Por: Isabella Arria – CLAE
Es probable que once personas estén muriendo de hambre cada minuto en el mundo, superando el número de fallecimientos que provoca la Covid-19. Morimos antes de hambre que de Covid-19. En el mundo ya son 155 millones de personas las que fueron arrastrados a extremos de inseguridad alimentarias, 20 millones más que en 2020.
En nuestro mundo profundamente desigual, cada año, millones de personas padecen y mueren debido a la falta de alimentos. Lo que parecía una crisis global de salud pública ha derivado rápidamente en una grave crisis de hambre, en la que millones de personas están al borde de la inanición.
En Nuestra América, rica en recursos pero sometida a un sistema económico-político discriminatorio y deshumanizante donde las grandes mayorías deben enfrentar también la pandemia, se verifica la desnutrición de la infancia: retraso en el crecimiento, peso inferior al 60 por ciento del previsto para la edad, escasa o nula grasa subcutánea, extremidades delgadas, diarrea, infección respiratoria, tuberculosis y signos de otras carencias nutricionales.
El hambre es una violación de un orden jurídico cuya premisa principal es la protección de la persona contra el abuso de autoridades, servidores públicos y particulares. Eva Perón, hace ya casi 70 años, decía que “el arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos, sabemos lo que es”.
En América Latina, la pobreza impuesta a las grandes mayorías es una fórmula estratégicamente concebida por los ejecutores del sistema neoliberal bajo el supuesto de que a mayor pobreza, menor poder ciudadano y, por ende, más oportunidades de enriquecimiento y concentración del poder para el sector privilegiado. En Centroamérica, la carencia nutricional ha colocado a millones de niñas, niños y adolescentes ante un escenario de privaciones, enfermedad, dolor y muerte precoz.
La combinación letal de los conflictos, la Covid-19, y la crisis climática ha agravado el hambre y la malnutrición en el mundo. Han asolado comunidades enteras en las zonas críticas del hambre en el mundo, creando a su vez nuevos focos de hambre. Los conflictos siguen siendo el principal causante del hambre en el mundo por tercer año consecutivo, incluso durante la pandemia, señala un informe de la organización internacional Oxfam.
No hay excusa para el hambre en el siglo XXI, salvo la insistencia de mantener un sistema capitalista. Si no se pone fin a los conflictos y a la crisis climática, si no se brinda apoyo a las familias agricultoras, si no se financian programas de asistencia alimentaria, imposible poner fin al hambre.
En lo que va de este año, 20 millones de personas más se han visto arrastradas a niveles extremos de inseguridad alimentaria, ascendiendo a un total de 155 millones de personas en 55 países Desde el inicio de la pandemia, el número de personas que viven en condiciones cercanas a la hambruna se multiplicó por seis, hasta llegar a más de 520 millones.
De acuerdo al estudio once personas mueren por minuto por motivo del hambre extrema, cifra superior a las siete muertes que genera la pandemia en el mismo tiempo.
Según el informe la pandemia provocó que 33 millones de trabajadoras y trabajadores de todo el mundo perdieran su empleo en 2020, generando además pérdidas por valor de 3,7 billones de dólares en concepto de ingresos derivados del trabajo, una cifra equivalente al 4,4 por ciento del PIB mundial de 2019.
Los precios de los alimentos en el mundo aumentaron en casi un cuarenta por ciento desde el año pasado, registrando el mayor incremento en más de una década. Los aumentos de este año no han sido computarizados aún.
En el mismo informe se señala la urgente necesidad de que los gobiernos actúen de manera inmediata para hacer frente a la inseguridad alimentaria y sus causas dado que la situación puede empeorar todavía más.
Los conflictos que persisten en todo el mundo, a pesar de los llamamientos formales para ponerles fin. El gasto militar mundial se incrementó en un 2,7 por ciento el pasado año, un porcentaje equivalente a 51.000 millones de dólares. Cada día y medio se invierten 8.000 millones de dólares en gastos militares en todo el mundo.
Con esa suma se habría podido financiar hasta seis veces y media el pedido de 7.900 millones de dólares que la ONU hizo en 2021 para la lucha contra la inseguridad alimentaria y sus causas. Pero lo peor está aún por llegar si los gobierno no centran sus recursos en financiar sus sistemas de protección social, programas que aborden las necesidades de las personas vulnerables y permitan salvar vidas de manera inmediata, en lugar de destinarlos a comprar armas, que perpetúan los conflictos y la violencia.
Otras proyecciones indican que 745 millones de personas en todo el mundo vivirán en condiciones de “pobreza extrema” al finalizar 2021, lo cual implica un aumento de 100 millones de personas desde que se declaró la pandemia 18 meses atrás.
A ello se suma que 2.700 millones de personas no recibieron ningún tipo de ayuda pública para enfrentar las consecuencias económicas derivadas de la Covid-19. Entre los grupos más directamente afectados se encuentran las mujeres, las poblaciones desplazadas y las personas que trabajan en el sector informal.
Durante la pandemia la riqueza se concentró aún más. Las diez personas más ricas del mundo –nueve son hombres- se incrementó en 413.000 millones de dólares en 2020, cantidad que bastaría para financiar hasta más de once veces la totalidad de las emergencias humanitarias de Naciones Unidas para 2021.
Para poner fin a la crisis del hambre, los gobiernos deben reconstruir la economía global de manera más justa y sostenible en el marco de la recuperación tras la pandemia y “acabar con las desigualdades de fondo que amplían la brecha entre ricos y pobres”.
Además –señala Oxfam- se debería garantizar el acceso humanitario a las zonas de conflicto, dejar de utilizar el hambre como arma de guerra y promover la paz a través de la participación y el liderazgo de las mujeres en la construcción de la paz y “construir sistemas alimentarios más justos, resilientes y sostenibles. Asimismo, garantizar el liderazgo de las mujeres en la respuesta a la pandemia y la posterior recuperación”.
Todo ello –se sostiene en el documento- sin perder de vista la urgencia de apoyar una vacuna universal contra la Covid-19, mientras se adoptan medidas urgentes para hacer frente a la crisis climática. ¿Habrá alguna oportunidad para terminar con el sistema que permite esta hambruna?
* Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Fuente de la información e imágenes: http://www.surysur.net