Meritocracia, ira y frustración

Por: Leonardo Díaz

Si se aprende que el éxito y el fracaso solo depende de nosotros, la mirada nunca apunta a las instituciones, ni a sus mecanismos de resolución de conflictos.

La idea de que nuestros logros y fracasos son una responsabilidad exclusiva de nuestras acciones personales es errónea y perjudicial desde el punto de vista psicológico y político, al desviar la mirada de los procesos sociales e históricos que generan las desigualdades sociales y desplazar la responsabilidad del entorno hacia el individuo.

Desde el punto de vista psicológico, la persona que no ha alcanzado el éxito de acuerdo con los criterios estandarizados por las sociedades occidentales, se ve asediado con unas expectativas que no puede cumplir debido a una diversidad de variables incontrolables, quedando frustrado y, además, culpabilizado por no satisfacer esas expectativas.

Desde el punto de vista político, una de las implicaciones del paradigma de la meritocracia personal es que forja una insensibilidad hacia las personas socialmente excluidas, pues el modelo les atribuye la exclusiva responsabilidad de su situación. Por la misma razón, como señala el profesor de gestión de la Universidad de Cornell, Robert H. Frank (Éxito y suerte: la buena fortuna y el mito de la meritocracia), los individuos que tienden a exagerar sus méritos personales son reacios a defender la inversión social del Estado.

Cuestionar el modelo de la meritocracia personal no significa desconocer el esfuerzo individual. Implica que deberíamos ser más humildes sobre nuestros logros y más comprensivos con respecto a lo que consideramos el fracaso de los demás.

El filósofo Michael Sandel (La tiranía del mérito) señala que el modelo de la meritocracia personal genera ira y resentimiento al reducir las sociedades a ganadores y perdedores. Si se aprende que el éxito y el fracaso solo depende de nosotros, la mirada nunca apunta a las instituciones, ni a sus mecanismos de resolución de conflictos. La sensación de fracaso se hace insoportable de llevar y la angustia que genera se calma con el resentimiento hacia otros. Este es el caldo de cultivo de los líderes populistas.

La mirada individualista cuestionada en este escrito es también aprovechada hoy día por los coaches y chamanes de la Nueva Era, quienes enseñan que podemos solucionar problemas estructurales de modo personal con el simple hecho de que nos propongamos lograrlo. De este modo, la solución a los problemas sociales que solo pueden obtenerse de modo colectivo son vedados por una filosofía adecuada para una sociedad del rendimiento económico, pero contraproducente para la construcción de una sociedad más justa.

Fuente de la información: https://acento.com.do

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Leonardo Díaz

Doctor en Filosofía. Premio Nacional de Ensayo Científico (2014). Premio de Ensayo Pedro Francisco Bonó (2012). Miembro de Número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana donde coordina la Comisión de Filosofía y Epistemología. Director de Investigaciones de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Dirigió la Escuela de Filosofía de la UASD. (2014-2018). Ha sido integrante de la Comisión de Alto Nivel para la Difusión de la Filosofía de la UNESCO. Autor de Reflexiones filosóficas. Artículos de ética, política y filosofía (2018); Las tensiones de Thomas Kuhn: Una perspectiva crítica para los estudios sociales y culturales de la ciencia (2014); La filosofía y los espacios de la libertad (2012), así como de diversos artículos publicados en revistas especializadas nacionales e internacionales.