España: escuelas rurales en tiempos de pandemia: «Si tenemos que pasar algo malo, que sea aquí, en familia»

Por: Helena Cortés

Las ratios bajas y la cercanía de padres y profesores dan tranquilidad a los padres y estabilidad a los pequeños.

En el vestíbulo del CRA (Colegio Rural Agrupado) de Lozoya (Madrid) hay decenas de estanterías repletas de libros infantiles y armarios llenos de material escolar. «En el centro de Canencia tenemos biblioteca, pero aquí no hay más espacio», señala Esmeralda García, directora de esta escuela. Sin embargo, pocos recibimientos puede haber más estimulantes en un centro dedicado a formar a niños de infantil y primaria, con edades comprendidas entre 3 y 12 años. En este colegio ubicado en la sierra madrileña, a los pies del embalse de Pinilla, estudian más de 50 alumnos divididos en tres aulas: Lozoya, Garganta de los Montes y Canencia. En la primera tienen dos grupos burbuja, mientras que en los otros dos centros, con poco más de una docena de chiquillos de educación infantil y primaria, no hace falta ni dividirlos. Esta es una de las ventajas de los centros rurales que ha evidenciado la pandemia, aunque los padres y maestros que apuestan por este tipo de educación llevan años recordando los beneficios de este modelo. En España, según datos del Ministerio de Educación, casi 150.000 niños de educación primaria (4,8%) y más de 80.000 de educación infantil (4,6%) están escolarizados en municipios con menos de 2.000 habitantes.

«Los coles pequeños dan tranquilidad a las familias, porque ya de por sí hay grupos más reducidos. Antes, los niños de los distintos pueblos se veían en encuentros, salidas conjuntas, un camping que organizábamos a final de curso… Ahora llevamos un año sin hacerlo», subraya García, que además de organizar un centro con una docena de maestros da clases de apoyo de matemáticas. «Si tenemos que pasar una crisis como esta en algún sitio, que sea en la escuela rural. Si tienes una inquietud o cualquier problema sabes que te van a atender. Una de mis hijas estudia aquí y la otra ha pasado ya al instituto, pero saben que aquí tienen una familia», cuenta orgullosa Carolina Ozaeta, que trabaja en el centro de educación ambiental. Su familia se mudó a Lozoya hace 16 años procedente de Madrid capital. A priori, no tenían esa necesidad biológica de tener hijos, pero cuando vieron las ventajas de criarse en el campo se animaron a ser padres. «Igual es exagerado, pero pensé: ‘¡Cómo no vamos a tener hijos en este entorno!’. Y luego conocí la escuela rural, y aluciné. La primera vez que nos invitaron, vi que a la hora del recreo de los niños de infantil, los mayores se quedaban en la puerta sujetándoles el abrigo. Y así es todo, hay una convivencia de niños de todas las edades y un aprendizaje constante. También ganan mucho en autonomía. Los pequeños aprenden de los mayores, pero estos también ganan en empatía», puntualiza esta madre.

Aprender en el entorno

En estos colegios, además, «la plantilla es muy estable», por lo que los maestros detectan muy pronto las necesidades o el potencial de cada niño, añade Luis Bravo, secretario del CRA Lozoya y profesor de Educación Física. En el confinamiento, como internet funcionaba muchas veces «a pedales» podían permitirse el lujo de llamar por teléfono a los chicos para ver cómo iban con sus tareas, algo impensable para cualquier profesor de ciudad. «Mi familia vive en Madrid capital y mi cuñada contrató durante el encierro a una chica para que diera clases a sus hijos porque su profesora apenas les conocía. Ese seguimiento personalizado a distancia se puede hacer con grupos de diez, no de treinta», indica Ozaeta.

«Para otros centros, recibir a tres niños es insignificante, para nosotros es fundamental»

Aunque los maestros rurales a veces agrupan dos clases para poder atender mejor a los alumnos de distintos niveles, respetan las horas de especialidades para que la formación sea exactamente la misma que la que reciben los niños en las grandes urbes. «En cada clase tenemos varios cursos, por lo que estamos acostumbrados a distribuir espacios y tiempos en el aula. Ya tenemos nuestras estrategias. Corriges a unos mientras otros trabajan o se ayudan entre ellos… Y esto es muy bueno, porque los niños aprenden más cuando son ellos los que enseñan que cuando simplemente escuchan al maestro», relata la veterana directora del CRA de Lozoya. Criada en los campos de Soria, cuando llegó a Madrid empezó a trabajar en un gran colegio de Fuenlabrada. Y enseguida se dio cuenta de que necesitaba volver al mundo rural. «Después de pasar toda mi vida en el campo, pensé que tenía que lograr ir a un pueblo como sea. Aparecimos en Canencia cuando la escuela estaba cerrada y nos asentamos allí», recuerda. Su compañero, Luis Bravo, también pedía en cada concurso plazas en localidades pequeñas: «Solo he trabajado dos años en centros educativos grandes. Esto engancha».

Supervivencia

Otra gran ventaja de los colegios rurales es que se puede aprender tanto en el aula como fuera de ella. «El pueblo es la tercera familia de los chicos, toda la comunidad está muy implicada con su escuela», apunta Ozaeta. En Lozoya, por ejemplo, las clases de Educación Física se imparten muchas veces fuera del patio, en las instalaciones deportivas de los distintos municipios. Y una vez a la semana también estudian Ciencias Naturales al aire libre. «En aulas tan diversas se pueden trabajar los contenidos por proyectos, de otra forma. Hace años, recuerdo que lo rural era sinónimo de tosco, inculto, apegado a cosas lugareñas. Pero esta definición desapareció hace años. En los ochenta y noventa se consideraba que la escuela rural era un modelo de aprendizaje obsoleto, que tenía mucho que aprender del de la ciudad. Ahora tengo la sensación de que quien ofrece propuestas flexibles e innovadoras son nuestros centros», reivindica esta madre.

El CRA Pinares Sur (Soria), capitaneado por Nuria San Miguel, tiene en total 21 alumnos divididos en dos localidades, Casarejos y Espejón. Pese a su tamaño, es un centro bilingüe que además forma parte de la red de escuelas conectadas creada por la Junta de Castilla y León. La conectividad es, en muchas ocasiones, el talón de Aquiles de estos colegios. «Nos están mejorando la velocidad de internet, y este curso hemos solicitado ayuda para renovar las tablets. Con poco material equipas muy bien a estas escuelas. En proporción, tenemos más material que un centro grande. Este año hemos despejado las estanterías también para que cada uno tenga la suya y toque solo su material. Lo mismo ocurre con los instrumentos de música», reconoce San Miguel, que además de ser la directora imparte Inglés, Lengua y Arts (Educación Artística).

«Antes, parecía que la escuela rural tenía mucho que aprender de los colegios de ciudad. Ahora, ofrece modelos flexibles e innovadores»

El miedo a tener que cerrar aulas por falta de niños, sin embargo, sigue ahí pese a la pandemia. En Pinilla del Valle, de hecho, tuvieron que cerrar el aula hace poco más de dos años. «Como esta crisis parece que no termina, yo creo que seguiremos sumando niños. Yo cuento con que este año vengan otros cuatro o cinco. Para cualquier otro centro educativo será una cantidad insignificante, pero para nosotros es fundamental. Antes, en Garganta teníamos una escuela unitaria que este año se han podido desdoblar. Cuando tienes 17 o 18 ya puedes justificar que hay otras necesidades», insiste García, aunque el auge del teletrabajo ha dejado a estos municipios de la sierra madrileña prácticamente sin casas para alquilar.

En el CRA Pinares del Sur también temen tener que cerrar una de sus dos sedes. «Estamos luchando para que se mantenga y para que la gente vea lo que hacemos y cómo trabajamos. El año pasado vino un niño nuevo a mitad de curso y este año sumamos dos más. Además nos llama mucha más gente, algunos porque se tienen que mudar por temas laborales y otros por cuestiones relacionadas con el Covid», admite su directora. «Mantenemos con las familias una relación muy personal, conocemos mucho a los niños y su situación. Ellos también te conocen muy bien, lo que les da más confianza»,

«Yo tengo mucha esperanza en el futuro de nuestras escuelas. Creo que la gente se va dando cuenta de que la educación rural puede cubrir todas sus necesidades e incluso superar sus expectativas. Los que han empezado este año han hecho una apuesta importante por cambiar su estilo de vida, pero para nada están arrepentidos, porque la calidad humana y atención que han encontrado en el CRA es más de lo que podían esperar», sentencia Luis Bravo. Ellos ya llevan años convencidos y orgullosos de ser «de campo».

Fuente e imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-escuelas-rurales-tiempos-pandemia-si-tenemos-pasar-algo-malo-aqui-familia-202102242111_noticia.html

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