Por: Puertos33
ANHELAMOS LA TEORÍA DE SENTIR (VIVIR) PORQUE HACE TIEMPO QUE PERDIMOS LA VIDA.
Según hemos ido perdiendo la cercanía de los nuestros, hemos perdido la cercanía de las voces, mayor ha sido nuestra obligación de ser reconocidos. Según se ha ido callando el entorno que siempre nos había reconocido, hemos ido necesitando ser tratados de nuevo. Se ataca a la “familia” queriendo atacar a un concreto de un absoluto mayor: lo local.Llevamos días debatiendo sobre la “familia” sin que nadie sepa concretar de qué se habla exactamente. Quizás el problema sea, una vez más, la necesidad de teorizar sobre la familia y no escucharla, sentarse con ella.
Nuestros días de autismo y adicciones (Repomen y/o Druk, por citar dos películas muy distintas) se caracterizan por una asfixia de nuestras raíces. Recordemos que una raíz ata, pero también alimenta. Me han dicho que el neoliberalismo pretende defender la familia para terminar de asentar su golpe contra el “estado de bienestar”. ¿Qué estado de bienestar? -¿Alguien está?-
Puede que sea verdad, pero también lo contrario es cierto. Hay un problema más profundo y es la incapacidad de observar las articulaciones del capitalismo (económico o espiritual) que nos aprietan por todos los lados. Es cierto que en zonas menos desarrolladas la familia sustituye al Estado, también que en nuestro “precioso” Occidente la familia ancla individuos.
“Podría cobrar más en Berlín, pero me quedo por la familia” me confesaba una amiga en uno de nuestros debates. En esa afirmación se esconde la realidad que el capital occidental conoce. Cierto que en los famosos dos minutos que nos gustan tanto, Ana Iris Simón se equivoca al pensar que el inmigrante español viene de una tierra parecida, pero no se equivoca al defender su idea. Dudo que ella quiera la maternidad obligatoria para todas las mujeres, pero tampoco quiere la maternidad “temprana” de su edad ¿temprana respecto a qué?
No olvidemos donde estamos: atrapados en la pandemia donde, la “vida” ha transitado de lo afectivo a lo sanitario, se plantea la familia como un problema. Nuestro principal problema es que carecemos de memoria y, sin memoria, no hay nada. La familia, los amigos, la comunidad, nos recuerda que “la vida” es un plural.
Durante éste año todos hemos soñado en abrazar a los nuestros, algunos hemos creado reabriéndonos a la “familia” que se nos arrancaba. Según hemos sentido su perdida, hemos querido reinterpretarla. No es casualidad que muchas de las obras que hablan de lo familiar, lo hagan desde la autoficción. Una obra de teatro que puede verse en Lavapiés “/” habla de la necesidad del colchón familiar para el salto, también lo hace Maestre es un artículo para evitar la caída.
En cierto modo, nadie está equivocado: todos tenemos familia.
Mientras el debate sobre lo familiar sigue creciendo en Twitter, una provocadora nata como es Samantha Hudson critica la educación porque no enseña a “gestionar” las emociones y, sin embargo, si nos enseñan a pensar.
Y es que, mientras matamos todo lo plural de nosotros, más necesitamos que nuestra traicionera razón nos guie. En verdad, al matar la “familia”, únicamente potenciamos ese individuo perdido que todos somos.
Sostener y alimentar es lo mismo y la familia nos lo recuerda. Pero también recuerda nuestro origen y, justamente, no es nuestro.
Fuente e imagen: nuevarevolucion.es