La legitimidad de un gobernante, de acuerdo con postulados de Max Weber, descansa en la credibilidad que los gobernados le otorguen. Y ésta depende de la eficacia del hacer gubernamental. Si la gente piensa que lo hace bien y entrega resultados palpables, su legitimidad crece. Pero si no hay frutos específicos, puede suceder lo contrario.
En el Plan Sectorial de Educación 2020-2024, que el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, presentó la semana pasada, hay una frase que sintetiza la creencia del gobierno de la Cuarta Transformación sobre el poder de la educación, en concreto, de la Nueva Escuela Mexicana, para conquistar el futuro.
En un ensayo breve (mimeografiado), María del Carmen Ainaga Vargas resume las teorías de la legitimación de Norberto Bobbio. Uno de los asuntos que trata Bobbio es que los mandatarios se remiten a la historia y al futuro para legitimarse.
El PSE está lleno de frases que condenan al pasado, en especial al reciente: la corrupción, hostigamiento a los docentes, compra, venta y herencia de plazas. En suma, una crisis moral. Por ello, desde la SEP, con las herramientas de la política educativa, se inculcarán valores cívicos para la regeneración moral. Esta frase, por cierto, evoca la consigna del gobierno de Miguel de la Madrid, el primero de la época neoliberal, según la retórica de la 4T.
La remisión a la historia futura, abrevia Ainaga Vargas, constituye uno de los criterios para la legitimación del poder. Se trata de imponer un nuevo orden y destruir el viejo esquema. La NEM, sin embargo, no trata de desgajar un trazo viejo, sino a la “mal” llamada Reforma Educativa del gobierno de Peña Nieto. El PSE presenta al pasado como condición y al futuro como anhelo, pero poco del presente.
La tipología de la dominación legítima de Weber destaca tres caracteres: tradicional, carismático y racional. El Estado democrático moderno descansa en la dominación racional, en el derecho, no en la creencia en la infalibilidad del líder (“los hombres obedecen a las leyes, no al gobernante”). El presidente López Obrador apuntala cada día su carisma como eje de gobierno, invade el espacio público, centraliza el poder, mientras el proceso de toma de decisiones racional burocrático se desvanece.
En el gobierno de Peña Nieto, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación contradijo y se apoderó de porciones del espacio público. La fortuna, como diría Maquiavelo, es generosa con AMLO, pero él hace su tarea de seducción con las mañaneras, giras y videos a cada rato. No tiene un adversario orgánico, los partidos de oposición no pintan, pero en la plaza pública le llueven críticas; ése es su flanco débil.
Por lo pronto, hay ofertas de símbolos, la NEM es una venta de esperanza, sin asideros conceptuales firmes y con problemas inmensos inmediatos. La pandemia le da cierto respiro a la SEP, justifica la falta de resultados, pero no habrá mucho terreno para moverse en la nueva (a)normalidad porque la austeridad republicana abrumará al sector educativo. No sabemos cuáles serán las providencias para conocer si honestidad, honradez, ética, libertad y confianza imperan o siguen por el camino.
La CNTE, por lo pronto, no brega contra la SEP, pero el gobierno —aunque le haga concesiones— le niega su participación, no legitima sus textos ni materiales. A fe mía que cuando no haya fondos para más plazas y otras sinecuras, saltará al espacio público.
Además, sospecho que la falta de resultados de la Nueva Escuela Mexicana se hará patente ante los segmentos sociales que hoy creen en la palabra de AMLO, el carisma también se desgasta.
La legitimación por medio de la historia y del futuro tiene límites, el presente —la práctica— es más importante.
Fuente del artículo: http://www.educacionfutura.org/nueva-escuela-mexicana-el-futuro-como-legitimacion/