Violencia contra la mujer: ¿un asunto privado o de la sociedad?
Por Lautaro Ojeda Segovia.
Cada 72 horas ocurre un femicidio en Ecuador. Es el dato más sintomático de la violencia sistemática contra la mujer que gran parte de la sociedad se niega a ver. Todavía está arraigada una cultura machista que dictamina el rol de las mujeres y su comportamiento en la sociedad.
A mediados de marzo, la Asociación de Mujeres por la Equidad de Género presentó en la Asamblea Nacional un dato preocupante: entre enero y febrero ocurrieron 20 femicidios en Ecuador, lo que provocó que 11 niños quedaran en la orfandad. El colectivo dijo que urgen reformas en el sistema judicial porque muchas veces los jueces encargados de condenar estos delitos se convierten en agresores, pues culpan a las mujeres de su desgracia. Pero no solo son los jueces, es toda la sociedad que no quiere ver la violencia contra la mujer. Y esto quizá pase con el último femicidio reportado en marzo.
Gisel Beltrán asistió, junto a dos amigas, a una fiesta en un sector camaronero de Balao, provincia del Guayas. Tras una discusión, un hombre le disparó en el rostro. El sujeto trasladó el cuerpo en una carretilla para tirarlo a uno de los canales de agua de una camaronera. El cadáver fue hallado al siguiente día, según reportó la prensa local y los colectivos feministas que recogieron versiones de los testigos.
No faltarán las personas que, en lugar de cuestionar el delito, primero culpabilicen a la joven por asistir a la fiesta. Se escandalizarán por las “altas horas de la noche”, indagarán en cómo estaba vestida. La criticarán por estar bebiendo con hombre.
Dirán que ella tuvo la culpa por provocar celos a sus amigos. Según la Asamblea General de las Naciones Unidas, “la violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones a los derechos humanos más sistemáticas y extendidas. Está arraigada en estructuras sociales construidas en base al género más que en acciones individuales o acciones al azar”. La OMS incluso llegó a considerar a este tipo de violencia como “un problema de salud de proporciones epidémicas”. Algunas cifras: en Ecuador, seis de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia de género. Una de cada cuatro mujeres sufre violencia sexual. Sin embargo, la violencia psicológica es la forma más recurrente (57 por ciento).
Los perpetradores son, sobre todo, esposos, novios o convivientes. El 76 por ciento de mujeres violentadas señala como responsables de las agresiones a su pareja o expareja.
En buena medida, la sociedad todavía mira esto como un asunto privado. Un femicidio para algunos es un problema de pareja. Cuando se empieza a visibilizar que existe un patrón de comportamiento en los hombres que violentan a sus parejas, muchas reconocen que existe un problema que trasciende el ámbito privado y doméstico.
Está muy arraigado todavía el papel que debe desempeñar el género femenino, como la castidad, pureza, pudor; conceptos que suelen relacionarse con la extendida cultura machista que justifica la permanente vigilancia alrededor de la reputación de las mujeres al interior de la familia. Vigilancia que posteriormente se reproduce en esposos, convivientes, en nombre del honor familiar.
Cómo se profundiza la violencia
Hay factores que están detrás de esta violencia y que la potencian: el uso del alcohol y sustancias psicoactivas, estrés económico, falta de comunicación en pareja, pérdida de valores familiares, infidelidad y cambio de rol por parte de la mujer. Pero la génesis está en los patrones socioculturales, relaciones inequitativas de poder entre hombre y mujer, mantenimiento de la cultura patriarcal, mentalidad machista que, en forma subconsciente o consciente, piensa que la mujer es propiedad del hombre.
Además, no faltan quienes destacan la existencia de una “erotización de la dominación” que hace que las propias mujeres generen una dependencia, en la que la violencia es parte del sistema de interrelación emocional con su pareja. Pensamiento sostenido en el “ideal” de amor romántico. Esta distorsión es compartida con el modelo de masculinidad agresiva, propio del patriarcado, según describen las investigadoras Alda Facio y Lorena Fries. Cabe enfatizar que no se trata de una violencia episódica sino estructural que pretende que las acciones de las mujeres estén bajo el control masculino, incluso la forma de vestir, generando, de esta forma, una dependencia psicológica a través del miedo y del aislamiento.
La violencia contra la mujer se ve agravada por la impunidad proveniente de la autoridad que normaliza el trato diferenciado entre hombres y mujeres. Las sanciones, en buena medida, dependerán de qué tanto la mujer corresponda al modelo de sumisión. La presión social que los medios de comunicación, la publicidad y el entretenimiento influyen sobre la apariencia femenina denotan la idea de que las mujeres tratan de verse seductoras, y esto suele ser un factor que está presente en la impunidad. Quizá así sea tratado el femicidio de Gisel Beltrán.
Según la Fundación Aldea, en Ecuador hay un femicidio cada 72 horas. Se contabilizan más de 870 casos desde que se tipificó este delito en el país en 2014. Más del 30 por ciento de las víctimas había reportado antecedentes de violencia y algunas tenían boleta de auxilio, lo que sugiere que fueron crímenes que se pudieron evitar.
Este fue el caso de Rosa, una joven de 26 años del barrio Santa Bárbara, al sur de Quito. El último fin de semana de marzo su exconviviente entró a su casa y la ahorcó con una soga, según reportó la Policía. En 2018 ella lo había denunciado por violencia familiar. Tenía boleta de auxilio. Deja dos niñas en la orfandad.
La asimétrica distribución del poder que persiste en la sociedad, el rol subordinado, la discriminación y la exclusión constituyen la causa y el fundamento de la violencia contra las mujeres en el marco de formas estructurales y de relaciones de poder inequitativas.
Fuente de la Información: https://www.vistazo.com/seccion/actualidad-nacional/violencia-contra-la-mujer-un-asunto-privado-o-de-la-sociedad