Por: Ollantay Itzamná
Acabo de presenciar un “Foro Presidencial”, con la participación de 9 candidatos, organizado por 48 Cantones, en el Parque Central de Totonicapán. La organización indígena maya más antigua y de más renombre a nivel nacional.
El contexto de las elecciones generales del próximo 16 de junio, donde participan tres candidatos indígenas a la Presidencia de la República (del total de 19 candidatos), incrementó el volumen noticiario sobre el irresuelto asunto del racismo cotidiano en el país habitado por indígenas, pero gobernado por criollos.
¿Es el problema el racismo o es la apoliticidad indígena?
El mencionado Foro estaba organizado para “escuchar” a los presidenciables, “sus propuestas sobre pueblos indígenas”. Ninguna de las preguntas formuladas por los organizadores abordaba asuntos como: Autodeterminación de Pueblos, Estado Plurinacional, Proceso Constituyente Plurinacional…
Es decir, las y los indígenas, en su “calidad de súbditos” del Estado Republicano criollo se reunieron para “escuchar” las enseñanzas sobre la “pureza de la política criolla”. Al grado que, dos de los candidatos, desde la testera, cual si fueran candidatos a reyes, resondraron, increparon e insultaron a las y los presentes, en nombre Dios.
“En Guatemala somos un solo pueblo. Tenemos una sola fe. Creemos en un solo Dios. Cuidado con quienes hablan de pueblos diferentes”. “Así como Dios eligió a Samuel, ahora, nos ha elegido para seguir llevándolos a Uds. al desarrollo. Cuidado con quienes cuestionan la propiedad privada, cuidado con quienes están en contra de la pena de muerte, cuidado con quienes están a favor del aborto…” “Uds. están mucho mejor que antes. La apertura a la inversión privada (privatizaciones) trajo desarrollo a Uds. Cuidado con cuestionar la privatización. Si Uds. no quieren desarrollo entonces quién sabe qué serán Uds.”, fueron algunas de las frases de airados candidatos de corbata en el Foro que aún resuena en mi tímpano.
En un momento, uno de los ancianos, quien no pudo contener la indignación ante tanto insulto, corrió a la testera principal gritando y señalando al candidato señorial: “Fuera, fuera de aquí, fuera de aquí, ya no eres bienvenido”. Pero, los aguaciles mayas de los 48 Cantones lo censuraron y retiraron al anciano del lugar por “faltar al protocolo”, mientras el encorbatado los miraba con desprecio y asqueado.
¿Por qué ancestrales organizaciones indígenas no plantean autonomías, ni Estado Plurinacional?
La colonización interna (de los dos últimos siglos) logró casi anular del todo procesos de acumulación de luchas de resistencia indígenas durante la Colonia española. Es decir, los liberales y conservadores fueron más cruentos con la dominación cultural y política para los indígenas que los españoles.
La “conciencia” de la identidad indígena es bastante reciente. Data desde los últimos decenios del pasado siglo (abonado por factores como la “memoria de los 500 años”, el multiculturalismo implementado en algunos países, los derechos colectivos impulsados en la ONU, etc.). ¿Nuestros abuelos y padres eran indígenas? Sí. Pero, fueron indígenas políticamente dominados, culturalmente ilusionados por el espejismo de la modernidad.
En el caso de Guatemala, como efecto de la firma de los Acuerdos Paz (1996), vino la cooperación internacional y financió políticas organizativas/formativas para estimular derechos culturales. Sin considerar los derechos políticos. Y, las y los trabajadores, investigadores o cooperantes indígenas se sintieron cómodos en el ámbito del culturalismo.
Así fue cómo las organizaciones indígenas y campesinas fueron atrapadas por el espejismo iluso del folclorismo. Ingresar en la disputa por derechos políticos implicaba renunciar al confort que redituaba el folclorismo. Y, el Estado-empresa prosiguió con el saqueo neoliberal (post Acuerdos de Paz) en territorios indígenas sin mayor conciencia política.
Ésta creo que es una de las razones del por qué, después de 30 años de vigencia de los derechos políticos colectivos de los pueblos como: la autodeterminación, ejercicio político, territorio, consentimiento previo, etc., las organizaciones indígenas no logran salir del “providencialismo” o de la actitud pordiosera de la “incidencia política”.
Sólo así se puede explicar, jamás justificar, la propuestas y actitudes de candidatos presidenciales mayas que se resisten (silentes) a la propuesta de la creación del Estado Plurinacional con autonomías indígenas, o a la propuesta de proceso constituyente popular y plurinacional impulsado por comunidades indígenas campesinos, organizados recientemente, articulados en el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP)
Pluriculturalidad no es plurinacionalidad
El concepto de plurinacionalidad significa varias naciones (comunidades políticas) articuladas alrededor de un proyecto político (Estado) en común que posibilite autonomías territoriales de los pueblos o nacionalidades. Plurinacionalidad es un concepto jurídico político. Por tanto, implica necesariamente el ejercicio de derechos políticos.
La pluriculturalidad es un concepto socioantropológico. Significa el reconocimiento y estímulo únicamente de derechos culturales (vestimenta, idiomas, tradiciones, espiritualismos, etc.) Mas no de derechos políticos (autodeterminación, gobierno propio, territorio, etc.) La pluriculturalidad no es más que el multiculturalismo encubierto. Y el multiculturalismo (bajo el argumento de la “tolerancia”), en Guatemala, no es más que monoculturalismo criollo predador de pueblos. Con la idea de pluriculturalidad técnicamente no se puede construir un Estado Plurinacional. Canadá, España, Ecuador, lo saben.
El Movimiento para la Liberación de los Pueblo plantea un Estado Plurinacional con autonomías territoriales. No plantea pluriculturalidad. Y el camino técnico político para materializar dicha idea es el proceso de Asamblea Constituyente Plurinacional, así como reiteradas veces lo plantean Thelma Cabrera y Vicenta Jerónimo, defensoras y candidatas principales de MLP.
El conclusión, el racismo es innato al Estado criollo. Y, el Estado criollo subsiste en la medida en que “dirigentes” indígenas, abstraídos en la “incidencia”, se sienten cómodos en el confort que les reditúa el culturalismo apolítico, y se niegan al horizonte político de la plurinacionalidad. Mientras, el racismo cotidiano se sedimenta, en el mejor de los casos, en el contenido de afligidas narrativas indigenistas.