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Morir de hambre en la posmodernidad

Algo de lo que se respira en el aire de estos tiempos: el sentimiento de que no está en nuestras manos la deriva del mundo. Cuando haya terminado de leer estas líneas, al menos diez personas en el mundo habrán muerto de hambre, y en una semana, posiblemente, lo haya olvidado.

Un estudio hecho en 2019 por Schema, Axiols y Google Trends, descubrió que incluso la noticia más impactante tiene una vida media de tan solo siete días. Cuando haya terminado de leer estas líneas, al menos 10 personas en el mundo habrán muerto de hambre, y en una semana, posiblemente, lo haya olvidado.

Cada 4,25 segundos, según el cálculo de 238 organizaciones humanitarias en 2022, alguien pierde la vida por falta de alimentos. En el nuevo siglo -el de mayor desarrollo tecnológico de la historia- aún no hemos dado con la tecla para evitar que millones de seres humanos se vayan a la cama con el estómago vacío. Unos 839 millones de personas no pudieron alimentarse dignamente el año pasado, y son 10,7 millones más que en 2021, según las previsiones de la Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). “Cada vez estamos más lejos de un mundo sin hambre”, afirmaba el economista jefe de la organización.

Los efectos venenosos de las sequías y las inundaciones, las restricciones a las exportaciones, los altos niveles de deuda de los países más pobres, el aumento en las tasas de interés, los costes energéticos y los conflictos bélicos presentes en el mundo, han acelerado el hambre en el mundo. El escenario ya era desolador antes del estallido de la pandemia del Covid. En 2019, había más de 618 millones de personas que pasaban hambre. Pero con la llegada del coronavirus la cifra se disparó entre los 702 y 828 millones, según la FAO. Hoy el panorama empeora si se considera aquellos que viven con la incertidumbre de conseguir alimentos o que no pueden permitirse una dieta saludable, es decir, que están en inseguridad alimentaria. En esta condición viven más de 2.300 millones de personas: una de cada cuatro en el mundo. De ellos, unos 205 millones se enfrentan a una situación de alta gravedad, con pocos alimentos y medios, por lo que su vida corre peligro, según el Banco Mundial.

Los problemas medioambientales, sociales, políticos y económicos se abren paso dejando su impronta en los precios de los alimentos, que acumulan una serie de máximos históricos, y una estela de gente con cada vez más dificultades para acceder a la comida. Según la FAO, más del 40% de la ingesta calórica mundial procede de solo tres cultivos (trigo, maíz y arroz), que se producen en unos pocos países y que dominan cada paso de la cadena de valor. La desigualdad es tan grande que solo cinco países tienen más de dos tercios de las exportaciones mundiales de trigo y carne de res.

La FAO ha contabilizado unos 62 países que ante todos estos factores no solo están comprando menos alimentos, sino pagándolos más caros. No solo compran menos cantidades, también se centran en lo más básico. Mientras que los países de renta alta siguen adquiriendo toda la gama de productos, el gasto de las regiones en desarrollo se concentra cada vez más en la importación de alimentos. La situación se agrava aún más con los altos tipos de interés por parte de las principales economías del mundo (con lo que buscan paliar la inflación), pues las monedas de las naciones menos favorecidas económicamente pierden fuerza frente al dólar estadounidense. La participación de esta última divisa es relevante en el comercio mundial: 4 de cada 10 productos exportados se hace con el billete verde. Dicha proporción no ha cambiado en los últimos 20 años, según el Fondo Monetario Internacional. Para muchos de estos países el debilitamiento de sus monedas con relación al dólar es su verdadero dolor de cabeza. Para aquellos con elevada deuda comprometida en divisas, la situación es más que desafiante, pues la mitad de todos los préstamos transfronterizos y títulos internacionales están denominados en dólares estadounidenses. Así que muchos países tienen poco margen para pedir un préstamo, ante sus elevados compromisos financieros. Si no tienes capacidad de endeudarte, no tienes capacidad de compra de alimentos. Somalia es el mejor ejemplo. Según las estimaciones de Oxfam, más de 300.000 personas están al borde de la hambruna.

Este mundo que denota una tremenda carencia de humanidad sostenido sobre una ideología hiperliberal posmoderna, que se caracteriza por su oposición al racionalismo y un culto predominante por el individualismo y la falta de compromiso social, funciona como una lógica justificativa de un tipo de capitalismo hoy en quiebra. Una ideología dominante que se presenta como totalizadora, con capacidad para penetrar todos los ámbitos de la vida social.

Algo que tiene que ver con lo que se respira en el aire: el sentimiento de que no está en nuestras manos la deriva del mundo, que otros deciden por nosotros si el infierno aumenta o se reduce.

España, Logroño, 11 de noviembre de 2024.

* Periodista. Colaborador de Página 12, “Las Mañanas” de Víctor Hugo Morales. Ex Jugador de Vélez Sarsfield, clubs de España, y Campeón Mundial Juvenil Tokio 1979.

Fuente de la información e imagen:  https://lateclaenerevista.com

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Refugiados, desplazados y apátridas

El problema de las personas refugiadas, de las que buscan refugio huyendo de las guerras, del hambre, etc., no es un problema más y no es un problema nuevo

Según Antonio Guterres, alto comisionado de Naciones Unidas, se trata de “la crisis humanitaria más dramática a la que se ha enfrentado el mundo desde hace mucho tiempo”.

No es un problema nuevo. Durante el siglo pasado, a este grupo pertenecen por orden cronológico millones de rusos, centenares de miles de armenios, miles de húngaros, centenares de millares de alemanes y de medio millón de españoles…”

Hoy la historia se repite. Los desplazados y desplazadas no son europeos sino sirios, iraquíes, palestinos o saharauis, o de otros países asiáticos o africanos.
En pocos meses los gobiernos europeos han pasado de hablar de acogida a primar la expulsión de quienes buscan refugio.
Actualmente, en el año 2023 más de 110 millones de personas se han visto obligadas a huir. Las causas son diversas: guerras, hambrunas, el cambio del clima y la desigualdad social, etc., causas cada año más intensas y numerosas.

Los países con más desplazados son:

– Siria, el país con más de 10 años de guerra, 6,5 millones de desplazados y 600.000 muertos. (Aunque hoy, sin embargo, apenas se informa de ello.)
– Ucrania, con 6,5 millones de exiliados, 9600 muertos, 17500 heridos. 4,2 millones encontraron refugio, siendo en 2023 la nacionalidad con más acogidas
– Palestina es un caso especial. El número de desplazados externos es de 5,9 millones; pero, además de un desplazamiento que dura más de medio siglo, hay que sumar los desplazados internos, de modo especial los 2,7 millones encerrados en Gaza, sufriendo varios años de ataques con bombas de efectos terribles que han matado a más de 40.000 personas, en especial niños y personas indefensas. Hay que añadir la ocupación de Cisjordania, con más de 4 millones de palestinos sometidos al ejército y gobierno de Israel.
– Congo y Sudán son hoy países de los que no se habla, a pesar de que tienen una situación de conflictos causantes de miles de muertos y desplazados. Sudán del Sur fue primeramente un país que acogió a 220 000 personas que huían de las guerras de países próximos; pero ahora son más de medio millón los que huyen de Sudán del Sur por las guerras que abrasan el país.

Los muertos en el mar:

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Un aspecto de especial gravedad tanto por el número de muertos, cuanto por su forma de intentar el refugio, es el de los que perdieron sus esperanzas y sus vidas en el mar. En Europa, en el mar Mediterráneo y en el Atlántico han muerto más de 4000 personas buscando llegar a nuestro continente (sin contar los muertos desconocidos en el mar). En las aguas de Canarias murieron 1.109 personas.
La ruta de Libia y Túnez está siendo la más mortífera. Solo niños se cuentan más de 10.000. No existen números registrados… no se conoce el número de personas desaparecidas ¡¡¡no hay palabras!!!.

En España en 2023 hemos tenido 163000 solicitudes de asilo, un récord histórico. Las peticiones se han incrementado un 82% en relación al 2022. Aunque España ha mejorado en la tasa de asilo, un 16%, sigue siendo inferior a la media europea, un 38%.
En España las dificultades que tienen que superar para lograr solicitar el asilo son absolutamente vergonzosas. Para la solicitud les lleva entre 6 y 8 meses para conseguir que les den cita, solo un papel con su número para ser recibidos y poder exponer sus motivos y circunstancias por los que piden asilo.
Al respecto hay que señalar una clara discriminación entre la atención a los refugiados de Ucrania, y la de otros países como Nicaragua (un país con un gobierno muy represivo), o Venezuela, que 122.035 están pendientes de resolución. Hoy son los venezolanos y colombianos los que más intentan entrar en España.

La legalidad internacional se halla ahora sistemáticamente vulnerada por un buen número de países de una Unión que, hipócritamente, dice defenderla. Solo la política basada en los derechos de las personas representa una garantía de seguridad común. La historia del siglo XX ha demostrado, una y otra vez, que sin derechos no hay seguridad, sino abusos, violencia e inestabilidad, así como un incremento del poder de los traficantes y por ende, de la ilegalidad y la muerte.

Fuente de la información e imagen:  https://loquesomos.org

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Hambre, estrés y enfermedades: los estragos que padecen los venezolanos en su éxodo por América

En función de los síntomas referidos por los propios migrantes y de acuerdo a la evaluación realizada, les proporcionan gratuitamente los medicamentos que necesitan para tratar sus patologías.

 

Entre esas personas se encuentra Janeth Díaz, una venezolana de 60 años de edad que por segunda vez está viajando desde Venezuela a Perú, para nuevamente reencontrarse con su hija, que está en Lima.

 

Sin embargo, lleva tres meses en Huaquillas, donde busca tratarse distintas dolencias como fibromialgia y cálculos renales para cruzar la frontera y continuar su desplazamiento hacia la capital peruana.

 

«(Aquí) me siento muy bien por la atención», señaló a EFE Díaz, quien valoró la predisposición y amabilidad del personal de salud porque «este es un punto donde convergen muchas cosas».

 

«Venimos cansados, con hambre, deprimidos, a veces con actitudes agresivas porque uno está dejando muchas cosas en su tierra», reconoció.

 

Comida escasa y gripe

Díaz comentó que los problemas con los que lidian los migrantes venezolanos al recorrer estos países es el hambre, la desnutrición y la gripe producto de los cambios de clima, «porque son días de viaje y la mayoría lo hacen caminando». «Igual a mí me tocó caminar bastante, y a mi edad, que tengo 60 años», advirtió.

 

La sexagenaria migrante incidió en la falta de medicinas que encontró en Venezuela al intentar tratarse sus dolencias. «En cambio aquí tú llegas y enseguida te dan. A mí me acaban de dar aquí todos los remedios y no gasto nada. Esto hay que valorarlo y agradecerlo», concluyó.

 

Para Campoverde, las poblaciones locales también se ven afectadas por este fenómeno migratorio, porque «los servicios se ven sobrepasados» para atender a los recién llegados, «y esto genera conflictos sociales».

 

Por ello, la Cruz Roja Ecuatoriana también está creando brigadas comunitarias de salud entre la población local, con la entrega de kits para atender eventuales emergencias, para promover el desarrollo de la población en salud, salud mental, manejo de agua segura, reducción de riesgos, medios de vida, género e inclusión.

 

Una de estas Brigadas Saludables, Seguras y Sostenibles (BSSS) se creó en la localidad de El Retiro, cercana a la ciudad de Machala, donde sus integrantes valoraron a EFE haber recibido las orientaciones necesarias para dar una respuesta efectiva en caso de emergencias.

 

Hambre, estrés y enfermedades: los estragos que padecen los venezolanos en su éxodo por América

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Ignorar el hambre es más costoso que combatirla

Los costos de no combatir el hambre y la malnutrición en América Latina y el Caribe pueden ser más altos que los de garantizar la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, asentó un estudio de cuatro agencias internacionales dedicadas a los problemas de la pobreza, la agricultura y la alimentación.

El gasto producido por la inacción ante el impacto del hambre y la malnutrición en la región representa en promedio 6,4 % del producto interno bruto (PIB) de los países estudiados en el informe “Financiamiento para la seguridad alimentaria y la nutrición en América Latina y el Caribe”.

Ello por el peso que representan para las economías y las sociedades de la región los problemas de malnutrición, que incluyen desnutrición, sobrepeso y obesidad.

En contraste, el promedio del costo de trabajar para cerrar la brecha de ingresos con transferencias para el acceso a dietas saludables, sin incluir costos de gestión e implementación, es de 1,5 % del PIB.

El PIB regional fue estimado en 2022 por el Banco Mundial en 6,3 billones (millones de millones) de dólares.

El estudio fue realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

“Es inaceptable que las poblaciones más vulnerables sigan pagando un costo tan alto por cuenta de la desnutrición, sobrepeso y obesidad o doble carga de la malnutrición, cuando el continente produce suficientes alimentos para alimentar a toda su población”: Lola Castro.

El documento realza la necesidad de estimar los costos necesarios para implementar nuevas políticas, programas e intervenciones, como elemento previo al análisis del financiamiento de la seguridad alimentaria y la nutrición.

“Alinear las políticas sociales, económicas y comerciales y los objetivos de mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición es fundamental, más aún cuando el gasto en alimentos representa 22 % del PIB regional”, señaló Mario Lubetkin, subdirector general y representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe.

Los hogares consumieron latinoamericanos y caribeños consumieron 2015-2021 unos 900 000 millones de dólares anuales en alimentos, a lo que se agregan los gastos en alimentación fuera del hogar, unos 250 000 millones, para totalizar 1,2 billones, cerca de la cuarta parte del consumo regional total.

El hambre afecta a una porción importante de la población: en América del Sur, a 26,8 millones de personas (6,1 % de su población); en Mesoamérica, a 9,1 millones (5,1 %) y en el Caribe a 7,2 millones de personas (16,3 % de sus habitantes).

Por otra parte, la inseguridad alimentaria moderada o grave fue de 36,4 % en América del Sur, de 34,5 % en Mesoamérica y de 60,6 % en el Caribe, según el Panorama de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en América Latina y el Caribe 2023, de agencias de las Naciones Unidas.

En cuanto al costo y asequibilidad de una dieta saludable, el Caribe muestra un costo de 4,41dólares diarios por persona, seguido de América del Sur con 3,82 dólares y Mesoamérica con 3,63 dólares.

El resultado es que 57 % de la población del Caribe no pudo acceder a una dieta saludable debido a su alto costo, en Mesoamérica esa cifra es de 22,2 %, y en América del Sur de 20,6 %.

“La falta de ingresos para acceder a una dieta saludable y nutritiva está entre las principales causas del hambre y la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe. De hecho, esta región tiene la dieta saludable más cara del mundo”, subrayó Lola Castro, directora regional del PMA:

Castro consideró que “es inaceptable que las poblaciones más vulnerables sigan pagando un costo tan alto por cuenta de la desnutrición, sobrepeso y obesidad o doble carga de la malnutrición, cuando el continente produce suficientes alimentos para alimentar a toda su población”.

El secretario ejecutivo de la Cepal, José Manuel Salazar-Xirinachs, apuntó que “la incidencia de la pobreza extrema en la región fue de 11,4% en 2023, lo que significa que más de 70 millones de personas en la región no tienen ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de alimentos”.

“Esa incidencia es más más alta entre las mujeres, la población indígena y las personas que viven en zonas rurales”, precisó Salazar-Xirinachs.

Agregó que, por ello, “es imperativo fomentar políticas públicas inclusivas y promover una mejor focalización del gasto público, capaz de impactar directamente a las poblaciones en situación de vulnerabilidad”.

El informe identifica diferentes tipos de financiamiento para la seguridad alimentaria y la nutrición en la región, tales como el financiamiento del consumo y la producción de alimentos, los flujos internacionales de desarrollo, y el financiamiento proveniente del sistema bancario y los mercados de capitales.

Asimismo, el gasto público relacionado a gastos agropecuarios y de protección social, pues se destaca la importancia de invertir en la agricultura y de realizar otras intervenciones para reducir la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

El problema principal, según el estudio, no proviene de la escasez de alimentos, sino de la falta de acceso físico y económico, especialmente en zonas rurales pobres y con poblaciones vulnerables.

Entre las recomendaciones del estudio figuran tener políticas macroeconómicas, comerciales y marcos de incentivos que promuevan la seguridad alimentaria y la nutrición, junto con optimizar los presupuestos públicos en esa dirección.

Se recomienda ampliar y usar de manera más coordinada los flujos internacionales de desarrollo y reducir las barreras que limitan operaciones de los sistemas bancarios y mercados de capital, en apoyo de la eliminación del hambre y la malnutrición.

Lubetkin destacó que las intervenciones integrales que aborden los ingresos y el acceso a alimentos nutritivos, las preferencias de los consumidores y las regulaciones sobre etiquetado frontal nutricional de alimentos, pueden contribuir a fortalecer los sistemas agroalimentarios y el acceso equitativo a dietas saludables.

Asimismo, el apoyo a la agricultura familiar mediante sistemas de compras públicas.

Una recomendación final del informe es que los Estados deben considerar los costos de no resolver los problemas de hambre y malnutrición.

A-E/HM

Fuente de la información e imagen:  https://www.pressenza.com

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Educar en y para la democracia: des-educar en la guerra y la barbarie

La guerra es incompatible con la democracia, la justicia social o la libertad. Apoyarla, contribuir a que se cronifique, también. Al igual que la inacción, el silencio cómplice o incluso el apoyo al genocidio en Palestina. Al igual que la existencia y ampliación de la OTAN. Al igual que los llamados a prepararnos para una tercera guerra mundial de dirigentes europeos. Lo mismo que el aumento de presupuestos para la guerra. Lo mismo que las inversiones en armamento y en destrucción cuyo retorno, mediante deuda, será exigido a los pueblos que sufran esas guerras y que establecerán “gobiernos a distancia” de esos pueblos en manos de los países, la banca y los fondos financieros que detentan esas deudas (como se hace en Latinoamérica, África, etc.).

Los discursos bélicos “patrióticos”, narrativas de salvación a través de la guerra y el genocidio, solo contribuyen al auge de los neofascismos. Como estamos viendo en el régimen sionista de Israel (gobernado por ultraderechistas) o en Estados Unidos (poca diferencia real hay entre Bush y Trump) o en la vieja Europa (con cada vez más gobiernos en manos de la extrema derecha o la derecha extrema).

Frente a la deslegitimación permanente de la democracia por parte del neofascismo y la derecha extrema, excepto cuando les sirve a ellos para llegar al poder y seguir controlándolo, debemos dar ejemplo por parte de la comunidad social y educativa, empezando por los centros educativos públicos (ya sabemos que los concertados tienen dueños e ideología “propia”), de una práctica educativa democrática radicalmente coherente. Una pedagogía democrática que se oriente a la formación de ciudadanía crítica que sea capaz de defender la actual democracia representativa existente, pero que también sea capaz de imaginar y avanzar hacia una democracia participativa real.

Por eso, consolidar las débiles democracias que tenemos pasa inexorablemente por exigir a nuestros dirigentes, que han sido elegidos en democracia, que detengan las guerras o los genocidios como el de Palestina o el Congo. Para que las futuras generaciones crean realmente en la democracia esto es hoy un objetivo tan urgente como necesario, que no solo salvará vidas y el inmenso sufrimiento de millones de personas, sino que apuntalarán las democracias existentes y la democracia como valor y derecho fundamental. No hay democracia sin justicia social, sin igualdad y sin paz.

Sin embargo, los dirigentes europeos, en su loca deriva autoritaria, nos anuncian que nos preparemos para una tercera guerra mundial con el epicentro en Europa, como ha declarado la ministra de la guerra española, Margarita Robles. En su loca deriva antidemocrática, frente a las inmensas manifestaciones de sus pueblos, siguen permitiendo e incluso alentando el genocidio en Gaza, haciendo oídos sordos ante el genocidio en el Congo (no vaya a ponerse en peligro la extracción del coltán para nuestros teléfonos), ampliando la OTAN y aumentando la financiación militar con nuestros impuestos, con los impuestos de los pueblos a quienes quieren mandar a matarse entre ellos. ¡Qué vayan sus hijos e hijas! Si quieren la guerra, ¡que sean ellos y ellas quienes se maten entre sí!

Por eso debemos educar en los centros educativos en y para la democracia, desde el compromiso inequívoco de una educación para la paz. Una educación democrática para la paz desde una Pedagogía de la Desobediencia ante el rearme militarista y genocida.

Una pedagogía democrática exige la práctica de la desobediencia civil activa contra un sistema injusto que permite el genocidio (como ha documentado la relatora de la ONU, Francesca Albanese) de más de 32.000 palestinos por un régimen que se sabe impune ante la comunidad internacional, que mata de hambre a la población y justifica el apartheid en Israel por intereses económicos y geoestratégicos. Un sistema que extrae recursos del Congo a costa de otro genocidio silenciado. Que aumenta obscenamente los presupuestos para la guerra mientras una de cada cinco familias no puede pagar la calefacción de su casa en España y el 26,5% de la población vive en riesgo de pobreza o exclusión social.

No podemos seguir siendo “indiferentes” ni “obedientes” ante un modelo social, económico, ideológico y político que justifica y conduce a la violencia, la desigualdad, la insolidaridad, el saqueo del bien común, el ecocidio del planeta, el odio al indiferente, la intolerancia y el fanatismo. La verdadera munición de este modelo no son solo las balas de goma o el gas lacrimógeno; es nuestro silencio y nuestra indiferencia cómplice.

Como dice Howard Zinn la desobediencia civil no es nuestro problema. Nuestro problema es la “obediencia civil”. Nuestro problema es que multitud de personas en todo el mundo han obedecido los dictados de los líderes de sus gobiernos y han ido a la guerra, donde millones han muerto por causa de esa obediencia… Nuestro problema es que en todo el mundo la gente es obediente ante la pobreza y el hambre, ante la estupidez, la guerra y la crueldad. Nuestro problema es que la gente es obediente mientras las cárceles están llenas de ladronzuelos y los grandes ladrones rigen el mundo. Éste es nuestro problema.

Debemos convertir los centros en auténticas escuelas de democracia para cuestionar este modelo social tan absurdamente injusto y para construir alternativas pacíficas, justas y en pro del bien común sean una estrategia habitual que corresponsabiliza al alumnado, no solo en la dinámica democrática de los centros, sino en la construcción de otra sociedad e implica a toda la comunidad educativa en la convivencia y la defensa de la paz de forma radical.

En estos días todas las materias, todas las asignaturas, todo el profesorado debería incluir en sus clases, en su temario, las raíces del genocidio palestino, las causas del genocidio en el Congo, la historia del conflicto en Ucrania, las consecuencias del aumento de los presupuestos para la guerra, el cuestionamiento de los llamados de dirigentes europeos a una tercera guerra mundial en suelo europeo… En matemáticas, en lengua, en conocimiento del medio, en música, en educación física, en todas y cada una de las materias.

La mejor democracia que se aprende en la escuela pública es la que se vive en ella. Educar en y para la democracia, como una manera de aprender a convivir en igualdad, en paz, en justicia social y en libertad, implica que las propias escuelas sean un ejemplo de democracia y de convivencia. Porque de los jóvenes que hoy se están formando dependerá la democracia del mañana. De su implicación en la resolución de los conflictos y de su compromiso con la paz y la democracia dependerá avanzar y consolidar una democracia fuerte y asentada y la construcción de una sociedad más justa y cuya prioridad sea el bien común.

Como plantean Nichols & Berliner (2007): “Deberíamos ser el número uno en el mundo en porcentaje de jóvenes de 18 años que están política y socialmente implicados. Mucho más importante que nuestras puntuaciones en matemáticas y nuestras puntuaciones en ciencia es la implicación de la generación siguiente en el mantenimiento de una democracia real y en la construcción de una sociedad más justa para los que más la necesitan: los jóvenes, los enfermos, los ancianos, los parados, los desposeídos, los analfabetos, los hambrientos y los desamparados. Se deberían identificar las escuelas que no pueden producir ciudadanía políticamente activa y socialmente útil y divulgar sus tasas de fracaso en los periódicos”.

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¿ESTÀ DEMODÈ LA ONU?

Franklin González*

 

«Un orden internacional basado en la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional, que ha evolucionado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, es una receta más sólida para la paz que el orden internacional basado en las normas amorfas y discriminatorias” (John Dugard, profesor de derecho internacional en la Universidad de Leiden, Holanda).

 

 

Cada una de los períodos anuales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se convierten en un escenario para realizar un balance de lo que ha significado esa organización internacional desde su fundación hasta el presente, pero, sobre todo, para realizar conjeturas sobre su futuro.

Ahora, con motivo de la celebración del 78.º período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, se plantean las mismas preguntas de todos los años. ¿Sigue teniendo vigencia? ¿Cuál es la utilidad actual de las Naciones Unidas? ¿Es una organización obsoleta, que no tiene poder? ¿Por qué a pesar de todos sus intentos no obtiene resultados? ¿Está demodé la ONU?

A continuación, realizaremos algunas reflexiones sobre la máxima expresión institucional e internacional del mundo.

Origen

El nacimiento de la ONU se firmó el 26 de junio de 1945, en San Francisco, al terminar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional, pero se sostiene que nació oficialmente el 24 de octubre de 1945, después de que la mayoría de los 51 Estados miembros signatarios del documento fundacional de la Organización, la Carta de la ONU, la ratificaron.

Como una forma de conmemorar y celebrar el aniversario de la Carta de las Naciones Unidas, se acordó, en una Asamblea llevada a cabo por el Consejo de Seguridad, en el año 1947, celebrar el Día de las Naciones Unidas. Dicha resolución fue firmada por unanimidad por todos los países miembros. Posteriormente, en el año 1971, la Asamblea General recomendó a sus miembros a tener presente esta fecha como un día festivo.

Debido a su singular carácter internacional, y las competencias de su Carta fundacional, la ONU puede adoptar decisiones sobre la amplia variedad de problemas que enfrenta la humanidad. En este siglo XXI, se encuentran entonces los relacionados con la paz y la seguridad, el cambio climático, el desarrollo sostenible, los derechos humanos, el desarme, el terrorismo, las emergencias humanitarias y de salud, la igualdad de género, la gobernanza, la producción de alimentos y mucho más.

Las Naciones Unidas, que han pasado de 50 a 193 miembros, tenían, por objeto, en sus inicios, proporcionar un foro en el que todos los países, independientemente de su tamaño (grandes o pequeños) e importancia geográfica, sintieran tener una voz con la misma importancia de los otros. Pero, como dice el refrán popular: “del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Como se sabe, su estructura básica da poco poder real al órgano principal, -la Asamblea General-, y más a los vencedores de la Segunda Guerra Mundial -Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Estados Unidos- y, como miembros permanentes, cada uno de ellos ejerce un veto sobre los 15 puestos del Consejo de Seguridad. El Consejo está facultado para imponer sanciones económicas y es la única entidad de las Naciones Unidas a la que se le permite desplegar fuerza militar.

El resultado es un estancamiento crónico del Consejo de Seguridad en muchos temas, a menudo enfrentando a Estados Unidos no sólo contra China y Rusia sino también contra aliados que siempre han estado de su lado.

Esa estructura de poder está en crisis, pero sigue incólume

La ONU ante los problemas del mundo de hoy

Mientras tanto la realidad es terca y habla más que las palabras y especulaciones.

Las Naciones Unidas no han podido poner fin a las prolongadas guerras en Afganistán, Siria, Yemen o Libia. El conflicto israelí-palestino es casi tan antiguo como la propia organización y sigue “vivito y coleando”.

En materia del cambio climático el fracaso es total. En esta última asamblea, por ejemplo, varios mandatarios del «sur global» pidieron a los países ricos pagar su «deuda climática» por haber hecho históricamente mayores contribuciones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, causa principal del calentamiento global.

Y la paz brilla, pero por su ausencia.

Según las estadísticas de la misma ONU, el número de personas desplazadas a la fuerza en todo el mundo se ha duplicado en la última década hasta alcanzar los 80 millones. Son los “Mensajeros de la globalización, en palabras del sociólogo polaco Zygmunt Bauman.

Se espera que el número de personas que sufren hambre severa casi se duplique a finales de este año, hasta alcanzar más de 250 millones.

La misma ONU advierte que millones de personas en África están al borde de la hambruna y el conflicto en torno a Ucrania hace más crítica la situación.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, 17 metas de la ONU para 2030 destinadas, según se dice, a eliminar desigualdades que incluyen la pobreza, la discriminación de género y el analfabetismo, están en peligro.

La necesidad de su reforma

Mientras tanto son muchos los jefes de Estados y gobiernos que se han pronunciado sobre la necesidad de reforma a la ONU.

Aquí destacaremos algunos.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha sostenido que «La ONU de 2023 está lejos de tener la misma credibilidad que la ONU de 1945″ y “el Consejo de Seguridad, que debería garantizar la paz y la tranquilidad, es el que hace la guerra sin hablar con nadie. Rusia entra en Ucrania sin discutirlo en el Consejo de Seguridad. Estados Unidos entra en Irak sin discutirlo en el Consejo de Seguridad. Francia y Reino Unido invaden Libia sin pasar por el Consejo de Seguridad. En otras palabras, los países del Consejo de Seguridad son los que hacen la guerra, producen armas y venden armas».

«En 1948, la ONU consiguió crear el Estado de Israel. En 2023, no puede imponer la zona reservada a los palestinos. Se ha debilitado. Y en la cuestión climática es aún peor. En todas las COP decidimos muchas cosas, pero ninguna se aplica. ¿Por qué no se cumplen? Porque no hay un Estado soberano. La ONU no tiene poder para decir: Tenemos que cumplir esto, de lo contrario habrá que tomar ciertas medidas'».

Lula ha defendido que más países sean incorporados al Consejo de Seguridad para que éste tenga una representación más acorde con la realidad.” ¿Qué representación tiene África en el Consejo de Seguridad? ¿Cuál es la representación de Asia, de América Latina? Hemos dejado claro que estamos a favor de que Brasil entre en el Consejo de Seguridad, junto con India, Alemania y Japón. Hay diferencias, pero no son nuestras».

El mandatario brasileño, ha dicho que naciones como Argentina o México debían estar incluidos en el máximo órgano de la ONU.

De la zona del Mar Negro, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha dicho: «Una condición indispensable es la reforma de la ONU, que permitirá a la organización producir soluciones para garantizar un orden mundial más justo y reflejar la voluntad de toda la humanidad»

El mandatario turco ha criticado en más de una ocasión a la ONU, declarando que «el mundo es más grande que cinco», refiriéndose a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la organización.

Y aunque las mentiras pululan en el mundo de hoy, en esta última asamblea de la ONU, el mismísimo presidente de EEUU, Joe Biden, a quien todo se le olvida, informó que EE.UU. impulsará una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, porque hacen falta «nuevas voces» y «nuevas opiniones». En este sentido, dijo que propondrá reformar el Consejo de Seguridad de la ONU en la Asamblea General en función de que se incluyan cinco o seis nuevos miembros permanentes al organismo encargado de la seguridad internacional, entre ellos la India, Alemania, Brasil y Japón. Ante ello, de los distintos rincones del mundo, retumba la expresión: aleluya.

Su actual secretario general, António Guterres, ha pedido una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU acorde con el mundo, por cuanto la alternativa a dicha reforma es la fragmentación.

¿Hacia dónde va?

Descubriendo el “agua tibia”, en el marco del 78.º período de sesiones de la AGNU, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, ha asegurado que esta institución “no tiene ningún poder y no tiene dinero”, sólo tiene una voz, representada en su persona.

Guterres, aunque destacó el poder de los Estados miembros, reconoció, no obstante, que el ejercicio de este poder está bloqueado debido a la división entre las superpotencias desde la Segunda Guerra Mundial.

También se insiste en lo mismo de todos los años: los ritornelos sobre su ampliación, se mencionan nombre de países, pero nada que eso se concreta. En ese sentido y mirando en el horizonte, la ONU necesita ciertamente una reforma institucional, pero, sobre todo, requiere de un cambio de fondo, estructural, para reconfigurar las prioridades de ese ente mundial, en un mundo en conflicto permanente y donde las divisiones entre los países y las instituciones de gobernanza están desfasadas para enfrentar la nueva realidad.

Ese “cambio estructural en las Naciones Unidas” debe hacerse en función de dar preferencia a otros temas clave, como el combate al hambre mundial y las desigualdades.

Por eso, hay gobiernos que, hablando en nombre de sus pueblos, insisten en que, hoy por hoy, la ONU no “da pie con bolas”, que organiza en su beneficio la “gobernanza” mundial y que en nombre de una “responsabilidad compartida”, invitan a los Estados a limitar su soberanía, pero sobre todo a los que no tienen el poder de veto que son la aplastante mayoría, porque, como se sabe, sólo 5 forman parte del Consejo de Seguridad.

Ahora bien, y lo real y concreto es que, desde hace mucho tiempo, la ONU está demodé, porque dejó de ser la instancia mundial donde se supone deberían dirimirse los conflictos sin violar la soberanía de los Estados-Nación. Más bien, se presenta cada vez más como un superestado mundial, dirigida por los EE.UU., las grandes corporaciones y las élites dominantes, que buscan imponerse al resto de los países y pueblos del mundo, sobre la base de un “mundo basado en reglas”.

Po eso, la consigna que retumba con mucha fuerza, por todos los rincones de los continentes del mundo es: basta ya de tantas mentiras, de tanta hipocresía.

*Sociólogo, Profesor Titular, Jubilado. Ex director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV. Doctor en Ciencias Sociales. Con dos Postdoctorados. Profesor de Postgrado en la UCV, la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela, en el Instituto de Altos Estudios “Pedro Gual” del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, en el Instituto de Investigación y Postgrado de la Escuela Nacional de la Magistratura y en el Doctorado de las Organizaciones de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. Fue embajador en Polonia, Uruguay y Grecia y Decano de Postgrado de la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos (UNERG). Ha publicado 12 libros y es analista nacional e internacional.

Fuente: El Autor escribe para el Portal Otras Voces en Educación

 

 

 

 

 

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La otra cara del hambre es el desperdicio de comida

Por Sergio Ferrari

Alternativas al derroche alimentario

En la ciudad suiza de Ginebra, una asociación solidaria instaló cuatro frigoríficos con alimentos que se renuevan diariamente, a disposición del consumo público y gratuito.  

Iniciativa de Eco-ciudadano (Eco-citoyen, en su nombre en francés), organización que se propone limitar los desperdicios de alimentos, entre otros, frutas, verduras, lácteos, carnes, pastas o conservas (https://eco-citoyen.ch/).

Entusiasmo desmedido ante ciertas ofertas o compras hogareñas no bien planificadas. Así mismo, artículos que caducan o productos sobrantes, pero en buen estado, a la venta en negocios mayoristas y minoristas, y que están condenados a terminar en la basura. Realidades repetidas tanto en Ginebra, como en tantos otros lugares del mundo donde casi un 20 % de los desperdicios alimentarios provienen de los hogares.

Evitar los basureros

Los frigoríficos denominados Free-go (gratis), cuentan normalmente con un armario externo para los artículos que no necesitan enfriamiento. En Ginebra fueron instalados en el barrio Les Charmilles y en la Casa de las Asociaciones, en el popular Plainpalais, así como, a partir de este año, en el Centro Roseraie de Carouge y en el Pâquis. Cada uno de ellos ofrece alimentos que no pudieron ser vendidos y que son recogidos diariamente por voluntarios de la asociación en muchos comercios o de casas de particulares que desean donar. Esta experiencia tiene precedentes en el Cantón de Neuchâtel, donde se promovieron ya a partir de 2019 con resultados muy positivos (https://lecourrier.ch/2019/12/05/943487/).

El objetivo principal es “reducir el desperdicio de productos mediante la sensibilización de los hogares”, explicaba Marine Delévaux, directora del proyecto ginebrino, en un reciente reportaje publicado por el cotidiano suizo Le Courrier.

Para la directora, darles una segunda oportunidad a los alimentos condenados a la basura es, ante todo, “un acto cívico”.  Y reconoce que si bien los free-go juegan un papel social importante al poner a disposición productos de forma gratuita, la propuesta no solo está dirigida a familias con ingresos precarios. Cualquier persona puede servirse, por ejemplo, una manzana o una pera, explica la responsable.

La fruta, así como las verduras, constituyen la mayor parte de los comestibles, a los que se añaden ocasionalmente quesos o yogures. Alguna-os voluntaria-os, incluidos beneficiarios del Hospicio General (institución de Ayuda Social de la ciudad), están a cargo de los recorridos en bicicletas por las tiendas asociadas para buscar los sobrantes.

La propuesta busca también involucrar en el aprovisionamiento a los vecinos del propio barrio donde se ubican las heladeras populares. Todo el mundo puede colocar allí productos de huerta, pero también artículos secos como arroz o pastas cuya fecha de validez no haya caducado. No se permite alcohol, productos abiertos, ni comidas ya preparadas.

El primero de estos frigoríficos populares cumplió un año y el resultado es excelente, explica Marine Delévaux. La mayoría de los free-go, que ya cuentan con clientes habituales, se vacían rápidamente, una hora después de ser aprovisionados.  Eco-ciudadano calcula que en un año se recuperaron tres toneladas de alimentos. La asociación también organiza colectas “al pie de los edificios”, para dar a conocer su práctica de recuperación entre los vecinos.

Otras formas novedosas

A nivel nacional, la Fundación Table Suisse (Mesa Suiza) evitó en 2022 que 17.5 millones de porciones de comida terminaran en la basura. Dicha organización con sede en el Cantón de Friburgo y seis antenas regionales se moviliza contra el derroche y la pobreza, recuperando alimentos y productos de buena calidad que ya no pueden venderse. Provienen de grandes distribuidores, productores y minoristas y los redistribuye gratuitamente a instituciones sociales que atienden a personas de muy escasos recursos (https://tablesuisse.ch/a-propos-de-table-suisse/).

En 2022, recuperó 6.100 toneladas de productos alimentarios y no alimentarios de calidad irreprochable que, de otro modo, habrían acabado en los basureros y que representan casi una cuarta parte más que el año precedente.

Según la fundación, todos los actores de la cadena alimentaria generan a nivel nacional 2.8 millones de toneladas de residuos anuales. Dos tercios de los cuales están en buen estado para el consumo humano cuando llega la fecha de caducidad. Cifra que representa, en Suiza, un desperdicio anual de 330 kilos por persona.

Otra alternativa interesante contra el derroche la constituye Fruits en Cavale (Frutas a Domicilio), que promueve desde 2016 en el Cantón de Neuchâtel el aprovechamiento de frutas que por no ser cosechadas terminan desechándose. (https://fruits-en-cavale.ch/). Compuesta íntegramente por voluntarios, la asociación organiza la recolección urbana de fruta en la región de Neuchâtel (costera al lago, Val-de-Ruz y Val-de-Travers). Los propietarios de árboles recurren a la asociación cuando no pueden asegurar la recogida o en los casos en que se confrontan a una producción demasiado abundante. Esta actividad no autoriza ningún tipo de intercambio monetario ni venta. El producto se reparte equitativamente entre los propietarios, los voluntarios recolectores y diversas organizaciones de asistencia social (como el Centro Social Protestante o Emaús) que lo destinan para el consumo de sus beneficiarios.

Una organización de este tipo, SOS Fruits (SOS Frutas) nació en 2020 en el Cantón de Vaud, con Lausana como capital. Este modelo se inspira en una experiencia semejante denominada Les fruits défendus (Frutas Prohibidas) que existe en Quebec, Canadá, desde hace ya dos décadas.

A nivel macro europeo – y también presente en otros continentes– la iniciativa Too Good To Go (Demasiado buena para desperdiciarla) es una aplicación que permite a los usuarios comprar comida restante de calidad en muy diversos restaurantes por un precio muy bajo que puede llegar al tercio del valor real.

La aplicación facilita acceder, por ejemplo, a comidas elaboradas no vendidas al final del día, así como a paquetes “sorpresa”, con menús variados y de bajo costo. La misma facilita navegar en los sitios Web de los locales cercanos al domicilio del usuario para encontrar el lugar más apropiado al gusto del mismo. La aplicación informará además sobre la franja horaria en que se puede recoger la bolsa de comida, para lo que exige extrema puntualidad.

Como lo señala el sitio suizo de Too Good To Go, esta iniciativa “le da a la comida una segunda oportunidad” (https://www.toogoodtogo.com/de-ch). El hecho de que grandes cadenas de supermercados con beneficios millonarios (y no siempre principales defensores del medio ambiente) así como Nestlé, la cuestionada transnacional de la alimentación, participen entre los asociados, aunque no le resta utilidad a la aplicación disminuye la credibilidad sobre el sentido político de la misma.

Pan de ayer

Todo comenzó una década atrás con una idea muy sencilla. Cotidianamente, miles de barras de pan, medialunas, sándwiches, tortas y biscochos de muy diversos tipos van a parar a la basura, aunque estén en perfecto estado para el consumo humano.

Fue entonces cuando se lanzó el proyecto Äss-Bar (que en dialecto suizo alemán significa “Se puede comer”) que reintroduce el pan y la repostería del día anterior en el circuito de consumo. Los productos se recogen por la mañana en las distintas panaderías asociadas situadas en las proximidades de los siete puntos de venta – todas coquetas, estilo boutique– con que cuenta Äss-Bar en las principales ciudades ( https://www.aess-bar.ch/shop/stores.php).

En esos elegantes negocios especiales, ubicados en Lausana, Bienne, Berna, Lucerna, Zúrich, Basilea y Winterthur, esos productos del día anterior cuya manipulación debe respetar estrictamente la cadena de frío se pagan a mitad de precio o incluso más barato. Según el sitio Web de esta iniciativa “ya se han ahorrado varios cientos de toneladas de productos”, con un impacto positivo no sólo para el medio ambiente sino también para el bolsillo de los consumidores. En la actualidad, Äss-Bar cuenta con unos 90 empleados en toda Suiza y el hecho de consumir alimentos del sector de la panificación del día precedente es ya algo normal en la concepción del suizo medio. Si hace algunos años en los puntos de venta se veían en particular jóvenes, estudiantes y personas con menos recursos, hoy, los compradores, son indiferenciados y pertenecen a todo el espectro social.

Desperdicios al por mayor

Según cifras oficiales de la Confederación Helvética, cada año, el consumo alimentario suizo genera unos 2.8 millones de toneladas de residuos alimentarios, lo que corresponde a casi 330 kg de residuos anuales por habitante (https://www.bafu.admin.ch/bafu/fr/home/themes/dechets/guide-des-dechets-a-z/biodechets/types-de-dechets/dechets-alimentaires.html). Según un estudio de Foodwaste.ch de 2021, el 28% del desperdicio alimentario en este país europeo se genera en los hogares; el 7%, proviene de los restaurantes; 10% del comercio mayorista y minorista; 35% de la transformación y 20% de la agricultura.

En cuanto al impacto en el medio ambiente, el sistema alimentario representa alrededor del 28% de la huella ecológica total de Suiza (impacto en el efecto invernadero), una cuarta parte de la cual procede de residuos alimentarios que podrían ser evitados.

Desechos planetarios

En septiembre de 2022, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó que el número de personas afectadas por el hambre había aumentado en 2021 hasta llegar a 828 millones, lo que significa un incremento de unos 46 millones en relación a 2020 y de 150 millones desde 2019 (https://www.fao.org/newsroom/detail/FAO-UNEP-agriculture-environment-food-loss-waste-day-2022/es). En total, en 2022 se estimaba que 3.100 millones de personas no contaban con una dieta saludable.

La misma organización onusiana, en su informe “El estado mundial de la agricultura y la alimentación” de 2019 estimaba que el 14 % de la producción alimentaria mundial se pierde después de recolectarse y antes de llegar a los puntos de venta. Las Naciones Unidas estima que el 17 % de los alimentos es desperdiciado tanto en la venta al por menor como por los consumidores directos, especialmente en el marco hogareño. Según la FAO, con los alimentos que se pierden y derrochan se podrían alimentar anualmente a 1.260 millones de personas víctimas del flagelo del hambre y la desnutrición crónica (https://www.unep.org/es/resources/informe/indice-de-desperdicio-de-alimentos-2021).

Desde la perspectiva ambiental, la pérdida y el desperdicio de comida representan entre el 8 % y el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, lo que contribuye a un clima inestable y a fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. Estos cambios, a su vez, repercuten negativamente en el rendimiento de las cosechas, reducen potencialmente la calidad nutricional de los cultivos y provocan perturbaciones en la cadena de suministros.

Por tanto, según el organismo de la ONU, es fundamental priorizar la reducción de los alimentos que terminan en la basura para asegurar la transición hacia sistemas agroalimentarios sostenibles. Sistemas que hagan más eficiente el uso de los recursos naturales, disminuyan su repercusión negativa en el planeta y garanticen la seguridad alimentaria y la correcta nutrición para todos los seres humanos.

Vientres llenos en lugar de basureros repletos y alimentos desperdiciados. Un desafío tan esencial, simple y humano, que pareciera imposible que todavía hoy no se pueda concretizar.

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