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La cuarta traición

Por: Muuch’ Xíimbal

 

En julio de 2018 las boletas señalaban a AMLO –¡por fin!– como presidente electo de México. Sus pactos –públicos, privados y secretos; buenos, malos y regulares– habían funcionado. La Silla estaba a su alcance; cuestión de semanas.

Ahora la suma histórica de México resultaba en él, en AMLO, como antes fue en Moctezuma, Cortés, Santa Anna, Juárez, Díaz, Carranza, Cárdenas, Alemán, Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, Peña y demás contrapartes suyas en el espejo del tiempo. México se ataba ahora –a fuerza de un sistema electorero rapaz– a sus designios, a los de Él frente a la Historia, con la legalidad oficial en la diestra y las Fuerzas Armadas en la siniestra.

Pronto se vio, sin embargo, por dónde iría el asunto. AMLO le llamó “Cuarta Transformación” a lo que desde el nombre tuvo un fuerte tufo a traición. Vista desde el mundo indígena, la 4T era otro invento blanco del montón, falso como los anteriores, con poco –o nada– de significado en lenguas vernáculas; era otra sarta de anuncios pomposos en el idioma de la imposición, como esos que siempre derivan en más saqueos y baños de sangre, más hambrunas y tiempos peores. Porque los modos de ejercer el racismo, la discriminación, el sometimiento y la denigración de los pueblos originarios sólo se ha refinando con los siglos, especialmente en los últimos años con el ejercicio pleno de la “invisibilidad de los vencidos”, tal como hace AMLO o como se aplica tan destacadamente en Yucatán, donde el orgullo político-oficial por “lo Maya” no pasa de las ruinas arqueológicas y la cocina que tanto gustan al turismo, en cruel contraste con el abandono y la discriminación del pueblo actual, piel viva de esa cultura levantada y sostenida en el maíz y la milpa, el agua y la selva desde hace miles de años en el territorio que desde siempre se ha llamado Maya en lengua propia…

Herederos del saldo trágico de siglos de latrocinios, codicia, sevicia y crímenes de lesa humanidad, los pueblos originarios de México ocupan hoy –como desde la Conquista– la posición más baja en la escala social. Allí han estado desde la invasión europea y desde que México es México, sobreviviendo a epidemias, hambrunas, masacres y saqueos, enmedio del uso y el abuso de “todo el peso de la ley” en su contra, habiendo sido condenados desde hace décadas al pago –por generaciones– de una deuda pública atroz, refinación de la esclavitud que sigue creciendo como espuma dadivosa en el caldo apestoso de la impunidad de siempre.

¿Dónde están los vestigios de las transformaciones anteriores a las que se refiere AMLO? ¿Dónde las promesas y los hechos? ¿Dónde las cuentas claras y sinceras, las que sí valen para las culturas y los pueblos originarios? ¿Dónde la aceptación oficial y el reconocimiento pleno al enorme daño causado a generaciones y generaciones de indígenas por siglos de racismo y etnocidio? Y aun así se atreve AMLO a hablar con pompa, vanidad y amnesia selectiva de una “cuarta transformación”. ¿Una cuarta qué? El saldo de la historia es evidente, denigrante, vergonzante. No existen tales “transformaciones” en la historia de los pueblos indígenas mexicanos, como no hayan sido para peor. O en todo caso, por conceder, las primeras tres (1T, 2T y 3T) sólo existieron para pronto diluirse en francas traiciones. Una y otra vez. Habrán empezado –quizá– con buenas intenciones, pero es evidente que se torcieron y todo acabó peor que antes. No así la 4T, la Cuarta Traición (por usar la numerología de AMLO), que desde el inicio mostró sus malas artes en palabras, obras y omisiones. Diga usted si no con este caso:

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En julio de 2018, con el panorama abierto a todo, AMLO tenía sin embargo grandes retos por sortear. Aparte del narcotráfico ubicuo y los baños de sangre diarios, el año siguiente –primero de su ansiado sexenio– había sido decretado anteriormente –desde 2016– como “2019, Año Internacional de las Lenguas Indígenas” por la ONU. Tremendo asunto.

México, país rico y pródigo en culturas y lenguas originarias (cerca de 70 aún vivas), tendría la oportunidad histórica de reivindicarse en el escenario mundial y dejar atrás cinco siglos de racismo, discriminación y etnocidios.

AMLO no era nuevo en el tema indígena; tenía más experiencia que cualquier otro presidente anterior. Décadas atrás había sido su interés en el pueblo chontal lo que le abrió las puertas del PRI (vía Carlos Pellicer) en tiempos de Luis Echeverría, dirigiendo después (durante cinco años, del 77 al 82 del siglo XX) el Instituto Nacional Indigenista (INI) en su natal Tabasco.

Así pues, las condiciones nacionales e internacionales estaban dadas para que México fuera un ejemplo mundial de reivindicación y justicia históricas. La legitimidad y popularidad de AMLO como nuevo e indiscutible presidente le daban la fuerza necesaria para iniciar de verdad un cambio sincero, un compromiso generacional de transformación genuina que diera prioridad a las raíces más profundas de nuestra identidad nacional (discriminadas y denigradas de modo atroz desde la invasión europea).

Pero las esperanzas de que el estadista AMLO tuviera la talla para asumir el gran reto, con una visión nacional de alcance y compromiso para una trasformación verdadera, pronto se perdieron. Desde el inicio el plan de AMLO fue la traición, y poco hizo por ocultarlo al dar continuidad a la imposición de proyectos etnocidas de sexenios anteriores (como el Proyecto Integral Morelos), provocando asesinatos de decenas de activistas comunitarios (en un ritmo macabro que no ha variado en el sexenio) y lanzando campañas político-publicitarias de sus propias ocurrencias grandiosas, de proyectos enormes, neoliberales en todo y más etnocidas, más ecocidas y peor planeados que nunca… Todo ello en su primer año de gobierno, 2019, Año Internacional de las Lenguas Indígenas.

El cúmulo de evidencias y cifras terribles de sus primeros meses de gobierno (que lo señalaban como infractor y violador contumaz de los derechos de los pueblos originarios) ponía a dura prueba la experiencia de AMLO en el manejo político del tema indígena. Pero él tenía, eso sí, la ventaja de contar con toda la fuerza y los recursos del gobierno mexicano. En última instancia –y pesara a quien le pesara– su sexenio apenas comenzaba, así que tendría manos libres para consumar y encubrir –según él– los hechos que fueran necesarios.

Así, afrontando el reto del ilusionista que además es dueño del circo, AMLO pasó sin mucho trámite –ni cuidado– de sus “consultas populares” a sus “consultas indígenas” de marca propia, alcanzando la sima de la simulación con su “consulta indígena sobre el Tren Maya” cuyas fechas de votación hizo coincidir con la reunión de la Asamblea General de la ONU en que se aprobarían los resolutivos del “2019, Año Internacional de las Lenguas Indígenas” (el principal resolutivo fue el decreto del 2022-2032 como “Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas”, de lo cual tomó buena nota AMLO).

La consulta hechiza del FONATUR en la Península de Yucatán en  diciembre de 2019 quiso presentarse al mundo como “una magna consulta indígena” donde el pueblo Maya habría decidido –y aprobado, según AMLO y sus secuaces– sobre un megaproyecto que atravesaría todo su territorio y significaría (esto no se informó a los “consultados”) una drástica alteración demográfica y social, con un gran “reordenamiento territorial” y magnas urbanizaciones a lo largo del recorrido del tren (“Es más que un tren”, promocionaba alegremente el ONU-Hábitat, más vendido que nunca); es decir, un suicidio cultural.

Pero el montaje fue tan burdo y el engaño tan evidente que nada bastó para maquillar lo obvio, aun contando AMLO con la participación destacada y descarada de organismos cómplices como el ONU-Habitat y la UNESCO. Porque fue, para colmo de sus males, la misma ONU la que atajó la maniobra y evidenció el fraude perpetrado por AMLO al pueblo Maya, al publicarse un boletín oficial de la Oficina de Derechos Humanos (responsable en la ONU de velar por los derechos indígenas) pocas horas después de finalizada la “consulta indígena del tren” en ese diciembre de 2019. El boletín estableció clara, rotunda y oportunamente lo que atestiguaron los observadores de dicha Oficina: que hubo violaciones de todo tipo a la norma estipulada por la comunidad internacional (lo cual fue reiterado meses después, con expedientes y análisis de especialistas de la ONU, en carta directa al gobierno mexicano).

Descubierto y exhibido como el mentiroso y simulador que es, y sin la excusa de la ignorancia supina (¿Acaso no es un político veterano? ¿Acaso no dirigió el INI en su estado durante cinco años?), AMLO decidió redoblar la apuesta con la terquedad tiránica y el criminal cinismo de un Luis Echeverría asesino. Así, abusando del prestigio diplomático de México y de la buena voluntad de algunos, AMLO orquestó –junto con sus cómplices de la UNESCO– un “evento de alto nivel” en la Ciudad de México para robar cámara y ponerse al frente –declarativamente hablando– del “Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas 2022-2032”, mismo que –como se recordará– fue decretado en la Asamblea General de la ONU en diciembre anterior mientras AMLO simulaba su magna “consulta indígena sobre el tren”.

Así pues, a pocas semanas de perpetrada su traición más cínica y sonora en la Península de Yucatán, AMLO pudo mostrarle al mundo su astucia en el manejo diplomático del tema: el 27 y 28 de febrero siguiente, con la bien pagada complicidad de la UNESCO, el gobierno de AMLO organizó en la Ciudad de México el evento de “alto nivel” antes mencionado, al que tituló “Construyendo un Decenio de Acciones para las Lenguas Indígenas”, en referencia a la declaratoria de la ONU de diciembre anterior. Poco más de 500 invitados de 50 países aprobaron una “hoja de ruta” para el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas, llamada “Declaración de Los Pinos [Chapoltepek]” (nótese el Náhuatl) misma que “sitúa [sic] a los pueblos indígenas en el centro de sus recomendaciones”, según información de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Marcelo Ebrard en complicidad con la UNESCO. Todo un logro cínico-diplomático para la causa etnocida de la 4T. Una joya enorme del oportunismo político de AMLO.

Así pues, la traición estaba funcionando –tanto en términos oficiales como en el plano declarativo internacional– a pesar de los molestos señalamientos y las evidencias mostradas por la Oficina de Derechos Humanos de la ONU (pues éstos bien podían mitigarse con el lavado de imagen a cargo del ONU-Hábitat, la UNESCO y otros organismos venales).

(Es de señalar, a la luz de los hechos, que AMLO tal vez albergue el mismo delirio que tuvo Luis Echeverría mientras vivió: el que la historia se encargará de resaltar sus logros decorativos por sobre sus crímenes múltiples.)

Así, AMLO ha seguido en su sexenio la senda del traidor, pisoteando los derechos de los pueblos originarios y remachando con embestidas legales y extralegales la imposición de sus planes, provocando el asesinato y la criminalización de decenas y decenas de activistas indígenas, azuzando y echando al Ejército por delante con armas y maquinaria pesada, a toda marcha y con toda impunidad, perpetrando sus proyectos destructivos y atropellando y denigrando a cientos de comunidades indígenas en toda la geografía nacional.

En el caso destacado de Yucatán, AMLO encontró tierra fértil para la traición. Yucatán, donde la zona henequenera –de larga y profunda corrupción moral– abarca todo el escudo del Estado; donde es nula la representación del pueblo Maya en el sistema político (estatal y federal); donde el gobernador Mauricio Vila y su familia y sus huestes de la Universidad Marista promueven y protegen negocios sucios a manos llenas –tráfico de cerdos, bienes raíces, alcohol, moches, usted diga– mientras reprimen “con todo el peso de la ley” a las comunidades mayas que se resisten al saqueo impune…

A como ya va, el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032) será la década más etnocida para México en toda su historia. Lleva como marca una “T”. Le llamaban “la Cuarta”. (jcfm, abril de 2023)

Publicado originalmente en Muuch’ Xíimbal

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Pueblos de México y el mundo exigen un alto al saqueo del agua

Pueblos indígenas y comunidades de México y países del mundo como Francia exigieron el pasado 22 de marzo un alto a la sobreexplotación y saqueo del agua por parte de empresas y gobiernos que despojan y mercantilizan el líquido, en el marco de la jornada global por el Día Mundial del Agua.

En la capital del país, integrantes del Congreso Nacional Indígena, de Pueblos Unidos de la Región Cholulteca y de los Volcanes y de la comunidad otomí residente en la Ciudad de México marcharon por avenida Reforma para denunciar el robo de agua a manos de trasnacionales como Bonafont-Danone en Puebla.

A la lucha contra Bonafont se unieron colectivos desde París, Francia, que con una jornada de conciertos, mítines y acciones frente a la sede de la empresa tiraron cientos de botellas «para recordar el papel de la empresa en la superproducción mundial de plástico», así como denunciaron el saqueo de los mantos acuíferos de México y Francia.

«Danone deseca y contamina al planeta», se lee en una manta que los parisinos usaron para protestar contra el corporativo francés en París.

Los pueblos de México también rechazaron los proyectos extractivos que amenazan el abasto de agua, despojan a las comunidades y contaminan los recursos, como las minas, las presas hidroeléctricas, los parques eólicos y las plantas industriales.

Finalmente, exigieron un alto a la criminalización de los defensores del agua en el país, como Miguel López Vega, de Puebla, a quien las autoridades estatales buscan encarcelar una vez más con delitos prefabricados.

Fuente de la información e imagen:  https://desinformemonos.org

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Son tan fáciles los jóvenes cuando son pobres

Por: Silvana Melo

ACUSADOS ERRÓNEAMENTE DE MATAR A SU BEBA

Leer un cuerpito sin vida. Leerlo mal. Y bajar la guillotina en el cuello de dos jóvenes de La Matanza –condenados por origen- para la paliza inaugural y todo lo que vendrá. Antes de una autopsia. Que certificó su inocencia.

Todavía los portales sostienen la foto de los dos. Rostros demudados con fondo de una comisaría de La Matanza. Es que son tan fáciles los jóvenes cuando además son pobres. Son de tan sencilla deglución, los jóvenes cuando además son pobres, para la maquinaria soez del estado, para la picadora de carnes mediática, para la levedad que tiene la vida en las redes.

Nadie les puede retroceder las horas hasta antes de la paliza en la comisaría. Del ojo morado de ella, de los y las veinte que les dieron la primera noción de lo que sería la justicia para ellos: golpe, insulto e inanición aun sin las evidencias necesarias para determinar sus culpabilidades. Porque para los jóvenes, y si son pobres peor, el primer capítulo de la justicia es ése. El de la venganza feroz que practica la sociedad avalando que la policía arroje a los supuestos victimarios a su jaula propia de leones. Por una vez ladrones, asesinos, violadores, juntos en un calabozo, son los vengadores sistémicos, sociales. Por una vez la sociedad los aplaude y son cinco minutos de gloria hasta que se eleve otra vez el reclamo coral de pena de muerte y cadena perpetua para todos juntos. Una vez que fueron asimilados a los golpes.

Ella lo sufrió en el cuerpo y en el alma. Acababa de perder a su bebita de 21 días mientras la amamantaba. Una cardiopatía, dicen ahora. La dejó sin aire y se ahogó con el alimento materno. Eso dijeron ellos en el Hospital. Hasta que los informes médicos hablaron de signos de abuso sexual y de violencia en su cuerpito. La violaron. La asesinaron. Lacras. Salvajes. Basura, les dijeron. El informe policial se disparó hacia la fiscalía y los medios. Y los jóvenes son tan fáciles cuando además son pobres. Quién va a dudar de que la juventud y la pobreza unidas producen seres detestables, dignos de que se les aplique la justicia mediática, la venganza social y los correctivos carcelarios antes de que haya una sentencia. Que a esta altura es apenas un detalle ilustrativo.

Leer un cuerpito sin vida. Leerlo mal. Y bajar la guillotina en el cuello de dos jóvenes de La Matanza –condenados por origen- para la paliza inaugural y todo lo que vendrá. Antes de una autopsia.

Antes de una autopsia.

Que determinó científicamente que no hubo abuso. Que no hubo golpes. Y que la nena murió mientras era amamantada. Se asfixió con el alimento materno. Que era lo que angustiaba tanto a su madre. Que era lo que dijeron en el Hospital Balestrini de Matanza.

Pero no les creyeron. Porque son jóvenes –ella tiene 26 y él 24 años- y son pobres y a ellos se los puede arrastrar desde el hospital hasta la comisaría sin darles una mínima explicación. Negándoles el agua con 40 grados de calor y mostrándoles una botellita de lejos, a pura risa.

Aunque hace diez años que están juntos. Y la chiquita era su cuarto hijo. Mientras los tres restantes, de 8, 7 y 5 años quién sabe qué historia habrán escuchado. Quién sabe qué clase de monstruos habrán oído que eran sus padres.

Ahora que ya están libres. Y pueden llorar a su hija en un duelo que nunca pudieron hacer. Ahora que no son culpables pero sus fotos siguen en los portales, sus nombres en las noticias, los adjetivos y las condenas puestas en las cocardas de la duda, sus rostros de profunda tristeza con fondo de comisaría continúan exhibidos en los diarios que ahora dicen que no son culpables.

Y ahora tendrán que seguir viviendo. Aunque nunca nada volverá a ser lo mismo. Aunque sean la misma su juventud y su pobreza.

Y su fragilidad extrema ante las fieras sistémicas.

Ahora sin niña que amamantar.

Fuente de la información e imagen:  Pelota de Trapo

 

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Cultura de la productividad y precarización, causas de trabajos esclavizantes.

Por: Roberto Pichardo Ramírez

 

La cultura de la productividad, la normalización de las violencias y la precarización han fomentado la generación de espacios de trabajo esclavizantes que llevan a los trabajadores al límite físico y emocional.

Los mexicanos trabajan mucho, descansan poco, no ganan lo suficiente y están estresados. Diferentes estudios lo han revelado: según la OCDE, México es el país que más excede las horas laborales límite (27% de los trabajadores); el 63% de los trabajadores sufre estrés, de acuerdo con Internet MX y OCC Mundial. Por si fuera poco, esto no se traduce en productividad: nuestro país tiene los índices más bajos de PIB por hora trabajada.

Las alteraciones al ciclo del sueño son el factor que detona los mayores riesgos. Cuando las personas descansan menos, los procesos del sistema endócrino se ven afectados y la salud se deteriora de diferentes formas; aunado a ello, el rendimiento laboral baja. “Tenemos que cambiar la narrativa del lugar que ocupa el trabajo en nuestras vidas”, advierte la Dra. Gabriela Roldán Hernández, académica de la IBERO Puebla.

Desde 2016, el Gobierno de México ha comenzado a regular los diferentes factores de riesgo psicosocial: cargas de trabajo desmedidas, estados de vigilia, conductas violentas y accidentes. La promulgación de la NOM-035 en 2018 y su implementación al año siguiente derivaron en una serie de acciones al interior de las organizaciones para fomentar la salud integral. Y entonces, la COVID.

“[La pandemia] vino evidenciar muchas de las condiciones laborales de precariedad”, comenta Roldán Hernández. Al mismo tiempo, la apertura a las discusiones sobre el bienestar en el trabajo contribuyó a redefinir los conceptos claves. Para la catedrática, el estrés en sí mismo es positivo en tanto que contribuye a la realización de tareas diarias. El problema ocurre cuando los niveles sanos de estrés son rebasados.

A la falta de equilibrio entre la vida laboral y la privada, y los raquíticos periodos vacacionales (que recientemente pasaron de 6 a 12 días), durante la contingencia se sumaron los despidos masivos y el crecimiento de la informalidad (que, según el INEGI, llegó hasta el 60% de los empleos en 2022).

Como respuesta, los espacios laborales han estado obligados a presentar evaluaciones recurrentes sobre sus respectivos riesgos psicosociales y a tomar acciones para la prevención y atención de incidencias. Además, el contexto pandémico dio pie a la creación de la NOM-037 relacionada con el teletrabajo y el derecho a la desconexión.

La académica de la Licenciatura en Psicología de la IBERO Puebla considera fundamental contar con liderazgos sensibles que sean capaces de acatar los nuevos lineamientos y propiciar ambientes laborales armónicos. “La gente piensa que hablar de esta norma solamente es hablar del estrés. Sí, todos nos estresamos, pero lo que se busca con esto es que las organizaciones no sean esas fuentes [de estrés]”.

CULTO AL TRABAJO

En su libro La sociedad del cansancio, el filósofo coreano Byung-Chul Han señala la superproductividad como uno de los principales lastres de la sociedad contemporánea. Gabriela Roldán explica que la adicción al trabajo deriva en actitudes perjudiciales para la salud física y mental como trastornos alimenticios, deficiencias en el descanso y consumo de sustancias.

La profesora propone un cambio de paradigma: “Tenemos que modificar esta cultura y este discurso en el que se dice que las personas dentro de nuestro trabajo somos profesionales y tenemos que dejar nuestra vida personal afuera. Somos seres vivos psicosociales, vamos con todo el bagaje que traemos”. Y complementa: “Debemos dejar de ver que la gente se vaya [de la oficina] a tiempo como un tema de falta de compromiso”.

A tres años de su implementación, la NOM-035 representa un primer esfuerzo formal para establecer condiciones laborales dignas; el aumento en los días de vacaciones es uno de sus efectos más plausibles. Roldán Hernández espera que la legislación establezca las bases para una responsabilidad compartida entre patrones y empleados.

Del mismo modo, recalca la importancia de dejar de normalizar las conductas violentas en el trabajo y cambiarlas por una cultura organizacional basada en la salud integral. “La productividad y el cuidado de las personas no están peleados”, sentencia.

“Necesitamos empezar a ser mucho más conscientes, éticos y cuidadosos de nuestras prácticas y cero tolerantes a conductas que vayan en contra de la dignidad, el respeto y la salud de cada uno de los colaboradores”.Dra. Gabriela Roldán

Publicado originalmente en la IBERO Puebla

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Pensar el dilema de la caída del humanismo

Por: Adrián Cangi*

¿Qué problema político enfrentamos ante una caída del humanismo?

El humanismo convivió y convive con el terror. Tanto “humanismo” como “terror” son términos que han asumido en nuestra época valores distintos a los que revestían en el siglo pasado. Opuestos durante la modernidad, servían para designar dos movimientos del “espíritu humano contrapuestos”. Hoy en día difícilmente puedan separarse ambos, o pueda obtenerse para ellos una definición que sea reconocida universalmente. Se ha producido un verdadero deterioro en la concepción clásica que los oponía sin reservas. O, si se quiere, nuevas concepciones imponen una revisión absoluta en las ideas del “hombre contemporáneo”, con el objeto de que concuerden mejor con su propia realidad. Una realidad que —no lo neguemos—, se nos oculta, o que preferimos cubrir con un velo. Merleau-Ponty descubre en el ensayo Humanismo y terror (1947) todos los velos, y va descifrando el significado de tantos actos de violencia como se han ido sumando en las caras políticas de la tradición moderna del pensamiento y que tienen vigencia hasta estos últimos años. Prefiere polemizar respecto de todas las estructuras sólidamente constituidas en el campo del pensamiento, revisarlas criticándolas, y exigiendo una actitud más lúcida, más digna y más realista de todos aquellos que participan, aunque sólo sea con su existir, en este tiempo de la violencia.

¿Son las humanidades un acto de resistencia al terror?

El ensayo de Merleau-Ponty, editado en fragmentos desde 1946, aborda el doblez paradojal del humanismo en clave política: “Nos encontramos pues en una situación inextricable. La crítica marxista del capitalismo sigue siendo válida y es evidente que la condición anti-soviética reúne hoy la brutalidad, el orgullo, el vértigo y la angustia que han encontrado su expresión en el fascismo. Por otro lado, la revolución se ha inmovilizado sobre una posición de repliegue: mantiene y acrecienta el aparato dictatorial al mismo tiempo que renuncia a la libertad revolucionaria del proletariado en sus Soviets y en su Partido y a la apropiación humana del Estado. No se puede ser anticomunista, no se puede ser comunista”. Se plantea a pocos años de los campos de exterminio y de la fabricación de la muerte en serie en manos del hombre por el hombre, un acto de resistencia a una “humanidad sin humanidades”. Coincido con Diego Tatián en su “Manifiesto en favor del humanismo”, donde plantea el humanismo en clave del doblez de Merleau-Ponty: resistencia a un mundo sin custodia de lo amenazado en la humanidad, sin memoria, sin imaginación narrativa –indispensable para una justicia que no confunda imparcialidad con inhumanidad–, sin crítica, sin obstáculos a la “atrocidad que castiga con la miseria planificada a millones de personas” y las destina a una vida dañada, sin protección de lo raro en la cultura y de lo diverso en la sociedad. Un mundo sin humanidades es también uno en el que las humanidades cumplen una “función compensatoria” en el saqueo de las vidas.

¿Es posible cuidar la vida y el mundo por el humanismo?

Creo como Tatián que con la palabra humanidades evocamos las preguntas que alojan el ser y el estar en común, sus retóricas inventivas para declarar la plena existencia de nuevos cuerpos en el acto performativo de convocarlos, junto con los “derechos civiles” que consideramos aún imprescindibles para sus prácticas humanas. Las humanidades interpelan a las generaciones no solo como una “disciplina” sino como un “diálogo” que renueva el “cuidado de la vida” y el “cuidado del mundo”, en el sentido mesiánico-crítico como katéchon, término que indica el acontecimiento que detiene, retiene y posterga la imposición de su destrucción total como “mundo de la vida”. La locución “cuidado del mundo de la vida” pone en obra un dislocamiento tanto de la “vida” como del “mundo”. ¿Qué implica cuidar la vida y el mundo? “Vida” y “Mundo” son nociones indeterminadas y opacas que revelan su significado a la experiencia solo por las ideas e intensidades que constituyen las prácticas que la experimentación vital despliega. Las expresiones “cuidar la vida” y “cuidar el mundo”, abren una tarea incomprensible sin un trabajo del pensamiento. La política, el arte, el conocimiento y las humanidades son formas de cuidado de la vida y del mundo, si velamos atentos a lo que no está ahí, a lo que no hay, a lo que hubo alguna vez y se perdió o a aquello por venir: a lo que es singular, anómalo e insiste como raro. “Vida” y “Mundo” son las nociones que ahuecan la realidad, las que permiten entrever detrás, las que des-totalizan y mantienen alerta frente al abismo. Cuidado de la “Vida” y del “Mundo” consiste en un acto de protección de lo que está bajo amenaza por fragilidad, para la memoria de lo que efectivamente se perdió y para la preservación de la pregunta por lo que difiere, o llega de otra parte.

¿Es necesario cuidarse del humanismo para el mundo de la vida?

“Humanismo” también es el sinónimo moderno de un “Sujeto” patriarcal, colonial y especista; de un “Yo” racional, unitario y totalizante; de un “Individuo” concebido como ya constituido por asociaciones causales. El principio de individuación dominante en occidente, privilegia al individuo como una relación estable entre materia y forma que lo presenta como inmutable a la luz de la figura “del hombre blanco, adulto, hetero-normativo y habitante de las ciudades”. “Sujeto”, “Yo” e “Individuo” emergentes de esta lógica de la individuación, han sido criticados por el ejercicio de una razón suficiente y afectados por la herida narcisista infligida por Freud; han sido desplazados por la crítica a la razón instrumental, en tanto violencia y opresión con fines de dominio objetivo en la época de la imagen del mundo, cuestionada por Heidegger; han sido problematizados por la crítica a la filosofía del lenguaje como constituyente del sentido, realizada de distintos modos por Foucault, Deleuze y Derrida; han sido descentrados por teorías de la ontogénesis que privilegian los procesos de individuación antes que las formas individuadas, como lo ha planteado Simondon. Las lógicas antropológicas han visto su reverso fatal en los proyectos coloniales y en los campos de exterminio. Sendero que solo nos conducen hacia “la vergüenza de ser hombres”, como supo decirlo Primo Levi. Con plena conciencia de esta vergüenza, Michel Foucault ha sido preciso al dudar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como fuente del valor de los humanismos antropocéntricos y de su jerarquía sostenida en una construcción del saber de un sujeto universal, que se quiere esencial, racional y autónomo en relación al medio en el que concibe los dispositivos de su dominio.

¿Qué problema ontológico y político arrastra la transformación de la identidad humana?

Nuestro siglo es el efecto de transformaciones ineludibles sobre la llamada “identidad humana”, conformada por “Sujeto”, “Yo” e “Individuo”. Transformaciones que provienen de cuestionamientos por parte de la ciencia con efectos en la filosofía entre los siglos XIX y XX. El conjunto del drama de los juegos políticos se expresan sobre el horizonte de lo humano y la crisis de la frontera de la “identidad humana”. Es aquí que debería distinguirse con cautela el “no-humanismo” del sistema constituido por las democracias contemporáneas, a partir de los efectos que aún perduran de la fabricación de la muerte en serie, tanto en las migraciones forzadas como en los campos de refugiados que atraviesan el planeta, en las hambrunas territoriales de los condenados de la tierra como en las violencias desiguales entre etnias, razas, géneros y clases. Distinto es considerar el “no-humanismo” como un más allá del hombre que conocimos antropológicamente, donde el “no-humanismo” del sistema democrático actual de flujos, informaciones y ultra-codificaciones, supone su aniquilación por los propios dispositivos de maquinación. El “no-humanismo” como un más allá del hombre implica su desborde ilimitado. Es en la diferencia entre ambas alternativas que se juega la historia de nuestro tiempo como el que experimenta la caída del humanismo como un problema ontológico-político.

¿Qué transformaciones y metamorfosis resultan ineludibles para pensar la identidad-humana?

Como lo plantea Donna Haraway a lo largo de su obra: nos hemos convertido en productos tecnológicos en niveles más profundos de lo que nos es dado comprender. Parece absurdo separar las tramas orgánicas, técnicas, textuales, míticas y políticas del tejido semiótico tecno-científico. Los laboratorios del mundo de la tecno-ciencia de diseño transgénico, propios de los imperios tecno-científicos y biotecnológicos han reducido las “metáforas vitales” a tecnologías de ingeniería genética y los “entes” a culturas tecnológicas. Somos parte de estos entes y formamos el sistema de coordenadas cartesiano de un espacio virtual de numerosos programas de investigación. Las fronteras entre animales, humanos y máquinas han sido franqueadas por la cibernética que ha homologado modelos matemáticos, informacionales y biológicos buscando la llamada “inteligencia artificial”; los límites biológicos han sido traspasados por las ciencias de la vida que han revelado “regiones de incertidumbre” o de “inestabilidad morfogenética” al pensar los umbrales entre especies; los límites de la tierra han sido puestos en cuestión por una biogeofísica que expone la “intrusión de Gaia” y su reverso en la figura del mayor depredador energético conocido como “Antropoceno”. A pesar de todos estos torbellinos de fondo, el fin de lo humano como “identidad humana” tal vez no sea deseable cuando pensamos en el optimismo de la evolución genética de la vida sintética del diseño de clones a la que nos conducimos junto al agotamiento de la tierra. Aunque tampoco parece deseable una defensa de una humanidad con pretensiones jerárquicas, coloniales y especistas que ha extendido su dominio hasta agotar lo viviente o disponerlo a su servicio, liquidando a su paso otros modos de vida humana y no-humana que despliegan otra ecología social con el medio. Ante este escenario parece posible abordar la caída del humanismo en tiempos de antropodicea como una deconstrucción arqueológica de los discursos del “humanismo” y una problematización genealógica del problema del “Yo” en los campos del diseño de sí y de la vida.

*Ensayista, editor y filósofo. Enseña en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional de Avellaneda, donde dirige la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas. Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de San Pablo, Brasil. Es autor de Gilles Deleuze. Una filosofía de lo ilimitado en la naturaleza singular (2010, 2014); co-autor de Filosofía para perros perdidos. Variaciones sobre Max Stirner (junto a Ariel Pennisi, 2018), y compilador y autor de Linchamientos. La policía que llevamos dentro (junto a Ariel Pennisi, 2015), de Imágenes del pueblo (2015); Meditaciones sobre el dolor (junto a Alejandra González, 2019); Vitalismo. Contra la dictadura de la sucesión inevitable (en colaboración con Alejandro Miroli y Ezequiel Carranza, 2019) y Meditaciones sobre la tierra (junto a Alejandra González, 2020).

Fuente de la información e imagen:  https://desinformemonos.org

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México: policías de Guerrero disparan contra normalistas de Ayotzinapa

Ciudad de México | Desinformémonos. Elementos de la policía de Guerrero interceptaron y dispararon armas de fuego contra estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa que regresaban de Chilpancingo, donde participaron en la protesta para exigir justicia para Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverri de Jesús, normalistas asesinados por la policía federal el 12 de diciembre de 2011.

Los normalistas de Ayotzinapa fueron agredidos en el tramo de la carretera de Libramiento a Tixtla-Chilpancingo, donde la policía disparó contra el autobús en el que viajaban.

Los estudiantes denunciaron que tras el ataque los medios de comunicación «manipularon» la información para difundir que los mismos normalistan retuvieron a elementos de la policía y los agredieron.

«La prensa comenzó a emitir notas amarillistas, como en toda ocasión, en contra de nuestros compañeros y siempre encubriendo a las autoridades, dando a conocer que fueron los estudiantes quienes atentaron en contra de la policía, cuando sucedió todo lo contrario», señaló el Frente Unido de Normales Públicas del Estado de Guerrero (FUNPEG) en un comunicado.

El Frente exigió a las autoridades un alto a la represión contra los normalistas y sus luchas así como castigo a los responsables de las agresiones de este 12 de diciembre, además del cese de difusión de «notas amarillistas» y de la impunidad en los hechos.

A continuación el comunicado completo:

 

Fuente de la información e imagen: https://desinformemonos.org
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Qatar 2022: la trágica historia de los migrantes

Por: UNAM Global

Como bien sabemos, organizar un Mundial de Futbol es una tarea titánica que requiere contemplar muchos aspectos: los medios de transporte y la infraestructura (estadios, hoteles), entre otros. Necesarios para que la máxima justa futbolística se realice de manera exitosa y pueda albergar a los visitantes sin contratiempos.

Un Mundial genera empleo para muchos trabajadores que brindan sus servicios. Sin embargo, también puede ser el marco de diversos abusos. Qatar 2022 es una prueba contundente de ello. Amnistía Internacional recopiló datos que muestran la violación de los derechos humanos de los trabajadores migrantes que participaron en la construcción de los estadios.

Para comenzar, los migrantes tuvieron que pagar elevadas comisiones para trabajar. Dependiendo de la tarea que podían realizar, estas sumas iban desde 500 hasta 4,300 dólares, que se pagaban a los contratistas, quienes “abusaron de manera reiterada de esta situación”.

Los abusos de los contratistas no sólo quedaron en eso. Por medio de fotografías, Amnistía Internacional enseñó las pésimas condiciones en las que vivían los migrantes. Los cuartos eran muy chicos, por lo que había condiciones de hacinamiento: alrededor de ocho hombres vivían en espacios que sólo eran aptos para cuatro personas; por lo tanto, la falta de higiene y seguridad eran la norma.

También hubo engaño en cuanto a los salarios. Por ejemplo, migrantes a los que se les había dicho que la paga sería de 300 dólares, recibieron en su primer sueldo sólo 190 dólares. A pesar de los reclamos, los gerentes no hacían caso y amenazaban con quitarles la visa y deportarlos a sus países de origen. Sumado a ello, se presentaban casos de retrasos de pagos.

Por otro lado, los empleadores no expedían (o en otros casos no renovaban) los permisos de residencia, lo cual afectaba a los trabajadores porque no podían abandonar los campamentos en los que vivían. Esta situación también implicaba que aquellos que decidieran renunciar no lo pudieran hacer, ya que para obtener un “permiso de salida” era necesario tener el documento de residencia.

Muchos empleados fueron sometidos a trabajo forzoso en situaciones de alto peligro, ya que carecían del equipo para realizarlo. “Fundación para la Democracia” mencionó que algunos trabajadores debían cumplir 60 horas continuas sin descansar, o en su defecto trabajar más de 18 horas al día, soportando temperaturas que alcanzaban los 50ºC.

De acuerdo con datos del diario inglés The Guardian, publicados a principios de 2021, alrededor de 6 mil 500 trabajadores migrantes habían fallecido en Qatar desde que este país fue elegido como sede del Mundial en 2010. Y se cree que gran parte de ellos trabajaban en la construcción de infraestructura para este evento. De manera oficial, el Comité Organizador informó que sólo hubo tres muertes relacionadas directamente con la construcción de estadios.

Fuente de la información e imagen:  UNAM Global

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