Texto: Marcela Del Muro/Fotos: Mauricio Palos
Este año la organización de la caminata por las personas desaparecidas en San Luis Potosí no recayó sólo en sus familiares. Por primera vez otros grupos convocaron y realizaron el programa con la intención de solidarizarse y brindarles un abrazo cálido.
SAN LUIS POTOSÍ.- “En los intersticios del mandamiento que ordena ‘honrarás a tu padre y a tu madre’, estas madres, estos familiares, nos revelan un imperativo profundamente doloroso: buscarás a tus hijos y a tus seres queridos hasta los confines del tiempo y del espacio, más allá de la propia vida”, la voz de Cristina, o More como se le conoce por estos rumbos, se escuchaba entrecortada, una mezcla de la emoción y el megáfono que utilizaba.
Este año, More ayudó a la organización de la marcha para conmemorar el Día Internacional de la Víctima de Desaparición Forzada en San Luis Potosí. Una fecha importante para las familias del colectivo Voz y Dignidad por los Nuestros, el único grupo de búsqueda de desaparecidos en el estado. Como cada año, las actividades del 30 de agosto son para concientizar a la sociedad y hacerlos cómplices de su lucha, de su dolor y de su gran amor por sus familiares ausentes. Pero esta vez fue algo distinto, porque la organización se realizó desde otros espacios (Cristina y la organización civil Educación y Ciudadania, Educiac, realizaron el programa y la convocatoria) buscando quitar una carga a los familiares del colectivo y brindando un abrazo cálido a todos ellos.
Pasadas de las once de la mañana, en la esquina de la avenida Venustiano Carranza y Reforma, se congregaron más de sesenta personas: familiares de víctimas de desaparición, personas solidarias con la causa y reporteros.
Doce personas, cada una con una letra que completaba la leyenda: “¿Dónde están?”, comenzaron a caminar, gritando la interrogante que portaban. Seguían a la gran manta del colectivo: una lona tapizada de fotos, más de 70 rostros que hacen falta y se buscan.
Un contingente vestido de blanco en su mayoría, y portando un cubrebocas con las fotos de los desaparecidos sobre una mariposa monarca; cargaban mantas y póster con sus familiares extraviados, velas y flores. Inundaron de color, esperanza y amor una de las vías principales de la ciudad. Conforme se desplazaban, sus pasos eran marcados por pétalos de rosas rojas: por ahí pasaron las buscadoras y sus cómplices de lucha.
“Me dicen que por buscar”, se escucharon las primera tonada de un huapango, “ahora, a mí me andan buscando». El cantar de Eloisa, actriz de teatro, era un lamento. «Que por tanto preguntar los estoy atormentando”. El nudo en la garganta se hizo más profundo y constante.
El contingente llegó a la primera esquina y comenzó el pase de lista de los familiares desaparecidos: “Enrique de la Torre Netro. ¡Presente!”. Mientras, el contingente se apoderó del carril derecho de la vía. “Rafael Rodríguez García. ¡Presente!”. Los automovilistas que circulaban sobre el carril izquierdo miraban con sorpresa. “Cesar Alberto Sanchez Landaverde. ¡Presente!”. Bajaban la música de sus autos y se unían por escasos segundos a la manifestación. “Román Castillo Briseño. ¡Presente!”.
“Domingo Ramírez Santiago. ¡Presente! Sobre la banqueta, se colocó una ofrenda a los ausentes. “Martín Ortega Huerta. ¡Presente! Un ramo de flores blancas al centro. “Francisco Javier Hernández Perez. ¡Presente! Rodeado de un puño de semillas de arroz y de frijol. “Eugenio Flores Hernández. ¡Presente! Y una veladora al frente de todo. “Ramiro Torres Madrid. ¡Presente! Un regalo de vida para ellos, los que nos faltan. “Daniel Elías Mendiola. ¡Presente! ”Una luz para que encuentren el camino a casa. “Gerardo Uribe Rodríguez. ¡Presente!
Milynali Piña Pérez. ¡Presente!. Este ritual, se repitió en las cinco esquinas recorridas. José Arturo Domínguez Pérez ¡Presente!. ¡Nos hacen falta!”.
Tras 15 minutos de recorrido, el contingente se topó con otra manifestación. Era una marcha por la paz, supuestamente, apartidista y organizada por ciudadanos de pie. Más de 100 personas que parecían uniformadas, con pancartas y mantas impresas con el mismo diseño, gritaban eufóricamente: “¡Fuera, Nava!”. Era una manifestación contra la inseguridad que se vive en la capital del estado, donde se pedía la renuncia del presidente municipal.
Violencia e inseguridad que no han frenado desde hace más de 10 años. Dolor, indignación y un reclamo de justicia que se sentía con más fuerza en el contingente de familias de desaparecidos, quienes comenzaron a gritar: “Si la sociedad se uniera, pero se uniera de veras, temblarían los poderosos desde el cielo hasta la tierra”. Los manifestantes por la paz, que en un principio gritaban «¡Únanse!», enmudecieron.
Lupita Mendiola, hermana de Daniel Elías Mendiola, desaparecido el 7 de noviembre del 2012 sobre la carretera de Ciudad Mante, Tamaulipas, mencionó que al ver la otra manifestación: “sentí que nosotros estamos en una verdadera lucha. Nos hablaron muchos políticos, que ahora están en campaña, para preguntarnos si se podían unir, y le dijimos que no. ¿Por qué ahora que vienen elecciones? ¿Por qué ahora quieren entrar al tema? ¿Por qué ahora? Sentí ganas de gritar más fuerte porque, quizá, a ellos les regalaron las pancartas o algo más para marchar, pero nuestra lucha es desde el corazón porque los estamos buscando y los queremos con nosotros”.
Muchos políticos han querido validar sus carreras con la lucha y persistencia del colectivo. Pero ellas no han dejado que su batallas se manchen con intereses de partidos políticos o propuestas sin fondo.
Comenzó a sonar la última canción del recorrido, justo antes de llegar a la plaza del barrio de Tequisquiapan: “Yo no nací sin causa. Yo no nací sin fe. Mi corazón pega fuerte para gritar a los que no sienten. Y así perseguir a la felicidad”.
Fueron cinco cuadras recorridas, donde familias, parejas e individuos observaron con atención las mantas, escucharon los cánticos y los pases de lista. Un kilómetro donde muchas personas se solidarizaron con las familias del colectivo, todo a través de miradas y atención.
“Fue un buen momento para hacernos presentes ante la sociedad. Que la sociedad vea, escuche y conozca que hay muchas personas desaparecidas y mucho dolor en las familias que buscan” comenta Rosa Laura Martínez, esposa de Fidel Barragán desaparecido el 17 de marzo del 2010. “Que sepan que necesitamos el apoyo de la sociedad porque nadie está exento de que le pase esto. Incluso nosotros, no estamos exentos de volver a sufrir una cosa como esta (la desaparición de un ser querido). Necesitamos de todos para pedir justicia y que estas situaciones paren”. Fidel fue uno de los 33 pasajeros desaparecidos en el camión Pirasol, mientras circulaba por la carretera de Tamaulipas hacia la frontera norte.
Acompañar y solidarizarse con la búsqueda es algo que está en nuestras manos. Para Tere Medina, compartir las fichas y transmitir la información sobre desaparición en redes sociales es secundar a la familia de un desaparecido, es ayudarlas a dar un paso más para poder encontrar información de su ser querido. Tere busca a su hija y a su yerno, Perla Guadalupe Padron Castillo y José Alberto Gallegos Torres, víctimas de desaparición forzada en la ciudad de Rioverde, San Luis Potosí, desde 14 de junio del 2013.
En esta manifestación se demostró que “los desaparecidos son de todos, porque todos permitimos que esta crisis pasará y seguimos permitiéndolo al ser omisos y al ser indiferentes con esta lucha”, mencionó Edith Pérez, que busca a sus dos hijos, José Arturo y Alexis Domíngez Pérez; a sus sobrinos Milynali Piña Pérez y Aldo de Jesús Pérez Salazar; y a su hermano Ignacio Pérez Rodríguez, que desaparecieron mientras circulaban por la carretera de Mante, Tamaulipas, el 14 de agosto del 2012.
El contingente entró a la plaza de Tequisquiapan y se instaló en el centro, rodeado el Monumento a la Madre con mantas de los hijos, hermanos y esposos desaparecidos.
Comenzó a sonar el tambor y los primeros versos de la canción Cielo Rojo retumbaron por toda la plaza: “Sola sin tu cariño, voy caminando, voy caminando y no sé qué hacer” dos decenas de flores blancas y cuatro veladoras fueron colocadas frente a la manta del colectivo. “Ni el cielo me contesta, cuando pregunto por ti, mi bien”. Cristina comenzó a soltar los pétalos de rosa que quedaban sujetos a su falda, mientras danzaba. “No he podido olvidarte, desde la noche, desde la noche, en que te perdí”. Todo en aquel acto era dolor profundo, lamento, incertidumbre.
“Deja que yo te busque, y si te encuentro, y si te encuentro, vuelve otra vez”. Rosa Laura recordó que los primeros días sin saber de Fidel, fueron los momentos más difíciles de todos y esa canción la acompañaba en su dolor.
Los familiares portaban a sus desaparecidos en el cubrebocas de mariposa monarca. Aunque la contingencia sanitaria no permitiera el contacto físico, el grupo se mantenía unido, la lucha de las familias se había convertido en una lucha y un sentir colectivo.
Resonó el último poema de la tarde: “Saben ustedes, como el poeta, que la huella de la mariposa no desaparece, precisamente porque no se ve. Adivinan que en lo cotidiano resplandece lo eterno”, recitó Cristina, era un poema del palestino Mahmud Darwish. “La huella de la mariposa no se ve. La huella de la mariposa no desaparece… Hasta encontrarlos”.