La Batalla De Los Libros De Texto Gratuito

Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino Guerra Mendoza

Los Libros de Texto Gratuitos (LTG) para el ciclo escolar 2023-2024 han empezado a llegar a las escuelas. Justo después de un año interminable, con les, los y las maestras exhaustas tras semanas de haber entregado calificaciones, soportando temperaturas altísimas, trabajando con estudiantes igualmente agotados y para rematar, asistiendo a un Taller Intensivo de actualización confuso y aburrido.[1]

Por si fuera poco, justo antes de salir a un “receso” (se llamaban vacaciones hace algunos años) de tan solo diez días, inició la fase más agresiva de la batalla de los Libros de Texto. Insistimos: la fase más agresiva, por el tono, por la enjundia, por la multiplicidad de acciones, agentes, iniciativas, tácticas y técnicas utilizadas. Cuando todos regresen a clases, nos encontraremos en La Madre de Todas las Batallas educativas.

¿Por qué decimos esto? Desde el año pasado lo estamos viendo. No reconocerlo es una insensatez. Suponer que el campo educativo, el curricular, los libros de texto, los programas de estudio, las escuelas, son arenas exentas de conflictos, de política, de diferencias, es una tontería.

¡Ninguna educación es ajena a la política! Por algo muy, pero muy simple: en la escuela hay relaciones, se forman sujetos que van a vivir en sociedad; que están integrados y se integrarán, de diferente modo, a la vida en común: a la polis.

La organización escolar, los contenidos, los métodos, los instrumentos, las instalaciones, el financiamiento, todo, todo eso se reglamenta, se define, se vigila, se organiza políticamente. Lo sabemos de toda la vida, lo vemos todos los días, pero he ahí que la hipocresía disciplinar intenta imponer una visión aséptica de la educación.

Si, lo decimos claramente: los primeros que reclaman la autonomía pedagógica, la tecnología educativa, quienes insisten en que la didáctica es una ciencia alejada de la política, la ética, la moral, las opresiones y los conflictos, son los que reclaman poseer la verdad; es decir, los que se comportan como poseedores del conocimiento pedagógico, ¡hacen política, pura y dura, pero reclaman que lo suyo solo es expertease!

Claro: para reclamar el terreno, quedarse solos y solas, operando abiertamente sobre el sistema educativo, algo a lo que estaban muy acostumbrados. Como monopolistas, pero en nombre de la verdad, que es solo el subterfugio del poder.

Tuvieron éxito durante mucho tiempo. De repente, el BM, La UNESCO y la OCDE, académicos del CIDE, la FLACSO, incluso de la Ibero y del DIE, fueron dueños y señoras del saber y la tecnología pedagógica. En eso se formaron les, las y los maestros, así se diseñaron las escuelas y todas las reformas educativas de los últimos 30 años.

Hoy, cuando se ha elaborado una crítica a la pedagogía hegemónica, a sus planes y saberes, a sus epistemologías y efectos ( y ya hemos dedicado muchas páginas a reconocer, pero también a criticar eso), los expertos y las expertas que se codearon con y sirvieron las autoridades educativas de Zedillo a Peña Nieto, con Esteban Moctezuma como hilo continuador, lamentablemente abrazado por la IVT; los que elaboraron las narrativas del fracaso escolar y la alternativa de la calidad como la única salida posible, como si fuera un adjetivo, y no un operador de gestión; los que diseñaron la Alianza por la Calidad de la Educación y luego la reforma del Pacto por México e incluso hegemonizaron la reforma constitucional de la IV T; todos ellos y ellas están escandalizadas, reclaman los contenidos pedagógicos, el respeto a la ley (los cínicos que aprobaron la reforma constitucional de 2012 en 10 días y menos de 24 horas en el Senado) y, en el colmo: la ausencia de ideología en la educación básica.

Pero no reclaman solamente, al modo de críticas y reflexiones. Para nada, están inmersos en los combates cotidianos. Disputan las percepciones en las redes sociales y en eventos mediáticos; emprenden campañas de rechazo digital; descalifican a las autoridades educativas; incitan negativas; se coluden con las oposiciones; circulan, apoyan y justifican las acciones judiciales: en pocas palabras, entraron al combate.

Esto es lo primero que hay que entender: lo que sucede alrededor de los LTG no es una discusión académica, es una arena de combate, no didáctico ni pedagógico exclusivamente, sino político. Porque no se trata de modificar algunos aspectos técnicos o editoriales; algunas expresiones inadecuadas; algunas secuencias incoherentes; tampoco de reponer procedimientos y consultar a algunas autoridades y sectores. No se trata de eso. Lo han dicho claramente, en los juzgados, en los medios y en las redes sociales: se trata de rechazar los LTG, la fase actual de la negativa al Marco Curricular y Planes de Estudio de Educación Básica 2022.

Lo dijeron desde un principio, cuando interpusieron el amparo contra la prueba piloto, en octubre del año pasado; lo dicen ahora con los nuevos amparos a la impresión, la distribución y el uso de  los libros de texto; lo reiteran en el rechazo que circula en las redes socio-digitales.

Así que hay que reconocerlo abiertamente, sin tapujos y sin eufemismos: nos encontramos en una batalla; la batalla de los libros de texto, en medio de una guerra educativa, la guerra por las mentes y los corazones de los  niños, niñas y adolescentes (NNA) en tiempos de la IV Transformación Nacional.

De eso se trata: de educar para la vida en común, con los conocimientos, habilidades, destrezas, técnicas, formas de hacer, de relacionarse, de convivir, de concebirse a uno mismo, a los grupos, a la naturaleza, a los animales: ¡a la vida en común!

¿Cómo decir semejante cosa, cómo decir que es una guerra? ¡Es Pedagogía, es Educación!, dirán muchos, y muchas, poniendo la cara y haciendo los gestos de la señora que reclamaba en Los Simpson¡Pero es que nadie va a pensar en los niños![2] Fuera hipocresías: descalifican, lanzan anatemas, interponen mil y un amparos, emprenden rechazos, ¿con qué cara podrían decir que no es una batalla?

Ahora bien, ¿qué tipo de guerra es ésta? ¿Quiénes participan en ella? ¿Cómo, con qué y para qué?

Quien todavía se muestre escéptico a concebir así el dilema actual de los LTG, solo hay que recordarle la reforma educativa de Peña Nieto, violenta como no ha habido otra. Una reforma que no solo fueron cambios constitucionales, legislativos, administrativos y presupuestales, sino sobre todo, un conjunto de intervenciones violentas sobre la cognición social, sobre los cuerpos y mentes de les, las y los profesores, sobre las comunidades y los pueblos (¿Acaso se ha olvidado Nochixtlán o a la policía rodeando las sedes de evaluación?).

La imposición de la Reforma Educativa de Peña Nieto estuvo precedida por una guerra cognitiva. No recordaremos aquí las concepciones de Desportes sobre las guerras posmodernas, basadas en las percepciones y las cogniciones;[3] pero de que se recurrió a todo para descalificar al magisterio con premeditación, alevosía y ventaja, no hay duda. Solo hay que recordar el documental de Loret de Mola y Juan Carlos Rulfo: De panzazo.

Y luego no quedó ahí, las manifestaciones de rechazo fueron reprimidas, se encarcelaron a dirigentes, asesinaron maestros, arrasaron pueblos. Esa fue una guerra en toda la línea, usando triquiñuelas legislativas y judiciales, utilizando al ejército y la policía, al poder judicial, desde jueces locales hasta la Suprema Corte, a los medios de comunicación, todo esto y más.

Fue una guerra que los neo-liberales ganaron pronto y perdieron después, aunque no del todo, a juzgar por lo que ocurrió con la reforma constitucional de AMLO, calcada de la iniciativa Mantiene, Mejora e Innova, defendida por la bancada del PRIANRD más MC, del brazo de Romero Hicks.

Por ahora, la guerra por la educación de las nuevas generaciones todavía no se expresa en movilizaciones, mucho menos en violencia física; se desenvuelve en el campo de las percepciones, del activismo socio-digital y, sobre todo, judicial. No hay, como con Peña Nieto, violencias físicas, ni el ejército saca a los profesores de los hoteles para llevarlos a las evaluaciones, ni despedidos, ni muertes, ni heridos, ni encarcelados, ni comunidades arrasadas. ¡Nada de eso! Solo descalificaciones, rechazos en las redes, campañas y amparos. Muchos amparos. Una y otra vez.

Los y las contrincantes

Los participantes de hoy siguen siendo aquellos y aquellas expertas de antes y de ahora, Marx Arriaga y algunas funcionarias de la SEP, algunas juezas y magistradas, la Unión Nacional de Padres de Familia y otros grupos de ultraderecha, partidos políticos y representantes populares, además de maestros y maestras.

Los teatros de la guerra

Por lo pronto, la batalla de los LTG se desenvuelve en el campo de la cognición social y, sobre todo, judicial. Faltará ver si aparecen otras batallas para configurar un escenario de guerra más amplia, como lo fue la reforma de Peña Nieto.

Las razones del conflicto

Ahora bien, ¿cuáles son las críticas de quienes se oponen a los LTG de la IV T?  Hay varias, y es necesario identificarlas para comprender la dinámica de la conflagración.

Se pueden identificar, por lo pronto, ocho propósitos, no necesariamente contradictorios. A veces aparecen juntos, otras veces son específicos.

  1. Las que se detienen en las incoherencias, inconsecuencias y fallas didácticas y disciplinares. Es el caso de quienes han puesto la atención en los problemas en la enseñanza de las matemáticas y los idiomas.
  2. Las que llaman la atención sobre los contenidos, como la diversidad familiar en los libros de primer año; las menciones a las guerrillas de los años setenta; entre otras.
  3. Quienes cuestionan la pertinencia de los contenidos por la edad de los estudiante.
  4. Las que critican los procesos de toma de decisiones, la legitimidad procesal y participación de padres de familia y autoridades educativas.
  5. Los que llaman la atención sobre los contenidos ideológicos y “no científicos”.
  6. Los que lamentan la poca importancia al lenguaje y las matemáticas.
  7. Los que insisten en la ilegalidad de unos libros de texto sin que se presenten los programas de estudio.
  8. Quienes impugnan la falta de “metodologías pedagógicas”.

Hay críticas que son concretas, como la de las secuencias disciplinarias; críticas que se pueden atender y seguramente tienen sentido y son importantes. Sin embargo, las más significativas, las que han recibido más atención no solo en la prensa o en las redes, sino sobre todo en los juzgados, son las críticas compuestas, las que se entremezclan unas con otras y tienen propósitos claros: rechazar los libros, impedir que se impriman y bloquear su utilización.

Los objetivos finales

Este es el fondo del asunto. Lo demás son naderías. La clave es el bloqueo, el rechazo y la negativa. Y no solo a los libros, ese es el momento actual; también al temido momento de que circulen y el PE 22 empiece a aplicarse en las escuelas del país. Esa es la cuestión de fondo; lo demás son tácticas, técnicas, instrumentos, armas de esta guerra por la educación en el país.

La UNPF lo ha dicho sin cortapisas, como suele hacerlo: esta reforma ¡No!, porque  el contenido es ideológico y no científico; porque no son pertinentes para la edad de los NNA; porque el Estado no se debe de meter en cuestiones de moralidad y de creencias; porque son los padres los que deciden qué se enseña, cómo, cuándo y por quién.

Todo está aquí. Los argumentos de los expertos y las expertas, que no por casualidad son los desplazados de las reformas neo-liberales, son el material adyacente al argumentario central de la UNPF: una educación que ponga en el centro las relaciones de dominación y las sustituya por formas de inclusión e igualdad, de diversidad y reconocimiento de las diferencias, NO es científica, es ideológica.

¿Qué significa? Simple: la escuela debe reproducir todas las desigualdades convertidas en sentido común, desde el lenguaje, hasta los géneros, las etnias, las clases y las corporalidades. Todo radica en eso: mantener la licencia para oprimir, para discriminar, para convertir a los estudiantes en lo que han venido aprendiendo durante décadas: sujetos neo-liberales.
El discurso pedagógico y las reformas educativas neoliberales han sido funcionales a la derecha, pues eluden y fomentan la realidad de la opresión y la convierten en responsabilidad de uno mismo. Por eso, entre expertos y expertas pedagógicas y los fachos de la UNPF hay vasos comunicantes, por eso actúan juntos pero por separado, para que no se confundan, aunque estratégicamente se enlacen.

La SEP en su laberinto explotador

Todo eso es lo que no hay que perder de vista en la batalla de los LTG, tan solo un momento de la guerra por la educación nacional. Por eso sorprende, y choca, que la SEP en lugar de enfrentar esto como se debe, en el campo adecuado, que es el de los maestros y las comunidades, haya obligado al personal docente a seguir un calendario interminable, forzado a ir en un fin de semana insensato, mantenerlo en un Taller infame, en lugar de reconocer la situación actual de los maestros, sus ideas y sus valores, para que acompañen un plan que presuntamente se propone dar un giro radical a la enseñanza nacional.

Este es un tema insoslayable, porque de nada servirán los planes y los programas si no son sentidos, reconocidos como justos y necesarios por un magisterio que los desconoce o no los quiere usar, o peor: los rechaza. Ya empezamos a ver la profundidad que ha alcanzado la narrativa facha y neoliberal de “La escuela instruye, el hogar educa”.

Eso es totalmente falso; la escuela educa porque en ella se dan relaciones, y cuando estas son inequitativas, lo que promueven es la discriminación y la violencia; cuando se enseña, por ejemplo, con saberes y valores patriarcales, en cualquier momento, en cualquier ejercicio, en cualquier tarea, solo se está reproduciendo la opresión. Así que no vengan con tonterías como que eso no se enseña en la escuela, ¡es la escuela la que lo reproduce!

Por eso preocupa que no se enfrenten directamente todos esos discursos vanos, pero profundamente interesados, “de la ciencia sí y no la ideología en la escuela”; que sea una jueza, ¡sí una jueza!, la que va a determinar si hay contenidos ideológicos y no científicos en el PE 22.  Es un absurdo, sería como decir que la educación democrática, la que lucha contra los fanatismos y las ignorancias, no es científica.

Pues sí: es ideológica, porque la democracia no resulta de una ciencia, sino de una voluntad y un ethos, es un trabajo y una utopía que los oligarcas y los tiranos nunca aceptarán.

Por eso también hay pedagogías autoritarias y hasta esclavistas, porque digámoslo claro, la educación está orientada, tiene finalidades, y son esas las que hoy están a prueba después de 30 años de educación neoliberal.

El asunto quedaría ahí, en un eterno combate entre dos bloques, conservas contra progres dirían por ahí, si no fuera porque la impericia política, la inconsecuencia pedagógica y la falta de profundidad teórica-política del Plan de Estudios 2022, no le estuvieran haciendo la cosa fácil a los fachos.

Esa es la otra dificultad del momento actual. En lugar de convocar a una reforma radical, que inevitablemente generará tensiones, para lo cual se debe contar y convencer  a  les, los y las maestras, la SEP las oprime, agota y empobrece. Sí: a las mismas que deberán luchar contra las opresiones y convocar a nuevas formas de vida y relación.

Tamaña incoherencia puede llevar al traste lo que apenas se perfilaba como interesante en los LTG y todo el PE 22.

Sobre esto volveremos.


[1] Sí, con todos los pronombres, aunque se enojen. Pero ¿por qué se enojan?, es solo reconocer lo diverso. Lo diverso, lo que existe, algo tan simple como la autonomía personal.

[2] https://www.youtube.com/watch?v=JOv50lXO14g

[3] Desportes, V. (2007). La guerre probable. París, Francia: Económica.

Fuente de la información: https://insurgenciamagisterial.com

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