“…Todas estas formas de violencia vienen de lejos: están enraizadas en las mentalidades y en las desigualdades sistémicas de género. Por lo tanto, debemos abordar las causas fundamentales de esta violencia y de los estereotipos de género para construir la igualdad en la mente de las personas”
Audrey Azoulay
La violencia sexual afecta a miles de niños, niñas y adolescentes en el Ecuador. Diversos estudios y documentos han demostrado la urgencia de combatir esta violencia de manera sistemática en el ámbito educativo: el informe de la organización Human Rights Watch (HRW) plantea que la violencia sexual es “endémica” y de larga data dentro del sistema educativo ecuatoriano, el informe la Comisión AAMPETRA de la Asamblea Nacional del Ecuador exhorta a contar con políticas públicas para la prevención y la atención integral de los casos, y la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre el caso de Paola Guzmán Albarracín establece importantes estándares para prevenir, erradicar y sancionar la violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes en el contexto educativo.
Se entiende a la educación como un derecho humano que permite alcanzar el desarrollo integral de las personas a lo largo y ancho de la vida, así como construir su proyecto de vida y el ejercicio de sus derechos en contextos libres de violencia. Para ello, en el Ecuador se han definido leyes, normativas e instituciones que permitan garantizar y proteger los derechos. Pero ¿qué pasa cuando las instituciones no cumplen con su rol protector, cuando las declaraciones, convenciones y tratados internacionales han sido superados por las actitudes patriarcales basadas en el poder que destruye, que violenta, que vulnera? Frente a la historia de Paola Guzmán Albarracín (adolescente ecuatoriana que se quitó la vida luego de sufrir sistemáticamente violencia sexual por parte de directivos de la institución educativa donde estudiaba), asistimos al temor, la inseguridad, la desprotección, justamente en el lugar que debía garantizar sus derechos y protegerla, su escuela.
La educación no es sólo la formación de conocimientos, es también la construcción de formas de pensar, sentir y actuar. El sistema le falla a niñas, niños y adolescentes cuando mantiene y reproduce patrones estereotipados de comportamiento, cuando las prácticas sociales y culturales se basan en conceptos de inferioridad o subordinación, cuando cosifica los cuerpos como fuente de dominación y explotación.
La educación es también transformadora y es ahí en donde se debe incidir, para eliminar las relaciones de poder que ubican a la niñez como vulnerable frente al autoritarismo, que minimiza sus necesidades, que no escucha su voz. Es urgente promover el empoderamiento, erradicar normas y estereotipos de género y otras formas de discriminación.
Cada 14 de agosto se conmemora en el Ecuador el “Día contra la violencia sexual en las aulas”. Desde la UNESCO reiteramos nuestro llamado a las autoridades nacionales para combatir de forma estructural la violencia sexual dentro del ámbito educativo y otros ámbitos en los que se desarrollan los niños, niñas y adolescentes. Nos unimos a las voces que proclaman “No más violencia a niños, niñas y adolescentes en las aulas, ni en ningún otro espacio” y ratificamos el compromiso con el Estado ecuatoriano, y especialmente con el Ministerio de Educación (MinEduc), para aportar a la educación equitativa, inclusiva, libre de discriminación y a la construcción de seres humanos iguales y respetuosos de las diversidades, en contextos libres de todo tipo de violencia.
Fuente: https://es.unesco.org/news/14-de-agosto-dia-de-lucha-contra-la-violencia-sexual-en-las-aulas