Por: Miguel Ángel Pérez
Para los miles o millones de niños y niñas en edad escolar que actualmente habitan el planeta, estos días de marzo y abril serán recordados como días de profundos cambios sociales debido al coronavirus; cambios que implican el no asistir a las escuelas y el cumplir con las tareas asistidos por una computadora, cambios en los que se pide no salir de casa, permanecer aislados, separados y con el menor contacto físico, cambios en donde la relación social se debe brindar de lejos, no saludarse, no besarse y evitar los abrazos.
El tiempo de ruptura que vivimos hoy en día implica una nueva visión ante el mundo, ante la realidad y ante nosotros mismos; lo que podríamos distinguir como el pan y circo, ha sido lo primero que se ha desplazado del consumo cultural, los deportes públicos, los espectáculos masivos y la presentación de famosos es lo primero que se ha desplazado, ¿artículos innecesarios, superfluos?, la sociedad en proceso de cambio va jerarquizando los nuevos valores culturales.
Los llamados casi obsesivos del lavado de manos, de no salir ni establecer vínculos sociales, de evitar salir de casa, etc.; nos ha llevado a regresar la mirada a nosotros mismos, poco a poco lo único y lo último que queda en casa después de prolongados días de encierro somos los propios sujetos que ahí habitamos, dichos sujetos aislados, descobijados, huérfanos de bullicio social vivimos confrontados con nosotros mismos y es esa misma sensación de soledad, es la que sirve para regresarnos a los cimientos de la condición humana.
He notado que en algunos lugares no distinguen la dimensión del peligro ¿pero el peligro es real, es latente o es inventado? ¿sus dimensiones son parecidas a las que se viven en países de Europa? ¿son estas las formas más adecuadas de prever, de evitar ser parte de las estadísticas del desastre o todo es un gran engaño, en donde nosotros hombres y mujeres somos una pieza más de este gran teatro que han montado los poderosos?
Las respuestas a estas y otras preguntas no las podemos tener de manera inmediata se necesita esperar, vivir, construir las respuestas a partir de cómo va pasando el tiempo y las circunstancias sirven para aclarar las dudas.
Lo que sí se puede afirmar, es que a las generaciones jóvenes de ahora les ha tocado vivir tiempos difíciles cargados del enrarecimiento de una sociedad cada vez más compleja, cuyo eje de globalización ha servido para facilitar el riesgo, el peligro, la vulnerabilidad. ¿Qué podría pasar si viviéramos asilados en mundos locales a modo de pequeñas islas distanciadas unas de otras? ¿Qué sería de nosotros sin saber lo que pasa con los otros, que viven en el llamado viejo mundo o en mundos distantes geográfica y culturalmente? De nuevo gran parte de las preguntas que hacemos no tienen respuesta, la reflexión es la única tarea que nos queda y el comenzar a abrir libros de literatura fantástica, para que ayudados en la imaginación colectiva encontremos explicaciones.
Estoy seguro que después de la tormenta y en medio de la relativa calma comenzará el boom de películas, teatro, pintura y literatura, incluso se abrirá un nuevo género artístico el de la pandemia y el coronavirus.
A las generaciones nuevas de ahora les ha tocado vivir lo que a ninguna otra le había tocado en su corta o larga vida, lo único recomendable es que asimilen la lección, que aprendan de esta experiencia directa y que distingan, qué es lo fundamental para vivir humanamente y que cosas son superfluas que pueden pasar a segundo plano. Hoy vivimos tiempos de cambio, de ruptura social, el antes y el después del coronavirus.
Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-coronavirus-como-ruptura-social/