Por: Jesús Sánchez
La tristeza, la soledad, el miedo, la incertidumbre y la muerte han cobrado un especial protagonismo desde marzo de este año que está a punto de acabar, y que todos llevaremos en nuestra memoria y en nuestro corazón. Son muchas las cosas que han cambiado en el mundo y especialmente en el terreno de la afectividad, la emotividad y la comunicación humana; sin duda alguna hoy todos valoramos mucho más la salud y la protección de nuestras familias, especialmente la de nuestros hijos y nuestros mayores. Pero nos comunicamos de forma diferente entre nosotros; el teletrabajo, las videoconferencias, los WhatsApp, Twitter y el resto de redes sociales, se han apoderado de la comunicación más “humana”, basada en la cercanía, el feedback de nuestra mirada, nuestra sonrisa y el tacto.
El Coronavirus nos ha robado muchas cosas durante este año. Nos ha robado los abrazos y los besos, pero también la sonrisa que nos vemos obligados a tapar con la mascarilla para protegernos de su contagio; también nos ha robado la posibilidad de estrecharnos las manos o de acariciar a nuestros seres queridos, igual que nos ha robado de forma dramática y cruel, la posibilidad de acompañar a nuestros familiares y amigos cuando están ingresados por la COVID-19, y especialmente cuando mueren en soledad sin que nos podamos despedir como todos quisiéramos.
Pero no nos ha robado las ganas de vivir, de amar, de recordar todo lo positivo de la vida, y tampoco nos ha robado nuestra voz, tan importante en la comunicación humana gracias al tono, el ritmo, el volumen y los susurros.
Todos los años durante las Navidades abusamos demasiado de los mensajes por WhatsApp para felicitar a la familia o a los amigos. Este año, necesitamos potenciar la “humanización” y por ello deberíamos utilizar más el teléfono o las videoconferencias para poder vernos y escucharnos. Y si nuestra sonrisa esta oculta por la mascarilla, fijémonos en la mirada de quien nos habla y analicemos también la nuestra, porque siempre se ha dicho que “los ojos son el espejo del alma” y ahora, lo es mucho más. Se trata de aprovecharnos de los avances de la tecnología de la comunicación, pero sin olvidar la necesidad de humanizarla.
Si algo he aprendido durante estos largos nueve meses, es que es fundamental potenciar la humanización en todos los sentidos; en nuestra vida diaria, en nuestro entorno laboral, con nuestros amigos, pero también con todos aquellos a los que no conocemos. Es cierto que las alegrías son más alegrías cuando se comparten, pero también lo es que las tristezas son mucho menos tristes si se comparten con cariño, porque además de este modo, estaremos contribuyendo a disminuir el peso de la soledad.
Esta mañana hablaba con un amigo y compañero; era mediodía y me decía que estaba paseando con su sobrino y que estaba reflexionando, porque el año pasado y sin pandemia a esa hora, estaría tomando una cerveza con sus amigos, pero este año le daba mucha más importancia a disfrutar con la familia.
Aprovecho desde esta tribuna que me conceden @madridiario y @diariocritico, y especialmente su presidente y amigo @c_mediavilla, para desearles a todas y a todos la máxima salud y felicidad durante estas fiestas Navideñas y que 2021, sea un año lleno de venturas, esperanza y vida, gracias a que todos cumplamos con nuestra obligación personal, ética, moral y solidaria de vacunarnos contra la COVID-19.
¡Ganas de vivir! Es lo que nos dice Constantino Mediavilla en su cuenta de Twitter: “Para que no crean que voy a morirme, me pasa todo lo contario. Sucede que voy a vivirme, sucede que soy y que sigo…, se trata de que tanto he vivido, que quiero vivir otro tanto”. Como hago desde hace muchos años, recordaré una vez más, que “hoy es el primer día del resto de mi vida”, y por ello merece la pena vivirla y disfrutarla con la familia y los amigos, y cada día con más humanización.
Fuente e imagen: https://www.diariocritico.com/opinion/jesus-sanchez-martos/necesitamos-mas-humanizacion-en-tiempos-de-covid-19