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Las normales, un debate… ¿incómodo?

Por: Abelardo Carro Nava

Y a pesar de que existan algunas voces que afirman que el normalismo mexicano no ha estado, por décadas, en el abandono u olvido, los datos que la semana pasada, Verónica Medrano, dio a conocer a través del estudio que realizó con relación a la educación normal en el país, en principio, confirman, lo que en reiteradas ocasiones he argumentado al respecto: ese abandono u olvido al que fueron sometidas por diferentes gobiernos, en diferentes sexenios, las escuelas normales.

Y menciono que en principio porque precisamente este estudio, arrojó numerosos datos que evidencian la heterogeneidad que priva en el Subsistema normalista. Ya en reiteradas ocasiones me he referido a ello en este y otros espacios pero, no está demás, recomendar a usted que lee estas líneas, leer el documento que refiero, así como también, los diferentes posicionamientos que existen sobre el tema en diferentes espacios y textos.

Tengo claro que, en términos de investigación, más allá de la post verdad a la que continuamente Pedro Flores Crespo alude para referirse a quienes disientan de algunos hechos o datos duros; ésta, la investigación, nos permite obtener hallazgos cuyo fundamento científico estás más que comprobado. Sin embargo, este y otros temas, son susceptibles de ser interpretados por la misma inercia con la que se generan tales hallazgos. Obviamente que al hacer uso de un enfoque cuantitativo se dejan de lado, algunos otros elementos propios del o los objetos de estudio que también son parte de un fenómeno, en este caso, referido al normalismo mexicano.

No obstante, insisto, la investigación realizada por la Dra. Medrano y colaboradores, pone en el centro del debate, algunos asuntos que son parte de ese normalismo olvidado pero que, también insisto, pueden ser investigados con el empleo de otra metodología que permita cruzar la información para una mejor toma de decisiones.

En este sentido es que llamó mi atención – y así lo posteé en Facebook – el momento en que se dieron a conocer los resultados de la indagación pero, también, el que el propio Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE) haya impulsado tales acciones. Esto, por tres cuestiones que desde mi punto de vista no debemos dejar de lado: 1) hace algunos meses, el INEE emitió las directrices para mejorar la formación inicial de docentes de educación básica, documento que generó diversas reacciones siendo la más sobresaliente, el rechazo por la Normal Enrique C. Rébsamen y otras, cuyos argumentos versaron sobre la posibilidad de poner en marcha las sugerencias que en ese documento se dieron a conocer para favorecer la formación en las escuelas normales; 2) ante una inminente reforma a los planes y programas de estudio que la DGESPE ha venido trabajando de unos meses a la fecha, con la idea de armonizar dichos planes con el modelo educativo que entrará en vigor en 2018, resultó interesante los datos que se ofrecieron en cuanto a la disparidad y/o desvinculación que existía entre las normales y la educación básica (preescolar, primaria y secundaria); asunto del que he hablado en demasía en diversos foros y que, al parecer, necesitaba de un “empujoncito” por un agente externo para que se emprendiera esta acción en las instituciones formadoras de docentes; 3) la implementación de un reglamento de ingreso, promoción y estímulo (RIPE) para el personal docente que labora en las escuelas normales, mismo que sustituye al todavía vigente y que se conoce como RIPPA (reglamento de ingreso, promoción y permanencia); un asunto reglamentario pero cuyo propósito se relaciona con un esquema similar (o muy parecido) de ingreso, promoción y estímulo al personal adscrito a la educación básica, salvo por algunas diferencias en cuanto a las comisiones dictaminadoras pero, en concordancia, con el perfil que se requiere en dicha educación básica.

Insisto, asuntos nada menores que, en términos de política educativa, encuentran sentido si observamos el contexto bajo el cual, se dieron a conocer estos datos.

Ciertamente, y coincido con Verónica Medrano, hay cuestiones que se dejaron de hacer a partir de 1984, fecha en la que las normales adquirieron el rango de Licenciatura pero, como ella misma lo explicó y afirmó, otras no se tomaron en cuenta por la temporalidad de su estudio. Bien podría entonces, realizarse un segundo estudio que develara algunos de los misterios que, desde hace varias décadas, se han suscitado en el subsistema, y en el que los gobiernos, secretarías de estado y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), han tenido su parte y jugado un papel nada decoroso ni favorable para la mejora sustantiva de la formación inicial de docentes.

Hace días, David Calderón, Director de Mexicanos Primero, en alguna de sus columnas, proponía que es momento de voltear a ver lo bueno de los maestros de las escuelas (de todos los niveles) y de las propias escuelas, y coincido; no obstante, hacerlo sin mirar la historia, tradiciones, culturas y demás elementos, tal vez ideológicos, que permean dichas prácticas, es por demás incorrecto. Me explico.

Desde hace algunos meses, la Escuela Normal Veracruzana, Enrique C. Rébsamen, ha planteado una serie de propuestas con la intención de fortalecer sus procesos académicos, de investigación y de difusión, pero muy poca respuesta ha tenido al respecto, ya sea de la autoridad estatal o federal, si usted quiere, pero la respuesta ha sido mínima. Algunas de las razones por las que plantean esas propuestas, radican en los diversos problemas académicos y laborales que han enfrentado de tiempo atrás, dado el desvío de recursos que cometió un exgobernador veracruzano o bien, porque ante ciertos requerimientos que establecen algunas instancias como PRODEP (programa de mejoramiento del profesorado) no pueden cumplirse dadas las dinámicas institucionales y estatales, que no encuentran cabida en instituciones de educación superior.

Espero que este estudio que fue dado a conocer a los medios de comunicación y al gremio educativo, propicie la reflexión en cada una de las escuela normales o afines a la formación docente. Coincido con Flores Crespo, y me siento optimista porque más allá de los datos que fueron expuestos, las normales se vuelven hacer visibles (y no por los trágicos sucesos de Ayotzinapa que conocemos); pero también coincido con Ángel Díaz Barriga, cuando afirma que es momento de llamar al centro del debate, a esos investigadores, académicos, profesores y demás agentes educativos y no educativos, que son “incómodos” para el centro. Vaya, un punto de vista diferente y con sustento siempre será bienvenido, antes que la toma de decisiones resulte ser lo que usualmente se acostumbra: central y vertical, sin ninguna posibilidad de debate porque para ellos no admite debate.

El momento es propicio para ello o… ¿me equivoco?

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Las normales, un debate… ¿incómodo?

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Gritos en el silencio: ¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!

 

40 meses han pasado desde el trágico suceso de Ayotzinapa. Del paradero de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” nada se sabe. La verdad histórica de un exprocurador general de la república; la participación del grupo interdisciplinario de expertos independientes; las constantes falacias y esquivos por parte de las autoridades de la Secretaría de Gobernación; la miopía e hipoacusia, convertida en ceguera y sordera, de un Presidente que no ve ni escucha lo que sucede en el país que gobierna; las constantes expresiones de organismos internacionales que refieren la constante violación de los derechos y garantías individuales de los ciudadanos mexicanos; las incesantes manifestaciones que han realizado normalistas de las escuelas normales rurales del país en su sana exigencia de que aparezcan con vida sus compañeros desaparecidos; los decididos posicionamientos de académicos, investigadores e intelectuales sobre este lamentable asunto; la desesperación de 43 padres de 43 jóvenes que no aparecen por ningún lado; sí, todas y cada una de estas cuestiones, al gobierno le han valido un bledo.

¿Es un asunto de desaparición forzada? Por los hechos y de lo que de éstos se han desprendido, así es, todo lo confirma ¿Importan las leyes si los jóvenes no aparecen por ningún lado? Algunos le llámanos a éstas letras muertas, y es cierto… pero para los padres de los normalistas, ¿qué representan?

Se dice que la sociedad o las sociedades hemos creado a las instituciones con el propósito de que éstas coadyuven en el bienestar de los individuos pero, ¿acaso los hombres nos hemos equivocado en la toma decisiones?, ¿no deberían representar éstas la posibilidad, la grandísima posibilidad, de contar con instancias que atiendan con sensibilidad y en estricto apego a derecho sus encomiendas?, ¿quién está fallando entonces?, ¿la sociedad en depositar la confianza a través de su voto para que haya representantes – de esas instituciones – que actúen conforme a ciertos códigos de ética y valores, o son los mismos representantes de esos espacios los que han dado al traste a la legitimidad y credibilidad que son tan necesarias para el logro de los propósitos sociales?

Disidente es una palabra que suele emplearse para etiquetar aquel que cuestiona el actuar de las autoridades y la pertinencia de las instituciones. Fuera de lugar o del propio sistema también se emplea para clasificar a quien hace uso de sus facultades naturales para analizar, reflexionar y criticar con argumentos lo que desde su perspectiva es correcto, aceptando lo que el otro pueda ofrecerle. No obstante, ¿qué etiqueta o clasificación merece aquella autoridad que no ha dado respuesta a una demanda tan sentida de los padres de familia como lo es el que aparezcan sus hijos con vida?, ¿qué etiqueta o clasificación merece quien hasta el momento en que cierro estas líneas ha hecho oídos sordos a tales reclamos ciudadanos y de buena parte de la sociedad?

Con seguridad, por el trajín de la vida al que estamos acostumbrados, puede ser que muchos mexicanos se hayan olvidado del peregrinar de los padres de familia de los alumnos normalistas o de ciertas organizaciones civiles que se han pronunciado sobre este hecho; es más, puedo pensar que hasta cierto hartazgo les pudiera generar el que éstos se manifiesten en diversos espacios públicos, lo cual altera el orden y el sentido de lo que es público para ellos, y es normal, es natural todo ello. Sin embargo, bien se dice que cuando muchos nos equivocamos, es porque estamos en lo correcto, y también es cierto.

Nos equivocamos por seguir pugnando por el esclarecimiento de los hechos; nos equivocamos por exigir que aparezcan con vida los normalistas de Ayotzinapa; nos equivocamos por escribir sobre este y otros asuntos. ¡Pero que belleza hay en tal equivocación! La posibilidad de discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, entre lo legal y lo ilegal, abren la puerta a infinitas posibilidades de análisis, reflexión y crítica con sustento.

¿Acaso no somos seres humanos? ¡Desde luego! Seres humanos imperfectos, pero con la perfecta posibilidad de ser más humanos, más perfectos. ¿Acaso no es lo que pretende toda educación en el mundo entero?

Sí, estás líneas son un grito en silencio: ¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!

Y es que al normalismo mexicano le siguen haciendo falta 43 estudiantes que están vivos en el corazón de un pueblo.

Un pueblo que reclama con ansia desmedida, justicia y la aplicación irrestricta de un estado de derecho. Un pueblo que ante la indiferencia del gobierno, ha buscado la manera de exigir lo que puede exigir en un país democrático como el nuestro.

40 meses han pasado y cientos de gritos en silencio siguen retumbando en México.

Claro, no podría ser de otra forma, porque mientras las autoridades y los responsables de tal siniestro sigan escudándose ante una ley que los cobija, las palabras, los gritos, las marchas, lograrán que el mundo sepa que estos jóvenes siguen vivos.

Podrán callar ciertas bocas, eso no lo dudo, pero jamás la maravillosa posibilidad que nos brinda la libertad de pensamiento, y eso, créanmelo, nadie, absolutamente nadie podrá coartar, aún y cuando sea un alto funcionario del gobierno.

40 meses han pasado, y seguiremos en la lucha, porque:

¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

¡Ayotzi vive! ¡La lucha sigue!

Por: Bernardo, Felipe, Benjamín, Israel, José Ángel, Marcial, Jorge Antonio, Miguel Ángel, Abel, Emiliano, Dorian, Jorge Luis, Alexander, Saúl, Luis Ángel, Jorge, Magdaleno, José Luis, Jesús, Mauricio, José Ángel, Jorge Aníbal, Geovanni, Jhosivani, Carlos, Israel, Adán, Abelardo, Christian, Martín, Cutberto, Everardo, Marco Antonio, César Manuel, Christian Tomás, Luis Ángel, Leonel, Miguel Ángel, José Eduardo, Julio César, Carlos Iván, Antonio.

Con especial cariño para mi padre, normalista egresado de tenería.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/gritos-en-el-silencio-vivos-se-los-llevaron-vivos-los-queremos/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2014/10/6c5523b94331684a3a59faa10c0

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Las normales rurales, la otra reforma…

Por: Abelardo Carro Nava

En mi entrega de la semana pasada, hice alusión a la reforma a la educación normal que, según la Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), se está trabajando para ser implementada a la par del “nuevo” modelo educativo en este año. Mis propuestas fueron claras y concretas: a) realizar una investigación sobre el plan de estudios 2012 y el impacto de éste en las escuelas de educación básica para contar con elementos que favorezcan la toma de decisiones por parte de los “diseñadores” de la currícula y las autoridades educativas en esta “reforma”; b) el diseño de una currícula que no deje de lado la formación de docentes desde la pedagogía y la didáctica para favorecer la educación integral de los normalistas; c) una definición clara de la investigación e investigación educativa y que ésta se integre a la currícula en varios semestres con la intención de analizar y comprender los fenómenos educativos propios del campo; d) una estrecha vinculación con la educación básica desde los órganos administrativos federales hasta los locales, que permita favorecer la formación de los docentes.

Pues bien en esta ocasión, continuaré con el análisis de tan importante tema puesto que como sabemos, la heterogeneidad de las escuelas normales, es un hecho por demás evidente. Particularmente, me refiero a la connotación que han adquirido con el paso del tiempo las normales urbanas y las rurales. Ya no hablemos de las normales superiores, las beneméritas y centenarias, la nacional de maestros, o de otras instituciones que entran en este esquema, puesto que pienso, son dignas de abordar en otro momento.

Así, la complejidad de implementar una reforma a la educación normal, necesariamente tiene que pasar por este filtro, el análisis que nos significa la formación que se brinda en las normales rurales, dado que, aunque se encuentran en el mismo subsistema y prácticamente sus esquemas normativos son los mismos que las urbanas, sus estructuras organizativas varían considerablemente. ¿A qué me refiero? No precisamente al ámbito académico aunque éste está implícito, sino más bien, a la forma en las que éstas se han configurado a partir de su aparición en nuestro país.

Y es que al ser internados y tener un propósito claro y definido como lo es la formación de maestros y maestras para acceder a los espacios rurales y marginados en los que se encuentran las escuelas primarias, por ejemplo, el diseño curricular se antoja harto complejo. Esto, porque por más que se diga lo contrario, la desigualdad social que se vive en el país, justifica su existencia, no sólo de poco más de 15 normales rurales, sino de un número mayor de instituciones que posibiliten brindar una educación a los mexicanos que, por circunstancias conocidas, radican en los estados donde la pobreza, la desigualdad e injusticia social, duele y lastima el alma.

¿Por qué en la malla curricular y en el planteamiento de “armonización” que se está elaborando en las reuniones que la DGESPE ha sostenido con diversos docentes normalistas y que fue trabajada en noviembre del año pasado se soslayó este asunto?, ¿por qué considerar varios cursos relacionados con el inglés sin considerar que más de 55 millones de mexicanos viven en pobreza y pobreza extrema?, ¿acaso se piensa (como bien lo señaló Manuel Alberto Navarro Weckmann) que se formarán alumnos de nivel básico que, sin dejar de lado su estatus social, hablarán inglés para pedir limosna?

Preguntas simples, si usted quiere, pero con profundo significado dadas las condiciones por las que el país está atravesando en estos momentos.

Mi planteamiento es sencillo, se tiene que partir de la realidad (esa que a diario observamos los maestros en los distintos niveles educativos) y no obviando lo básico. Esto no significa, y vuelvo a insistir en ello, que no se tenga que reformar la educación normal. Es un asunto que debe ser tomado en cuenta, no a la ligera ni al cuarto para las doce, sino con toda la complejidad que el fenómeno encierra.

De manera concreta y aportando más elementos a los señalados al inicio de estas ideas:

  1. Se tiene que considerar el esquema organizativo de las normales rurales. Esto significa, no perder de vista su configuración como internado. Y no me refiero a la existencia de comités a través de los cuales, los estudiantes se han organizado para establecer una lucha que es legítima. Me refiero pues, a considerar que los normalistas viven en las escuelas normales. Que se entienda bien: viven en esas instituciones; lo cual se traduce, en identificar una forma de vida que implica la interacción diaria con el contexto escolar pero también, con sus iguales y con sus profesores. Aspecto fundamental para el desarrollo de los seres humanos que, en este caso, optaron por la docencia.
  2. El desarrollo de clubes contemplados en esa misma malla curricular; pues como sabemos, tiempos existen para que los alumnos se apropien de otros elementos que el deporte, la danza, la cultura o el mismo arte ofrece.
  3. La incorporación de talleres relacionados con el desarrollo de actividades que son propias del ejercicio docente en comunidades rurales o marginadas: cocina, carpintería, costura, entre otras. Esto no puede perderse de vista, porque si bien es cierto no forma parte de la curricula por el carácter académico de ésta, si es importante en la formación de los docentes que he mencionado. Importante es destacar que, actualmente, en varias normales rurales se brinda este tipo de formación, pero esto se ha logrado por la gestión que los mismos estudiantes han emprendido como parte de esa lucha que establecen en sus pliegos petitorios. Obviamente, muy pocos hablan de ello… muy poco se conoce al respecto.

Como podrá darse cuenta, parece ser sencillo el diseño curricular que pretende emprenderse para reformar la educación normal. Heterogénea como lo es, dicha reforma va más allá de lo pueda suceder entre cuatro paredes, por la ocurrencia de unos y las prisas de otros; porque si bien es cierto que la prioridad se centra en el ámbito académico, no puede ni debe dejarse de lado la formación integral de los futuros formadores o, acaso esta última idea, la de la formación integral de los alumnos, ¿no es la que priva en los discursos que a diario emiten las autoridades educativas?, ¿no acaso se pretende contar con los mejores maestros en el Sistema Educativo Mexicano?

Apostémole pues, a la educación normal rural, a esa que es tan necesaria e indispensable en un país tan vapuleado como el nuestro. No como un eslogan político, sino como un elemento fundamental para lograr el tan anhelado desarrollo educativo.

Culmino estas ideas, aludiendo a dos hechos importantes: Aún nos faltan 43 estudiantes normalistas y mi más sincera felicitación a la Normal de Tenería por sus 90 años de existencia.

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Las normales rurales, la otra reforma…

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Reformar las normales, por qué y para qué

Por: Abelardo Carro Nava

Recuerdo muy bien que hace más de una década, Justa Ezpeleta, visitó la escuela normal en la que me encontraba laborando. ¿El motivo? Realizar una investigación sobre los resultados que hasta ese momento había arrojado el PROMIN (Programa de Mejoramiento Institucional de las Escuelas Normales Públicas) en las escuelas normales del país. Estudio que permitió en ese entonces – así se dijo –, contar con los elementos necesarios para el análisis, discusión y toma de decisiones por parte de los encargados de diseñar las políticas educativas de las instituciones formadoras de docentes de México.

Al respecto, muy pocos llegamos a conocer los resultados de dicha investigación y, si los conocimos, fue porque con el paso de los años a esa misma investigadora, tuve la fortuna de encontrarla en alguno de los congresos educativos que se organizan en alguna de las entidades federativas y charlamos sobre ello. En fin.

El motivo por el que hago referencia a esta breve reseña o anécdota, tiene que ver con la reforma a la educación normal que se aproxima. Como bien sabemos, la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), tiene tal encomienda. ¿El propósito? “Armonizar” el plan de estudios de las licenciaturas de educación preescolar, primaria y secundaria, con el modelo educativo que ha propuesto la Secretaría de Educación Pública (SEP) y que entrará en vigor en agosto de año. “Armonización” que, conforme a los documentos y las constantes reuniones que se han tenido en distintas entidades federativas del país entre autoridades de la DGESPE y algunos docentes normalistas, no acabo de comprender de todo. ¿Armonizar qué, por qué y para qué? Es más, ¿qué se entiende por “amonizar”?, ¿cuál es la episteme de la palabra?

Ciertamente, en reiteradas ocasiones y en diversos espacios y foros, he hecho, como ahora lo hago, hincapié en que debe existir una vinculación muy estrecha entre lo que ocurre en educación básica con lo que acontece en las escuelas normales. Su vínculo, es algo que bien podría denominar indisoluble, si consideramos que el campo de actuación de los futuros maestros, egresados de las normales, son las escuelas de ese nivel educativo. No obstante desde mi perspectiva, la propuesta curricular que se viene elaborando, adolece de varias cuestiones que podría enmarcar en estos puntos, como generadores a su vez, de algunas propuestas:

  1. a) Una investigación/estudio que permita valorar la pertinencia del plan de estudios vigente (puesto en marcha desde el 2011 en escuelas piloto y a partir del 2012 en todo el país) y su correspondencia con lo que implica la implementación del modelo educativo en educación básica; habría que considerar entonces, las investigaciones y estudios que vienen realizando algunos colegas al interior de las normales, pero también, lo que agentes externos, como Graciela Cordero, realiza al respecto. ¿Por qué acelerar el paso y no considerar los diversos hallazgos que la misma investigación ofrece?, ¿cuál es la prisa de “armonizar” un plan de estudios con un modelo educativo que aún ni entra en funciones y ya se pretende formular una propuesta que se alinee a dicho esquema?, ¿por qué no considerar la participación de investigadores y académicos reconocidos por sus aportaciones en el medio educativo como el mismo Ángel Díaz Barriga?
  2. b) Un diseño curricular que considere el objetivo fundamental de las normales: la formación de docentes. Esto, desde la pedagogía y lo que la misma didáctica ofrece, en el entendido de que éstas son las que le brindan la posibilidad al estudiante, de apropiarse de los elementos, tanto teóricos como prácticos, indispensables para su ejercicio docente. ¿Cómo se espera que el estudiante normalista enseñe inglés en las escuelas sin los conocimientos mínimos y necesarios sobre esta lengua, su semántica, su fonética pero, sobre todo, sin apropiarse de su didáctica? Del debate profundo que puede darse en cuanto a la adquisición y desarrollo de este idioma mejor ni hablamos, éste es un tema que bien podría revisarse y debatirse ampliamente.
  3. c) Una concepción clara y expedita de lo que implica la investigación y, específicamente, la investigación educativa. Si usted observa la malla curricular que fue dada a conocer en noviembre del año pasado, ésta (la investigación) ha desaparecido de dicho esquema curricular. Se dice (o en esas reuniones se dice), que la investigación está implícita e inmersa en los cursos de práctica docente pero, ¿no acaso de esa misma práctica se desprenden infinidad objetos de estudio que pueden y deben ser tratados con todo el conocimiento de causa que implica hacer investigación? Revise usted las mallas curriculares de algunas universidades, en buena parte de ellas se considera a la investigación, la metodología de la investigación y los enfoques que de ésta se desprenden, como elementos fundamentales en la formación de los estudiantes.
  4. d) Una estrecha vinculación entre las escuelas normales y las escuelas de nivel básico, partiendo desde su nivel central hasta las entidades federativas. Obviamente, con la implementación de un mecanismo de colaboración y de reciprocidad en cuanto a la formación de los estudiantes normalistas. Para nadie es desconocido que en muchos estados, el distanciamiento que existe entre estas instancias es un hecho. ¿Y qué pasa con las prácticas profesionales de los alumnos?, ¿cuál es el papel que debe asumir el docente de educación básica?, ¿cuál es el rol del asesor, profesor normalista, en la formación de su estudiante en el momento de que éste realiza su práctica? Ciertamente hay documentos que refieren a esas cuestiones, para ser específicos, en el plan de estudios 1997 y 1999 para las licenciaturas en educación preescolar y primaria, así se establecía pero, del dicho al hecho, hay mucho trecho. Y de nueva cuenta emerge la investigación como un elemento de vital importancia para conocer sobre éste y otros aspectos.
  5. d) Capacitación, actualización y profesionalización de los formadores de formadores. Aspectos que no ocurrieron en la implementación del plan de estudios en el 2012. Se dijo en ese entonces, que las autoridades locales serían las encargadas de tal encomienda pero, lamentablemente, en muy pocos estados se logró este propósito. ¿Cómo se espera que el docente comprenda lo que desde el nivel central se construye para que sea desarrollado por el profesor normalista? Cierto, éstos son profesionales de la educación, no obstante, no debe olvidarse que, desde el plano hermenéutico, el sujeto interpreta conforme a sus propios referentes (conceptuales, procedimentales y actitudinales).

En suma, considero que la educación normal debe ser revisada porque las demandas sociales e institucionales así lo exigen. Sin embargo, habría que pensar y repensar para que se considera necesario esa revisión, ¿para alinearla a un modelo educativo que todavía ni se echa a andar o para formar normalistas que respondan a esas exigencias sociales que la misma sociedad – valga la redundancia – nos plantea de manera continua y contundente.

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Reformar las normales, por qué y para qué

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Entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia

Abelardo Carro Nava

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), “orate” significa o hace alusión a aquella persona que ha perdido el juicio o bien, que es una persona de poco juicio, moderación y prudencia. En este sentido cabe mencionar que dicha palabra, etimológicamente hablando, proviene del Catalán y significa: “loco o ido”; definición que en todo caso, refiere o se asemeja a la concepción que la RAE nos brinda.

Bueno, con seguridad usted se estará preguntando el por qué esta serie de ideas inician aportando dos definiciones sobre una misma palabra: orate. Pues bien, como seguramente habrá leído o conocido, en días pasados el recién nombrado titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Otto Granados – priista de hueso colorado e incondicional del “salinismo” mexicano –, que sustituyó al hoy coordinador de la campaña de José Antonio Meade, Aurelio Nuño, escribió en sus redes sociales un tuit que a la letra dice: “¿Es posible debatir con un orate? ¿Y así sueña con ser una opción? Más allá de sus problemas de senilidad y salud mental, le faltan ideas, argumentos, razones, hechos, datos duros, verificables, y le sobra demagogia, falsedad e inmoralidad” (29/12/2017).

Tuit que por sobradas razones causó polémica entre varios de sus seguidores y no seguidores, entre columnistas y no columnistas, entre políticos y no políticos, vaya, entre todos aquellos que tenemos la posibilidad de preocuparnos y ocuparnos de lo que acontece en el terreno educativo, y no es para menos. Y digo que no es para menos porque como es sabido, un espacio que adolece precisamente de juicio y autocrítica por parte de la autoridad educativa en turno, es precisamente el terreno educativo. Y para muestra un botón.

Desde que inició el sexenio de Peña Nieto, se “vendió” la idea a los mexicanos, de que era necesaria una reforma educativa, misma que durante la gestión de Nuño Mayer, se manejó como una gran “revolución” educativa. Muchos, me incluyo, fuimos escépticos en cuanto al uso de esas palabras: “reforma” o “revolución”; más por su significado que por los alcances que podrían lograrse en ese sentido y vaya, no nos equivocamos.

Por principio de cuentas, debemos y tenemos que reconocer que dicha transformación educativa, nació en lo que pomposamente fue conocido como el “Pacto por México”, es decir, de la unión de una serie de “intereses” de las principales “fuerzas” políticas del país, más que por las verdaderas necesidades y demandas de los mexicanos. La simulación, el maquillaje, la farsa que le siguió después de haber concertado dicha “reforma” – cuyo título fue por demás irrisorio – fue eso, una simulación más que una objetiva y real consulta nacional sobre las necesidades reales de los millones y millones de mexicanos que habitamos nuestro territorio nacional. O, ¿acaso se le preguntó a todas las voces que conforman el inmenso Sistema Educativo Mexicano (SEM)? Y si se les preguntó, ¿qué pasó con sus respuestas y en dónde quedaron? Sí, adivinó usted, con seguridad en un archivero, de esos que también con seguridad hay en la SEP y que son utilizados para resguardar lo indeseable, lo que no es correcto, lo que no corresponde a “la línea”, lo que no es útil. ¿Sabe usted lo que pasó con la propuesta que emanó y fue firmada por cientos de asistentes al XII Congreso Nacional de Investigación Educativa celebrado en la Ciudad de Chihuahua en 2015 y que fue entregada a la SEP para su consideración? Sigo teniendo mis dudas al respecto.

Ahora bien, si de razones, hechos o datos duros y verificables estamos hablando, tal y como lo señala el Secretario, tendríamos que recurrir necesariamente a lo que la investigación ha arrojado y vaya, sobre este terreno hay mucho que decir. De hecho, desconozco el atrevimiento que tuvo Granados al hacer esta afirmación; supongo, que la lucha férrea que su partido está enfrentando para mantenerse en el poder lo llevó a hacer esta aseveración. No obstante, permítame compartirle brevemente unos datos.

El número de personas en situación de pobreza en el último bienio en México, es de 53 millones 418 mil 151 y, por lo que respecta a los que viven en pobreza extrema, éstos suman 9 millones 375 mil 581 (CONEVAL, 2017). Datos duros que me permiten afirmar que buena parte de la población mexicana, no ha gozado precisamente de una política social durante el sexenio peñista y de una calidad de vida que les permita desarrollarse plenamente, tal y como lo mandata nuestra Carta Magna. ¿Estos datos influyen en el terreno educativo? Sin duda, buena parte de los que trabajamos en el magisterio sabemos, que si un niño o niña no cuenta con los elementos mínimos y necesarios para su crecimiento y desarrollo, la escuela y el maestro, pueden hacer muy poco al respecto. Por otra parte, un dato que me parece de lo más pertinente mencionar en estos momentos, es el que el propio Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2017) dio a conocer en ese año; me refiero pues, a los que la prueba PLANEA (plan nacional de evaluación de los aprendizajes) arrojó solamente en educación media superior: “evaluados tanto en matemáticas como en lenguaje y comunicación, la prueba Planea fue aplicada a 117 mil 700 alumnos a punto de concluir el último grado de bachillerato, de 2 mil 300 planteles en todo el país, con resultados reprobatorios”. ¿A quién responsabilizamos de tal embrollo?, ¿a la SEP?, ¿al Gobierno?, ¿a los mexicanos?, ¿a los alumnos?, ¿a los maestros?…. ¿Seguimos con los datos?

Vaya, ser pendenciero es fácil, aceptar (autocrítica) y sustentar los beneficios o males que aquejan al terreno educativo en el país, no lo es tanto. Y no lo digo precisamente porque un servidor se caracterice por ser pendenciero, si entendemos como tal que esta palabra significa que uno es propenso a riñas o pendencias (RAE); no, no lo digo por ello, sino porque pienso que hay muchos problemas que atender en el SEM, como para estar buscando pelea con quién sabe quién en las redes sociales.

Como ciudadano y militante que es Granados, Nuño o cualquier otra persona, es respetable su posicionamiento, como Secretario de Educación, tendría que pensar y repensar su escritura, porque si analizamos lo que la misma RAE nos aporta y que doy a conocer al inicio de estas líneas, el termino que éste empleo para referirse a quién sabe quién, también le aplica, dado que con su tuit demostró poca moderación y prudencia. Obviamente, y para confirmar mi dicho: entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia. Uno es Secretario de Educación y el otro… ¿alguien sabe quién es el “otro”?

Tiempo al tiempo.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/entre-un-pendenciero-y-un-orate-hay-una-diferencia/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2015/11/Otto-Granados-Roldan-e151189405

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¿Qué educación queremos?

31 de diciembre de 2017 / Fuente: http://www.educacionfutura.org/

Por: Abelardo Carro Nava

El año se acaba y es pertinente plantearnos una serie de propósitos que nos lleven a ser mejores personas, mejores ciudadanos, mejores seres humanos. Y, como es de esperarse, el título que da entrada a esta serie de ideas, lleva esa intención, que reflexionemos sobre la educación que queremos para nuestro México.

Pues bien, como es sabido en el actual sexenio, por la Secretaría de Educación Pública (SEP) transitó Chuayffet y Nuño, dos personajes emanados de una clase política que, en nuestros días, ésta refleja la podredumbre del Sistema Político Mexicano. ¿Cuáles fueron sus principales aportaciones al ramo educativo?, ¿el establecimiento de una Reforma Educativa y de las leyes que de ella emanaron y que en ambas Cámaras se aprobaron?, ¿la implementación de una evaluación punitiva que atentó y aún atenta en contra de los derechos de los trabajadores de la educación?, ¿el sometimiento de un Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con el encarcelamiento de “la maestra” y la puesta en escena de un líder sindical que no representa a la base magisterial?, ¿la denostación del quehacer docente y del docente mismo al responsabilizarlo de todos los males educativos que esa misma clase política ha propiciado con el correr de los años? Sin duda, todas y cada una de esas preguntas puede responderse de manera afirmativa. Obviamente, habrá quien piense y afirme lo contrario, y está en su sano derecho hacerlo. No obstante, permítanme seguir cavilando.

La educación, tal y como la conocemos, no persigue otro propósito más que aquel que significa desarrollar las facultades del ser humano. Así lo estipula nuestra Carta Magna pero también, las bases filosóficas y organizativas que lo sustentan. Propósito noble, cuya esencia es fundamental comprender para lograr los objetivos que la misma sociedad se plantea y ha planteado desde hace tiempo.

En este sentido cabe preguntarse: qué educación queremos. La respuesta, aunque parece obvia, en nuestro México tiene significados diversos. Para el grueso de los mortales, comunes y corrientes, como usted o como yo, representa la oportunidad de ser alguien en la vida; un hombre o una mujer que, a través de sus estudios, pueda lograr sus proyectos de vida. No obstante, para quienes desde su mundo fantasioso e irreal nos gobiernan, simboliza la posibilidad de mejorar, sí, de mejorar… pero su economía y las posiciones de sus grupos políticos.

Esto es así, porque las sociedades se han configurado de tal forma, que sus mecanismos de representación, al menos para el caso mexicano, dan la posibilidad de organizarse para contar con “representantes del pueblo” cuya función no es otra más que esa, representar los intereses de la nación, vaya: del pueblo. No obstante, como sabemos, la simulación, el maquillaje, la farsa, se ha apoderado de buena parte de ellos.

Por un lado, tenemos discursos “pomposos” que hablan de una procuración del bienestar social y, para ello, una reforma educativa, o revolución educativa – como fue llamada en este sexenio – se hace indispensable. Pero, ¿esto es cierto? Efectivamente, si consideramos que una revolución o reforma alude a un cambio de paradigma, tengo que reconocer que el concepto empleado nos llevaría a ello. Sin embargo, los hechos, tal y como lo hemos constatado, me permiten afirmar lo contrario. Sí, el discurso suena bonito y es bonito pero, lamentablemente, los hechos no gozan de tales significados. Demagogia le llaman, y es cierto.

¿Cuántos mexicanos viven en pobreza y pobreza extrema?, ¿cuántos niños y adolescentes viven en situación de calle sin la posibilidad de acceder a la escuela ni a una beca?, ¿cuántos jóvenes desertan de las aulas porque la condición precaria de sus familias los lleva a insertarse a un trabajo mal remunerado?, ¿cuántas escuelas no cuentan con los servicios básicos que aseguren su subsistencia?, ¿cuántos alumnos y alumnas reciben los beneficios prometidos en las campañas políticas?… ¿esa es la meta de la educación de nuestros días?

Sí, las realidades que vivimos cotidianamente millones de mortales, comunes y corrientes, como usted o como yo, son tan diferentes de las que “en las alturas” se observan que, cual bofetada en rostro, nos recuerdan que muy poco se ha logrado en materia de desigualdad y justicia social pero, también, de una mejora educativa.

Bien se ha dicho, y en nuestros días se ha acentuado, que el rico se hace más rico pero, ¿y el pobre?, ¿o el que por azares del destino se ubica en una clase media?

La educación que queremos trae consigo una reflexión profunda, que nos lleva a formularnos otra: para qué la queremos.

Siendo éste pues, un país en el que la libertad es nuestra bandera, habría que preguntarnos si realmente somos libres, si realmente somos democráticos, si realmente estamos siendo educados como debiera porque, en los hechos, solo como un ejemplo, con la promulgación de una ley de seguridad interior, y las restricciones que en materia de expresión libre y espontánea de las ideas, la posibilidad de que alguien pueda cuestionar, analizar, reflexionar o comprender todo aquello que le rodea, esta muerta. Paradojas de la vida.

Y es que cómo comprender que mientras en esos discursos y en los documentos educativos (ver la propuesta curricular del nuevo modelo educativo) que se emiten desde la SEP, se le exige al docente propiciar el análisis y la reflexión en sus alumnos, pero caso contrario, se han aprobado leyes que prohíben expresarse o manifestarse.

Una educación sin demagogia y sin dogmas; sí, eso queremos. Una educación que lleve al Sistema Educativo Mexicano (SEM) a actuar como tal, como sistema, con todo lo que ello implica. Una educación que cuente con profesores y profesoras valorados y reconocidos por el desempeño de su trabajo. Una educación que le brinde a sus estudiantes, la posibilidad de ser algo más allá de su vida. Sí, una educación que nos permita trascender; que nos permita edificar una sociedad justa y equitativa. Una educación que tome como bandera los valores universales tan necesarios e indispensables en momentos tan difíciles como estos. En fin, estoy hablando de una educación que sea eso: una educación en el más amplio sentido de la palabra.

¿Podremos lograrlo? Desde luego. Mi fe, mi esperanza, mi deseo, se halla en los maestros, en esos millones de maestros que a diario se parten el alma en las aulas y en sus escuelas. En esos maestros que, por más que se diga lo contrario, son la piedra fundamental del SEM.

¿No es utopía o un sueño guajiro? En absoluto. Porque parafraseando a un gran filósofo moderno, la utopía es lo que nos permite seguir caminando y, mientras haya esperanzas, haya anhelos, haya sueños, seguro estoy, el magisterio seguirá avanzando.

Con el mejor de los deseos para el 2018, mi agradecimiento infinito a usted, que a lo largo de estos años, me ha regalado cinco minutos de su valioso tiempo.

¡Gracias, muchas gracias!

Fuente artículo: http://www.educacionfutura.org/que-educacion-queremos/

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Y Nuño se fue, así como si nada…

Por: Abelardo Carro Nava.

Si por un momento llega a pasar por la mente de Aurelio Nuño, que su gestión al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), se caracterizó por ser una de las más importantes y trascendentales en la historia de nuestro país, se equivoca. Y se equivoca porque en los hechos, no hizo nada que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), o lo que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) u otros organismos internacionales, le hayan mandatado. ¿Cuál es el logro de su administración?, ¿la implementación de un “nuevo” modelo educativo que todavía ni se implementa porque debemos esperar al 2018 cuando las elecciones presidenciales hayan pasado?, ¿la evaluación punitiva al desempeño docente que, como sabemos, evalúa parcialmente el quehacer educativo del maestro?, ¿la emisión de una convocatoria para todo aquel que deseara ingresar al servicio profesional docente lo hiciera aun sin contar con la preparación y/o conocimientos pedagógicos y didácticos?, ¿la sumisión de un Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) a través de la abnegación y entrega total de su líder, Juan Díaz de la Torre que, cual charro pendenciero, sigue respaldando la reforma y al Partido Revolucionario Institucional (PRI)?, ¿la “supuesta” desaparición y/o control de una Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en los estados en donde su presencia está más viva que nunca?, ¿la denostación y agresión de la que fuimos objeto miles de maestros a través de los constantes discursos que una y otra vez emitía desde su oficina?

No, Aurelio Nuño no fue un hombre reformador y revolucionario y, mucho menos, transformó la educación en México. El único mérito que tuvo para ocupar la silla de Vasconcelos, fue ser amigo de Peña Nieto, y aún lo es. Qué curioso, en el medio educativo durante dos años y medio, se nos repitió hasta el cansancio, que el mérito era fundamental para crecer en el Sistema Educativo Mexicano (SEM) y, para ello, la evaluación se convirtió en la supuesta piedra angular del mismo; irrisoriamente, este ex Secretario ni fue evaluado, ni rindió cuentas, ni tuvo otro mérito para ocupar el encargo que el que ya he expresado.

Sí, al parecer las luces, los reflectores, las cámaras y toda la parafernalia a la que nos tenía acostumbrado este personaje, quedaron atrás. Las visitas a las escuelas de los diferentes niveles educativos en las que se dejaba apapachar y consentir, además de tomarse la foto con los alumnos y uno que otro maestro, pasaron a formar parte de esta gris y lamentable historia, más como un hecho anecdótico que como mero logro de gobierno o… ¿qué fue lo que logró con estas visitas?, ¿cuál fue el sentido de las mismas si no visitó aquellas en las que la “miseria educativa” se vive, y todo por la toma incorrecta de decisiones políticas?

La simulación, el maquillaje y los discursos pomposos que hablaron de una realidad muy diferente a la que viven millones de mexicanos que asisten a recibir clases en alguno de los niveles educativos, también, ya son parte de un pasado que, por más que se diga lo contrario, no queremos volver a repetir.

Otto Granados, ex Subsecretario de Planeación, Evaluación y Coordinación de la misma SEP, es el nuevo titular de la dependencia. ¿Su mérito? Ser un incondicional de la línea salinista. Otra vez el mismo cuento, la misma historia.

En sus más recientes declaraciones, este exgobernador de Aguascalientes, aseguró que le dará continuidad al trabajo realizado por su antecesor. Claro, no podía ser de otra forma ni de otra manera, las elecciones presidenciales están cada día más cerca, y la SEP echará a andar toda su maquinaria para que el PRI no pierda la Presidencia de la República. Con seguridad, muchos maestros y maestras, que fuimos agredidos por la implementación de una “reforma educativa” a través de una LGSPD, ahora nos convertiremos en sus “amigos”, en sus “aliados”, en el “motor” de su crecimiento. Basta con ver lo que el líder nacional del Partido Nueva Alianza (el partido de los “maestros”) está tramando con Meade y Nuño rumbo al 2018.

Las escuelas afectadas por los sismos del pasado 7 y 19 de septiembre, pueden esperar, aunque se dice, que ya están siendo atendidas como debiera. Los problemas de diversa índole que prevalecen en escuelas multigrado o unitarias, así como los que enfrenta la educación secundaria, son parte de ese conglomerado de “situaciones fortuitas” que tiene que ir solventado el propio SEM.

Las escuelas rurales e indígenas, que por años se han mantenido en el olvido, seguirán durmiendo el sueño de los justos políticos. Las escuelas normales, sobre todo las rurales, continuarán en esa vorágine que la misma política educativa impone, más como un mero asunto remedial, que como parte de una verdadera mejora en la formación inicial de los docentes. En este sentido cabe mencionar, que la formación continua del profesorado, tendrá que esperar. Y tendrá que esperar hasta que el momento electoral haya pasado.

El panorama es pues, poco alentador. Las condiciones políticas, económicas y sociales, que se viven no solo en México, sino en el mundo entero, nos recuerdan aquel sabio adagio que a la letra dice: del dicho al hecho, hay mucho trecho; y es cierto.

En los próximos meses, seremos testigos de una lucha encarnizada por el poder. Ese poder que hasta el momento ha traído desesperanza e incertidumbre a millones de mexicanos que hoy día se encuentran en una lastimosa clasificación: pobreza y pobreza extrema. Esto es así, simple y sencillamente, porque para los políticos, nada vale el esfuerzo que cada maestro, cada padre de familia o que cada ciudadano realiza en cada uno de los espacios en los que se desenvuelve. No, para ellos nada de eso vale, el voto es lo que cuenta, y para ello, se gastarán millones de pesos que bien podrían ser destinados para atender los grandes problemas educativos.

Sí, es momento de dar vuelta a la página. El momento de Nuño ha terminado. No obstante, no debemos olvidar que este gobierno, con garrote en mano y sin ningún tacto pedagógico y, mucho menos político, pretendió cambiar lo que con políticas erradas no se puede cambiar.

La fuerza de la educación está en los maestros, eso lo tengo claro. Y quiero pensar, como un sano deseo, que éstos no olvidarán tales afrentas el día que emitan su voto el próximo año.

Tiempo al tiempo.

 

Fuente artículo:  http://www.educacionfutura.org/y-nuno-se-fue-asi-como-si-nad

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