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La ética, una tarea de todos y de todas

Por: Dinorah García Romero

La educación ética no sobra en este país en ninguno de los sectores ni en ninguno de los actores. Las diferentes instituciones y cada ciudadano hemos de hacer un esfuerzo para  analizar qué tanto estamos contribuyendo para que este país avance en materia de ética.

Diversos países del mundo atraviesan situaciones difíciles, provocadas por múltiples causas. Uno de estos factores causales está vinculado al comportamiento ético. Si miramos más allá de nuestras fronteras, nos encontramos con el caso de Perú, de Israel, de Líbano, de Brasil y otros. En España, Italia, Bielorrusia y Polonia también se viven momentos complejos, provocados por actuaciones apartadas de los requerimientos de la ética.  Al fijar la vista en el ámbito local, nos damos cuenta de que el debate está en un momento de ebullición, particularmente con respecto al comportamiento de instituciones y de funcionarios del gobierno que ha concluido su trabajo. La sociedad dominicana fortalece su sensibilidad con respecto a las acciones y a los discursos que marginan la ética. Han adquirido fuerza los grupos y las acciones orientadas a restablecer una ciencia tan importante como la ética, tanto en las instituciones del país como en las personas que prestan servicio en el sector público. Las manifestaciones de la sociedad dan señales del interés y de los medios que se han de disponer para mejorar significativamente el funcionamiento ético en las instituciones del Estado y en los servidores públicos. Es necesario que el foco de atención tenga una perspectiva integral. La ética en el sector privado es tan urgente e importante como en el sector público.

El sector privado ha mostrado más capacidad  de control y de creatividad para gestionar en silencio sus problemas éticos. Esta gestión inteligente pone en acción un sistema de control que crea dificultades para que se conozca y se analice a fondo cómo opera en el sector privado el rigor ético. En ambos sectores hay instituciones y personas que actúan con apego a la ética. En sendos sectores, hay instituciones y personas que se separan de esta ciencia. Pero es necesario indicar que el comportamiento ético no solo ha de afectar la dimensión institucional en cualquiera de los sectores, público y privado; también ha de tenerse en cuenta en la práctica individual y colectiva. Especialmente, ha de construirse una cultura ética desde la vida cotidiana. Es en el día a día cuando debemos tener en cuenta cuánto nos acercamos o nos alejamos de una actuación ética que evidencie respeto a la propia dignidad y a la de los demás. Es en los hechos más comunes y sencillos donde debemos tratar de identificar qué capacidad tenemos para forjar transparencia y respeto a los bienes individuales y colectivos. Los desafueros éticos se están convirtiendo en hechos naturales; y esta situación afecta profundamente el desarrollo de las personas y de la sociedad.

La educación ética no sobra en este país en ninguno de los sectores ni en ninguno de los actores. Las diferentes instituciones y cada ciudadano hemos de hacer un esfuerzo para  analizar qué tanto estamos contribuyendo para que este país avance en materia de ética. Esta realidad obliga a pasar del análisis a la identificación de prácticas concretas que están bloqueando un funcionamiento social y personal digno y nítido. En este campo no vamos a progresar si solo esperamos que los otros cambien sus actitudes y prácticas ante la confrontación ética que viven.

En las raíces de la constante violación a los principios éticos que norman la sociedad, las instituciones y la práctica de las personas, están la carencia de educación social y ética; la crisis de corresponsabilidad institucional y ciudadana, así como la debilidad del sentido de pertenencia a una nación que requiere de nuestro empeño para fraguar una institucionalidad sólida, justa y al servicio de todos. La actuación ética no es coyuntural; obliga en la vida cotidiana a todos los ciudadanos, grupos e instituciones. Desde esta perspectiva, no es posible exigirle a otro lo que estoy violentando en la vida diaria, aunque sea un detalle. En esto la coherencia tiene un rol protagónico. El país espera nuestra contribución personal, institucional y como colectivo, para avanzar en el campo de la ética política, económica, cultural y social. La ética ha de ser una tarea de todos y de todas en la vida diaria.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/la-etica-una-tarea-de-todos-y-de-todas-8860500.html

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Educación y confinamiento

Por: Dinorah García Romero

La gestión gubernamental ha sido bastante traumática. A estos rasgos hemos de agregar la pobreza que afecta a muchos dominicanos, por lo cual no pueden permanecer confinados.Viven de la informalidad y necesariamente han de salir de la casa para buscar cómo sobrevivir. En un contexto de pobreza, la discrepancia es mucho más acentuada.

La educación es un proceso que influye en todas las dimensiones que configuran al ser humano y a la sociedad. Es una ciencia con un potencial elevado para transformar a las personas y a las estructuras sociales y político-económicas. De igual manera, la carencia de educación agiliza la muerte intelectual, social y física, tanto de las personas como de la sociedad.  Con estas afirmaciones no busco deificar la educación. No. Las ciencias tienen sus límites, pero esto no impide que reconozcamos el despliegue de fuerzas que esparcen para enriquecer a los seres vivos, especialmente a los humanos. En el caso de la educación, los indicadores de transformación, cuando puede intervenir con efectividad una situación determinada, son múltiples las evidencias que se pueden registrar. Empecemos valorando el peso que tiene la educación en los países de mayor desarrollo en el mundo; y el desastre que opera en aquellos en el que la educación es un bien que no llega a todos y que, además, posee calidad escasa.

Las personas y la sociedad que se ven afectadas por la carencia de una educación de calidad, ponen en riesgo su desarrollo, su inserción orgánica en la construcción de un mundo sostenible. También ponen en alto riesgo su vida y la de las demás personas e instancias con las que interactúan. Por esto, la acción para que la educación sea un derecho para todos no puede ni debe bajar la intensidad ni la frecuencia. Si la educación es un cauce de vida personal y social, ya es insostenible pretender organizar, cambiar y desarrollar una nación al margen de ella. Los avances de Vietnam, Korea del Sur y Costa Rica han de animarnos a un cuidado más sistémico y cualificado de la educación de la población dominicana.

En la nueva época que vivimos, constatamos que en varios países de América Latina y el Caribe se observa discrepancia entre la respuesta educativa que debe dar la población ante el avance de la pandemia y los requerimientos que esta exige para superar el incremento de los contagios y la letalidad incontrolable que afecta a varios países. En la República Dominicana, un país tropical marcado por la alegría, el sentido de fiesta y el encuentro cercano entre las personas, la gestión personal y familiar de la pandemia se ha convertido en un trabajo difícil. La gestión gubernamental ha sido bastante traumática. A estos rasgos hemos de agregar la pobreza que afecta a muchos dominicanos, por lo cual no pueden permanecer confinados.Viven de la informalidad y necesariamente han de salir de la casa para buscar cómo sobrevivir. En un contexto de pobreza, la discrepancia es mucho más acentuada. El problema se vuelve más agudo por los errores de las políticas del Ministerio de Salud Pública y de la campaña electoral en tiempos de COVI-19. Todos estos aspectos son factores causales del desorden con el que se ha manejado la política global vinculada a la pandemia que nos vuelven a colocar a la puerta de un nuevo confinamiento más prolongado y más complejo. El confinamiento que nos espera nuevamente es necesario, pero nos interpela a todos, particularmente a los que trabajamos en los procesos de formación y aprendizaje de las personas y de las instituciones. Es necesario que busquemos formas alternativas que le ayude a comprender a la población que el autocuidado y el cuidado de los otros son aspectos prioritarios. Hemos de reimaginar las metodologías y los procedimientos para ayudar a las personas a que retomen la importancia de la responsabilidad y, de forma especial, a que inicien, aunque sea tarde, la educación de la razón y de la voluntad.

Educación y confinamiento son dos ejes que vertebran nuestra existencia en este período y hemos de hacer todo lo posible para que la interrelación sea equilibrante y potenciadora de las personas y de la colectividad. La educación crítica es una necesidad en todos los sectores y en todas las zonas del país. Trabajemos con más empeño para que la población del país avance hacia una actuación razonada, hacia una voluntad educada y hacia un compromiso serio consigo y con la nación

Fuente: https://acento.com.do/opinion/educacion-y-confinamiento-8840790.html

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