Por: Paulette Delgado
A tres años del cierre de las universidades por el COVID-19 ¿cómo siguen las cosas? ¿Qué ha cambiado? ¿Cuáles han sido los aprendizajes?
Ahora que parece que el sistema educativo aparenta volver a la normalidad después de la pandemia, es momento de darle seguimiento al impacto que esta tuvo tras casi tres años de disrupción. Esto fue justo lo que pensó la UNESCO cuando el año pasado publicó el libro ¿Reanudación o reforma? Seguimiento del impacto global de la pandemia de COVID-19 en la educación superior tras dos años de disrupción.
Dana Abdrasheva, Mauricio Escribens, Emma Sabzalieva, Daniele Vieira do Nascimento, y Clarisa Yerovi, autores del libro, señalan que el impacto de la pandemia ha sido «diverso, profundo y varía de una institución a otra y de un país a otro. Las instituciones de educación superior (IES), los estudiantes, el profesorado y el personal han demostrado un gran esfuerzo para ser resilientes y se adaptaron rápidamente a los cambios sistémicos». Para los investigadores, el propósito de esta publicación es detallar las lecciones aprendidas y conclusiones que pueden ser útiles para el futuro.
La mayoría de las instituciones educativas están reevaluando su papel con respecto al bienestar de su comunidad. Cuando comenzaron a aumentar los brotes de COVID-19, la primera respuesta de las escuelas fue cerrar sus puertas y apoyarse en las tecnologías existentes para continuar con sus actividades, dando prioridad a la continuidad pedagógica, y procurar la salud y bienestar de los estudiantes, docentes y el personal.
El Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (UNESCO IESALC) ha seguido de cerca el impacto de la pandemia en la educación superior en todo el mundo. Ha publicado en mayo del 2020, julio 2021, y ahora en el 2022, resultados de más de 100 universidades latinoamericanas encuestadas. Parte de su propósito al compartir estos hallazgos es informar a la comunidad académica del estado actual del impacto de la pandemia, incluyendo estrategias de reapertura en la región e ir mapeando como fueron abriendo sus puertas en el 2021. También incluye observaciones que pueden ser útiles para orientar acciones futuras.
El impacto del COVID-19 en la administración y la gestión
Al momento que empezaron a cerrarse las escuelas, las instituciones de estudios superiores (IES) inmediatamente pusieron en marcha gestión de crisis, sin embargo, pocas se basaron en evidencias de experiencias pasadas. Las mejores prácticas se caracterizan por ser flexibles, tener una buena comunicación, crear equipos especializados en manejo de crisis y la digitalización de los procesos. Este último no trata sólo de las actividades académicas en línea, sino también de darle la oportunidad al personal administrativo de continuar sus actividades desde casa. Las IES deben establecer políticas y procedimientos para aumentar la capacidad de recuperación a largo plazo y prepararse por si algo así vuelve a suceder.
Aunque gran parte de lo que se necesita para digitalizar los procesos administrativos y el aprendizaje depende de la infraestructura, se requiere que las instituciones mejoren su respuesta ante una crisis. No se trata de sólo parchar, si no de crear prácticas que se basen en experiencia y en datos.
La pandemia ha afectado a todos los aspectos de la educación; no sólo a lo que tiene que ver con la enseñanza, sino también a la forma en que se gestionan o administran las instituciones educativas. Una parte clave fue el liderazgo, ya que de éste dependen las políticas de gestión institucional. Además, durante tiempos de crisis, deben poder delegar responsabilidades, comunicar adecuadamente y conectar con las personas.
Otro aspecto importante fueron las finanzas institucionales, ya que la pandemia también creó una crisis económica y de desarrollo. Las inscripciones y la matriculación se vieron afectadas ya que muchos estudiantes tuvieron que suspender o posponer sus estudios; esto sin contar los estudiantes internacionales. Una de las fuentes de ingresos más afectadas fue el alquiler de espacios del campus para eventos como conferencias, obras de teatro, actividades musicales o deportivas, exposiciones entre otros. Además, las IES también perdieron dinero en desocupar los dormitorios o residencias, los servicios de comida como las cafeterías, el estacionamiento, donaciones, formación continua, entre otros. Esto abrió la oportunidad de que las IES revisaran su modelo de negocio y financiamiento para buscar maneras de diversificar sus ingresos para ser menos vulnerables en futuras crisis.
Un aspecto importante del impacto del COVID-19 en la administración y la gestión de las instituciones educativas fue cómo se manejaron los servicios de TI ya que estos fueron la columna vertebral de la enseñanza y el aprendizaje en línea durante el cierre de las instituciones. Aún así, la UNESCO encontró poca información sobre «cómo los administradores de TI de las universidades gestionaron su trabajo durante la pandemia».
Por otro lado, la organización sí pudo encontrar evidencia sobre el impacto del COVID-19 en la salud mental de la comunidad educativa. El confinamiento, la crisis económica, pérdidas de seres cercanos, el cambio de vida debido a las restricciones, entre otros factores, fueron «un catalizador de fuertes sentimientos de estrés, ansiedad y, en algunos casos, depresión».
Muchas IES implementaron o mejoraron sus servicios de salud mental en línea, otras crearon una línea telefónica directa o plataforma virtual de apoyo psicológico. Algunas de estas soluciones llevaron a la contratación de psicólogos adicionales para manejar la crisis y poder tener mejores reuniones con los estudiantes. «Sin embargo, al menos en algunos casos, parece que los servicios de salud mental no han sido utilizados según las necesidades», explica el reporte. En una universidad encuestada para el estudio, las sesiones individuales tuvieron una tendencia a la baja, al igual que las de grupo. «Del mismo modo, en otros casos, la mayoría de los estudiantes con síntomas moderados o graves de estrés, ansiedad y depresión no recibieron la ayuda de un profesional dentro o fuera del campo».
La mayoría de las IES tuvieron que trasladar sus operaciones a formatos digitales, permitiendo que su personal trabajara desde casa, lo que fue una novedad para muchos de ellos. Diversas universidades invirtieron en programas para firmas y comunicaciones digitales más efectivas para sobrellevar el confinamiento, sin embargo, muchas abandonaron estas prácticas y optaron por volver a las actividades presenciales lo antes posible.
El impacto del COVID-19 en la enseñanza y el aprendizaje
El cambio rápido y casi universal de la enseñanza presencial a en línea fue sorprendente, sin embargo, «la escala y la velocidad de la transición repentina a los espacios virtuales repercutieron en la calidad de la enseñanza», señala el estudio de la UNESCO. De los mayores limitantes que se toparon los sistemas de enseñanza fue la brecha de infraestructura y la falta de experiencia en el aprendizaje. Según los autores, esto dejó como resultado «una lenta adaptación a las herramientas en línea, descubrió dificultades para la preparación del material de clase y a la participación activa de los alumnos».
Según un reporte publicado por la Asociación Internacional de Universidades (AIU por sus siglas en inglés) titulado Regional & National Perspectives on the Impact of COVID-19 on Higher Education, en mayo del 2020 alrededor del 67 % de las IES se pasaron a la enseñanza en línea, alrededor de una cuarta parte suspendieron las clases mientras buscaban soluciones, y el 7 % cancelaron completamente sus procesos de enseñanza.
Debido a que la manera en que la pandemia impactó a las universidades cambiaba según el país. Las IES respondieron de manera muy diferente a las otras alrededor del mundo. Algunas cerraron por completo, otras permanecieron abiertas para realizar tareas específicas, otras funcionaron con medidas de distanciamiento social y otras cerraron por poco tiempo.
Aún así, el estudio de la UNESCO menciona que la mayoría de las IES de todo el mundo han experimentado al menos una de las siguientes fases: i) cierre abrupto del campus, ii) adaptación del funcionamiento de las IES en condiciones de cierre y iii) reapertura gradual.
Trasladar la enseñanza a formatos en línea fue la principal estrategia de las universidades para garantizar la continuidad pedagógica. Este fue un cambio abrupto, no fue un proceso sólido, planificado a largo plazo para garantizar contenidos de calidad, y que contara con un apoyo institucional sostenido a estudiantes y profesores.
Los autores del estudio indican que «los educadores están preocupados por las pérdidas de aprendizaje y reconocen que el aprendizaje en línea forzada es un compromiso más que un ejercicio de mejora. En consecuencia, este tipo de experiencia pedagógica se ha definido como educación remota de emergencia, dado que el corto tiempo en el que se realizó la transición no ayudó a preparar eficazmente a los profesores y formarlos para que adoptaran las pedagogías fundamentales del aprendizaje en línea». En un corto plazo, los profesores han tenido una mayor carga de trabajo ya que el «tiempo típico de planificación, preparación y desarrollo de un curso universitario totalmente en línea es de seis a nueve meses antes de impartirlo».
El tiempo típico para planificar, preparar y desarrollar un curso universitario en línea es de seis a nueve meses, pero debido al coronavirus, esto tuvo que hacerse de la noche a la mañana. Gran parte de los docentes, y las mismas IES, no estaban preparadas para enseñar en línea y carecían de los conocimientos, competencias y recursos necesarios para hacerlo con éxito. Muchos simplemente copiaron y pegaron sus contenidos al entorno digital sin adaptarlos, demostrando lo importante que es la capacitación.
Sobre esto último, el estudio de la UNESCO señala que «si no se proporciona una capacitación adecuada, este escenario de enseñanza a distancia de emergencia podría abrumar a los profesores y conducir a resultados de aprendizaje deficientes y a la frustración del profesorado». Alrededor de 14 países de América Latina y el Caribe, ofrecieron programas masivos de capacitación para fortalecer las competencias digitales de sus docentes y promover el uso eficiente de herramientas digitales que se necesitan para crear cursos virtuales y poder minimizar el impacto negativo en los estándares de calidad de la educación superior.
Aunque el confinamiento provocó la transición a la enseñanza y aprendizaje en línea abrió una ventana de oportunidades en cuanto a adopción y adaptación a la tecnología, también trajo importantes desafíos. «Los contenidos, las herramientas pedagógicas y de evaluación deben diseñarse específicamente para los entornos de enseñanza y aprendizaje en línea a fin de garantizar la participación y el progreso de los estudiante», se indica en el estudio.
El impacto de la COVID-19 en la investigación
Desde la capacidad de investigación, los procesos de publicación y el financiamiento, el área de investigación también se vio gravemente afectada por la pandemia. Aún así, no todo fue negativo, el COVID-19 provocó que aumentara la colaboración y las IES desempeñaron un papel crucial para el desarrollo de vacunas. También se amplió el acceso al conocimiento ya que un mayor número de artículos, investigaciones y reportes se publicaron en servidores de acceso abierto e incluso ciertas revistas indexadas dejaron de cobrar temporalmente para acceder a ellas.
Como se mencionó anteriormente, los centros de investigación ayudaron a desarrollar las vacunas, sin embargo, esto también significó que se tuvieran que reasignar gran parte de recursos hacia esa área, dejando a otras áreas de la ciencia con financiamiento insuficiente. Además, otros sectores como el trabajo de campo, se vieron interrumpidos por los protocolos sanitarios y el tener que guardar distancia.
Esto dejó en evidencia que «los investigadores que inician su carrera y los estudiantes de doctorado han sido los más vulnerables en lo que respecta a su inserción y estabilidad en el mercado laboral». La inestabilidad en los fondos destinados a la investigación exacerbó la inseguridad laboral de los investigadores, especialmente para los que van iniciando y las mujeres académicas. Aún así, la pandemia dejó dos influencias positivas: el enfoque en los principios detrás de la Ciencia Abierta ya que el mundo académico se tuvo que unir y tomar como base el conocimiento acumulado y emergente. La segunda influencia es el reflejo en los esfuerzos para aprovechar la ciencia e informar al público en general y «aumentar la colaboración de investigación conjunta que trascendió las fronteras y otros obstáculos».
A más de tres años desde que surgió la pandemia de COVID-19, su impacto sigue permeando en todo el mundo. Aún así, la UNESCO destaca en esta publicación que «los cambios de 2020 y 2021 no conducirán a una transformación fundamental en la comprensión de la educación superior como un esfuerzo difícilmente presencial». Se requiere que las IES continúen con prácticas de digitalización a largo plazo para evitar que la educación retorne a las prácticas previas a la pandemia y aprender de esta situación para reformarse y no sólo reanudarse.