Opinión: Educación y roles de género

Por: Sofía García-Bullé

 

La inclusión de roles de género tradicionales en edad temprana podría estar afectando la libertad de elección de los niños al momento de elegir un interés académico o futuro profesional.

 

Los roles de género forman parte de los primeros aspectos que aprendemos en las fases más tempranas de la socialización. Vemos este proceso como algo completamente inocente e inherente a la forma en que integramos a los niños a la sociedad, pero la forma en la que los introducimos a los roles de género podría estar influenciando significativamente no solamente en las relaciones de convivencia entre niños y niñas, sino en la visión a futuro sobre qué trabajos son propios para hombres y mujeres.

Recientes estudios demuestran que niños y niñas entre cuatro y nueve años ya presentan una percepción diferenciada entre atributos profesionales que se atribuyen a hombres y a mujeres. Los resultados del artículo académico “Socialization of Gender Stereotypes Related to Attributes and Professions Among Young Spanish School-Aged Children”, confirman que los niños y las niñas que participaron en este estudio tenían interiorizados de forma generalizada los esquemas de género, y los aplicaban de forma clara cuando debían asignar atributos personales o roles profesionales.

Como ejemplo, durante el estudio se pudo ver que los chicos asocian más la fuerza y la inteligencia a los varones, mientras que a las mujeres se les asociaba con la amabilidad y la vocación del cuidado de otras personas.

Esto también impacta el punto de vista de los niños con respecto a las personas que usualmente tienen las posiciones laborales más altas o quien percibe mayores sueldos. Los niños y niñas participantes relacionan instantáneamente a los hombres con trabajos que implicaban mayor liderazgo y responsabilidades más valoradas, por ende, mejores posiciones y sueldos. Mientras que a las mujeres se les colocó en posiciones laborales más bien relacionadas con el soporte, que no se valoraban tan alto en el esquema de poder o agencia, tampoco en los sueldos.

El estudio encontró una relación directa en cómo la socialización de género contiene un sesgo que puede afectar seriamente las opciones laborales disponibles para las niñas en un futuro, así como su futuro económico y oportunidades. ¿Cómo se puede empezar a combatir este sesgo al momento de hablar del género y sus roles?

La conversación no llama propiamente a redefinir de base lo que entendemos por femenino y masculino, pero sí revalorizar y permitirnos ser más flexibles con las líneas entre ambos espectros.

La arbitrariedad de los valores de género

El primer paso se trata de entender que el sexo es una cuestión biológica y el género es un constructo social. Como todo constructo social, este implica valores arbitrarios que pueden ser manipulados, alterados o intercambiados fácilmente. Por ejemplo, algo tan simple como los colores rosa y azul, que hoy en día asociamos con atributos femeninos y masculinos respectivamente, se aplicaba completamente a la inversa hasta principios del siglo XX.

Tradicionalmente, el azul se asociaba con la delicadeza, la amabilidad y la templanza, características que inclusive hoy en día consideramos dentro del espectro femenino, mientras que que el rosa se percibía como una versión diluida del rojo, que proyectaba poder, dominancia y proactividad, atributos que asociamos con la masculinidad.

De acuerdo con Gavin Evans, catedrático en la Universidad de Birckbeck y experto en la historia del color, el cambio que nos llevó a ver el rosa como un color exclusivamente femenino no se dio hasta la década de los 50 en la que una campaña de cosméticos usó el rosa como el color primario de sus gráficos. La campaña fue tan exitosa que ya no podemos pensar en el color rosa sin asociarlo inmediatamente con todo lo que entendemos por femenino.

Pero estos valores pueden ser cambiados fácilmente. Un estudio realizado en China en 2018 en el que participaron 120 niños, descubrió cualquier color puede ser femenino o masculino dependiendo de la instrucción que se le de al menor de edad.

El estudio encontró que los niños varones tendían a escoger juguetes de color verde si se les decía que el verde era un color masculino, y las niñas tendían a usar juguetes amarillos si les decían que el amarillo era un color femenino. Los colores y objetos que asociamos a lo femenino y masculino son completamente arbitrarios, pueden cambiar con el tiempo, o ser manipulados, pero lo que se ha mantenido estable es la percepción de lo femenino como adjunto y secundario a lo masculino, esta es la noción que es importante trabajar desde la educación temprana.

Medidas para una valorización balanceada

Existen recomendaciones básicas que se pueden aplicar en las escuelas para reducir tanto la severa división social entre géneros como la sobrevaloración de los atributos masculinos por encima de los femeninos.

Algunas de las acciones que se pueden tomar incluyen la abolición de espacios educativos exclusivos para niños o para niñas, así como los contextos segregados que marcan actividades diferentes y restringidas a cada género. La eliminación de mensajes que defienda una diferencia jerarquizada entre hombres y mujeres; una intención educativa integral hacia el análisis crítico de mensajes y costumbres sociales sexistas, especialmente los que no son explícitos y se asumen como parte fundamental de la cultura y la socialización.

Es crucial que los espacios e instancias educativas den a niños y niñas exactamente las mismas oportunidades de aprendizaje y desarrollo. Para lograrlo, no es necesario destruir lo que entendemos por género, pero sí realizar los ajustes necesarios para que los roles que se desprenden de este, estén balanceados y que uno no tenga más valor social que el otro.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/educacion-genero

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Sofía García-Bullé

Licenciada en Estudios Humanísticos y Sociales, Humanidades y Redacción. Universidad de Monterrey