A fuerza de asimilar muchas voces va apareciendo una voz personal, dice Enrique Vila-Matas a Jordi Corominas en esta entrevista.
Lo personal es humano, la personalización no. Así de contundentes se muestran David Weinberger y Doc Searls en su nueva versión del influyente Manifiesto Cluetrain. En ese mismo tono se expresaba Audrey Watters en The problem with Personalization: “Personalized learning isn’t personal learning”, que podríamos traducir como “aprendizaje personalizado no es aprendizaje personal.”
La personalización es, sin duda, una palabra de moda. No hay actividad, servicio o producto que no reclame hoy su cuota de personalización. En el ámbito de la educación, además de estar de moda, es importante. Parece impensable hablar de educación y no hacerlo de personalización. Ministros, políticos, profesores, académicos, expertos, empresarios y emprendedores, no estoy tan seguro sobre los alumnos, reclaman como suyo el discurso de la personalización.
Pero ¿qué entendemos por aprendizaje personalizado?. ¿Es lo mismo aprendizaje personalizado que enseñanza personalizada o que educación personalizada? ¿Es posible una educación personalizada en el marco de la educación obligatoria? ¿Es posible una educación que garantice la igualdad y sea personalizada al mismo tiempo? ¿Es compatible la personalización con el aumento de las ratios alumnos/profesor?
¿Cuál es la relación entre eficiencia y personalización? ¿De quién es hoy la agenda de la personalización? ¿A quién beneficia? ¿Qué papel desempeña en esto la tecnología? ¿Apostar por la personalización nos pone en suerte de las empresas tecnológicas? ¿O en manos de los adláteres del Big Data?
¿Es la personalización una tarea individual o una empresa colectiva? ¿Es lo mismo personal que individual? ¿y aprendizaje personalizado que aprendizaje individualizado? ¿Se puede aprender sin otros? ¿Cuál es la relación entre personalización y diversidad? ¿Nos lleva la personalización en brazos de la desescolarización? o, por el contrario, ¿en la Era de la personalización necesitamos más que nunca de la Escuela?.
No son pocos quienes como Michael Feldstein afirman que en realidad la personalización del aprendizaje no significa nada, que es un término redundante. Aprender es hacer nuestro algo, asimilar una experiencia, un hecho o un dato. Por lo que todo aprendizaje es personalizado. Pero no toda educación es personalizada y no toda la enseñanza es personalizada. Quizá sea de esto de lo que estamos hablando. De enseñanza personalizada. De educación personalizada.
Personalización parece ser lo opuesto a estandarización. Y su bandera se enarbola casi siempre contra un supuestamente homogéneo sistema educativo tradicional, un modelo de educación industrial, fabril, prusiano dicen unos, transmisivo otros. Una educación bancaria como la definió Paulo Freire y que aún hoy predominaría en la mayoría de las aulas del mundo. Pero de nuevo el problema es que tampoco parece que tengamos claro qué significa educación industrial. La educación fabril, como bien nos ha explicado Mike Caulfield, fue en realidad una respuesta al interés por la educación personalizada.
Siempre hemos querido personalizar la educación. En 1905, John Dewey ya criticaba “la pasividad de actitudes, la masificación mecánica de los niños, la uniformidad en el programa escolar y en el método.” Y señalaba que el problema estaba en que “el centro de gravedad está fuera del niño, que está en el maestro, en el libro de texto, … por todas partes donde queráis, excepto en los niños y en las actividades inmediatas al niño.”
El pensamiento de Dewey inspiró el movimiento de reforma educativa de principios del s. XX que buscó la personalización del aprendizaje a través de dos grandes corrientes. Por un lado los que pretendían preparar mejor a los jóvenes para el mundo laboral aumentando la eficiencia en los procesos de aprendizaje; por el otro, aquellos preocupados por una enseñanza centrada en los alumnos, en grupos pequeños y con un aprendizaje individualizado. Dos tendencias, que volvieron a ser protagonistas en las décadas de los 60s y 70s, y que han perdurado hasta hoy como bien ha explicado Larry Cuban.
En 1996, el Informe Delors, insistía en la necesidad de la personalización: “la educación tiene la misión de permitir a todos sin excepción hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que implica que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto personal”.
La historia de la reforma educativa de los últimos 100 años es, de hecho, el intento de aunar personalización y socialización. Deberíamos ser capaces de reconciliar los ideales individuales con los institucionales, decía Dewey en su Credo pedagógico. La “socialización de cada individuo y [el] desarrollo personal no deben ser dos factores antagonistas. Hay pues que tender hacia un sistema que se esfuerce en combinar las virtudes de la integración y el respeto de los derechos individuales”, afirmaban por su parte en el citado Informe Delors.
Para el Glossary of Education Reform, el término personalización se refiere “a una amplia variedad de programas educativos, experiencias de aprendizaje, métodos de enseñanza y estrategias de apoyo académico que tienen por objeto atender las diferentes necesidades de aprendizaje, intereses, aspiraciones y antecedentes culturales de los estudiantes individuales.”
Así entendida, la personalización nos obligaría a repensar el sistema educativo. Muchos de los elementos básicos de la educación tradicional: la escuela, el año escolar, la clase, la estructuración por edades, la lección, la pizarra y el profesor delante de una clase de treinta niños, se han convertido en obstáculos para el aprendizaje personalizado.
La educación personalizada nos devuelve al intenso debate sobre la escolarización obligatoria que tuvo lugar en las décadas de los 60’s y 70’s (Jon Igelmo). En estos últimos años los movimientos críticos con el sistema educativo han cobrado de nuevo protagonismo, aunque quienes ahora defienden su disminución o su desmantelación distan mucho de ser un grupo homogéneo. En sus filas encontramos desde las propuestas de laecopedagogía de Richard Khan a las iniciativas de emprendedores e inversores como Peter Thiel y sus becas que promueven el abandono de los estudios universitarios.
De los 6 posibles escenarios de futuro para la educación identificados por la OCDE en 2001, dos planteaban una continuación de los modelos existentes (Mantenimiento del status-quo), otros dos preveían un fortalecimiento de las escuelas (Re-escolarización) y los dos últimos pintaban un futuro con un descenso significativo del protagonismo de las mismas (Desescolarización). No son pocos los que desde la defensa de la personalización sostienen en realidad una profunda crítica al sistema educativo obligatorio que ha caracterizado las últimas décadas.
Algunos autores llevan tiempo señalando que el principal riesgo de la personalización es el aumento de la desigualdad. Para Charles Leadbeater “la personalización es una potente pero controvertida idea, que podría ser tan influyente como la idea de privatización lo fue en los 80’s y 90’s para la remodelación de los servicios públicos en todo el mundo.”
La educación personalizada y la equidad sólo serán compatibles cuando los recursos estén disponibles de manera equitativa. Cuanta más personalización introduzcamos en el sistema más recursos públicos deberemos invertir para compensar las desigualdades.
Trabajar por la personalización nos exige asegurar no solo la disponibilidad de los recursos en los contextos escolares sino sobre todo en los entornos familiares y sociales. Algo que, por cierto, ya señaló hace años Pierre Bourdieu (Bourdieu, Pierre & Passeron, Jean-Claude. Los herederos) y que, como nos han recordado hace muy poco Joaquín Rodríguez hablando de Alemania y Kavya Vaghul sobre Estados Unidos, sigue siendo un tema importante.
Una de las principales razones que explica el interés en los últimos años por la personalización es el fuerte desarrollo de las tecnologías de la información. Si, hasta ahora, hablar de educación personalizada, más allá de la que podía suceder en un aula entre un alumno y un profesor, era algo que caía más bien del lado de la utopía, la transformación que estamos experimentando en el ámbito de la producción y difusión del conocimiento hacen que, por primera vez, parezcan alcanzables algunos de los retos históricos de la educación como la personalización (Horizon 2015). Una de las frases más escuchadas en los últimos tiempos es que “la tecnología puede ayudar al sistema educativo a ir más allá del modelo fabril de educación y empoderar a los estudiantes, profesores y padres mediante un aprendizaje personalizado”. Una vez más la tecnología es vista como la palanca para el cambio educativo. En este caso, a través de la personalización y el aprendizaje centrado en el alumno.
Los defensores de la personalización a través de la tecnología sostienen principalmente dos argumentos: el itinerario y el ritmo: Los alumnos aprenderían más, nos dicen, si tuviesen más control sobre lo que aprenden (su itinerario de aprendizaje) y sobre cuándo y a qué velocidad aprenden (su ritmo de aprendizaje).
Para muchos, la personalización está vinculada a los dispositivos y a los datos. Y su fortaleza se encuentra en la capacidad para analizar esos datos. Algo que, de hacerlo, dicen sus defensores, nos permitiría no solo mejorar el proceso de aprendizaje individual sino también el colectivo (el aula, la escuela, el sistema educativo).
Michael Fullan y Katelyn Donnelly mantienen que el concepto y la práctica extrema de la personalización podríaacarrear el riesgo de limitar nuestra exposición a lo diverso y lo extraño. La personalización sería a la larga limitadora e iría en contra de aquello que parece que más necesitemos en estos momentos: capacidad de reconocer e integrar lo diferente, lo distinto, lo variado, lo extraño y lo periférico.
Tampoco todo el mundo parece estar de acuerdo sobre los beneficios de que sean los alumnos los que elijan qué y a qué ritmo aprender. Benjamin Ryley nos recordaba que el conocimiento es acumulativo y que los alumnos deben saber ciertas cosas antes de embarcarse con otras nuevas. Sería un error “colocar a los niños ante la responsabilidad de fijar la velocidad de su aprendizaje, sobre todo durante los primeros años de su educación. ”
Y no son pocos los que mantienen que con el aprendizaje adaptativo no estamos realmente desafiando ni los objetivos, ni el curriculum de la educación tradicional. Tan solo estamos conduciendo a los estudiantes hacia esos objetivos de una manera más eficiente.
Y aunque nos faltan datos concluyentes sobre su impacto real sobre el aprendizaje, tampoco parece que éste mejore. Sus críticos sostienen que el aprendizaje adaptativo funcionan bien con el conocimiento procedimental pero no con el declarativo, ni con el desarrollo del pensamiento estratégico ambos imprescindibles en la sociedad de hoy. El debate es intenso (aquí, aquí, aquí y aquí) y nos recuerda que en educación nada es blanco o negro, que debemos buscar el tono de gris adecuado para cada contexto y que más que respuestas debemos ser capaces de hacernos buenas preguntas.
Charles Leadbeater sostiene que la única manera de plantearnos una alternativa al aprendizaje tradicional radica en ser capaces de combinar las agendas de la personalización, la colaboración entre centros y la implicación de la comunidad educativa. “La personalización a través de la participación hace posible la conexión entre lo individual y lo colectivo al permitir a los usuarios una participación más directa, informada y creativa en reescritura del guión mediante el cual el servicio que utilizan está diseñado, planificado, servido y evaluado.”
Por su parte, Jim Devine afirma que en 2030 “seguiremos viviendo, como hoy, en una cultura de la escuela porque nos habremos dado cuenta de la importancia de estar juntos físicamente en un mundo por otro lado hiperconectado, donde mucho de lo que haremos como individuos o como grupos no estará unido a ningún sitio concreto ni tampoco limitado a un tiempo determinado.” La individualización, continua Devine, “será una realidad en todas las facetas de la vida, y para nuestros hijos significará un plan de estudios personalizado con énfasis en la motivación a través del aprendizaje activo y experimental, combinando actividades individuales y en equipo”.
“El paradigma del aprendizaje del futuro será altamente personalizado pero también altamente social al menos durante los años críticos del desarrollo de los niños”, algo que él llama aprendizaje personalizado pero juntos.
Sanna Jarvela, por su parte, distingue entre personalización e individualización, sosteniendo que personalización no es lo opuesto a aprendizaje social.
El término como vemos es complejo y polisémico. No significa lo mismo para todos. Es muy probable que tú y yo no queramos decir lo mismo cuando hablamos de personalización. De hecho puede significar casi cualquier cosa y el problema con los términos que pueden significar cualquier cosa es que corremos el riesgo de que al final no signifiquen nada. O, peor, que no sepamos qué quieren decir nuestros interlocutores y malinterpretemos su mensaje. De ahí la importancia de hacernos preguntas. De ahí la necesidad de no aceptar sin más los discursos y de acercarnos siempre con una mirada crítica que atienda a las aristas y a los detalles.
La personalización, entendida como una educación centrada en cada alumno, ha sido practicada siempre por los buenos profesores. Quién puede sostener que el aprendizaje no necesita estar centrado en el alumno y responder a sus demandas y necesidades y atender a las diferencias y a la diversidad. Quién no va a estar de acuerdo con la afirmación de que el aprendizaje tiene que ser una experiencia personalizada y no estandarizada y que los alumnos tienen que ser dueños de su propio aprendizaje.
Pero la agenda de la personalización tiene problemas sin resolver: semánticos, tecnológicos e incluso pedagógicos. Mal usada puede ser un arma de doble filo y el riesgo de que el discurso de la personalización provoque una fractura social y un aumento de la desigualdad es demasiado alto para no considerarlo. Al final, la pregunta que debemos hacernos es qué tipo de educación queremos y para qué.
Debemos preguntarnos si queremos un sistema que responda a lo que nos diferencia o uno construido sobre lo que tenemos en común. Si queremos un sistema que responda no solo a lo que pasa sino sobre todo a lo que nos pasa (Antonio Lafuente).
Pensemos en la Escuela como un lugar donde nuestros hijos van a aprender con los demás. Como un lugar de ciudadanía y un lugar para la innovación social. Pensemos en la educación no sólo como una inversión en busca de eficiencia sino como la mejor manera para que un alumno sea en el futuro un buen ciudadano. Luchemos por salvaguardar los valores primordiales de la equidad, la accesibilidad y la responsabilidad social. Trabajemos por un Escuela centrada en los alumnos, con un aprendizaje personalizado pero colectivo.
Trabajemos por la personalización sí, pero juntos y para todos.
Todas las fotos pertenecen al archivo de la Ciudad de Boston y provienen del Commons de Flickr de la Escuela Horace Mann para sordos, fundada en 1869 con el objetivo de dar una educación de calidad a las personas sordas y con dificultades de audición. En la actualidad sigue funcionando.
Todas las fotos tienen una licencia Creative Commons de reconocimiento.
Este artículo se publicó originalmente en el Boletín Scopeo nº105 en septiembre de 2015
Fuente: Educación y personalización