Educación interrumpida, educación reconstruida

Por: Andreas Schleicher.

 

Entramos con el director de educación de la OCDE a las aulas del futuro. Más foco en ayudar a los alumnos a pensar por sí mismos y a comprender los límites de la acción individual y colectiva serán algunas claves.

Amedida que el mundo está cada vez más interconectado, los riesgos a los que nos enfrentamos también lo están. La pandemia de covid-19 no se ha detenido en las fronteras nacionales y ha afectado a las personas independientemente de su nacionalidad, su nivel educativo, sus ingresos o su sexo. Sin embargo, no sucede lo mismo con las consecuencias, que han sido más graves para los más vulnerables. Esto vale también para la educación. Los estudiantes privilegiados consiguieron sortear rápidamente las puertas cerradas de los centros y encontrar vías hacia oportunidades de aprendizaje alternativas apoyados por sus padres y deseosos de aprender; los de familias desfavorecidas se quedaron fuera cuando las escuelas cerraron.

En cierto sentido, esta crisis ha puesto al descubierto las numerosas deficiencias y desigualdades de nuestros sistemas educativos, desde la banda ancha y los ordenadores necesarios para la educación por Internet hasta la incapacidad de atraer a los profesores más competentes a los grupos de alumnos más problemáticos, pasando por los entornos favorables, imprescindibles para centrar la atención en el aprendizaje. Pero, puesto que en esta época de crisis las desigualdades se amplifican, el momento ofrece también la posibilidad de no instalarse otra vez en el antiguo estado de cosas cuando todo vuelva a la “normalidad”. La naturaleza de nuestras respuestas colectivas y sistémicas a las perturbaciones será lo que determine cómo nos afectarán. Allí donde sea necesario cerrar los centros educativos durante un tiempo, podemos mitigar los efectos del cierre para los estudiantes, las familias y los educadores, en particular para los de los grupos más marginados. Tenemos la posibilidad de colaborar a escala internacional a fin de compartir de manera recíproca los recursos docentes disponibles en Internet y las plataformas digitales de aprendizaje, y animar a las empresas tecnológicas a que se unan a la iniciativa. Asimismo, podemos mejorar rápidamente las oportunidades digitales de aprendizaje de los profesores y fomentar la colaboración de estos más allá de las fronteras. Y lo que quizá sea más importante: está en nuestras manos emplear la energía del momento para adaptar los planes y los entornos docentes a las necesidades del siglo XXI.

Educar a los estudiantes para su futuro, no para nuestro pasado. Vivimos en un mundo en el que lo que es fácil de enseñar y evaluar también se ha convertido en fácil de digitalizar y automatizar. El reto del futuro consiste en armonizar la inteligencia artificial de los ordenadores con las capacidades cognitivas, sociales y emocionales y los valores de los humanos. Nuestra imaginación, nuestra conciencia y nuestro sentido de la responsabilidad serán los que nos ayuden a sacar partido de la tecnología para crear un mundo mejor. Actualmente, el éxito en la educación tiene que ver con la identidad, la capacidad de intervención y las metas. También con el fomento de la curiosidad abriendo las mentes y de la compasión abriendo los corazones, así como con el valor y con la movilización de nuestros recursos cognitivos, sociales y emocionales para actuar. Estas serán, al mismo tiempo, nuestras mejores armas contra las principales amenazas de nuestra época: la ignorancia, la mentalidad cerrada, el odio, la dureza de corazón y el miedo, enemigo de la acción.

Para ir por delante de los avances tecnológicos hay que perfeccionar nuestras cualidades

En nuestra época, los algoritmos que hay detrás de las redes sociales nos clasifican en grupos de individuos afines, creando burbujas virtuales que a menudo amplifican nuestra manera de pensar, pero nos aíslan de las perspectivas que difieren de las nuestras, homogeneizando opiniones y polarizando nuestras sociedades. En consecuencia, las escuelas del futuro tendrán que ayudar a los estudiantes a pensar por sí mismos y a sumarse a los demás con empatía en el trabajo y en la sociedad, así como a desarrollar una conciencia fuerte de lo que está bien y lo que está mal, una sensibilidad a las demandas que nos hacen los demás y la comprensión de los límites de la acción individual y colectiva. En el trabajo, en casa y en la comunidad, vamos a tener que conocer en profundidad cómo viven los demás en diferentes culturas y tradiciones, y también cómo piensan, ya sean científicos o artistas. Independientemente de cuáles sean las tareas en las que las máquinas puedan sustituir al trabajo humano, las demandas para que contribuyamos de manera significativa a la vida social y ciudadana con nuestros conocimientos y capacidades seguirán aumentando.

La complejidad cada vez mayor de la vida actual para los individuos, las comunidades y las sociedades implica que las soluciones a nuestros problemas también serán complejas. En un mundo desequilibrado desde el punto de vista estructural, la necesidad imperativa de reconciliar en escenarios locales diferentes perspectivas e intereses que a menudo tienen repercusiones mundiales significa que tenemos que mejorar nuestra manera de abordar las tensiones y las disyuntivas. A la hora de lograr el equilibrio entre demandas contrapuestas —equidad y libertad, autonomía y comunidad, innovación y continuidad, eficacia y proceso democrático—, rara vez nos encontraremos solamente ante dos opciones, o incluso ante una única solución. Tenemos que pensar de una manera más integrada que reconozca las interconexiones. Nuestra capacidad de sortear la ambigüedad se ha vuelto fundamental.

Un profesor de música con sus alumnos.
Un profesor de música con sus alumnos. JEAN-LUC LUYSSEN GETTY IMAGES

La cuestión de fondo es que, si queremos ir por delante de los avances tecnológicos, tenemos que descubrir y perfeccionar las cualidades únicas de nuestra condición de seres humanos, las cuales, antes que competir con las capacidades que hemos creado en nuestros ordenadores, las completan. Las escuelas tienen que crear seres humanos de primera clase, no robots de segunda.

El problema reside en que desarrollar estas capacidades cognitivas, sociales y emocionales exige un enfoque muy diferente del aprendizaje y la enseñanza, y una nueva categoría de enseñantes. En los contextos en los que el propósito de la enseñanza es impartir conocimiento prefabricado, los sistemas educativos se pueden permitir una baja calidad del profesorado. Y cuando esta es baja, los Gobiernos suelen decir a sus enseñantes exactamente qué hacer y cómo quieren que se haga, utilizando una organización industrial del trabajo para obtener los resultados deseados. El reto es convertir la docencia en una profesión de trabajadores del conocimiento avanzados que desempeñen su función con una gran autonomía profesional y dentro de una cultura de la colaboración.

Pero esta clase de personas se negarán a trabajar como piezas intercambiables de sistemas educativos organizados como talleres tayloristas basados principalmente en formas administrativas de responsabilidad y sistemas burocráticos de mando y control para dirigir su actividad. Para atraer a las personas precisas, los modernos sistemas de enseñanza tienen que transformar la forma de organización del trabajo en otra en la que las normas profesionales de control sustituyan a los procedimientos de control burocráticos y administrativos. En el pasado, el saber se recibía; en el futuro tiene que generarlo quien vaya a utilizarlo.

Antes, la educación era básicamente temática; en el futuro deberá basarse más en proyectos, en construir experiencias que ayuden a los estudiantes a pensar más allá de los límites de las disciplinas temáticas. El pasado era jerárquico; el futuro será colaborativo y reconocerá que tanto los enseñantes como los estudiantes son recursos y cocreadores.

Las escuelas tienen que crear seres humanos de primera clase, no robots de segunda

En el pasado se enseñaba de la misma manera a estudiantes diferentes. En el presente, los sistemas de aprendizaje tienen que abrirse a la diversidad con enfoques docentes diferenciados. Los objetivos del pasado eran la normalización y la docilidad. Los estudiantes se organizaban por grupos de edad, seguían el mismo programa estándar y se evaluaba a todos al mismo tiempo. En el futuro habrá que desarrollar la formación a partir de las pasiones y las capacidades de los alumnos, ayudarlos a personalizar su aprendizaje y su evaluación de manera que se fomente su interés y su talento. Se tratará de animar a los estudiantes a ser ingeniosos.

El pasado también estaba dividido. Los profesores y los contenidos se repartían por temas, y los alumnos se separaban en función de las expectativas relacionadas con sus futuras perspectivas profesionales; los centros de enseñanza estaban diseñados para que los que estudiasen se quedasen dentro y el resto del mundo fuera; no había relación con las familias y sí renuencia a asociarse con otros centros. El futuro tendrá que ser integrado y conceder importancia a la interrelación de los temas y la integración de los estudiantes. También tendrá que estar conectado, de manera que el aprendizaje guarde una relación estrecha con los contextos del mundo real y los temas contemporáneos y abierto a la riqueza de recursos que hay en la comunidad.

Utilizar ventajosamente la tecnología. La tecnología será parte inseparable del futuro de la enseñanza. Con ella no solo es posible cambiar los métodos de enseñanza y aprendizaje, sino también elevar la función de los docentes de transmitir conocimiento recibido a trabajar como cocreadores de conocimiento, como formadores, mentores y evaluadores. La tecnología puede permitir que los profesores y los estudiantes accedan a material especializado mucho más allá de los libros de texto, en múltiples formatos y de maneras capaces de salvar el tiempo y el espacio. La tecnología ofrece la posibilidad de formar comunidades de estudiantes que hagan el aprendizaje más social y divertido, así como comunidades de enseñantes para compartir y enriquecer los recursos y las prácticas docentes, y colaborar en el crecimiento profesional y la institucionalización del ejercicio de la profesión. España acertó cuando, en la primera fase de la crisis, dio impulso al aprendizaje por Internet. Pero imaginemos una plataforma gigante de colaboración abierta distribuida en la que los profesores, los pedagogos y los expertos en política españoles colaborasen para supervisar los contenidos y las prácticas pedagógicas más relevantes a la hora de cumplir los objetivos educativos, y en la que los alumnos de cualquier lugar del país tuviesen acceso a las experiencias educativas mejores y más innovadoras.

Una profesora da clases por ordenador desde un aula vacía en Alemania.
Una profesora da clases por ordenador desde un aula vacía en Alemania. KAY NIETFELD GETTY IMAGES

No obstante, mientras que muchos centros de enseñanza están equipados al menos con el mínimo de tecnología necesaria para el aprendizaje por Internet, uno de cada cinco directores de colegios españoles denunciaba que la escasez o la deficiencia de la tecnología digital obstaculizaba el aprendizaje bastante o mucho. A esto hay que añadir que las ventajas de la tecnología dependen de que esta se utilice bien. Según la Encuesta Internacional de Enseñanza y Aprendizaje (TALIS, por sus siglas en inglés), el 51% de los profesores españoles permiten frecuentemente o siempre que sus alumnos utilicen las tecnologías de la información para los proyectos o el trabajo en clase. En Dinamarca o Nueva Zelanda el porcentaje es del 80% o más, y en Finlandia, Israel o Rumania las cifras se han duplicado con creces en los últimos cinco años.

Dar autoridad a los enseñantes y posibilitar la innovación. Pero la esencia del aprendizaje no es la tecnología, sino la pedagogía y la titularidad. Ni siquiera el mejor ministro de Educación puede hacer justicia a las necesidades de millones de estudiantes, cientos de miles de enseñantes y decenas de miles de centros educativos. El desafío consiste en apoyarse en la experiencia de los profesores y los directores de las escuelas, y captarlos para que hagan frente a los retos. Podemos fijarnos en Estonia y Finlandia, los países con mejores resultados en el informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), cuyos sistemas educativos están construidos totalmente desde la base. En parte, los candidatos a profesores se seleccionan en función de su capacidad para transmitir su fe en la misión decisiva de la educación pública y se forman básicamente en los centros de enseñanza. La preparación que reciben está diseñada para desarrollar una mentalidad de responsabilidad individual en la enseñanza y el bienestar de los alumnos a su cargo. El nivel de confianza que la comunidad en general extiende a sus escuelas genera un fuerte sentimiento de responsabilidad colectiva en el éxito de cada estudiante. A su vez, el alto nivel de coherencia de las políticas, gracias a la cual las decisiones se mantienen a través de los ciclos electorales y las Administraciones políticas, hace que los enseñantes finlandeses y estonios confíen en sus líderes en materia de educación, que por su parte cuentan con la capacidad de los enseñantes para poner en práctica lo que les dicen. No menos importante es que estos sistemas logran ajustar los recursos a las necesidades y reconciliar equidad con calidad (lo cual, en la crisis actual, constituye un reto aún más formidable), consiguiendo así que la escuela más cercana sea siempre la mejor.

El mayor riesgo de la crisis es que se fracture el tejido social creado en y por las escuelas

Mucha gente me dice que no podemos dar más autonomía a los enseñantes y a los líderes educativos porque no tienen la capacidad ni la experiencia para estar a la altura, pero limitarse a perpetuar nuestra visión prescriptiva de la enseñanza no funcionará en este momento de crisis, que exige de los profesores no solo que reproduzcan sus clases en otro medio, sino que descubran respuestas totalmente nuevas a qué, cómo, dónde y cuándo se aprende.

Mantener el tejido social de las escuelas y las comunidades. Tal vez el mayor riesgo de la crisis es que se fracture el tejido social creado en y por las escuelas. El aprendizaje no es un proceso transaccional en el que los estudiantes son consumidores pasivos de contenidos; las escuelas, proveedores de servicios, y los padres, clientes. El aprendizaje siempre tiene lugar a través de la interacción y en un entorno de bienestar y percepción de la propia eficacia tanto para los alumnos como para los profesores. Un factor determinante de los resultados que obtengan los estudiantes en las próximas semanas y meses, en particular los de grupos desfavorecidos, es el mantenimiento de una relación estrecha con sus profesores. En esta crisis, los centros de enseñanza tienen que facilitar maneras de que los docentes sigan estando socialmente próximos en la distancia física. TALIS muestra que esto es algo que los profesores hacen de manera natural: 9 de cada 10 declararon que ejercían la docencia para ayudar a cambiar la vida de los niños, y tres cuartas partes se refirieron expresamente a la posibilidad de favorecer a los socialmente desfavorecidos. La función de los sistemas educativos es apoyar a los enseñantes en esta misión.

Por importante que sea que los enseñantes sigan conectados con sus alumnos, la crisis actual pondrá aún más de relieve la necesidad de que los profesores sigan conectados entre ellos. Sabemos que esto es difícil incluso en épocas de normalidad. La media de profesores españoles que observan con regularidad las clases de sus compañeros y comparten con ellos sus observaciones es tan solo del 5%, mientras que los que participan en sesiones de aprendizaje profesional colaborativo al menos una vez al mes o dan clases en equipo como mínimo mensualmente se limita al 21%. Sin embargo, son precisamente estas actividades las que guardan relación con unos niveles más altos de percepción de la propia eficacia entre los docentes. Las grandes diferencias en el tiempo y entre países demuestran que la situación puede ser diferente. En Vietnam, el 78% de los profesores se preocupan de observar otras clases con regularidad; en Shanghái, el 70% participan en el aprendizaje profesional colaborativo, y en Austria, Italia y Japón la enseñanza en equipo es habitual.

El aprendizaje no es un proceso donde el estudiante es un consumidor pasivo

Redefinir el liderazgo. Tal vez lo que esta crisis haya puesto más de relieve es la necesidad de un liderazgo eficaz a todos los niveles del sistema educativo. En las épocas de gran incertidumbre, las personas buscan algo a lo que asirse que sirva para restaurar el orden. En la educación, los líderes de los centros de enseñanza serán los que den respuesta a las necesidades inmediatas de los alumnos, las familias, el personal y las comunidades mientras se preparan para los cambios que tendrán lugar en el mundo del aprendizaje y la enseñanza. Esta tarea no parece fácil ni siquiera en épocas de paz. En TALIS, tan solo una media del 37% de los directores de centros educativos declararon que el año anterior a la encuesta habían colaborado con los directores de otros centros a la hora de abordar tareas complejas. Nos enfrentamos a un desafío extraordinario, y no es momento de oponer lo público a lo privado, sino de que ambos colaboren.

Otro aspecto no menos importante es que el momento requiere líderes de sistemas capaces de enfrentarse a las estructuras institucionales construidas demasiadas veces en torno a los intereses y hábitos de adultos más que de los estudiantes; líderes comprometidos con el cambio social, imaginativos a la hora de diseñar políticas y capaces de emplear la confianza que se ganan para ser artífices de un verdadero cambio. En este momento de crisis, no se pregunten cuántos profesores siguen sus instrucciones, sino cuántos son capaces de participar activamente en una colaboración eficaz.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/eps/1590510443_831577.html

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Educación interrumpida, educación reconstruida

Por: Andreas Schleicher

Entramos con el director de educación de la OCDE a las aulas del futuro. Más foco en ayudar a los alumnos a pensar por sí mismos y a comprender los límites de la acción individual y colectiva serán algunas claves.

A medida que el mundo está cada vez más interconectado, los riesgos a los que nos enfrentamos también lo están. La pandemia de covid-19 no se ha detenido en las fronteras nacionales y ha afectado a las personas independientemente de su nacionalidad, su nivel educativo, sus ingresos o su sexo. Sin embargo, no sucede lo mismo con las consecuencias, que han sido más graves para los más vulnerables. Esto vale también para la educación. Los estudiantes privilegiados consiguieron sortear rápidamente las puertas cerradas de los centros y encontrar vías hacia oportunidades de aprendizaje alternativas apoyados por sus padres y deseosos de aprender; los de familias desfavorecidas se quedaron fuera cuando las escuelas cerraron.

En cierto sentido, esta crisis ha puesto al descubierto las numerosas deficiencias y desigualdades de nuestros sistemas educativos, desde la banda ancha y los ordenadores necesarios para la educación por Internet hasta la incapacidad de atraer a los profesores más competentes a los grupos de alumnos más problemáticos, pasando por los entornos favorables, imprescindibles para centrar la atención en el aprendizaje. Pero, puesto que en esta época de crisis las desigualdades se amplifican, el momento ofrece también la posibilidad de no instalarse otra vez en el antiguo estado de cosas cuando todo vuelva a la “normalidad”. La naturaleza de nuestras respuestas colectivas y sistémicas a las perturbaciones será lo que determine cómo nos afectarán. Allí donde sea necesario cerrar los centros educativos durante un tiempo, podemos mitigar los efectos del cierre para los estudiantes, las familias y los educadores, en particular para los de los grupos más marginados. Tenemos la posibilidad de colaborar a escala internacional a fin de compartir de manera recíproca los recursos docentes disponibles en Internet y las plataformas digitales de aprendizaje, y animar a las empresas tecnológicas a que se unan a la iniciativa. Asimismo, podemos mejorar rápidamente las oportunidades digitales de aprendizaje de los profesores y fomentar la colaboración de estos más allá de las fronteras. Y lo que quizá sea más importante: está en nuestras manos emplear la energía del momento para adaptar los planes y los entornos docentes a las necesidades del siglo XXI.

Educar a los estudiantes para su futuro, no para nuestro pasado. Vivimos en un mundo en el que lo que es fácil de enseñar y evaluar también se ha convertido en fácil de digitalizar y automatizar. El reto del futuro consiste en armonizar la inteligencia artificial de los ordenadores con las capacidades cognitivas, sociales y emocionales y los valores de los humanos. Nuestra imaginación, nuestra conciencia y nuestro sentido de la responsabilidad serán los que nos ayuden a sacar partido de la tecnología para crear un mundo mejor. Actualmente, el éxito en la educación tiene que ver con la identidad, la capacidad de intervención y las metas. También con el fomento de la curiosidad abriendo las mentes y de la compasión abriendo los corazones, así como con el valor y con la movilización de nuestros recursos cognitivos, sociales y emocionales para actuar. Estas serán, al mismo tiempo, nuestras mejores armas contra las principales amenazas de nuestra época: la ignorancia, la mentalidad cerrada, el odio, la dureza de corazón y el miedo, enemigo de la acción.

Para ir por delante de los avances tecnológicos hay que perfeccionar nuestras cualidades

En nuestra época, los algoritmos que hay detrás de las redes sociales nos clasifican en grupos de individuos afines, creando burbujas virtuales que a menudo amplifican nuestra manera de pensar, pero nos aíslan de las perspectivas que difieren de las nuestras, homogeneizando opiniones y polarizando nuestras sociedades. En consecuencia, las escuelas del futuro tendrán que ayudar a los estudiantes a pensar por sí mismos y a sumarse a los demás con empatía en el trabajo y en la sociedad, así como a desarrollar una conciencia fuerte de lo que está bien y lo que está mal, una sensibilidad a las demandas que nos hacen los demás y la comprensión de los límites de la acción individual y colectiva. En el trabajo, en casa y en la comunidad, vamos a tener que conocer en profundidad cómo viven los demás en diferentes culturas y tradiciones, y también cómo piensan, ya sean científicos o artistas. Independientemente de cuáles sean las tareas en las que las máquinas puedan sustituir al trabajo humano, las demandas para que contribuyamos de manera significativa a la vida social y ciudadana con nuestros conocimientos y capacidades seguirán aumentando.

La complejidad cada vez mayor de la vida actual para los individuos, las comunidades y las sociedades implica que las soluciones a nuestros problemas también serán complejas. En un mundo desequilibrado desde el punto de vista estructural, la necesidad imperativa de reconciliar en escenarios locales diferentes perspectivas e intereses que a menudo tienen repercusiones mundiales significa que tenemos que mejorar nuestra manera de abordar las tensiones y las disyuntivas. A la hora de lograr el equilibrio entre demandas contrapuestas —equidad y libertad, autonomía y comunidad, innovación y continuidad, eficacia y proceso democrático—, rara vez nos encontraremos solamente ante dos opciones, o incluso ante una única solución. Tenemos que pensar de una manera más integrada que reconozca las interconexiones. Nuestra capacidad de sortear la ambigüedad se ha vuelto fundamental.

Un profesor de música con sus alumnos.
Un profesor de música con sus alumnos. JEAN-LUC LUYSSEN GETTY IMAGES

La cuestión de fondo es que, si queremos ir por delante de los avances tecnológicos, tenemos que descubrir y perfeccionar las cualidades únicas de nuestra condición de seres humanos, las cuales, antes que competir con las capacidades que hemos creado en nuestros ordenadores, las completan. Las escuelas tienen que crear seres humanos de primera clase, no robots de segunda.

El problema reside en que desarrollar estas capacidades cognitivas, sociales y emocionales exige un enfoque muy diferente del aprendizaje y la enseñanza, y una nueva categoría de enseñantes. En los contextos en los que el propósito de la enseñanza es impartir conocimiento prefabricado, los sistemas educativos se pueden permitir una baja calidad del profesorado. Y cuando esta es baja, los Gobiernos suelen decir a sus enseñantes exactamente qué hacer y cómo quieren que se haga, utilizando una organización industrial del trabajo para obtener los resultados deseados. El reto es convertir la docencia en una profesión de trabajadores del conocimiento avanzados que desempeñen su función con una gran autonomía profesional y dentro de una cultura de la colaboración.

Pero esta clase de personas se negarán a trabajar como piezas intercambiables de sistemas educativos organizados como talleres tayloristas basados principalmente en formas administrativas de responsabilidad y sistemas burocráticos de mando y control para dirigir su actividad. Para atraer a las personas precisas, los modernos sistemas de enseñanza tienen que transformar la forma de organización del trabajo en otra en la que las normas profesionales de control sustituyan a los procedimientos de control burocráticos y administrativos. En el pasado, el saber se recibía; en el futuro tiene que generarlo quien vaya a utilizarlo.

Antes, la educación era básicamente temática; en el futuro deberá basarse más en proyectos, en construir experiencias que ayuden a los estudiantes a pensar más allá de los límites de las disciplinas temáticas. El pasado era jerárquico; el futuro será colaborativo y reconocerá que tanto los enseñantes como los estudiantes son recursos y cocreadores.

Las escuelas tienen que crear seres humanos de primera clase, no robots de segunda

En el pasado se enseñaba de la misma manera a estudiantes diferentes. En el presente, los sistemas de aprendizaje tienen que abrirse a la diversidad con enfoques docentes diferenciados. Los objetivos del pasado eran la normalización y la docilidad. Los estudiantes se organizaban por grupos de edad, seguían el mismo programa estándar y se evaluaba a todos al mismo tiempo. En el futuro habrá que desarrollar la formación a partir de las pasiones y las capacidades de los alumnos, ayudarlos a personalizar su aprendizaje y su evaluación de manera que se fomente su interés y su talento. Se tratará de animar a los estudiantes a ser ingeniosos.

El pasado también estaba dividido. Los profesores y los contenidos se repartían por temas, y los alumnos se separaban en función de las expectativas relacionadas con sus futuras perspectivas profesionales; los centros de enseñanza estaban diseñados para que los que estudiasen se quedasen dentro y el resto del mundo fuera; no había relación con las familias y sí renuencia a asociarse con otros centros. El futuro tendrá que ser integrado y conceder importancia a la interrelación de los temas y la integración de los estudiantes. También tendrá que estar conectado, de manera que el aprendizaje guarde una relación estrecha con los contextos del mundo real y los temas contemporáneos y abierto a la riqueza de recursos que hay en la comunidad.

Utilizar ventajosamente la tecnología. La tecnología será parte inseparable del futuro de la enseñanza. Con ella no solo es posible cambiar los métodos de enseñanza y aprendizaje, sino también elevar la función de los docentes de transmitir conocimiento recibido a trabajar como cocreadores de conocimiento, como formadores, mentores y evaluadores. La tecnología puede permitir que los profesores y los estudiantes accedan a material especializado mucho más allá de los libros de texto, en múltiples formatos y de maneras capaces de salvar el tiempo y el espacio. La tecnología ofrece la posibilidad de formar comunidades de estudiantes que hagan el aprendizaje más social y divertido, así como comunidades de enseñantes para compartir y enriquecer los recursos y las prácticas docentes, y colaborar en el crecimiento profesional y la institucionalización del ejercicio de la profesión. España acertó cuando, en la primera fase de la crisis, dio impulso al aprendizaje por Internet. Pero imaginemos una plataforma gigante de colaboración abierta distribuida en la que los profesores, los pedagogos y los expertos en política españoles colaborasen para supervisar los contenidos y las prácticas pedagógicas más relevantes a la hora de cumplir los objetivos educativos, y en la que los alumnos de cualquier lugar del país tuviesen acceso a las experiencias educativas mejores y más innovadoras.

Una profesora da clases por ordenador desde un aula vacía en Alemania.
Una profesora da clases por ordenador desde un aula vacía en Alemania. KAY NIETFELD GETTY IMAGES

No obstante, mientras que muchos centros de enseñanza están equipados al menos con el mínimo de tecnología necesaria para el aprendizaje por Internet, uno de cada cinco directores de colegios españoles denunciaba que la escasez o la deficiencia de la tecnología digital obstaculizaba el aprendizaje bastante o mucho. A esto hay que añadir que las ventajas de la tecnología dependen de que esta se utilice bien. Según la Encuesta Internacional de Enseñanza y Aprendizaje (TALIS, por sus siglas en inglés), el 51% de los profesores españoles permiten frecuentemente o siempre que sus alumnos utilicen las tecnologías de la información para los proyectos o el trabajo en clase. En Dinamarca o Nueva Zelanda el porcentaje es del 80% o más, y en Finlandia, Israel o Rumania las cifras se han duplicado con creces en los últimos cinco años.

Dar autoridad a los enseñantes y posibilitar la innovación. Pero la esencia del aprendizaje no es la tecnología, sino la pedagogía y la titularidad. Ni siquiera el mejor ministro de Educación puede hacer justicia a las necesidades de millones de estudiantes, cientos de miles de enseñantes y decenas de miles de centros educativos. El desafío consiste en apoyarse en la experiencia de los profesores y los directores de las escuelas, y captarlos para que hagan frente a los retos. Podemos fijarnos en Estonia y Finlandia, los países con mejores resultados en el informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), cuyos sistemas educativos están construidos totalmente desde la base. En parte, los candidatos a profesores se seleccionan en función de su capacidad para transmitir su fe en la misión decisiva de la educación pública y se forman básicamente en los centros de enseñanza. La preparación que reciben está diseñada para desarrollar una mentalidad de responsabilidad individual en la enseñanza y el bienestar de los alumnos a su cargo. El nivel de confianza que la comunidad en general extiende a sus escuelas genera un fuerte sentimiento de responsabilidad colectiva en el éxito de cada estudiante. A su vez, el alto nivel de coherencia de las políticas, gracias a la cual las decisiones se mantienen a través de los ciclos electorales y las Administraciones políticas, hace que los enseñantes finlandeses y estonios confíen en sus líderes en materia de educación, que por su parte cuentan con la capacidad de los enseñantes para poner en práctica lo que les dicen. No menos importante es que estos sistemas logran ajustar los recursos a las necesidades y reconciliar equidad con calidad (lo cual, en la crisis actual, constituye un reto aún más formidable), consiguiendo así que la escuela más cercana sea siempre la mejor.

El mayor riesgo de la crisis es que se fracture el tejido social creado en y por las escuelas

Mucha gente me dice que no podemos dar más autonomía a los enseñantes y a los líderes educativos porque no tienen la capacidad ni la experiencia para estar a la altura, pero limitarse a perpetuar nuestra visión prescriptiva de la enseñanza no funcionará en este momento de crisis, que exige de los profesores no solo que reproduzcan sus clases en otro medio, sino que descubran respuestas totalmente nuevas a qué, cómo, dónde y cuándo se aprende.

Mantener el tejido social de las escuelas y las comunidades. Tal vez el mayor riesgo de la crisis es que se fracture el tejido social creado en y por las escuelas. El aprendizaje no es un proceso transaccional en el que los estudiantes son consumidores pasivos de contenidos; las escuelas, proveedores de servicios, y los padres, clientes. El aprendizaje siempre tiene lugar a través de la interacción y en un entorno de bienestar y percepción de la propia eficacia tanto para los alumnos como para los profesores. Un factor determinante de los resultados que obtengan los estudiantes en las próximas semanas y meses, en particular los de grupos desfavorecidos, es el mantenimiento de una relación estrecha con sus profesores. En esta crisis, los centros de enseñanza tienen que facilitar maneras de que los docentes sigan estando socialmente próximos en la distancia física. TALIS muestra que esto es algo que los profesores hacen de manera natural: 9 de cada 10 declararon que ejercían la docencia para ayudar a cambiar la vida de los niños, y tres cuartas partes se refirieron expresamente a la posibilidad de favorecer a los socialmente desfavorecidos. La función de los sistemas educativos es apoyar a los enseñantes en esta misión.

Por importante que sea que los enseñantes sigan conectados con sus alumnos, la crisis actual pondrá aún más de relieve la necesidad de que los profesores sigan conectados entre ellos. Sabemos que esto es difícil incluso en épocas de normalidad. La media de profesores españoles que observan con regularidad las clases de sus compañeros y comparten con ellos sus observaciones es tan solo del 5%, mientras que los que participan en sesiones de aprendizaje profesional colaborativo al menos una vez al mes o dan clases en equipo como mínimo mensualmente se limita al 21%. Sin embargo, son precisamente estas actividades las que guardan relación con unos niveles más altos de percepción de la propia eficacia entre los docentes. Las grandes diferencias en el tiempo y entre países demuestran que la situación puede ser diferente. En Vietnam, el 78% de los profesores se preocupan de observar otras clases con regularidad; en Shanghái, el 70% participan en el aprendizaje profesional colaborativo, y en Austria, Italia y Japón la enseñanza en equipo es habitual.

El aprendizaje no es un proceso donde el estudiante es un consumidor pasivo

Redefinir el liderazgo. Tal vez lo que esta crisis haya puesto más de relieve es la necesidad de un liderazgo eficaz a todos los niveles del sistema educativo. En las épocas de gran incertidumbre, las personas buscan algo a lo que asirse que sirva para restaurar el orden. En la educación, los líderes de los centros de enseñanza serán los que den respuesta a las necesidades inmediatas de los alumnos, las familias, el personal y las comunidades mientras se preparan para los cambios que tendrán lugar en el mundo del aprendizaje y la enseñanza. Esta tarea no parece fácil ni siquiera en épocas de paz. En TALIS, tan solo una media del 37% de los directores de centros educativos declararon que el año anterior a la encuesta habían colaborado con los directores de otros centros a la hora de abordar tareas complejas. Nos enfrentamos a un desafío extraordinario, y no es momento de oponer lo público a lo privado, sino de que ambos colaboren.

Otro aspecto no menos importante es que el momento requiere líderes de sistemas capaces de enfrentarse a las estructuras institucionales construidas demasiadas veces en torno a los intereses y hábitos de adultos más que de los estudiantes; líderes comprometidos con el cambio social, imaginativos a la hora de diseñar políticas y capaces de emplear la confianza que se ganan para ser artífices de un verdadero cambio. En este momento de crisis, no se pregunten cuántos profesores siguen sus instrucciones, sino cuántos son capaces de participar activamente en una colaboración eficaz.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/05/26/eps/1590510443_831577.html

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Educación: las consecuencias inesperadas de reducir el número de alumnos por aula en las escuelas

Por: Andreas Schleicher

Reducir el tamaño del número de alumnos en las clases suena a una gran idea.

Pero un análisis internacional sobre su impacto muestra consecuencias inesperadas: a menudo puede implicar una menor remuneración para los docentes y no hay mucha evidencia de que ofrezca buenos resultados para los estudiantes.

Hacer que los grupos en la clase sean más pequeños ha sido una política popular en muchos países, frecuentemente apoyada por padres, políticos y maestros.

Fue una de las grandes tendencias de la última década.

El tamaño de las clases disminuyó en promedio un 6% entre 2006 y 2014 en los años de secundaria en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

TeacherDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLos sistemas educativos altamente calificados en el este de Asia a menudo tienen clases numerosas.

Clases pequeñas, más profesores

La expectativa era que las aulas con menos alumnos significarían una educación más personalizada, con mejoras en el comportamiento y el aprendizaje.

Pero cuando se trata de invertir en escuelas, suelen aparecer también puntos negativos, y los países solo pueden gastar su dinero una vez.

Cuando los presupuestos en educación se centran en reducir el tamaño de las clases, las cifras muestran que usualmente hay reducciones en otros aspectos, en particular en el salario de los maestros.

En todo el sistema educativo, aulas con menos alumnos representan un mayor número de clases. Esto requiere de los servicios de más maestros, lo que a su vez significa costos más altos.

Además de necesitar más docentes, reducir el tamaño de alumnos por clase también puede necesitar la construcción de más aulas y ampliación de las escuelas.

Opciones de gasto

Por primera vez, la OCDE analizó las consecuencias de reducir la cantidad de alumnos en las clases y su magnitud es sorprendente.

Para compensar el costo de reducir el tamaño promedio de la clase en un solo estudiante, los salarios de los maestros tendrían que disminuir en más de US$3.000 por año en la mayor cantidad de países de la OCDE.

Clase en escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionReducir el tamaño de los estudiantes en las clases ha sido una tendencia internacional popular en los últimos años.

En Suiza y Alemania significaría reducir la paga de los docentes en más de US$4.000 anuales y más de US$3.000 en países como Austria, Noruega, Estados Unidos, Finlandia, Australia, España y los Países Bajos.

Los sueldos de los maestros representan una parte importante del gasto escolar y cualquier medida que vaya a aumentar el número de docentes pronto tendrá un gran impacto en los presupuestos de Educación.

En la actualidad, los maestros de escuela secundaria reciben un pago de solo el 88% de lo que ganan otros trabajadores graduados.

Problemas de reclutamiento

Si los salarios de los docentes no son competitivos, habrá problemas de reclutamiento, y el riesgo de que los maestros dejen la profesión para buscar trabajos mejor compensados.

Entre 2005 y 2015, el salario de los docentes en la OCDE aumentó en promedio solo un 6% después de la inflación.

En un tercio de los países de la OCDE, hubo una disminución de la remuneración en términos reales.

En el país escandinavo se está experimentando con un nuevo entorno abierto de aprendizaje.

Pueden haber otros factores económicos en cada país que afecten el salario de los docentes, como una crisis financiera y políticas sobre salarios del sector público.

Pero reducir el tamaño de las clases significará tomar dinero que podría gastarse en otro lugar.

Existen otras opciones. Por ejemplo, los maestros podrían trabajar durante más horas en el aula y reducir su tiempo de preparación. O podría haber una reducción en el tiempo de la lección.

Pero alcanzar un equilibrio puede tener un precio alto.

En algunos países significaría reducir el tiempo de instrucción de los estudiantes en casi 70 horas por año para ahorrar el costo adicional de reclutar más maestros con el objetivo de reducir el tamaño de las clases.

¿Mejores resultados?

Clase en escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl costo de clases más pequeñas puede terminar en que haya menos dinero para invertir en los maestros.

¿Vale la pena entonces reducir el número de alumnos por clase?

No existe un vínculo claro entre los sistemas educativos con clases más pequeñas y un mejor aprendizaje.

Los resultados de las últimas pruebas Pisa no muestran ninguna asociación entre el tamaño promedio de las clases y el rendimiento de los alumnos en ciencias.

De hecho, los países asiáticos como Singapur y China, a menudo encabezan las clasificaciones tanto en términos de rendimiento como en clases numerosas.

Otro dato que tal vez puede ser inesperado es que los resultados en ciencia muestran puntajes más altos en estudiantes en clases más grandes y en escuelas con maestros que deben enfrentar aulas más populosas.

Quizás lo que realmente se necesita es que se produzca una reducción significativa en el tamaño de la clase para tener un impacto positivo.

Pero parece que cada vez que los sistemas educativos con alto rendimiento tienen que elegir entre clases más pequeñas e inversiones en docentes, eligen lo último.

Maestros en huelga.Derechos de autor de la imagenREUTERS
Image captionLos salarios de los docentes son frecuentemente tema de conflicto.

Por supuesto, pueden surgir otras decisiones políticas y económicas, como un mayor financiamiento para las escuelas, con el objetivo de que los salarios de los maestros reciban un incremento.

Pero dado que los presupuestos son a menudo limitados, este estudio muestra cómo las opciones de gasto pueden tener resultados imprevistos.

Reducir el tamaño de la clase es una medida costosa, por lo que vale la pena considerar sus beneficios frente a otras políticas.

Si esta fuera una decisión financiera, ¿cómo obtendrías más por tu dinero invertido?

¿Cómo se compararía con gastar más en aumentar los salarios de los maestros, invertir en la capacitación de docentes o cambiar el plan de estudios?

¿Vale la pena, entonces, aplicar la popular política de reducción en el número de alumnos en las clases, a costa de la calidad de la enseñanza?

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-47312916

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Educación: las consecuencias inesperadas de reducir el número de alumnos por aula en las escuelas

OCDE / 24 de febrero de 2019 / Autor: Andreas Schleicher / Fuente: BBC

Reducir el tamaño del número de alumnos en las clases suena a una gran idea.

Pero un análisis internacional sobre su impacto muestra consecuencias inesperadas: a menudo puede implicar una menor remuneración para los docentes y no hay mucha evidencia de que ofrezca buenos resultados para los estudiantes.

Hacer que los grupos en la clase sean más pequeños ha sido una política popular en muchos países, frecuentemente apoyada por padres, políticos y maestros.

Fue una de las grandes tendencias de la última década.

El tamaño de las clases disminuyó en promedio un 6% entre 2006 y 2014 en los años de secundaria en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Esto incluye a más de 30 de los países más desarrollados, la mayor parte de Europa occidental, Japón, Australia y Estados Unidos.

TeacherDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGESLos sistemas educativos altamente calificados en el este de Asia a menudo tienen clases numerosas.

Clases pequeñas, más profesores

La expectativa era que las aulas con menos alumnos significarían una educación más personalizada, con mejoras en el comportamiento y el aprendizaje.

Pero cuando se trata de invertir en escuelas, suelen aparecer también puntos negativos, y los países solo pueden gastar su dinero una vez.

Cuando los presupuestos en educación se centran en reducir el tamaño de las clases, las cifras muestran que usualmente hay reducciones en otros aspectos, en particular en el salario de los maestros.

En todo el sistema educativo, aulas con menos alumnos representan un mayor número de clases. Esto requiere de los servicios de más maestros, lo que a su vez significa costos más altos.

Además de necesitar más docentes, reducir el tamaño de alumnos por clase también puede necesitar la construcción de más aulas y ampliación de las escuelas.

Opciones de gasto

Por primera vez, la OCDE analizó las consecuencias de reducir la cantidad de alumnos en las clases y su magnitud es sorprendente.

Para compensar el costo de reducir el tamaño promedio de la clase en un solo estudiante, los salarios de los maestros tendrían que disminuir en más de US$3.000 por año en la mayor cantidad de países de la OCDE.

Clase en escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESReducir el tamaño de los estudiantes en las clases ha sido una tendencia internacional popular en los últimos años.

 

En Suiza y Alemania significaría reducir la paga de los docentes en más de US$4.000 anuales y más de US$3.000 en países como Austria, Noruega, Estados Unidos, Finlandia, Australia, España y los Países Bajos.

Los sueldos de los maestros representan una parte importante del gasto escolar y cualquier medida que vaya a aumentar el número de docentes pronto tendrá un gran impacto en los presupuestos de Educación.

En la actualidad, los maestros de escuela secundaria reciben un pago de solo el 88% de lo que ganan otros trabajadores graduados.

Problemas de reclutamiento

Si los salarios de los docentes no son competitivos, habrá problemas de reclutamiento, y el riesgo de que los maestros dejen la profesión para buscar trabajos mejor compensados.

Entre 2005 y 2015, el salario de los docentes en la OCDE aumentó en promedio solo un 6% después de la inflación.

En un tercio de los países de la OCDE, hubo una disminución de la remuneración en términos reales.

Pueden haber otros factores económicos en cada país que afecten el salario de los docentes, como una crisis financiera y políticas sobre salarios del sector público.

Pero reducir el tamaño de las clases significará tomar dinero que podría gastarse en otro lugar.

Existen otras opciones. Por ejemplo, los maestros podrían trabajar durante más horas en el aula y reducir su tiempo de preparación. O podría haber una reducción en el tiempo de la lección.

Pero alcanzar un equilibrio puede tener un precio alto.

En algunos países significaría reducir el tiempo de instrucción de los estudiantes en casi 70 horas por año para ahorrar el costo adicional de reclutar más maestros con el objetivo de reducir el tamaño de las clases.

¿Mejores resultados?

Clase en escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESEl costo de clases más pequeñas puede terminar en que haya menos dinero para invertir en los maestros.

¿Vale la pena entonces reducir el número de alumnos por clase?

No existe un vínculo claro entre los sistemas educativos con clases más pequeñas y un mejor aprendizaje.

Los resultados de las últimas pruebas Pisa no muestran ninguna asociación entre el tamaño promedio de las clases y el rendimiento de los alumnos en ciencias.

De hecho, los países asiáticos como Singapur y China, a menudo encabezan las clasificaciones tanto en términos de rendimiento como en clases numerosas.

Otro dato que tal vez puede ser inesperado es que los resultados en ciencia muestran puntajes más altos en estudiantes en clases más grandes y en escuelas con maestros que deben enfrentar aulas más populosas.

Quizás lo que realmente se necesita es que se produzca una reducción significativa en el tamaño de la clase para tener un impacto positivo.

Pero parece que cada vez que los sistemas educativos con alto rendimiento tienen que elegir entre clases más pequeñas e inversiones en docentes, eligen lo último.

Maestros en huelga.Derechos de autor de la imagenREUTERSLos salarios de los docentes son frecuentemente tema de conflicto.

Por supuesto, pueden surgir otras decisiones políticas y económicas, como un mayor financiamiento para las escuelas, con el objetivo de que los salarios de los maestros reciban un incremento.

Pero dado que los presupuestos son a menudo limitados, este estudio muestra cómo las opciones de gasto pueden tener resultados imprevistos.

Reducir el tamaño de la clase es una medida costosa, por lo que vale la pena considerar sus beneficios frente a otras políticas.

Si esta fuera una decisión financiera, ¿cómo obtendrías más por tu dinero invertido?

¿Cómo se compararía con gastar más en aumentar los salarios de los maestros, invertir en la capacitación de docentes o cambiar el plan de estudios?

¿Vale la pena, entonces, aplicar la popular política de reducción en el número de alumnos en las clases, a costa de la calidad de la enseñanza?

Fuente del Artículo:

https://www.bbc.com/mundo/noticias-47312916

ove/mahv

 

 

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Las consecuencias inesperadas de reducir el número de alumnos por aula en las escuelas

Reducir el tamaño del número de alumnos en las clases suena a una gran idea.

Pero un análisis internacional sobre su impacto muestra consecuencias inesperadas: a menudo puede implicar una menor remuneración para los docentes y no hay mucha evidencia de que ofrezca buenos resultados para los estudiantes.

Hacer que los grupos en la clase sean más pequeños ha sido una política popular en muchos países, frecuentemente apoyada por padres, políticos y maestros.

Fue una de las grandes tendencias de la última década.

El tamaño de las clases disminuyó en promedio un 6% entre 2006 y 2014 en los años de secundaria en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Esto incluye a más de 30 de los países más desarrollados, la mayor parte de Europa occidental, Japón, Australia y Estados Unidos.

TeacherDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLos sistemas educativos altamente calificados en el este de Asia a menudo tienen clases numerosas.

Clases pequeñas, más profesores

La expectativa era que las aulas con menos alumnos significarían una educación más personalizada, con mejoras en el comportamiento y el aprendizaje.

Pero cuando se trata de invertir en escuelas, suelen aparecer también puntos negativos, y los países solo pueden gastar su dinero una vez.

Cuando los presupuestos en educación se centran en reducir el tamaño de las clases, las cifras muestran que usualmente hay reducciones en otros aspectos, en particular en el salario de los maestros.

En todo el sistema educativo, aulas con menos alumnos representan un mayor número de clases. Esto requiere de los servicios de más maestros, lo que a su vez significa costos más altos.

Además de necesitar más docentes, reducir el tamaño de alumnos por clase también puede necesitar la construcción de más aulas y ampliación de las escuelas.

Opciones de gasto

Por primera vez, la OCDE analizó las consecuencias de reducir la cantidad de alumnos en las clases y su magnitud es sorprendente.

Para compensar el costo de reducir el tamaño promedio de la clase en un solo estudiante, los salarios de los maestros tendrían que disminuir en más de US$3.000 por año en la mayor cantidad de países de la OCDE.

Clase en escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionReducir el tamaño de los estudiantes en las clases ha sido una tendencia internacional popular en los últimos años.

En Suiza y Alemania significaría reducir la paga de los docentes en más de US$4.000 anuales y más de US$3.000 en países como Austria, Noruega, Estados Unidos, Finlandia, Australia, España y los Países Bajos.

Los sueldos de los maestros representan una parte importante del gasto escolar y cualquier medida que vaya a aumentar el número de docentes pronto tendrá un gran impacto en los presupuestos de Educación.

En la actualidad, los maestros de escuela secundaria reciben un pago de solo el 88% de lo que ganan otros trabajadores graduados.

Problemas de reclutamiento

Si los salarios de los docentes no son competitivos, habrá problemas de reclutamiento, y el riesgo de que los maestros dejen la profesión para buscar trabajos mejor compensados.

Entre 2005 y 2015, el salario de los docentes en la OCDE aumentó en promedio solo un 6% después de la inflación.

En un tercio de los países de la OCDE, hubo una disminución de la remuneración en términos reales.

En el país escandinavo se está experimentando con un nuevo entorno abierto de aprendizaje.

Pueden haber otros factores económicos en cada país que afecten el salario de los docentes, como una crisis financiera y políticas sobre salarios del sector público.

Pero reducir el tamaño de las clases significará tomar dinero que podría gastarse en otro lugar.

Existen otras opciones. Por ejemplo, los maestros podrían trabajar durante más horas en el aula y reducir su tiempo de preparación. O podría haber una reducción en el tiempo de la lección.

Pero alcanzar un equilibrio puede tener un precio alto.

En algunos países significaría reducir el tiempo de instrucción de los estudiantes en casi 70 horas por año para ahorrar el costo adicional de reclutar más maestros con el objetivo de reducir el tamaño de las clases.

¿Mejores resultados?

Clase en escuela.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl costo de clases más pequeñas puede terminar en que haya menos dinero para invertir en los maestros.

¿Vale la pena entonces reducir el número de alumnos por clase?

No existe un vínculo claro entre los sistemas educativos con clases más pequeñas y un mejor aprendizaje.

Los resultados de las últimas pruebas Pisa no muestran ninguna asociación entre el tamaño promedio de las clases y el rendimiento de los alumnos en ciencias.

De hecho, los países asiáticos como Singapur y China, a menudo encabezan las clasificaciones tanto en términos de rendimiento como en clases numerosas.

Otro dato que tal vez puede ser inesperado es que los resultados en ciencia muestran puntajes más altos en estudiantes en clases más grandes y en escuelas con maestros que deben enfrentar aulas más populosas.

Quizás lo que realmente se necesita es que se produzca una reducción significativa en el tamaño de la clase para tener un impacto positivo.

Pero parece que cada vez que los sistemas educativos con alto rendimiento tienen que elegir entre clases más pequeñas e inversiones en docentes, eligen lo último.

Maestros en huelga.Derechos de autor de la imagenREUTERS
Image captionLos salarios de los docentes son frecuentemente tema de conflicto.

Por supuesto, pueden surgir otras decisiones políticas y económicas, como un mayor financiamiento para las escuelas, con el objetivo de que los salarios de los maestros reciban un incremento.

Pero dado que los presupuestos son a menudo limitados, este estudio muestra cómo las opciones de gasto pueden tener resultados imprevistos.

Reducir el tamaño de la clase es una medida costosa, por lo que vale la pena considerar sus beneficios frente a otras políticas.

Si esta fuera una decisión financiera, ¿cómo obtendrías más por tu dinero invertido?

¿Cómo se compararía con gastar más en aumentar los salarios de los maestros, invertir en la capacitación de docentes o cambiar el plan de estudios?

¿Vale la pena, entonces, aplicar la popular política de reducción en el número de alumnos en las clases, a costa de la calidad de la enseñanza?

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-47312916

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Educación: 10 megatendencias que afectan a la enseñanza en todo el mundo

Por: Andreas Schleicher.

 

¿Cuáles son las nuevas tendencias internacionales en materia de educación y cómo van a afectar a los sistemas educativos en todo el mundo?

Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE y coordinador de PISA (siglas en inglés del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), explica cuáles son las grandes interrogantes en temas sociales, económicos, políticos y tecnológicos que se plantean las escuelas de todo el mundo.

1. Brecha entre ricos y pobres versus movilidad social

La brecha entre ricos y pobres está aumentando, y se están intensificando los grupos con privilegios extremos, así como aquellos que sufren privaciones extremas.

Esta desigualdad se refleja en las escuelas. En los países de la OCDE, el 10% más rico tiene ingresos 10 veces mayores que el 10% más pobre.

Esta división es uno de los desafíos más grandes para los sistemas educativos.

¿Cómo se equilibra semejante desigualdad económica con los llamados a que las escuelas ofrezcan un acceso más justo a oportunidades?

2. Aumento del consumo en Asia

Puede que no esté distribuida de forma equitativa, pero la riqueza está aumentando, particularmente en Asia.

La clase media global está creciendo y el 90% de sus nuevos integrantes estarán en China e India.

Joven en ChinaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn el futuro, las nuevas clases medias provendrán de China e India, no de Europa o América del Norte.

¿Cómo cambiará la economía global cuando las poblaciones más educadas del mundo provengan de Asia y no América del Norte y Europa?

¿Qué querrán estos nuevos consumidores ricos de sus escuelas? ¿Estarán preparadas las universidades para expandirse y responder a esta mayor demanda?

3. Aumento de la inmigración

Hay mucha más gente migrando y Asia ha remplazado a Europa como el destino más popular para los migrantes.

Esta movilidad trae la diversidad cultural, la energía y la ambición de los recién llegados, pero también plantea muchos desafíos.

¿Cómo pueden las escuelas apoyar a los estudiantes que llegan de distintas partes del mundo?

¿Qué preguntas genera esto en torno a la identidad y la integración?

¿Tendrán ahora las escuelas un rol más importante en la enseñanza de los valores compartidos?

Inmigrantes llegando a EspañaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionCon el aumento de la migración, las escuelas tienen que acomodar a numerosos estudiantes extranjeros.

4. Financiación

La presión por encontrar financiación será un gran tema para los sistemas educativos.

Las escuelas deberán tomar decisiones a largo plazo sobre cómo gastar el presupuesto, sobre todo con el aumento de las exigencias y las expectativas.

¿Quién deberá pagar para que más estudiantes acudan a la universidad?

¿Y qué pasará cuando se tengan que hacer recortes?

Los individuos también deberán aprender los riesgos financieros de los repentinos sacudones económicos y las recesiones, sobre todo en momentos en que crecen la deudas personales.

5. Apertura vs. aislamiento

La tecnología digital puede conectar a la gente como nunca antes, construyendo vínculos entre países y culturas.

MaestraDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption¿Qué pueden hacer las escuelas para que los estudiantes no escuchen solo opiniones parecidas a las que ya tienen?

O al menos esa es la teoría. La tecnología puede también hacer que el mundo sea más volátil e incierto.

Fomenta la democracia al permitir que se puedan escuchar una variedad de voces, pero también concentra cantidades sin precedentes de poder en un pequeño número de personas.

Cuando las noticias y la información está personalizada para nosotros por algoritmos, eso hace que la gente solo escuche las opiniones de gente que piensa de una manera similar y se aleje de quienes tienen opiniones opuestas.

¿Cómo harán las escuelas y universidades para crear una mayor apertura hacia diferentes ideas?

6. ¿Humanos de primera clase o robots de segunda?

Han habido numerosas advertencias sobre la amenaza de la inteligencia artificial para los trabajos. Pero los sistemas educativos necesitan equipar a los jóvenes con herramientas que puedan adaptarse y modernizarse en un mercado laboral cambiante.

Surgirán muchas preguntas en torno a cómo desarrollar habilidades humanas que no puedan ser replicadas por robots.

¿Cómo asegurarnos de que cualidades humanas como la imaginación, el sentido de la responsabilidad o la inteligencia emocional puedan aprovecharse junto con el poder de procesamiento de la inteligencia artificial?

7. Lecciones de vida

La expectativa de vida está aumentando y los mercados laborales menos predecibles hacen que cada vez más los adultos tengan que volver a entrenarse.

Deberá prestarse más atención a un aprendizaje a largo plazo, en el que los adultos estén preparados para cambiar de trabajo y jubilarse por más tiempo.

Desde 1970, el promedio de años de jubilación de la OCDE aumentó de 13 a 20 años.

ClaseDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEs importante que la educación en las escuelas se adapte a la realidad de un mercado laboral cambiante.

En décadas recientes se han producido grandes cambios en el ámbito laboral y ha desaparecido el «trabajo de por vida».

Pero en la actualidad, aquellos adultos que más necesitan educación y entrenamiento, es decir, las personas poco calificadas, son los que menos probabilidades tienen de recibirla.

Es un problema que a menudo se ignora, pero será cada vez más importante para que las habilidades de las personas coincidan con los requerimientos de los empleos disponibles.

8. ¿Conectados o desconectados?

Internet es una parte integral en la vida de los jóvenes. En algunos países, la cantidad de tiempo que los jóvenes de 15 años pasan en internet se ha duplicado en tres años. Muchos adolescentes dicen sentirse mal si están desconectados.

Pero la educación aún tiene que aceptar la presencia permanente de internet.

¿Que rol debe tener ésta en la educación? ¿Cómo reducir sus efectos negativos como el ciberacoso y la pérdida de privacidad?

9. Enseñanza de valores

Todo el mundo espera que la escuela enseñe valores. Pero en un mundo cada vez más polarizado, ¿quién decide qué valores deben enseñarse?

ClaseDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSe espera que los jóvenes aprendan valores en la escuela. ¿Pero quién decide qué valores se deben enseñar?

El mundo digital ha hecho posible que más gente exprese sus opiniones, pero esto no garantiza que puedan acceder a información confiable y balanceada, o que estén dispuestos a escuchar a los demás.

¿Como puede la gente diferenciar entre hechos y ficción? ¿Cómo pueden las escuelas diferenciar entre opinión e información objetiva? ¿Es el trabajo de las escuelas ser políticamente neutrales o deben promover ideas específicas o formas de pensamiento?

¿Y qué clase de virtudes cívicas requieren las democracias modernas?

10. Temas irrelevantes para muchos

Para cientos de millones de niños pobres en el mundo, sobre todo en África Subsahariana, estos temas serán irrelevantes, porque ni siquiera tienen acceso o la escuela o están en escuelas de un nivel educativo tan bajo que salen sin tener los conocimientos más básicos de escritura o matemáticas.

A pesar de las promesas y advertencias globales sobre el desperdicio social y económico, la ONU dice que hay alrededor de 260 millones de niños que se pierden la oportunidad de ir a la escuela primaria y secundaria.

Fuente del artículo: https://www.bbc.com/mundo/noticias-47184461

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What Asian schools can teach the rest of us

By Andreas Schleicher

The latest Program for International Student Assessment (PISA) focused on science, a discipline that plays an increasing role in our economic and social lives.

From taking a painkiller to determining what is a «balanced» meal, from drinking pasteurized milk to deciding whether or not to buy a hybrid car, science is pervasive.

And science is not just test tubes and the periodic table; it is the basis of nearly every tool we use — from a simple can opener to the most advanced space explorer.
In 2012, Shanghai came out as the top performer among all 65 education systems that were compared in mathematics, reading and science.
Some wondered to what extent Shanghai’s success was exceptional in China. In 2015, PISA provides data from Beijing, Jiangsu, Guangdong and Shanghai.
These regions combined again show strong science performance, outperformed only by Singapore, Japan, Estonia, Taiwan (which appears in the report as Chinese Taipei), Finland and Macau.
In fact, 13% of the top-performing students in the 68 countries and economies with comparable data in PISA 2015 come from these four provinces in mainland China alone.
So the world will continue to look to China as a global player in education.
education.

Social mobility key

Similarly, while the American dream of social mobility seems nothing more than that — a dream — for this generation of American students, it is emerging as a new reality in much of East Asia.
Between 40% and 80% of the quarter of the most disadvantaged students in the four provinces of mainland China, Hong Kong, Japan, Korea, Macau, Singapore, Taiwan and Vietnam perform as well as the 25% top-performing students around the world.
In the Western world, only Estonia and Finland match that level of student resilience against social disadvantage.
But there are also areas where China can look to other countries for inspiration.
Content knowledge in science, where China excels, is important. But it is equally important to be able to «think like a scientist,» and here Chinese students perform less well on the PISA test than when tested on content.
Source of the article: https://edition.cnn.com/2016/12/06/opinions/education-pisa-rankings-china/index.html
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