Cuando acabe el confinamiento habría que hacer un homenaje a todos los colectivos profesionales que se están poniendo en riesgo por el resto de la sociedad, dice David Bueno, pero mientras tanto nos tenemos que cuidar manteniendo una rutina que sea ilusionante, para salir lo menos tocados posible de esta experiencia.
Los medios de la Fundación Periodismo Plural (Diario de la Educación, Diari de l’Educació, Catalunya Plural, Diari de la Sanitat, Diari del Treball, Revista XQ) iniciamos una serie de entrevistas con personalidades de perfil muy diverso que nos pueden ayudar a entender dónde estamos ahora mismo pero, sobre todo, a pensar en el día después del coronavirus. Empezamos con David Bueno, doctor en Biología, profesor de genética en la Universidad de Barcelona y, sobre todo, conocido por su tarea divulgadora en el ámbito de la neuroeducación. Con él hablamos el jueves 19. Sería un error, nos advierte, que cuando todo esto acabe el mensaje que reciban los niños sea que hemos perdido un mes de clases y que las tenemos que recuperar a toda prisa.
¿Cómo ve todo lo que está ocurriendo?
En lo relativo al ámbito médico, esta epidemia se está comportando como una epidemia clásica. Conste que no soy epidemiólogo ni virólogo, pero tengo muchos conocidos que lo son y todos coinciden que tiene este comportamiento clásico: una primera fase de poco crecimiento en el que todo el mundo piensa que nos escaparemos, una segunda fase de crecimiento exponencial, que es en la que estamos ahora, después se llega a un equilibrio y poco a poco empieza a bajar. Y la única diferencia que puede haber es cuánto rato dura todo este proceso, pero no dura nunca menos de un mes.
¿Quiere decir que menos de un mes encerrados en casa lo ve imposible?
Imposible. De hecho, en la Facultad de Biología todos tenemos muy claro que como mínimo hasta el 14 de abril no volvemos. El confinamiento empezó el 13 de marzo. Un mes es lo mínimo, y a partir de aquí puede durar algo más, ya veremos (el Gobierno ya ha anunciado su intención de alargar el estado de alarma hasta el 11 de abril).
Será una epidemia clásica, pero nunca antes habíamos estado confinados…
Se comporta igual que cualquier epidemia, pero lo que vemos es que este virus es más infeccioso que la gripe a la que estamos acostumbrados cada año. Y el número de casos graves, en porcentaje, es superior al de la mayor parte de gripes convencionales, porque cada año la gripe es un mundo. Lo que ha hecho saltar las alarmas es que es un virus completamente nuevo y por eso no hay ningún tipo de vacuna disponible. Cuando llega la gripe siempre hay una vacuna, que no siempre funciona, aunque normalmente se acierta. El hecho de que este año no haya ninguna hace que las personas que pertenecen a los grupos de riesgo lo pasen mal. Y el confinamiento tiene como objetivo reducir el número de casos graves para que no se llenen los hospitales. La mayor parte pasaríamos esta neumonía como una dolencia que te hace estar incómodo porque no respiras bien, tienes fiebre y dolor de cabeza, pero no pasaría de ser como una gripe fuerte. El problema es que, sin vacuna, el número de personas con afecciones graves es más alto que con la gripe convencional y esto puede acabar colapsando, como ya está pasando, la sanidad pública. Se necesita este confinamiento para que el sistema sanitario no entre en quiebra.
¿Saldremos mentalmente tocados de tanto tiempo encerrados a casa? ¿Cómo nos preparamos para esto?
Saldremos tocados, eso seguro, porque no es fácil romper la rutina de este modo y entrar en otra diferente. La mejor manera de salir lo menos tocados posible es mantenernos activos. Es conservar una rutina, que no tiene que ser necesariamente la misma de antes. Yo, por ejemplo, antes me despertaba a las seis y media y ahora lo hago a las ocho. Ahora bien, me levanto, desayuno, y me pongo a trabajar. O dando clases online con los alumnos, o preparando artículos que tenía pendientes… es decir, me voy sacando trabajo de encima. Y trabajo hasta el mediodía, cuando voy a preparar la comida. Es importante marcarse una rutina. Y si no es con trabajo, porque quizás hay gente que no puede hacer teletrabajo estando en casa, tiene que ser de otro tipo. Hago un poco de gimnasia, preparo recetas de cocina que no he hecho nunca… La rutina no puede ser pasarse todo el día apalancado mirando la tele.
Con niños es más difícil. Tienes que tener tu rutina y conseguir que ellos tengan la suya…
Es lo mismo, es montar una rutina con los hijos. No hay que despertarse a las siete para ir a la escuela, nos podemos despertar a las nueve, y desayunamos tranquilamente. Si antes el desayuno lo teníamos que hacer en 10 minutos, ahora nos sentamos a la mesa y desayunamos tranquilos, dependiendo también de los trabajos que tengan el padre o la madre, y entonces podemos hacer un poco de deberes, o miramos un programa divulgativo en la tele. Ahora bien, mirar este programa no consiste en apalancar a los niños ante la tele, sino que uno de los adultos de la casa se tiene que sentar con ellos para mirarlo, para que ellos valoren que aquello es un momento importante del día. Y después dibujamos o hacemos lo que sea, cada familia tiene que saber cómo son sus hijos. Pero lo importante es mantener esta rutina, porque libera el cerebro de estar pensando constantemente qué haremos. El hecho de estar pensando constantemente qué haremos a algunas personas les activa mucho –yo sería una de ellas–, pero hay otras a las que les condiciona mucho hacia un pesimismo. Y pueden entrar en aquellos bucles de repetirse a uno mismo que llevamos seis días encerrados, que no sé qué hacer, etc. Tiene que ser una rutina alentadora, no puede ser un palo. Tiene que generar momentos agradables, que esperas, y que te mantienen en esta alegría interna que se vincula con el optimismo, así será más fácil soportar estos 30 días o más que estaremos confinados.
¿Algún mensaje especial para los pequeños que no pueden seguir un programa divulgativo?
Lo mismo. Se trata de mantener una rutina con ellos. Es evidente que no podrás tener largas conversaciones de sobremesa, pero puedes hacer juegos de construcciones, y si no tienes ninguno puedes coger cartones u otros elementos que tengas por casa y empiezas a construir una ciudad, por ejemplo. Con un cartón suave, que ellos puedan cortar con tijeras, y después los puedan pintar, estás practicando una serie de habilidades manuales que son muy útiles porque se relacionan con otros muchos aspectos cognitivos; estás practicando la imaginación, la visión tridimensional. Y cada día haces una casita, y ya tengo aquella hora ocupada haciendo esto. Lo pongo como ejemplo, pero se trata de buscar alguna actividad que cada día sea diferente, pero que al mismo tiempo haya una continuidad de día en día, porque así esperas al día siguiente con ganas. Lo más importante para no salir tocados de un mes de confinamiento es mantener la ilusión del “y mañana haré”.
¿Nos hará falta algún tipo de entrenamiento para la vuelta?
En el ámbito educativo creo que iría muy bien que hubiera algún tipo de material, que se podría ir preparando estos días, primero porque a los niños, de cualquier edad, se les tiene que explicar que esto de vez en cuando ocurre, y por qué es importante la higiene, y quedarse en casa, y no solo esto, sino para valorar también a aquellos profesionales que tienen que estar trabajando. Y no hablo únicamente de los servicios de emergencia, médicos, enfermeras, sino que pienso en las trabajadoras y los trabajadores de los supermercados, cuando todo esto se acabe se les tendría que hacer un homenaje también. Ellos también se arriesgan, quizás no tanto como una médica o una enfermera, pero se están arriesgando. En algunos casos les han aumentado un poco el sueldo, eso está muy bien, pero no compensa el riesgo que estás asumiendo.
Hay más colectivos: los cuidadores de las personas dependientes, las mujeres y hombres que limpian los hospitales, los basureros, los transportistas de comida y material sanitario…
Pues pienso que habría que hacer un homenaje colectivo a toda esta gente.
¿Y los maestros y maestras?
También tendrán que tener presente que cuando vuelvan a la escuela este tema se tendrá que abordar, desde la escuela no se puede esconder. Los niños vendrán más o menos tocados, según cómo la familia lo haya sabido gestionar en casa, pero claro, esto es una alteración de su ritmo, y cuando lleguen el mensaje no puede ser “hemos perdido un mes, y vamos a recuperarlo trabajando más”; no es esto, sino que hemos estado un mes confinados y esto se tiene que valorar como una cosa positiva, hemos sabido responder bien ante una emergencia.
Es decir, primero nos tendremos que cargar de ánimos, de refuerzo positivo, de decirnos: “Qué bien que hemos sabido estar un mes encerrados en casa”. Esto ya te permite hacer un cambio de chip, y a partir de aquí ir recuperando la normalidad, pero con cierta tranquilidad, y si al final del curso no se termina todo, no pasa nada, no se acaba el mundo. Ya lo haremos el próximo año.
O sea que sería un error pretender acabar el temario como sea.
Totalmente. Pienso, por ejemplo, en un maestro de 2º de primaria que ahora iba a enseñar a restar. Y que considere que sus alumnos tienen que acabar el curso sabiendo restar. Y ahora, cuando vuelvan, ¡venga a hacer restas! No es esto. Otra cosa es introducir el concepto, que se familiaricen con él, y hablar con el tutor de 3º y que tenga claro que el próximo curso te llegarán un poco cojos en esto. Ya está. Porque, si no, será un doble trauma, primero un mes encerrados y ahora venga, corre, corre, corre.
Cuando veíamos las imágenes de China nos parecía un peligro absolutamente lejano y de otro planeta, nadie podía pensar que llegaríamos a estar como ellos, creo que incluso que cuando veíamos las de Italia nos pasaba lo mismo.
Totalmente.
¿Hemos sido muy ingenuos y nos volveremos más desconfiados a partir de ahora?
A corto plazo creo que todo esto nos cambiará. A las personas nos gusta la estabilidad porque nos da confianza y seguridad. Y esto demuestra que la estabilidad, en la naturaleza, no existe. Hay periodos de mucha estabilidad, hasta que, no sabes nunca por dónde, te surgirá un descalabro como éste, que no es lo primero. Con la gripe española, en 1918, pasó exactamente el mismo, lo que pasa es que tenemos poca memoria histórica. En el Cuaderno gris de Josep Pla hay una entrada del 8 de marzo de 1918 (por lo tanto, 102 años y cuatro días antes de nuestro confinamiento) en la que escribe que hoy han clausurado la universidad durante 15 días por la epidemia de gripe. Y pasó con las pestes en la Edad Media, y con la fiebre de la lana en el siglo XVI en las comarcas de la Cataluña central, son episodios que van sucediendo y que seguirán sucediendo, la naturaleza tiene estas cosas.
Sí, pero uno se imagina que hoy tenemos mucho más conocimiento científico que hace un siglo, o que esto puede ocurrir en Asia o en el tercer mundo, pero que estas cosas no ocurren en Occidente…
Porque siempre tenemos tendencia a valorarnos a nosotros mismos como si fuéramos más de lo que somos, y a pensar que los otros son menos de lo que son. China es una gran potencia mundial, ellos han sido los primeros pero podría haber pasado en cualquier otro lugar. Ahora, durante un tiempo, viviremos muy pendientes de estas posibles epidemias y lo ideal sería que esto nos sirviera de experiencia para tener los sistemas sanitarios a punto, con un plan de contingencia que permitiera activar todo esto con mucha más rapidez y sabiendo lo que se tiene que hacer. Pero no soy especialmente optimista, me recuerda demasiado a la crisis de 2007-2008, cuando el presidente de EEUU, que entonces era Barack Obama, dijo que nos teníamos que replantear el capitalismo. ¿Y qué se ha replanteado?
Nada.
Al contrario, se ha fortalecido el neoliberalismo. Por eso, ahora estaremos unos meses o unos años hablando de esto, y lo ideal sería que no se olvidara y que cada Estado, y que como sociedad global, tuviéramos muy claro cómo tienen que ser los planes de contingencia. Al coronavirus no se le combate sacando al ejército a la calle, se le combate sacando a los científicos, a los médicos y a los educadores a la calle, porque nos tenemos que educar por si esto vuelve a pasar, y tenemos que estar científicamente y médicamente preparados porque volverá a pasar, tarde o temprano. Quizás dentro de 20 años, o de 100, o solo de 3, no lo sabemos. Se trata de tener unos stocks adecuados y unos mecanismos. En la Facultad de Biología, por ejemplo, hemos dado todo el material que teníamos en el almacén de guantes, mascarillas y batas desechables. Lo hemos dado sin que lo reclamaran. ¿Por qué no tenemos un plan de contingencia donde se diga que si pasa esto tenemos ya localizados y actualizados los lugares a los que podemos recurrir para buscar todo esto porque está disponible?
¿La falta de un plan de contingencia sería para usted el principal error que se ha cometido? ¿O tal vez el hecho de que nos quisieron tranquilizar demasiado cuando lo que hacía falta era advertirnos más claramente de lo que se acercaba?
Creo que los mensajes estuvieron bien. Tenían que ser de tranquilidad y de confianza. Pero hacía falta una segunda parte, que era decir que esto nos llegará y por tanto estemos pendientes porque tenemos más del 90% de probabilidades de tener que confinarnos también en casa. Mientras el número de casos aumenta muy ligeramente no hay que confinar a nadie, no sirve de nada, más vale que trabajemos para prepararnos para cuando haga falta confinarnos en casa. Cuando se detecta esta inflexión en la curva, que hace que los casos crezcan de forma exponencial, es el momento de quedarse en casa. Quizás se habría podido actuar dos o tres días antes de lo que se hizo, y más radicalmente. Hemos perdido mucha energía con aquella primera apuesta de “para ir a trabajar sí que puedes salir de casa”. Perdona, todos trabajamos… y por tanto todos podemos salir de casa.
O la empresa te decía que te quedaras en casa o tenías la obligación de ir a tu puesto de trabajo.
Eso sí que ha sido un error estratégico. El confinamiento tiene que ser total. Y se tienen que cerrar los territorios. Es igual que lo hagamos en el ámbito de un pueblo, de una provincia o una comunidad, es decir, el virus se ha escampado mucho porque cuando se empezó a hablar de que quizás tendremos que cerrar, mucha gente salió a la segunda residencia. Muchos barceloneses se fueron a la Cerdaña, y muchos madrileños se fueron a Murcia o al Valle de Aran. Quizás ahora ya no hace falta cerrar nada porque está por todas partes, pero se hubiera podido limitar muchísimo el alcance. No es lo mismo tener dos o tres focos importantes y el resto de la península relativamente limpia, porque le puedes dedicar muchos esfuerzos a los hospitales de esas zonas. Para mí, el paradigma de cómo se tiene que actuar es lo que hizo la Generalitat con Igualada. Detectas un foco importante, lo cierras y te ahorras que se vaya filtrando hacia los pueblos vecinos.
Ilustración: Pol Rius
Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/03/23/lo-primero-sera-cargarse-de-animos-y-si-el-curso-no-se-termina-no-pasa-nada/