La violencia y sus implicaciones en el entorno educativo

Por: Teresa Galicia

Hay que pensar en estrategias y el cómo se atiende la violencia, cómo puede prevenirse y revertirse

“La educación no es preparación
para la vida; la educación es la
vida misma”

John Dewey

El 24 de enero se celebró el Día Internacional de la Educación   y sin duda, lo que nos remite esta conmemoración tiene que ver con los retos educativos actuales en México. Reflexiones derivadas hay muchas, pero las discusiones y debates se han centrado en la Reforma Educativa y sus implicaciones en la práctica de los maestros.

Lo anterior no deja de ser importante, pero hay otras implicaciones relacionadas con las prácticas cotidianas de los maestros y las escuelas y que, ante el afán de cubrir o de debatir lo institucional, se deja de lado aquello que considero también es importante, como la presencia de la violencia en la diversidad de contextos de las comunidades y las escuelas.

El ámbito social que prevalece en nuestro país es muy complejo y la violencia está presente en muchas de sus manifestaciones.  Su definición nos remite a la acción y efecto de violentar o violentarse; y violentar e implica los actos que se ejercen por lograr algo, generalmente con el uso de la fuerza, con el fin de someter a una o varias personas.

Según datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), la violencia se asocia con la seguridad ciudadana, con la atestiguación de conductas antisociales y delictivas relacionados con el consumo de alcohol, robos y asaltos, venta o consumo de drogas, vandalismos etc.  (INEGI, 2022).

La percepción de inseguridad en junio del 2022, presentó los mayores porcentajes en los cajeros automáticos en vía pública (82.3 por ciento en mujeres y 70.1 en hombres) y los menores en casa (23 por ciento en mujeres y 17.1 en hombres). La escuela presenta un porcentaje de 26.1 por ciento en mujeres y 17.0 en hombres.

En nuestro país la tendencia de la violencia se incrementó en un 85.9 por ciento, comparando el periodo de enero a octubre de 2022 con el mismo periodo del 2020, según reportes recibidos   por el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó, en la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, que más del 32% de mujeres experimentó algún tipo de violencia durante su etapa como estudiante.

El 3 de noviembre del 2022, reportado como el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela establecido por la Unesco, se especificó que las denuncias presentadas en este rubro corresponden en un 55 por ciento a las edades entre 12 y 15 años. Entre las agresiones se mencionan: Agresión física:  30 por ciento; Agresión verbal: 23 por ciento; Agresión Psicológica: 17 por ciento; Agresión cibernética: 14 por ciento; Exclusión: 8 por ciento y Acoso sexual: 7 por ciento.

Lo anterior nos remite a un problema complejo y que se presenta en muchas aulas y escuelas en este país y que requieren de la atención de diferentes factores para comprenderla y atenderla. Según Ayala-Carrillo (2015) la violencia escolar es uno de los tipos de violencia que reflejan la descomposición de la sociedad actual por lo que no es posible hablar de violencia escolar de forma aislada, sin establecer nexos entre lo público y privado, entre comportamientos colectivos e individuales, aspectos familiares y comunitarios; sin aludir a las diferencias de género e historias de vida de quienes agreden o son víctimas y sin considerar la cultura patriarcal y las relaciones interpersonales.

La mayoría de las investigaciones sobre violencia escolar se centran fundamentalmente, en el estudio del fenómeno conocido como bullying, traducido como “acoso escolar entre iguales”. Sin embargo, es sólo uno de los tipos de violencia interpersonal que acontecen en los centros educativos, y aunque se le ha puesto mayor atención, también existen otros que por definición no entrarían en el bullying, pero que pueden tener consecuencias igualmente graves, como la violencia interpersonal en los centros educativos o la violencia de género (entre géneros e intergéneros) por tanto,  la violencia escolar no es exclusivamente el bullying, sino otros tipos de violencia esporádica, violencia del alumnado a los docentes, entre docentes y entre docentes y otros actores educativos.

Aproximarse a las historias de vida de las y los maestros permite reflexionar en la complejidad que su trabajo implica,  porque cada docente trasciende su vida cuando entra al aula y tiene que cumplir con un  rol idealizado,  dotado de todas las competencias  que la  sociedad y sus autoridades le reclaman: mejorar los aprendizajes de sus alumnos  promoviendo  la diversidad cultural , su diversidad,  los valores y sentimientos de los barrios y comunidades en donde trabaja promoviendo  una sana convivencia aún con los incidentes que se presenten en el día a día, como  los casos de violencia que se incrementan de manera exponencial.

Como escribe Manuel Gil Antón, no es lo mismo delimitar la comunidad en un ambiente urbano que en uno rural y tampoco en los diversos contextos de identidad, ni tampoco pensar en el magisterio como un sujeto homogéneo. Por tanto, hay que reflexionar   en que su trabajo se vuelve titánico cuando en el entorno en el que laboran los niveles de violencia se acrecientan; donde tanto en las comunidades y en los hogares hay violencia de diversa índole. El apoyo institucional y social que se les brinda es escaso, porque las órdenes recurrentes son: “porque así lo dice la autoridad”.

Se utiliza mucho tiempo dedicado a la formación para elaborar el Programa Escolar de Mejora Continua, conocer el Plan de Estudios 2022 de la Nueva Escuela Mexicana, el programa sintético y el analítico, el programa del maestro, la planeación didáctica, etcétera, lo que es necesario sin duda, pero, tal y como inicié este artículo, hay otras implicaciones relacionadas con las prácticas cotidianas de los maestros y las escuelas.

Por tanto, hay que pensar en las estrategias y la formación que requieren las y los maestros tomando en cuenta, entre otras tantas problemáticas, el cómo se atiende la violencia, cómo puede prevenirse y cómo puede revertirse; cierto, existe el Programa Nacional de Convivencia Escolar, pero mientras no se vivencie en el colectivo docente y se dialogue al respecto, se convierte en letra muerta. Las y los maestros que lean este artículo saben de la necesidad de poner atención a este tema, porque no es posible que ante algún caso de violencia solo se les pida que sigan un protocolo oficial. Hay que buscar las alianzas necesarias para que se sientan fortalecidos y actúen ante esto que está presente en su día a día.

Referencias
Ayala-Carrillo, R (2015). Violencia Escolar: Un problema complejo.  Ra Ximhai, vol. 11, núm. 4, julio-diciembre, 2015, pp. 493-509 Universidad Autónoma Indígena de México El Fuerte, México Ra Ximhai Vol. 11, Número 4 Edición Especial, julio-diciembre

Publicado originalmente en E-consulta: https://www.e-consulta.com/opinion/2023-01-26/la-violencia-y-sus-implicaciones-en-el-entorno-educativo

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