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Derechos de la niñez y coronavirus

Por: Elisabeth de Puig

El coronavirus trae cada día su carga de hipótesis y contra hipótesis, de nuevas medidas, de opiniones y contra opiniones, Ivermectin versus Hidroxicloroquina, inmunización o no inmunización, estrategias diversas de lucha. Al final vemos un mundo doblegado por un enemigo invisible, preso dentro de una gigantesca telaraña que provoca situaciones imprevisibles y que, al mismo tiempo, nos desvela nuestras fragilidades individuales y colectivas.

Las especificidades nacionales juegan un papel de primer rango en la gestión de la crisis del Coronavirus. Se ha debatido ampliamente acerca de la respuesta china y oriental a la pandemia, así como la de los países europeos, diferenciando a los latinos de los nórdicos.

Francia habría encarado de manera reactiva la crisis mientras Alemania lo habría hecho de forma preventiva y proactiva. Estas diferencias ponen en tela de juicio la organización política y los sistemas sanitarios de cada país. 

La pandemia ha tocado las puertas del Caribe y de América Latina con un desfase que permite descubrir algunas pistas en las experiencias vividas por los países que nos han precedido en el infortunio. A pesar de esta ventaja la CEPAL prevé graves estragos en América Latina y el Caribe, al igual que estos se anuncian para África.

En República Dominicana, después de 5 semanas de confinamiento y de un toque de queda que comienza a las 5 de la tarde, se siente una presión a favor de la reanudación de las actividades comerciales.

Fuerza es de darnos cuenta que el instinto natural de conservación no se expresa de la misma manera en todos los sectores de la sociedad. Pagamos y pagaremos muy caro el precio de las grandes desigualdades sociales que nos caracterizan, fruto de años de corrupción, de laxismo institucional, de falta de educación formal, de la pobre educación en ciudadanía y, por ende, de la poca capacidad crítica que mantiene nuestra gente en postración permanente.

Prueba de lo último es la insólita peregrinación que terminó el domingo pasado en la provincia de Puerto Plata y que amontonó centenares de personas con apoyo de la Policía y del 911 en plena cuarentena.

Frente a este cuadro bastante desolador, nuestra población infantil de sectores vulnerables se encuentra más desamparada que nunca. Las suspensiones de clases y el aislamiento físico han implicado que muchos menores deben estar encerrados en sus casas, en contextos en que pueden estar expuestos a situaciones de maltrato o de riesgo.

Las escuelas, ongs, iglesias son como mallas de retención que protegen a la niñez en situación de vulnerabilidad.  Con el aislamiento los niños, niñas y adolescentes enfrentan situaciones de mayor vulneración y desprotección.

La presente crisis de la salud amenaza con convertirse en una crisis mayor de los derechos de los niños, aún más cuando estos no se están respetado a cabalidad como sucede en nuestro país.

La sociedad debe unirse para exigir a las nuevas autoridades electas proteger la salud, que se proporcione agua, saneamiento e higiene a los sectores vulnerables tomando en cuenta que solo el 52.5% de los hogares recibe agua del acueducto dentro de la vivienda y un 23.6% de una llave en el patio según la última encuesta Enhogar 2017.

También se trata de facilitar el aprendizaje de los niños; ayudar a las familias a cubrir sus necesidades y cuidar a sus hijos; proteger a los niños de la violencia, la explotación y el abuso, lo mismo que de proteger a los niños migrantes.

Por la experiencia de anteriores aislamientos, sabemos que los niños y niñas que no van a la escuela durante largos periodos de tiempo tienen menos probabilidades de regresar cuando se reanudan las clases.

El cierre de las escuelas también elimina el acceso a programas de nutrición escolar y, con ello, dispara las tasas de desnutrición y malnutrición. Durante las últimas semanas se ha constatado un aumento considerable de los casos de dengue y malaria.

No nos podemos cegar. Las medidas de confinamiento solo aumentan la fractura social. El imposible acceso a las redes y las malas condiciones de vida van a incrementar la brecha escolar que hay en nuestro país entre las escuelas privadas de las clases altas y medias y las escuelas públicas y privadas de los barrios desfavorecidos, y dentro de estos mismos sectores la brecha entre quienes tienen acceso a internet y quienes no lo tienen.

Estas brechas no cierran con curitas, pero las crisis ofrecen oportunidades para subsanar algunas problemáticas. Cual sea el gobierno que tengamos en el próximo cuatrienio, el plan de recuperación nacional que será necesariamente emprendido tendrá que ver con todos los rubros y asignaturas impostergables como la atención primaria, programas de empleos, fuentes de trabajo, lucha contra la violencia y la inclusión. Se impone un nuevo plan para la niñez dominicana.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8810989-derechos-de-la-ninez-y-coronavirus/

Image:  ludi en Pixabay

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¿Luto para la Educación?

Por: Elisabeth de Puig 

Nos vestimos de amarillo para abogar a favor de una educación a la altura de los tiempos modernos y de la inserción en un mundo global con un sistema escolar público inclusivo adaptado a las particularidades y dificultades reales de los niños y niñas de República Dominicana.

La campaña del 4% fue un ejemplo hermoso de lo que puede lograr una sociedad cohesionada alrededor de un tema unificador como lo fue el derecho inalienable a una educación de calidad.

Ahora bien, con el beneplácito que otorga la voluntad popular y el control de los fondos públicos, cada gobernante, en un sistema político sin muchos contrapesos, tiene su “librito” para orientar las reformas y medidas en el sentido que conviene a sus propios intereses.

Las pruebas PISA, a las que aceptan someterse los estados, pueden tener defectos y virtudes, pero su finalidad es de poder definir y aportar correctivos a los males detectados. PISA no mide cuánto saben los alumnos sobre el contenido curricular ni sobre conocimientos generales, sino que procurar determinar cuánto comprenden, resuelven y comunican los jóvenes de 15 años, sobre situaciones “del mundo real”.

Al ser la educación considerada como una palanca para el crecimiento, todos los países que participan en las pruebas están muy atentos a las actuaciones de sus alumnos y buscan las recetas posibles para aportar correctivos para mejorar los resultados.

Estas pruebas, aplicadas a la República Dominicana, confirman una vez más la percepción de que hemos empezado a construir la casa por el techo, con el florecimiento de nuevas estructuras físicas por todo el territorio nacional y la implementación de la tanda extendida, utilizada más bien como una medida orientada a paliar la pobreza, de corte populista, que como parte de un plan estratégico. 

No se puede negar que brindar un almuerzo a los niños, niñas y adolescentes, mantenerlos hasta las cuatro en los planteles escolares, dotarlos de uniformes y de libros, han sido medidas populares y de mitigación de la pobreza como lo ha sido también la dignificación de los salarios de los maestros.

Como en tantos otros aspectos de nuestra vida ciudadana, la voluntad mayoritaria y las aspiraciones diversas de los sectores que se integraron a la lucha a favor del 4% han sido desvirtuadas por el gobierno, en un intento de capitalizar a su favor, a corto plazo, las nuevas partidas presupuestarias. 

Es interesante precisar que PISA no evalúa a jóvenes de 15 años que están fuera de la escuela ni a aquellos que están muy rezagados en sus estudios. Eso significa que la proporción de jóvenes que no poseen las competencias básicas examinadas pueden ser, en nuestro país, aún mayores de lo reportado.

La gran pregunta es qué hacer frente a los resultados de este tipo de medición, cuando el tipo de enseñanza que ofrecemos en la mayor parte de nuestras escuelas se hace en base a una memorización forzada que corresponde a un currículo superado, el único que saben manejar la gran mayoría de maestros formados a la vieja usanza y que arrastran deficiencias que transmiten a los alumnos.

El análisis de las pruebas PISA demuestra que los países que se encuentran a la delantera son aquellos que logran asociar la equidad social y el bienestar de los estudiantes para lograr buenos resultados. En el caso de Francia, se observa una clara relación entre el estatus socio económico y el buen desempeño. Este es uno de los países miembros de la OCDE que presentan una mayor desigualdad en los resultados de las pruebas entre alumnos de medios socio económicos favorecidos y desfavorecidos, con una diferencia de 107 puntos en comprensión lectora. Frente a esta realidad, podemos preguntarnos, y en República Dominicana, ¿cuál es la amplitud de la brecha tomando en cuenta las graves desigualdades sociales que nos caracterizan?

Otro punto que llama poderosamente la atención, y que es quizás el más doloroso, es el análisis realizado por el BID y CIMA para América Latina en su Nota 18. Estas entidades destacan que si se toma como punto de partida el promedio de desempeño de la OCDE se constatan resultados muy variados en la región, con una disparidad de hasta tres años de escolaridad entre los países. La diferencia entre Chile y República Dominicana asciende a 111 puntos, equivalente a tres años de escolaridad.

Costa Rica, México, Brasil, Colombia Argentina y Perú, muestran un rezago de dos años de escolaridad respecto al promedio de los países de la OCDE. El retraso promedio de la República Dominicana con relación a estos países equivale a cuatro años menos de escolaridad.

Hemos gastado el equivalente a 20,000 millones de dólares en nuestro sistema educacional durante siete años; es decir, el 4% del PIB cada año, para que un alumno o alumna de sexto año de primaria tenga las competencias que tiene un niño o una niña de segundo grado de una escuela pública promedio de un país promedio miembro de la OCDE. 

No nos merecemos quedar en en último lugar en matemáticas de un total de 79 países evaluados por PISA. Pero no podemos culpar solamente a los maestros; nos debemos interrogar sobre las vacilaciones de nuestro sistema en modernizarse y de la sociedad en exigir centros escolares inclusivos, laicos, formadores de ciudadania,  con nuevos currículos y nuevos enfoques, con maestros evaluados, preparados, valorizados y que no respondan a criterios clientelistas.

Fuente: https://acento.com.do/2019/opinion/8761027-luto-para-la-educacion/

Imagen: F1 Digitals en Pixabay

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