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Filipinas: La sangrienta guerra de la policía contra los pobres

Por: Amnistía Internacional 

Siguiendo instrucciones emanadas de las más altas instancias del gobierno, la policía de Filipinas ha matado y ha pagado a otros para que maten a miles de presuntos delincuentes relacionados con las drogas, en una oleada de ejecuciones extrajudiciales que podrían ser constitutivas de crímenes de lesa humanidad, afirma Amnistía Internacional en un informe publicado hoy.

La investigación de Amnistía Internacional, “If you are poor you are killed”: Extrajudicial Executions in the Philippines’ “War on Drugs” expone en detalle cómo la policía actúa sistemáticamente contra personas pobres e indefensas en todo el país al tiempo que coloca “pruebas”, contrata a asesinos a sueldo, roba a las personas a las que mata y falsifica informes oficiales sobre los incidentes.

“Esto no es una guerra contra las drogas, sino una guerra contra los pobres. Basándose a menudo en los indicios más endebles, se mata por dinero a personas acusadas de consumir o vender drogas, en una economía del asesinato”, ha afirmado Tirana Hassan, directora del programa de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional.

“Con el gobierno del presidente Duterte, la Policía Nacional infringe las leyes que supuestamente ha de hacer respetar, al tiempo que saca provecho del asesinato de personas empobrecidas cuya situación supuestamente el gobierno debería mejorar. Las mismas calles que Duterte prometió limpiar de delincuencia están ahora llenas de cuerpos de personas que han sido victimas de homicidios ilegales cometidos por su propia policía.”

Esto no es una guerra contra las drogas, sino una guerra contra los pobres.
Tirana Hassan, directora de Respuesta a las Crisis

Instigados por la retórica del presidente Rodrigo Duterte, policías, asesinos a sueldo incluidos en su nómina e individuos armados desconocidos han dado muerte a más de 1.000 personas al mes con el pretexto de una campaña nacional para erradicar las drogas. Desde que el presidente Rodrigo Duterte asumió el cargo, hace siete meses, se han cometido más de 7.000 homicidios relacionados con las drogas, de los que la policía ha matado directamente al menos a 2.500 presuntos autores de delitos relacionados con las drogas.

La investigación de Amnistía Internacional documenta en detalle 33 casos que implicaron el homicidio de 59 personas. El equipo de investigación entrevistó a 110 personas en las tres divisiones geográficas principales de Filipinas, que hablaron en detalle de ejecuciones extrajudiciales en 20 ciudades del archipiélago. La organización también examinó documentos, incluidos informes policiales.

Las ejecuciones extrajudiciales son homicidios ilegítimos y deliberados cometidos por funcionarios, por orden de un gobierno o con su complicidad o aquiescencia. Además, violan el derecho a la vida consagrado en la legislación filipina y en el derecho internacional.

Homicidio de personas desarmadas y falsificación de informes policiales

El informe documenta cómo la policía, actuando a partir de listas sin verificar de personas que presuntamente consumen o venden drogas, irrumpió en viviendas y mató a tiros a personas desarmadas, incluidas aquellas que estaban dispuestas a entregarse.

Falsificando sus posteriores informes sobre los incidentes, la policía ha afirmado una y otra vez que habían disparado contra sus agentes previamente. Contradiciendo directamente las afirmaciones de la policía, testigos de los hechos relataron a Amnistía Internacional cómo la policía había realizado allanamientos a altas horas de la noche, no había intentado practicar detenciones y había abierto fuego contra personas desarmadas. En algunos casos, según los testigos, la policía colocó drogas y armas que después presentó como pruebas.

En un caso, en la ciudad de Batangas, la esposa de una víctima refirió cómo la policía mató a su esposo disparándole a quemarropa mientras ella les suplicaba clemencia. Una vez muerto su esposo, la policía la agarró, la sacó a la fuerza a la calle y la golpeó, causándole hematomas.

Con el gobierno del presidente Duterte, la Policía Nacional infringe las leyes que supuestamente ha de hacer respetar, al tiempo que saca provecho del asesinato de personas empobrecidas cuya situación supuestamente el gobierno debería mejorar.
Tirana Hassan, directora de Respuesta a las Crisis

En la ciudad de Cebú, cuando Gener Ondina vio que un numeroso contingente de agentes de policía rodeaba su vivienda, les pidió que le perdonaran la vida y les dijo que estaba dispuesto a entregarse. “La policía siguió golpeando la puerta [y] cuando entró él gritaba: ‘Me entregaré, me entregaré, señor’”, dijo un testigo a Amnistía Internacional.

La policía ordenó a Gener Ondina que se tumbara en el suelo, mientras decía a otra persona que estaba en la habitación que saliera. Los testigos oyeron después disparos. Un testigo recordó que “se lo llevaron como a un cerdo” fuera de la casa y después dejaron su cuerpo cerca de un sumidero antes de cargarlo finalmente en un vehículo.

Los familiares dijeron que, cuando se les permitió entrar de nuevo en la casa, seis horas después de la muerte de Gener, vieron salpicaduras de sangre por todas partes. Faltaban objetos de valor, entre ellos un ordenador portátil, un reloj y dinero, que, según los familiares, la policía no les había reintegrado ni había incluido en el inventario oficial de la escena del crimen.

El padre de Gener, Generoso, sirvió en la fuerza de policía durante 24 años hasta su retiro en 2009. Generoso dijo a Amnistía Internacional que se sentía “avergonzado” por el consumo de drogas de su hijo. También manifestó su apoyo a las medidas contra las drogas del gobierno. “Pero lo que hicieron fue demasiado”, dijo. “¿Por qué matar a alguien que ya se ha entregado?”

Otras personas con las que Amnistía Internacional habló describieron en términos semejantes la deshumanización de sus seres queridos, que fueron asesinados sin piedad y sus cuerpos arrastrados y abandonados.

“El trato que reciben los cadáveres muestra el escaso valor que la policía de Filipinas concede a la vida humana. Cubiertos de sangre, son arrastrados sin cuidado en presencia de sus familiares horrorizados, con la cabeza rozando el suelo antes de ser abandonados a la intemperie”, ha afirmado Tirana Hassan.

“Las personas asesinadas proceden, en proporción abrumadora, de los sectores más pobres de la sociedad, y entre ellas hay menores de edad, uno de los cuales tenía sólo 8 años.”

En los contados casos en que la policía ha actuado contra bandas extranjeras de la metanfetamina, ha demostrado que puede llevar a cabo detenciones sin recurrir a medios letales. El hecho de que se niegue a las personas pobres la misma protección y el mismo respeto ha afianzado la percepción de que se trata de una guerra contra los pobres.

Una economía del asesinato

Los homicidios policiales son impulsados por presiones desde arriba, entre ellas la orden de “neutralizar” a los presuntos delincuentes relacionados con las drogas, además de incentivos económicos que han creado una economía informal de la muerte, detalla el informe.

En conversación con Amnistía Internacional, un agente de policía con rango de funcionario superior de policía 1, que lleva un decenio en la fuerza policial y realiza operaciones como parte de una unidad contra las drogas ilegales en Metro Manila, describió cómo se paga a la policía por “encuentro”, término que se emplea para presentar falsamente las ejecuciones extrajudiciales como operaciones legítimas.

“Siempre se nos paga por encuentros. […] La cantidad oscila entre 8.000 pesos [161 dólares de EE. UU.] y 15.000 pesos [302 dólares]. […] Esa cantidad es por cabeza. De modo que si la operación es contra cuatro personas, son 32.000 pesos (644 dólares). […] Nos pagan en efectivo, en secreto, las jefaturas. […] No hay incentivos por detener. No nos pagan nada.”

El espeluznante incentivo para matar a las personas en vez de detenerlas fue subrayado por el funcionario superior de policía, que agregó: “Nunca se da el caso de que haya un tiroteo y no muera nadie”.

Este experimentado agente policial de primera línea dijo a Amnistía Internacional que algunos policías han establecido un arreglo con funerarias, que les recompensan por cada cadáver que les envían. Algunos testigos dijeron a Amnistía Internacional que los policías también se enriquecen robando en las viviendas de las víctimas, entre otras cosas objetos de valor sentimental.

La policía se comporta como el submundo criminal contra el que supuestamente ha de aplicar la ley, llevando a cabo ejecuciones extrajudiciales disfrazada de asesinos desconocidos y “subcontratando” homicidios.

Más de 4.100 de los homicidios relacionados con las drogas que se cometieron en Filipinas en los últimos seis meses han sido obra de individuos armados desconocidos. “Viajando en tándem”, nombre que recibe localmente este fenómeno, dos personas a bordo de una motocicleta llegan, matan a tiros a sus objetivos y se alejan a gran velocidad.

Dos asesinos a sueldo dijeron a Amnistía Internacional que reciben órdenes de un agente de policía, que les paga 5.000 pesos (100 dólares de EE UU.) por cada consumidor de drogas que matan, y entre 10.000 y 15.000 pesos (200-300 dólares) por cada pequeño vendedor que matan. Antes de que Duterte asumiera el poder, dijeron los asesinos a sueldo, tenían dos “trabajos” al mes. Ahora tienen tres o cuatro a la semana.

Los objetivos proceden a menudo de listas sin verificar de personas sospechosas de consumir o vender drogas confeccionadas por autoridades gubernamentales locales. Sin importar cuánto tiempo hace que una persona pueda haber consumido drogas, ni la cantidad que haya consumido o vendido, su nombre puede ser añadido de forma irrevocable a las listas.

En otros casos, sus nombres ser añadidos arbitrariamente, por venganza o por haber incentivos para matar a un número mayor de personas a las que se considera consumidoras o vendedoras de drogas.

Posibles crímenes de lesa humanidad

Filipinas es Estado Parte en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. En octubre de 2016, la fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, hizo pública una declaración en la que expresó preocupación por los homicidios e indicó que su oficina podría iniciar un examen preliminar sobre posibles crímenes en virtud del Estatuto de Roma.

Amnistía Internacional considera motivo de honda preocupación la posibilidad de que que los homicidios deliberados, generalizados y sistemáticos de presuntos delincuentes relacionados con las drogas, que parecen planificados y organizados por las autoridades, puedan constituir crímenes de lesa humanidad en virtud del derecho internacional.

“Lo que está ocurriendo en Filipinas es una crisis que debe alarmar al mundo entero. Pedimos al gobierno, del presidente Duterte hacia abajo, que ordene que se ponga fin a todas las ejecuciones extrajudiciales. También pedimos al Departamento de Justicia de Filipinas que investigue y procese a toda persona implicada en estos homicidios, sean cuales sean su rango o posición en la policía o el gobierno”, ha afirmado Tirana Hassan.

“Filipinas debe abandonar la ilegalidad y la violencia letal y reorientar sus políticas sobre drogas hacia un modelo basado en la protección de la salud y los derechos humanos.

“Queremos que las autoridades filipinas aborden esta crisis de derechos humanos por sí solas. Pero si no se toman sin dilación medidas contundentes, la comunidad internacional debe dirigirse a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional para que lleve a cabo una investigación preliminar sobre estos homicidios, incluida la implicación de funcionarios de las más altas instancias del gobierno.”

  • Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2017/01/philippines-the-police-murderous-war-on-the-poor/
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Sudáfrica: Mujeres y niñas corren peligro de aborto inseguro al negárseles servicios legales

Por: Amnistía Internacional

Mujeres y niñas corren peligro de someterse a un aborto inseguro, con riesgo de graves complicaciones para su salud e incluso de muerte, debido a las persistentes barreras para acceder a servicios legales de aborto, según la investigación llevada a cabo por Amnistía Internacional y el Departamento de Investigación sobre la Salud de la Mujer de la Escuela de Salud Pública y Medicina Familiar de la Universidad de Ciudad del Cabo.

A ninguna embarazada, con independencia de su condición social, debe negársele su derecho a decidir sobre su embarazo.
Muleya Mwananyanda, directora adjunta de Amnistía Internacional para África Austral

El documento, publicado hoy, pone de relieve que, a pesar de que Sudáfrica tiene uno de los marcos jurídicos más progresistas del mundo sobre el aborto, muchas mujeres y niñas tienen dificultades para acceder a servicios de aborto seguros, sobre todo en las comunidades más pobres y marginadas. Una barrera clave es que el gobierno no regule la práctica de la “objeción de conciencia”, mediante la cual los profesionales de la salud pueden negarse a prestar servicios de aborto.

“A ninguna embarazada, con independencia de su condición social, debe negársele su derecho a decidir sobre su embarazo. En este documento se exponen las profundas desigualdades del sistema de salud que siguen discriminando a las mujeres y niñas de entornos empobrecidos”, ha afirmado Muleya Mwananyanda, directora adjunta de Amnistía Internacional para África Austral.

“El Departamento Nacional de Salud debe intervenir con urgencia para garantizar que el acceso al aborto de mujeres y niñas deje de estar supeditado a las actitudes personales de los profesionales de la salud.”

Hoy se cumplen 20 años de la aprobación de la Ley sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo en el país.

El Departamento Nacional de Salud debe intervenir con urgencia para garantizar que el acceso al aborto de mujeres y niñas deje de estar supeditado a las actitudes personales de los profesionales de la salud.
Muleya Mwananyanda

En un caso incluido en el informe, una estudiante de 19 años de Johannesburgo murió en 2016 por las complicaciones surgidas tras un aborto inseguro. Un representante de las Naciones Unidas señaló las deficiencias del sistema de salud, el estigma y la discriminación entre los factores que habían contribuido a causar la muerte de la mujer.

Otras muertes derivadas de abortos inseguros son más difíciles de documentar. El documento pone de relieve la necesidad de incluir datos desglosados sobre las muertes resultantes de abortos en el seguimiento que realiza el gobierno de los casos de muertes asociadas al embarazo.

Advierte además de que la aplicación de la Ley sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo sigue siendo insuficiente y puede dar lugar a violaciones de las obligaciones contraídas por el gobierno en virtud del derecho internacional de los derechos humanos. Con arreglo a las normas internacionales y regionales de derechos humanos, Sudáfrica tiene la obligación de garantizar que la objeción de conciencia no afecte al acceso a los servicios y que exista un proceso de derivación operativo que garantice asistencia de calidad y a tiempo a quien solicite servicios de aborto.

También se resaltan en el documento la confusión en torno a los límites de la objeción de conciencia y a las obligaciones de los profesionales de la asistencia médica en relación con la prestación de servicios de aborto.

En virtud del derecho a la libertad de conciencia consagrado en la Constitución de Sudáfrica, se entiende que los profesionales de la salud tienen derecho a negarse a practicar un aborto en determinados casos, pero nunca en situaciones de urgencia, ni cuando la vida de la mujer o niña embarazada corre peligro.

Además, la Ley sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo establece que quien impida u obstaculice el acceso a servicios legales de aborto comete un delito, sancionable con prisión o multa.

“La ausencia de directrices políticas claras para los proveedores de servicios crea un vacío y permite que la objeción de conciencia no se aplique uniformemente”, ha dicho Muleya Mwananyanda.

“El derecho de una mujer a la vida, la salud y la dignidad siempre debe anteponerse al derecho del profesional de la salud a ejercer la objeción de conciencia para no practicar un aborto. Esto no se cumple en Sudáfrica. Urge la adopción de normativa y directrices políticas claras para corregir el vacío actual.”

La ausencia de directrices políticas claras para los proveedores de servicios crea un vacío y permite que la objeción de conciencia no se aplique uniformemente.
Muleya Mwananyanda

Según la Dirección de Salud, de los 505 centros sanitarios destinados a la prestación de servicios de interrupción voluntaria del embarazo, sólo 264 prestan actualmente esos servicios en el primer y segundo trimestre de gestación. Como consecuencia, hay que recorrer largas distancias hasta los centros y pagar un alto precio en transporte. El documento da la voz de alarma por el hecho de que no exista a disposición pública una lista de los centros que prestan servicios legales y seguros de aborto, sobre todo en vista del sinfín de proveedores de servicios de aborto ilegales que se anuncian en espacios públicos y por Internet.

Amnistía Internacional pide a las autoridades sudafricanas que emitan directrices y protocolos claros para todos los profesionales de la asistencia médica y los responsables de la gestión de los centros de salud que establezcan con claridad los límites de la objeción de conciencia y hagan respetar el deber ético de los profesionales de la salud de anteponer el derecho de las mujeres y niñas a recibir asistencia médica. Para poder ejercer el derecho a la objeción de conciencia, todo profesional médico debe proporcionar información exacta y derivar a la paciente, así como prestar servicios de urgencia si fuera necesario.

Información complementaria

La Ley sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo se aprobó en 1996 y entró en vigor el 1 de febrero de 1997. Permite a mujeres y niñas ejercer su derecho al aborto voluntario hasta la semana 12ª de gestación y, en determinadas circunstancias, hasta la semana 20ª. Esta legislación ha merecido elogios por el avance que ha supuesto para la salud y los derechos de las mujeres.

Se calcula que las muertes y lesiones asociadas al aborto se han reducido en más del 90% desde su entrada en vigor.

En virtud del derecho internacional de los derechos humanos, Sudáfrica tiene el deber de garantizar la disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad de la información y los servicios de aborto para todas las mujeres y niñas sin discriminación.

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La mordaza global de Trump, un golpe demoledor para los derechos de las mujeres

Por: Amnistía Internacional 

La imagen de un grupo de hombres con traje tomando decisiones sobre los derechos de las mujeres se está convirtiendo en un signo emblemático de la reacción contra nuestros derechos humanos, especialmente los relacionados con la integridad física y la libertad reproductiva y sexual de las mujeres.

Sólo dos días después de las masivas manifestaciones por la igualdad y contra la discriminación que tuvieron lugar en ciudades de Estados Unidos y de todo el mundo, el presidente Donald Trump decidió poner en peligro los derechos de las mujeres reinstaurando la llamada “regla de la mordaza global”. Esta regla bloquea la financiación internacional federal estadounidense para las organizaciones no gubernamentales que proporcionen asesoramiento o remisiones en relación con el aborto, propugnen la despenalización del aborto o la ampliación de los servicios de aborto, aun cuando Estados Unidos no financie directamente estos servicios.

La regla de la mordaza global —también llamada Política de la Ciudad de México— fue instaurada por el gobierno de Ronald Reagan en 1984, y tradicionalmente ha sido rechazada por los gobiernos demócratas y reinstaurada por los presidentes republicanos.

El presidente Trump sigue ahora una tradición preocupante que tiene repercusiones peligrosas para los derechos sexuales y reproductivos, la salud y la vida de mujeres y niñas de todo el mundo, especialmente las que corren más riesgo de sufrir abusos contra los derechos humanos. Durante los gobiernos de los presidentes Reagan y Bush, la regla de la mordaza fue un obstáculo para la salud sexual y reproductiva integral en muchos lugares del Sur global.

El presidente Trump sigue ahora una tradición preocupante que tiene repercusiones peligrosas para los derechos sexuales y reproductivos, la salud y la vida de mujeres y niñas de todo el mundo, especialmente las que corren más riesgo de sufrir abusos contra los derechos humanos.
Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional

La versión de la mordaza global de Trump amplía esta política a toda la financiación global de la salud de Estados Unidos, no sólo la financiación de la planificación familiar proporcionada por Estados Unidos a través de la ayuda exterior. Esto significa que las organizaciones que trabajan en otras cuestiones, como la malaria, el VIH/sida o la salud materna, deben asegurarse de que sus programas no incluyen remisión o información alguna en relación con el aborto.

Muchas organizaciones que trabajan en defensa de los derechos de las mujeres han llevado a cabo investigaciones exhaustivas sobre el impacto de la regla de la mordaza global. Sus conclusiones indican que esta regla imponía importantes reducciones de la financiación para programas que prestaban servicios de planificación familiar, tratamiento para el VIH/sida, anticoncepción de emergencia y otros servicios de atención de la salud reproductiva, junto con servicios e información relacionados con el aborto, especialmente en África y América Latina.

Un estudio realizado en 2006 por la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID) sobre la situación de la financiación para los derechos de las mujeres —Where is the Money for Women´s Rights? (“Dónde está el dinero para los derechos de las mujeres”)— reveló también que los grupos de defensa de los derechos de las mujeres consideraban que la regla de la mordaza afectaba de modo especial a las mujeres, por ejemplo violando su derecho a la libertad de expresión y de asociación y su capacidad para participar en el fortalecimiento de sus sociedades civiles e instituciones democráticas.

Esta desastrosa política de Estados Unidos también impedía que los proveedores de salud cumplieran con la ética médica básica. En los países donde el aborto era legal, por ejemplo, no podían proporcionar toda la gama de atención de la salud reproductiva legal ni podían remitir o asesorar a las partes tal como exige la ética médica. Como consecuencia directa, la regla de la mordaza global pondrá en peligro la salud y la vida de las mujeres, tanto en los países donde el aborto es legal como en aquellos donde es ilegal.

En 2011, un estudio de la Universidad de Stanford reveló que las organizaciones del África subsahariana que se negaban a firmar la regla de la mordaza global perdieron la financiación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y en consecuencia las tasas de aborto aumentaron en estos países hasta alcanzar más del doble de las tasas anteriores al gobierno de Bush.

Datos de países donde los servicios de aborto son seguros, legales y accesibles indican que las muertes y las complicaciones relacionadas con el aborto se reducen en gran medida. Sin embargo, la regla de la mordaza global ha frustrado en el pasado los esfuerzos de quienes propugnaban la reforma del aborto para modificar las leyes restrictivas.

Las consecuencias de los abortos inseguros han sido especialmente graves en América Latina y el Caribe, la región que registra los índices más elevados de abortos inseguros, según los datos de la Organización Mundial de la Salud.

El Instituto Guttmacher calcula que, entre 2010 y 2014, se practicaron unos 6,5 millones de abortos inducidos cada año en América Latina y el Caribe, y según el Centro de Derechos Reproductivos se calcula que más de 2.000 mujeres latinoamericanas mueren cada año debido a abortos inseguros.

El aborto está prohibido totalmente en siete países de la región, aun en el caso de que la vida o la salud de la mujer o la niña dependa de él: Chile, El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Surinam. El aborto legal a petición durante el primer trimestre está disponible en Cuba, Ciudad de México y Uruguay. En la mayoría de los restantes países de la región, aunque sea legal, el acceso a un aborto para salvar la vida resulta muy difícil porque algunos profesionales de la salud se niegan a practicarlo por motivos ideológicos.

Las consecuencias de la criminalización de las mujeres que intentan abortar son bien conocidas: tasas elevadas de mortalidad y morbilidad materna a causa de abortos inseguros que afectan de modo desproporcionado a mujeres y niñas que viven en la pobreza. Muchas mujeres se ven obligadas a pasar años entre rejas tras haber sido acusadas de haber abortado.

La discriminación y la desigualdad de género persistentes en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe son la causa de que las mujeres y niñas no puedan ejercer sus derechos humanos.

Los estereotipos discriminatorios siguen estando profundamente arraigados en una cultura patriarcal que aún relega a las mujeres al ámbito de la reproducción social; una cultura promovida ampliamente, en gran parte, por organizaciones religiosas, como la iglesia católica y las iglesias evangélicas.

En los últimos años, un segundo baluarte de la oposición a los avances de los derechos de las mujeres en la región ha llegado de Estados Unidos. La creciente influencia de los grupos antiaborto dentro del Partido Republicano ha generado una deriva hacia políticas contrarias al aborto en algunos estados. Esto ha afectado a las organizaciones que defienden el derecho a decidir y los derechos de las mujeres, tanto de forma directa, mediante la imposición de la regla de la mordaza, como indirecta, mediante la legitimidad y la fuerza que se conceden a los discursos y las propuestas antiaborto. Los políticos latinoamericanos no han sido indiferentes a estas tendencias, y han buscado el apoyo de las fuerzas conservadoras y los grupos antiaborto de Estados Unidos para reforzar sus posibilidades de acceder a los cargos negociando los derechos de las mujeres y proponiendo políticas y disposiciones legales que penalizan el aborto y restringen aún más los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Aunque la discriminación de las mujeres es evidente en casi todas las esferas de la vida, es en el área de la salud sexual y reproductiva donde alcanza niveles alarmantes. Es la regulación de la reproducción y la sexualidad de las mujeres lo que revela con mayor claridad los nocivos estereotipos y sesgos de género.

Aunque la discriminación de las mujeres es evidente en casi todas las esferas de la vida, es en el área de la salud sexual y reproductiva donde alcanza niveles alarmantes.
Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional

Lamentablemente, en este contexto regional adverso, y con la reinstauración de la regla de la mordaza global, el futuro para las mujeres y niñas y sus posibilidades reales de poder ejercer sus derechos humanos es trágicamente incierto.

Hoy más que nunca, debe prevalecer una postura firme contra estas claras violaciones de los derechos humanos de las mujeres. Es hora de unirnos en la acción contra la discriminación y la violencia.

Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2017/01/trumps-global-gag-a-devastating-blow-for-womens-rights/

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Estados Unidos: Tenemos que hacer frente a la retórica de Trump contra los derechos humanos

Por: Amnistía Internacional 

El día de la toma de posesión del presidente de Estados Unidos Donald Trump, el secretario general de Amnistía Internacional, Salil Shetty, ha manifestado:

“No enfrentamos a algo que podría convertirse en una grave reducción de libertades conseguidas con mucho esfuerzo, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.”

“Corresponde a cada persona luchar contra la malévola retórica de discriminación, odio y xenofobia del presidente Trump Amnistía se opondrá a la injusticia en todo momento.”

“Cuando la gente se une para defender la dignidad y la igualdad de todas las personas en todas partes, el discurso tóxico de odio y miedo no puede pararlo.”

Cuando la gente se une para defender la dignidad y la igualdad de todas las personas en todas partes, el discurso tóxico de odio y miedo no puede pararlo.
Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional
Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2017/01/usa-people-must-stand-up-to-trumps-antirights-rhetoric/
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Unión Europea: Leyes antiterroristas orwellianas privan de derechos con el pretexto de defenderlos

Por: Amnistía Internacional 

Una serie de nuevas leyes de amplio alcance están conduciendo a Europa a un profundo y peligroso estado de “segurización” permanente. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional al publicar un exhaustivo análisis, desde la perspectiva de los derechos humanos, de las medidas antiterroristas adoptadas en 14 Estados miembros de la Unión Europea.

Tras una serie de atentados atroces, desde París hasta Berlín, los gobiernos se han apresurado a promulgar toda una serie de leyes desproporcionadas y discriminatorias.
John Dalhuisen, Amnistía Internacional.

Peligrosamente desproporcionado: La expansión continua del estado de seguridad nacional en Europa revela la manera en que el diluvio de leyes y reformas aprobadas a una velocidad de vértigo está minando libertades fundamentales y desmantelando salvaguardias de derechos humanos que había costado mucho conseguir.

“Tras una serie de atentados atroces, desde París hasta Berlín, los gobiernos se han apresurado a promulgar toda una serie de leyes desproporcionadas y discriminatorias”, ha manifestado John Dalhuisen, director de Amnistía Internacional para Europa.

“Tomadas de una en una, estas medidas antiterroristas individuales resultan suficientemente preocupantes, pero si se miran todas juntas emerge una imagen inquietante en la que poderes sin control pisotean libertades que se daban por sentadas desde hace mucho tiempo.”

El informe, basado en más de dos años de investigación en 14 Estados miembros de la UE y en el análisis de iniciativas tanto internacionales como europeas, revela hasta qué punto las nuevas leyes y políticas concebidas para abordar la amenaza del terrorismo han pasado como una apisonadora sobre las salvaguardias de los derechos.

En varios países se han propuesto o adoptado medidas antiterroristas que han erosionado el Estado de derecho, han aumentado el poder del ejecutivo, han eliminado controles judiciales, han restringido la libertad de expresión y han expuesto a toda la población a una vigilancia gubernamental sin control. El impacto ha sido especialmente profundo para las personas extranjeras y las minorías étnicas y religiosas.

Tomadas de una en una, estas medidas antiterroristas individuales resultan suficientemente preocupantes, pero si se miran todas juntas emerge una imagen inquietante.
John Dalhuisen, Amnistía Internacional

La nueva normalidad: Leyes de excepción y medidas similares

En varios países, las reformas constitucionales o la legislación harán que sea más fácil declarar un estado formal de excepción u otorgar poderes especiales a los servicios de seguridad e inteligencia, a menudo sin apenas supervisión judicial, o sin supervisión en absoluto.

Por ejemplo, en Hungría, la nueva legislación concede amplios poderes al ejecutivo en caso de que se declare una emergencia; esos poderes incluyen la prohibición de reuniones públicas, severas restricciones a la libertad de circulación, y congelación de bienes. Unas disposiciones vagamente definidas otorgan el poder de suspender leyes y acelerar la promulgación de otras nuevas, así como desplegar al ejército con armas de munición real para sofocar disturbios.

En Francia se ha renovado cinco veces el estado de excepción, con lo que se ha normalizado una serie de medidas intrusivas como, por ejemplo, el poder para prohibir manifestaciones y llevar a cabo registros sin orden judicial.

Las medidas temporales de excepción, como las órdenes administrativas para controlar la circulación de personas en Reino Unido y Francia, se han integrado cada vez más en la legislación ordinaria.

La nueva ley antiterrorista polaca cimenta de forma permanente una serie de poderes draconianos, entre ellos las medidas desproporcionadas contra personas de ciudadanía extranjera.

Algunos Estados han utilizado indebidamente las leyes antiterroristas para atacar a activistas políticos y a personas que defienden los derechos humanos. Un claro ejemplo es el uso de las leyes de excepción por parte de la policía francesa para poner bajo arresto domiciliario a activistas medioambientales en vísperas de la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático celebrada en 2015.

Estados vigilantes

Muchos países de la UE se han unido a las filas de los “Estados vigilantes” a medida que han ido aprobando nuevas leyes que permiten la vigilancia masiva indiscriminada y otorgan poderes intrusivos a los servicios de seguridad e inteligencia.

Se han concedido o ampliado poderes de vigilancia masiva en Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Hungría, Países Bajos, Polonia y Reino Unido, entre otros, y al hacerlo se ha permitido la interceptación masiva y el posible acceso a los datos de millones de personas.

La vigilancia selectiva sin supervisión también se ha ampliado enormemente. La Ley Antiterrorista promulgada por Polonia en 2016 permite medidas de vigilancia encubierta contra personas de ciudadanía extranjera, como por ejemplo las escuchas telefónicas, el seguimiento de las comunicaciones electrónicas y la vigilancia de las redes y dispositivos de telecomunicaciones sin supervisión judicial de ningún tipo durante tres meses.

A David Miranda, ciudadano brasileño que ayudaba en la investigación periodística sobre las revelaciones de Edward Snowden relativas a la vigilancia, lo interceptaron en virtud de los poderes antiterroristas cuando estaba en tránsito por Reino Unido en 2013. Fue detenido, registrado e interrogado durante nueve horas como sospechoso de estar implicado en “espionaje” y “terrorismo”. Le confiscaron el teléfono móvil, el ordenador portátil, un disco duro externo y otros materiales.

Delitos de pensamiento

En un moderno giro del orwelliano “delito de pensamiento”, la gente puede ahora ser procesada por actos que tienen un vínculo sumamente tenue con una conducta delictiva real. Al centrar cada vez más las medidas antiterroristas en la prevención, los gobiernos han invertido en iniciativas “predelictivas” y han recurrido con una frecuencia cada vez mayor a órdenes de control administrativo para restringir la libertad de circulación y otros derechos. Esto ha dado lugar a que muchas personas se hayan visto sometidas a toques de queda, prohibiciones de viajar o etiquetas electrónicas sin haber sido siquiera acusadas o declaradas culpables de delito alguno. En estos casos, a menudo las pruebas se mantienen en secreto, lo que significa que las personas acusadas de actividades “predelictivas” no pueden defenderse adecuadamente.

Ataques a personas refugiadas y grupos minoritarios

Las personas migrantes y refugiadas, los defensores y defensoras de los derechos humanos, los activistas y los grupos minoritarios han sido blanco especial de los ataques de los nuevos poderes, mientras el establecimiento de perfiles —basados frecuentemente en estereotipos— conducía directamente al uso indebido de leyes que definen el terrorismo de manera muy vaga.

Muchos Estados miembros de la UE están intentando establecer vínculos entre la crisis de refugiados y la amenaza del terrorismo. En noviembre, un tribunal húngaro condenó a Ahmed H. —ciudadano sirio residente en Chipre— a diez años de prisión por cometer un “acto de terrorismo”. Dicho acto consistía en arrojar piedras y hablar por un megáfono a una multitud durante unos enfrentamientos con la policía de fronteras. En realidad, Ahmed H. había viajado para ayudar a sus ancianos padres en su huida de Siria a Europa. Aunque admitió haber arrojado piedras, hay grabaciones de vídeo que muestran que también había intentando calmar a la multitud.

La esposa de Ahmed, Nadia, contó a Amnistía Internacional: “Nos han arruinado la vida. Intento ser madre y padre para mis hijas, pero es muy difícil. Lo echamos de menos y tememos por él.”

La función de los gobiernos debería ser brindar seguridad para que la gente disfrute de sus derechos humanos, en lugar de restringir los derechos de la población en nombre de la seguridad.
John Dalhuisen, Amnistía Internacional

Efecto disuasorio

El miedo a ser calificado de amenaza para la seguridad o de “extremista” ha tenido un efecto disuasorio que ha limitado la libertad de expresión. En España, dos titiriteros fueron detenidos y acusados de “enaltecimiento del terrorismo” tras una actuación satírica en la que una marioneta sostenía una pancarta con un lema que se consideró de apoyo a un grupo armado. En Francia se ha utilizado un delito similar —“apología del terrorismo”— para acusar a cientos de personas, incluidos menores de edad, de “delitos” tales como publicar en Facebook comentarios que no incitaban a la violencia.

En 2015, los tribunales franceses dictaron 385 condenas por “apología del terrorismo”, un tercio de ellas contra menores de edad. Las definiciones de qué constituye “apología” son sumamente amplias.

En España, un popular músico fue detenido y recluido por una serie de tuits entre los que se encontraba una broma sobre ofrecer al rey emérito Juan Carlos un pastel bomba como regalo de cumpleaños.

Corremos el peligro de crear sociedades en las que la libertad se convierta en la excepción y el miedo en la norma.
John Dalhuisen, Amnistía Internacional

Las medidas discriminatorias han afectado de manera desproporcionada y profundamente negativa a la población musulmana, las personas de ciudadanía extranjera o las personas consideradas musulmanas o extranjeras. Las actuaciones discriminatorias del Estado y sus agentes se consideran cada vez más “aceptables” en el contexto de la seguridad nacional.

“Aunque la amenaza del terrorismo es muy real y debe recibir siempre una respuesta enérgica, la función de los gobiernos debería ser brindar seguridad para que la gente disfrute de sus derechos humanos, en lugar de restringir los derechos de la población en nombre de la seguridad”, ha manifestado John Dalhuisen.

“Los gobiernos de la UE están utilizando las medidas antiterroristas para consolidar poderes draconianos, atacar a grupos de forma discriminatoria y privar de derechos humanos con el pretexto de defenderlos. Corremos el peligro de crear sociedades en las que la libertad se convierta en la excepción y el miedo en la norma.

Fuente: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2017/01/eu-orwellian-counter-terrorism-laws-stripping-rights-under-guise-of-defending-them/

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Arabia Saudí intensifica la implacable represión de activistas de derechos humanos

Por: Amnistía Internacional/18-01-2016

Las autoridades saudíes han empezado el año intensificando la represión de activistas de derechos humanos, asestando así otro duro golpe a los últimos vestigios de la sitiada sociedad civil, ha declarado Amnistía Internacional.

En las últimas semanas, una serie de activistas han sido detenidos o han sido llevados ante los tribunales en relación con su trabajo pacífico por los derechos humanos, una señal de que las autoridades prevén continuar con su implacable represión de la disidencia pacífica. Entre las personas afectadas hay un activista que afronta cargos por facilitar información a Amnistía Internacional.

“La última oleada de detenciones ha suscitado el temor de que 2017 sea otro año negro para los derechos humanos en Arabia Saudí mientras las autoridades continúan con sus intentos de aplastar cualquier indicio de movimiento por los derechos humanos en el país”, afirmó Lynn Maalouf, directora adjunta de Investigación de la Oficina Regional de Beirut de Amnistía Internacional.

“Los activistas de derechos humanos en Arabia Saudí son una especie en peligro. Se desvanecen uno a uno enjuiciados, encarcelados, intimidados para que guarden silencio u obligados a exiliarse, poniendo de relieve la política de las autoridades de tolerancia cero hacia la libertad de expresión.”

Los activistas de derechos humanos en Arabia Saudí son una especie en peligro. Se desvanecen uno a uno enjuiciados, encarcelados, intimidados para que guarden silencio u obligados u obligados a exiliarse.
Lynn Maalouf, directora adjunta de Investigación de la Oficina Regional de Beirut de Amnistía Internacional

Hoy, Abdulaziz al Shubaily, defensor de los derechos humanos y miembro fundador de la Asociación Saudí de Derechos Civiles y Políticos (ACPRA), organización independiente de derechos humanos ahora disuelta, ha comparecido ante el Tribunal Penal Especializado, encargado de juzgar los casos de terrorismo, y ha sido condenado de nuevo a ocho años de prisión en relación con su trabajo por los derechos humanos. Estaba acusado de diversos cargos, como “comunicarse con organizaciones extranjeras” y proporcionar información a Amnistía Internacional para su uso en dos informes. Casi todos los miembros de la ACPRA han sido enjuiciados o encarcelados.

Abdulaziz al Shubaily © Particular

El 8 de enero, Essam Koshak, defensor de los derechos humanos, fue citado para ser interrogado por el Departamento de Investigación Criminal (CID) en La Meca, hacia las 5 de la tarde, hora local. Pese a que acudió de inmediato a la comisaría de policía de Al Mansour, fue detenido y nunca regresó a su casa. Según la información de que dispone Amnistía Internacional, no se le ha permitido nombrar a un abogado y lo están interrogando sobre su cuenta en Twitter, que usaba principalmente para difundir cuestiones de derechos humanos en Arabia Saudí.

Apenas unos días antes, el 5 de enero, Ahmed al Mushaikhass, miembro fundador del Centro Adala para los Derechos Humanos, organización independiente de derechos humanos a la que no se ha permitido inscribirse legalmente en el país, recibió una llamada telefónica del CID pidiéndole que se presentara en la comisaría de policía de Al Qatif para ser interrogado. El 8 de enero fue trasladado a la comisaría de Al Dammam, donde permanece bajo custodia. Desde entonces está siendo interrogando por la Oficina de Investigación y Enjuiciamiento (BIP). Ahmed al Mushaikhass es un defensor de los derechos humanos conocido por su labor, que incluía ayudar a familiares de personas detenidas en la Provincia Oriental a exponer sus casos ante las autoridades. Su hermano, Yussuf al Mushaikhass, fue condenado a muerte en enero de 2016 tras participar en protestas en la Provincia Oriental y podría ser ejecutado en cualquier momento.

Ahmed al Mushaikhass © Particular

El 18 de diciembre, Issa al Nukheifi, activista de derechos humanos y miembro de la ACPRA, fue citado para ser interrogado en la sede de la BIP en La Meca. Entre otras cosas, lo interrogaron acerca de sus tuits de apoyo a activistas de derechos humanos y otros detenidos saudíes. Actualmente está en la prisión general de La Meca. Al Nukheifi había sido encarcelado con anterioridad, en 2013, en relación con su labor por los derechos humanos, y cumplió tres años de prisión antes de ser excarcelado en abril de 2016. Tras su liberación, siguió denunciando violaciones de derechos humanos en Arabia Saudí y era una persona molesta para las autoridades.

Issa al Nukheifi © Particular
Cualquier persona que se atreva hoy a defender los derechos humanos en Arabia Saudí está en peligro.
Lynn Maalouf, directora adjunta de Investigación de la Oficina Regional de Beirut de Amnistía Internacional

“La implacable persecución de los defensores y defensoras de los derechos humanos es una campaña flagrante encaminada a disuadirlos de hablar de la situación de estos derechos en el país y de trabajar en favor de las víctimas de violaciones. Los activistas de derechos humanos detenidos sólo por su trabajo a favor de estos derechos deben ser puestos en libertad inmediata e incondicionalmente”, concluyó Lynn Maalouf.

“Cualquier persona que se atreva hoy a defender los derechos humanos en Arabia Saudí está en peligro. No parece que esta campaña vaya a terminar pronto, por lo que ahora es más importante que nunca que los aliados de Arabia Saudí se pronuncien en contra de esta creciente represión.”

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Mirando a los ojos de personas refugiadas centroamericanas, en tiempos de odio y miedo

Por: Amnistia Internacional/03-12-2016

Hace 10 años, llegué a México por primera vez. Con una pesada mochila sujeta a la cintura, crucé a pie el largo puente de cemento que separa México de Guatemala.

Cando crucé la frontera, un hombre con la camisa desabrochada hasta el vientre y el sudor cayéndole por el pecho miró mi pasaporte (una ojeada de no más de dos segundos), luego lo selló con una sonrisa y me dijo alegremente: “Bienvenida a México”.

Mi entrada en México no podía haber sido más fácil, porque soy de Australia y no necesito visado. Sin embargo, para los cientos de miles de hombres, mujeres, niños, niñas y familias enteras que huyen de la violencia y cruzan la frontera sur de México, procedentes de algunos de los rincones más peligrosos del mundo, la historia es muy distinta.

En lugar de una sonrisa, se encuentran con sospechas infundadas, miedo, prejuicios e incluso odio.

Perfectamente conscientes de las probabilidades de que les nieguen la entrada —y, en lugar de eso, se enfrenten a una posible deportación a la violencia y los horrores casi bélicos de Honduras y El Salvador, muchas se ven, en la práctica, obligadas a entrar clandestinamente.

 

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Cruce del río Suchuiate entre México y Guatemala. Quienes tienen visado cruzan el puente; quienes no lo tienen —incluidas las personas que huyen de la violencia de Centroamérica— tienen que fabricarse balsas con neumáticos.

Diez años después de haber cruzado ese paso fronterizo por primera vez, regresé como parte de una misión internacional de observación, y he conversado con decenas de personas cuyas vidas se han venido abajo. Hablamos con un hombre en silla de ruedas que había perdido las dos piernas cuando cayó del tren de mercancías apodado “La Bestia” sobre el cual las personas migrantes y solicitantes de asilo viajan para atravesar México. Lo llevaron al hospital en México, y de allí lo remitieron a las autoridades de migración mexicanas. Nos dijo que las autoridades de migración habían hecho caso omiso de su petición de asilo y lo habían deportado inmediatamente de vuelta a Honduras. Según contó, allí pasó cuatro días, temiendo por su vida, y luego regresó a México de inmediato. Ante el temor a ser detenido, aún no había podido presentar una solicitud de asilo.

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Una de las rutas que las personas migrantes y solicitantes de asilo se ven obligadas a tomar para atravesar México incluye viajar en lo alto de estos trenes de mercancías y arriesgar la vida.

Se calcula que unas 400.000 personas cruzan la frontera sur de México cada año. Muchas de ellas están necesitadas de protección internacional, y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ha pedido a los gobiernos de la región que reconozcan la crisis humanitaria que afecta a los países centroamericanos de El Salvador, Honduras y Guatemala.

Nuestra propia investigación ha mostrado cómo la violencia generalizada en El Salvador y Honduras convierte a estos países en algunos de los lugares más mortíferos del planeta. Hace unos días hablé con un joven pescador de El Salvador que había huido de su país con más de 30 miembros de su familia a causa de la extorsión y los impuestos de guerra que las bandas criminales (maras) les imponían en su casa, e imponían a sectores profesionales enteros de El Salvador para dejarlos funcionar. El decir no a las maras significa a menudo una condena a muerte.

México tiene un historial de recibir a personas que huyen de la violencia y de mostrar solidaridad y hospitalidad a quienes necesitan protección. En la década de 1980, decenas de miles de personas huyeron de la guerra civil de Guatemala y acudieron como refugiadas a México. Treinta años después, México parece estar olvidando aquella hospitalidad. En nuestra misión, bastante después de cruzar la frontera y estar ya en el territorio mexicano, en una franja de sólo 200 km a lo largo de la costa del estado meridional de Chiapas, pasamos por siete puestos de control de migración en los que, en ocasiones, había militares, policías federales y numerosos agentes de migración dispuestos a detener a cualquiera que careciera de documentos. En los últimos años, México ha invertido una cantidad considerable de recursos en hacer cumplir la ley e imponer la seguridad a lo largo de su frontera sur. Parte de ese dinero procede de la financiación del gobierno estadounidense a la Iniciativa Mérida, un amplio paquete de ayuda para la seguridad.

El incremento de los controles y las medidas de seguridad ha dado lugar a un aumento de las detenciones y deportaciones de personas centroamericanas desde México: en muchos casos se ha devuelto a personas a situaciones de amenazas, ataques e incluso homicidios. De todos los controles por los que pasé, destacaba uno en particular. Se trataba de un centro especial de aduanas que se alzaba en la carretera como una enorme nave espacial, un aeropuerto o una prisión. En él había agentes de la Policía Federal, un cuartel del ejército, un servicio de aduanas, focos, torres de vigilancia, y una infraestructura impresionante.

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Puesto de control de fronteras en Huixtla, Chiapas.

El problema con este enfoque de las detenciones, el cumplimiento de la ley, las medidas de seguridad y las deportaciones es que los agentes de migración mexicanos no identifican a muchas personas que corren peligro y deberían ser reconocidas como refugiadas.

En virtud del derecho tanto nacional como internacional, los agentes de migración tienen la obligación de remitir a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) a cualquier persona que exprese temor de ser devuelta a su país. Sin embargo, la gran mayoría de las personas que llegan son detenidas y devueltas a su país sin tener en cuenta sus temores. ¿A qué se debe eso? ¿De verdad creen las autoridades que unas personas traumatizadas que huyen de su país constituyen una amenaza tan grave? ¿Han escuchado sus relatos? Conocí a una mujer que me contó que, en Honduras, como mujer, no podía llevar falda o medias, ni teñirse el pelo; apenas podía hacer nada sin que las maras la amenazaran. Habló conmigo en un lateral de la carretera, sin dinero, mientras esperaba a trasladarse para encontrar un transporte que pudiera llevarla a un lugar más seguro. Otras personas de El Salvador me dijeron que sólo el transitar de un barrio a otro te pone en peligro, pues, al proceder de otro barrio, las maras sospechan que eres un posible rival.

Vivimos unos tiempos de odio y miedo extremos. A menos que escuchemos los relatos de la gente y actuemos, nuestras sociedades y políticas seguirán creando muros de prejuicios, en lugar de puentes de protección y justicia. Después de este viaje a lo largo de la frontera sur de México, más que nunca, me comprometo a dar la bienvenida a las personas refugiadas, en mi corazón y en mi sociedad. Confío en que tú puedas mirarlas a los ojos y darles también la bienvenida.

Aquí encontrarás un enlace a nuestro reciente experimento de vídeo en directo por Facebook que mira a los ojos y las historias de personas refugiadas centroamericanas en México y personas refugiadas en otros países del mundo, y te invita a contraer un compromiso de solidaridad con las personas refugiadas.

Este artículo se publicó originalmente en IPS

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