno de los más grandes debates actuales en torno a los sistemas educativos en distintas partes del mundo es su universalización. En estos tiempos, ningún país que se precie de ser democrático duda que la educación sea un derecho fundamental de todo ser humano y que el Estado debe hacer todo lo que le sea posible para garantizarla en sus niveles más esenciales.
La duda surge cuando hablamos de hasta dónde esta garantía debe aplicarse sin interferir con la natural competencia que promueve la calidad en todo proceso. Y es que, dado que no todos nacemos con las mismas capacidades y aptitudes, promover por mero decreto político el acceso y estancia en los más altos niveles de una actividad que es competitiva por naturaleza, derivaría en un inevitable abaratamiento de la calidad.
No debiese ser considerado en absoluto un hecho discriminatorio admitir que no todos podemos tener las aptitudes requeridas para cursar estudios universitarios. Esta situación es corroborada por los datos que nos arrojan distintos estudios en torno a la elevada deserción escolar universitaria.
Esto no quiere decir de ninguna manera que aquel que no posea las características propicias para enrolarse con éxito en una carrera universitaria deba ser hecho a un lado del sistema, jamás debiese ser así, pero es que el sistema educativo no debiese estar enfocado a producir licenciados al por mayor, sino a explotar las cualidades de cada persona de acuerdo con sus habilidades potenciales.
Y es que un buen sistema educativo no es el que más licenciados produce en el año, sino el que sabe potenciar y encausar las habilidades y aptitudes del estudiante hacia un campo de acción específico. Esto lo demuestran distintos sistemas educativos a nivel mundial que logran canalizar al estudiante hacia las áreas en las cuales por su perfil profesional y características emocionales mejor podría desarrollarse.
Este planteamiento cobra especial relevancia tras lo dicho por el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, en el sentido de repensar completamente la política nacional en educación superior de México.
Para ello, el egresado de la UNAM ha dicho que se trabajará en coordinación con toda la comunidad universitaria, rectores, expertos, estudiantes y maestros, a fin de “crear una visión de cómo se formará a los mexicanos del futuro desde la educación inicial hasta la conclusión de sus estudios”, ha dicho Moctezuma Barragán.
Se trata de atender el pendiente que desde hace lustros se ha hecho presente, como lo es la reforma de la educación superior en México.
Hace 158 años el Presidente Benito Juárez promulgó la Ley de Instrucción Públicaconvencido de que para la niñez mexicana, aprender a leer y escribir los despojaba del lastre de la ignorancia, la opresión y el sufrimiento. Hoy se debe seguir el ejemplo del más ilustre mexicano y pugnar ya no sólo por que nuestra niñez y juventud aprendan a leer y escribir, sino que reciban una educación de calidad, que los aleje de la violencia, frustración e ignorancia.
Fuente del artículo: https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/moctezuma-y-la-educacion-superior-2914500.html