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Brasil: Detuvieron al exministro de Educación de Bolsonaro

Detuvieron al exministro de Educación de Bolsonaro

Eric Nepomuceno

Fuentes: Página/12 (Argentina) [Imagen: El ex ministro de Educación Milton Ribeiro departiendo con Paulo Guedes y Jair Bolsonaro cuando era ministro. Créditos: Fabio Rodrigues-Pozzebom/ Agencia Brasil]

El pasado mes de marzo el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro se refirió a su entonces ministro de Educación, el pastor presbiteriano Milton Ribeiro, blanco de acusaciones de corrupción. Dijo que confiaba plenamente en su honestidad. Y en un arrebato soltó una frase que se quedó marcada en la memoria de millones de brasileños: “Pongo por él mi cara en el fuego”.

Superando un dicho tradicional – “pongo mi mano en el fuego” – el mandatario quiso, de esa manera, declarar su confianza irreductible en el sospechoso. Que, a propósito, días después pidió que dejara el cargo.

Bueno: en la mañana de ayer Milton Ribeiro fue detenido por la Policía Federal. Y con él, otro autodenominado pastor, Gilmar Santos, íntimo amigo de la familia presidencial. El también evangelista Arilton Moura era buscado por la policía.

Las acusaciones contra Ribeiro se sostenían en declaraciones de alcaldes que, para lograr liberar presupuestos para sus municipios, eran “invitados” a comprar miles de biblias con la foto del ministro. Se trataba de recursos del Fondo Nacional para el Desarrollo Educacional.

Al menos un alcalde relató el pedido de uno de los autodenominados pastores incrustados en el ministerio de Educación: para liberar el presupuesto aprobado, sería necesario entregar nada menos que diez mil dólares en monedas de oro.

Nada de eso convenció a Bolsonaro para que constatara lo que estaba más que evidente: un grupo de evangelistas transformó el ministerio de Educación en un robusto balcón de negocios.

La prisión de Milton Ribeiro significa algo más que un duro golpe contra el discurso de Bolsonaro asegurando que en su gobierno no hay corrupción. Es, en realidad, una amenaza latente: cuando era ministro, Ribeiro aseguró que recibía a los pastores a pedido directo del presidente. Los mismos pastores involucrados en corrupción.

Si ahora reitera lo declarado, el foco de sospecha recaerá directamente sobre el presidente y entrará en el nutrido rol de acusaciones que tendrá que responder en la Justicia cuando termine su mandato presidencial y se anule la inmunidad que el cargo le garante.

Los aliados más allegados de Bolsonaro admitieron, con todas las letras, que la prisión de Milton Ribeiro ha sido “un desastre”.

La primera reacción del presidente fue afirmar, de manera tímida, que sigue confiando en su ex ministro, pero que la policía sabrá qué hacer. La segunda fue impedir la entrada de periodistas a un evento en el que habían sido invitados.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/431417-brasil-detuvieron-al-exministro-de-educacion-de-bolsonaro

Fuente de la Información: https://rebelion.org/detuvieron-al-ex-ministro-de-educacion-de-bolsonaro/

 

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El hambre y la violencia crecen en Brasil

Dos fenómenos se agravaron de manera contundente en Brasil a lo largo de los últimos tres años: el hambre y la violencia practicada por las fuerzas de seguridad pública.

La suma de la inflación, que se mantiene por encima de los 12% al año, a la pérdida de poder adquisitivo de manera general pero especialmente aguda en las capas de menor poder adquisitivo, que gira alrededor de los 10%, hizo que 36% de las familias brasileñas – lo que significa más de la mitad de la población total, de 212 millones – hayan entrado en lo que analistas y especialistas llaman de “inseguridad alimentaria”. Es decir, desde insuficiencia de alimentos en bases mínimas hasta directamente hambre.

Ese cuadro se acentuó principalmente a partir de 2021. Si en 2014 el número de familias en estado de “inseguridad alimentaria” en sus diferentes niveles rondaba la casa de 17%, a fines de 2021 había saltado para 36%. Y con eso supera el promedio mundial, que es de 35%.

Entre los 20% que conforman la parte más pobre de los brasileños, 75% dicen que en 2021 faltó dinero para comprar comida.

Los datos corresponden a encuestas realizadas antes de la invasión de Ucrania por las tropas rusas, lo que provocó un nuevo –y fuerte– incremento en los precios, especialmente combustible y alimentos.

Si a lo largo de siete meses de 2021 el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro concedió “auxilio de emergencia” a poco más de 39 millones de familias, ahora llega a 17 millones 500mil, o sea, menos de la mitad.

Además del hambre, otro fenómeno creciente bajo Bolsonaro alcanza, de manera dramática, precisamente a la parte más pobre de los brasileños: la violencia de las fuerzas de seguridad en las villas miseria cuya población aumentó significativamente con la debacle económica.

Esta semana hubo otra masacre en una “favela” suburbana de Río, con la muerte de 23 personas.

Desde agosto de 2020, o sea, en menos de dos años, al menos 330 civiles fueron muertos en 74 supuestos enfrentamientos entre supuestos criminales y fuerzas de seguridad pública solamente en Río.

La repetición de “supuestos” se justifica: parte substancial de los muertos no tenía ningún tipo de registro criminal, y es difícil imaginar un “enfrentamiento” como el más reciente, en la villa miseria de Cruzeiro, en que 23 habitantes murieron y ninguno de los más de 150 policías fue herido.

En este último caso, de los 23 muertos 16 fueron identificados. De ellos, siete –casi la mitad– no tenían ningún antecedente criminal. Uno de ellos era un joven de 16 años, muerto por una cuchillada, y no por tiro.

Otra víctima era una peluquera de 42 años, alcanzada dentro de su casa por una “bala perdida”, nadie sabe si disparada por narcotraficantes o por la policía. Otro fusilado era un ex militar de la Marina, que trabajaba en un negocio en la “favela”. No había arma alguna al lado de su cadáver.

Ha sido la segunda mayor masacre en Río. La anterior ocurrió en 2021, también en una “villa miseria”, y dejó 28 muertos. Entre las víctimas se encontraban narcotraficantes, pero parte considerable era de habitantes, todos trabajadores y en su mayoría negros.

Otra acción brutal de la policía –grabada en vídeo que circula por todo el país– ocurrió en Umbaúba, en el estado de Sergipe, en el nordeste.

El conductor de una moto, que padecía de esquizofrenia, fue tumbado por policías militares. Agredido, fue atado y tirado al baúl de una camioneta de la patrulla. Su esposa se acercó y, a los gritos, contó a los uniformados que el marido era enfermo.

Como el prisionero se agitaba en la baulera, los agentes dispararon spray de pimienta dentro del vehículo todo cerrado para “calmarlo”. Resultado: el hombre de 38 años murió sofocado.

Frente a la masacre de Río, Bolsonaro –un incentivador del armamentismo que destrozó el ya complicado sistema brasileño de seguridad pública– elogió a los “héroes” que garantizaron la paz de “los hombres de bien”, criticó a los medios de comunicación por no compartir su aplauso y prometió mantenerse vigilante.

Ya con relación al ciudadano sofocado en el baúl de un patrullero dijo que antes de comentar iba a “averiguar” lo sucedido.

Parece que a ninguno de sus asesores e hijos les ocurrió enseñarle el vídeo del asesinato cometido por los policiales.

Así es que negros y pobres que habitan las villas miseria seguirán bajo la eterna amenaza de muerte por agentes de seguridad pública que no hacen más que fusilar en lugar de prender culpables mientras diezman inocentes. Todo siempre bajo el aplauso presidencial.

Fuente: https://rebelion.org/el-hambre-y-la-violencia-crecen-en-brasil/

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Entre el Brasil de Bolsonaro y la memoria de Galeano

Por: Eric Nepomuceno

El pasado jueves, 2 de septiembre, Eduardo Galeano, el hermano mayor que la vida me regaló, cometió la indelicada imprudencia de dejarnos para siempre. Viajero permanente, hizo su único viaje sin vuelta.

Y a cada año el día de su cumpleaños es celebrado en nuestra casa. Son toneladas de recuerdos que vuelven a la mesa, y brindamos por cada uno de ellos. Brindamos por Eduardo.

En los últimos dos años, cada 2 de septiembre vuelve con fuerza total la misma pregunta: ¿qué diría Eduardo de lo que pasa en el mundo y, muy especialmente, en Brasil, este país mío que también era de él?

¿Qué diría del derrumbe de todo, absolutamente todo, del medio ambiente a las universidades, de la cultura y las artes a los derechos de los pueblos originarios, del patrimonio público a la economía, del empleo a la lucha por viviendas y comida? ¿Qué diría?

A veces, como hoy, en una especie de consuelo siento –Helena Villagra, Florencia, Claudio y La Pulga me entenderán– que ha sido una suerte de Eduardo haber partido antes de ver el mundo derrumbarse. Antes de la pandemia, antes de Jair Bolsonaro, cómplice en la muerte de centenares de miles de brasileños, y antes de que la derecha retomara el poder en su Uruguay.

Pero cuando eso ocurre, como hoy, siento a la vez un vacío inmenso en el alma. Su palabra se hace más necesaria que nunca.

Por ejemplo: una aberración itinerante que atiende por el nombre de Jair Bolsonaro, presidente de mi pobre nación amenaza con un golpe el martes, siete de septiembre, Día de la Patria.

Convoca a manifestantes, principalmente, en São Paulo y Brasilia para dar un “ultimátum” a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia. Y también a la parte del Congreso que considera “enemigos”.

Estimula a policías militares y a integrantes de bajo rango de las fuerzas armadas a que se presenten armados. Estimula a los “milicianos”, sicarios abrigados bajo el manto protector de sus hijos políticos profesionales. ¿Qué pasará?

Es palpable el temor de enfrentamientos y actos de violencia inéditos a lo largo y a lo ancho de todo el país, pero principalmente –vale reiterar– en São Paulo y Brasilia.

Nunca antes, desde el regreso de la democracia, un mandatario estimuló tan descaradamente la violencia contra otros poderes institucionales. Nunca.

¿Qué diría Eduardo?

Ni idea, a no ser un único punto: me diría “cuídate hermanito”.

Y yo le preguntaría: ¿Cómo?

Fuente de la información: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/09/05/politica/entre-el-brasil-de-bolsonaro-y-la-memoria-de-galeano/

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La tragedia brasileña

Desde Río de Janeiro. El viernes por la noche, se supo: 1.760 muertos por covid 19: otra vez, más de 70 por hora, más de uno por minuto. El país vive un cuadro cada vez más trágico, sin horizonte a la vista.


En total fueron 262.948 víctimas fatales en un año, acorde a los datos oficiales, hasta la noche el viernes.

Desde el 20 de enero el número de víctimas fatales se sitúa por encima de mil a cada día. Desde el 25 de febrero, en más de 1.400. Y especialistas alertan que a fines de mes se podrá haber alcanzado tres mil.

También el jueves se supo que en Bahia hay gente muriendo en ambulancias mientras espera por una plaza en hospitales.

En Rio Grande do Sul, el Moinhos de Vento, uno de los hospitales privados más prestigiosos del país, tuvo que alquilar contenedores refrigerados para guardar cadáveres.

El pasado viernes el gobernador de San Pablo pidió voluntarios para ayudar al sistema de salud pública en un «operativo de guerra”, y el alcalde de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, tercer estado más rico del país, declaró que su sistema de salud entró en colapso.

En San Pablo, capital del estado, la ciudad más rica y poblada de Sudamérica, hasta en hospitales privados hay enfermos instalados en sillas puestas en pasillos.

En la región noreste se registraron largas colas de enfermos a la espera de plazas en hospitales.

Las escenas trágicas se reproducen velozmente por todo el país. Gobernadores de 16 estados mandaron una durísima carta al ultraderechista presidente Jair Bolsonaro exigiendo medidas urgentes. Presionan sobre la falta de vacunas y la inercia del ministerio de Salud, a cuya cabeza está un general activo del Ejército, Eduardo Pazuello.

Varios estados y municipios recurrieron a la corte suprema pidiendo que se les permita comprar inmunizantes al margen del gobierno nacional. Y el viernes alcaldes de 1.700 de los 5.100 municipios brasileños anunciaron un movimiento para comprar inmunizantes, independiente del gobierno nacional, inclusive vacunas todavía no aprobadas por las autoridades de salud pero que son utilizadas en otros países.

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de Salud (OMS), lanzó una clara advertencia: luego de afirmar que la situación brasileña es “preocupante” y debe ser “tomada muy en serio”, dijo que el cuadro actual podrá reflejarse no solo en otros países de la región, pero de todo el planeta.

Médicos, especialistas e investigadores piden a gritos que se adopten medidas urgentes de contención del coronavirus.

Uno de los más elocuentes, Miguel Nicolelis, es también uno de los más respetados en la comunidad científica internacional.

Profesor titular de la reconocida Duke University, ha sido claro: o el país impone un bloqueo radical de actividades por 21 días, o en pocos meses el número actual de muertos por covid alcanzará el doble.

“Brasil no se transformará en un paria, ya lo es. Se transformará en un laboratorio a cielo abierto para creación de nuevas variantes de covid-19”, alertó.

Frente a semejante cuadro, ¿cómo actúa el gobierno nacional?

De manera errática, sin ningún tipo de coordinación con gobernadores y alcaldes. El general activo puesto a la cabeza del ministerio de Salud se desdice a cada tres días, y los militares que esparció a su alrededor tampoco tienen idea de qué hacer.

A todo eso, ¿cómo actúa el presidente  Bolsonaro?

Criticando alcaldes y gobernadores que adoptan medidas restrictivas de circulación, diciendo que basta de llorisqueo, que basta de mariconadas, que hay que trabajar.

Dice que el país sufre con el pánico difundido por los medios de comunicación. Sigue defendiendo el uso de medicamentos que, además de ineficaces, pueden provocar efectos colaterales graves.

Sigue ignorando lo que dicen los médicos y asegurando que la OMS no es más que un órgano controlado por la China comunista.

Así actúa Bolsonaro: como un genocida, un psicópata enfrentado a la realidad. Y no hay quien le pare la mano.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/327915-la-tragedia-brasilena

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El drama del Brasil de Jair Bolsonaro

El pasado jueves, alrededor de las ocho de la noche se supo que en las 24 horas anteriores murieron 1.582 brasileños víctimas de covid-19. Ha sido el día más letal de la pandemia: un muerto por minuto. También se supo que, de las 26 provincias y Brasilia, 15 ya estaban colapsadas, y que otras nueve podrán estar en esa situación en las siguientes dos semanas. Acorde a los números oficiales, Brasil suma poco más de 250 mil muertes en un año de la pandemia.

Científicos e investigadores aseguran que se trata de un cálculo optimista: por la falta de pruebas y testes, el número real sería por lo menos 15 por ciento más, o sea, unos 287.500. Acorde a los cálculos oficiales, 10 por ciento de los muertos en todo el mundo por covid-19. Y menos de 3 por ciento de la población fue inmunizada hasta ahora.

Ahora el gobierno ultraderechista se dice dispuesto a comprar vacunas de cualquier origen. Hubo que esperar que la situación desbordara el límite para actuar. Pero cuando se decidió actuar ya era tarde: hay que entrar en la lista de espera por las vacunas que podrían haber sido encargadas hace al menos seis meses.

Nada más elocuente para confirmar la confusión y la falta de cualquier estrategia lógica de un plan nacional de inmunización que lo que se observó al comienzo de la semana pasada: mientras el estado de Amazonas, que en los dos primeros meses de este año registró más víctimas fatales que a lo largo de todo el año pasado, recibió dos mil dosis de inmunizantes, el vecino Acre recibió 78 mil. Engaño estruendoso del ministerio de Salud, encabezado por el general Eduardo Pazuello: las vacunas que deberían ir para un estado fueron para el vecino.

En la noche del mismo jueves, el presidente Jair Bolsonaro (foto) apareció en otra de sus “lives” semanales, transmitidas por sus redes sociales. Ha sido una “live” corta: media hora y unos tantos minutos. Pues de ese tiempo, dedicó nueve minutos y 17 segundos al tema de la pandemia, que, vale repetir, ese mismo día marcó que hubo un muerto por minuto en Brasil.

Inicialmente, Bolsonaro dedicó 58 segundos para anunciar que un estudio de “una universidad alemana” probó que el uso de mascarillas provoca daños serios en los niños. “Son los primeros indicios de los efectos colaterales de las mascarillas”, dijo Bolsonaro, quien antes había comentado y reiterado que el uso de protección es algo típico de “maricas miedosos”. En realidad, se trata de un sondeo realizado por internet, iniciativa de algunos médicos, sin ningún vínculo con alguna universidad de Alemania. Una vez más, pura manipulación por parte del Genocida. Luego dedicó cuatro minutos y 19 segundos a criticar de manera grosera las medidas de aislamiento social.

Por esos días el Reino Unido, que impuso un severo y radical “lock down”, o sea, aislamiento total, registró que las muertes por covid-19 bajaron un 79 por ciento en poco más de dos semanas. Pero Bolsonaro se rehúsa a creer en la verdad.

El viernes, en su permanente peregrinaje por el país con los dos ojos puestos en las elecciones de 2022, viajó a Ceará, en el noreste brasileño, donde el gobernador decretó un severo toque de queda. Una vez más, negó la gravedad del cuadro tenebroso vivido por el país y criticó duramente alcaldes y gobernadores que imponen medidas restrictivas.

Médicos, científicos e investigadores alertan que marzo podrá poner a todo el país en colapso. Si desde el 20 de enero la media de víctimas fatales de covid-19 se sitúa en la zona del millar, sombrías previsiones indican que a fines de marzo esa media podrá alcanzar dos mil muertes diarias. Pero Bolsonaro no se deja impresionar y mucho menos asustar. Como dijo a su platea en una pequeña ciudad de Ceará, es un macho muy macho.

Y también un Genocida muy Genocida.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/326499-el-drama-del-brasil-de-jair-bolsonaro?cx_testId=1&cx_testVariant=cx_1&cx_artPos=0#cxrecs_s

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Brasil: Otro peligro a la vista con Bolsonaro

Otro peligro a la vista con Bolsonaro

 Eric Nepomuceno

Desde que su ídolo y modelo Donald Trump fue derrotado por Joe Biden, el ultraderechista presidente brasileño Jair Bolsonaro se sintió acosado frente a sus aspiraciones electorales en 2022.

Entró con ganas en la absurda campaña de denuncia de fraude electoral llevada a cabo por Trump, anticipando que una eventual derrota suya en el intento de mantenerse en el sillón presidencial será fruto del mismo mecanismo, y que lo que ocurrirá en Brasil podrá ser «mucho peor» de lo que ocurrió en Washington, con la invasión del Congreso.

Bolsonaro amenazando a las instituciones y la democracia no es ninguna novedad: lo hizo a lo largo de sus 27 años como diputado nacional insignificante, volvió a hacerlo ya como presidente.

Pero ahora se lanzó en algo bastante más complejo y peligroso. La llamada “bancada de la bala” en el Congreso, cuya misión primordial es incentivar el armamentismo de la población, creó dos proyectos de ley – claramente inspirados en Bolsonaro, que además ya proclamó su pleno respaldo – destinados a disminuir casi al mínimo el poder de gobernadores provinciales sobre las fuerzas policiales, tanto civiles (investigativas) como militares (ostensibles y responsables de la seguridad callejera).

Son propuestas cuyo objetivo es cambiar de manera drástica la estructura del aparato policial, y vincular la policía civil a un Consejo Nacional controlado por Brasilia.

Con relación a la policía militar, quizá la principal base electoral de Bolsonaro, el objetivo es disminuir al máximo el control de los gobernadores. Con eso, se abriría espacio para movilizaciones en caso necesario. Léase: para defender al presidente.

La idea ahora es elevar las policías militares de las provincias a otro nivel, acercándolas de las Fuerzas Armadas. Con eso, pasarían a obedecer, tal como Ejército, Fuerza Aérea y Marina, al presidente de la República.

Son proyectos de ley que fueron elaborados a partir de asociaciones de policías y militares, y responden redondamente a las aspiraciones de Bolsonaro: contar con fuerzas de lealtad absoluta para defenderlo si fuera necesario.

¿Y cuál sería la ocasión en que necesitaría de respaldo armado? Bueno, hay dos perspectivas.

La primera sería que la nueva dirección de la Cámara de Diputados, que será electa ahora el primero de febrero, se muestre mínimamente dispuesta a aceptar uno –uno solo– de los más de 60 pedidos de apertura de un proceso de destitución, con base a innumerables crímenes de responsabilidad previstos en la Constitución y que fueron cometidos por Bolsonaro.

La otra: que él sea derrotado en 2022.

Es cierto que Bolsonaro literalmente militarizó su gobierno. Son más de seis mil uniformados esparcidos por ministerios y organismos federales. Hay un capitán retirado de la Policía Militar de Bahia, por ejemplo, ocupando un puesto clave en Cultura, y que encajonó más de cien autorizaciones para que proyectos aprobados y que habían obtenido patrocinio pudiesen ser llevados a la práctica.

Faltaba únicamente su firma. Resultado: más de 40 millones de dólares de mecenazgo ofrecido y perdido.

El ejemplo más escandaloso es el ministerio de Salud, en manos del único general en actividad que ocupa un puesto en el gobierno. Parte de la tragedia vivida por Brasil en la pandemia se debe precisamente a su ineptitud.

Ocurre que a excepción de ese único caso, todos los demás militares bonificados con robustos refuerzos a sus sueldos son retirados, sin mayor influencia sobre el comando-general de las Fuerzas Armadas.

De ahí la idea de Bolsonaro de contar con más tropas a su lado, en ese caso las de la policía militar.

A eso se debe sumar otro grupo fuertemente armado: las llamadas “milicias”, pandillas sediciosas con vínculos evidentes con toda la familia Bolsonaro, padre e hijos. Y, para terminar, la venta de armas a la población civil, fuertemente impulsada por el presidente, creció un 90% en 2020.

Esas serían las “fuerzas de defensa” del ultraderechista si decide dar un golpe o rechazar un resultado negativo en las urnas del 2022.

Hay un antecedente trágico en nuestras comarcas.

En 1973, las fuerzas armadas chilenas solo aceptaron cumplir las presiones de Washington para derrocar a Salvador Allende cuando los carabineros – la versión chilena de la policía militar brasileña – se sumaron al golpe.

¿Sería ese el sueño de Bolsonaro, intenso admirador de Pinochet?

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/317183-otro-peligro-a-la-vista-con-bolsonaro

Autor:  Eric Nepomuceno 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/otro-peligro-a-la-vista-con-bolsonaro/

 

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La nueva ola del aprendiz de genocida

Desde Río de Janeiro.En un almacén del ministerio de Salud en San Pablo están casi siete millones de testeos de coronavirus sin distribuir a provincias y municipios. A fines de enero tendrán su validad agotada. O sea, serán pura basura.

Brasil es, de las naciones acosadas por la pandemia, una de las que menos aplicó testeos a la población.

Varios países latinoamericanos, como Argentina, Ecuador, Costa Rica y Chile, han anunciado que recibirán la vacuna fabricada por la Pfizer. Brasil no se ha pronunciado. O mejor, de forma paralela, descartó la vacuna – que ya empezó a ser aplicada en Gran Bretaña – porque exige ser conservada a menos 70 grados.

Una multitud de infectólogos y científicos aseguran que sí, hay condiciones de preservar la vacuna en frigoríficos especiales.

El ministerio de Salud, encabezado por un general activo del Ejército, Eduardo Pazuello, silencia.

A propósito: Pazuello, supuestamente especialista en logística, no tiene idea de lo que sea el servicio público brasileño de salud, que hasta hace un par de años era considerado referencia mundial. No sabe, por ejemplo, cómo lograr al menos 400 millones de jeringas para aplicar la vacuna que sea.

Lo único que hizo fue esparcir militares por todos los puestos de decisión del ministerio y negar lo obvio: la gravedad del cuadro vivido en el país, y que ahora entró en una segunda y especialmente violenta ola.

El mismo ministerio de Salud destinó dos mil millones de reales – casi 500 mil millones de dólares – inicialmente dirigidos a “recursos de emergencia” al combate al Covid a instituciones que tratan de todo, excepto de la pandemia: maternidades, clínicas oftalmológicas, hospitales psiquiátricos. La explicación: ninguna.

Ayer, sábado, las unidades de terapia intensiva en las clínicas privadas de Rio de Janeiro estaban copadas en un 98 por ciento. Las de salud pública, 94. En San Pablo, el cuadro era igualmente dramático: 92 por ciento en las privadas, 89 en las públicas.

En Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, el cuadro era igualmente asombroso. Y en muchísimas otras capitales brasileñas.

Al apostar todas sus fichas a unos pocos inmunizantes, el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro (foto) empujó Brasil para el final de la cola de los pretendientes a la vacunación.

Entre una y otra disputa, siempre con el ojo puesto en las elecciones presidenciales de 2022, con el gobernador derechista de la provincia de San Pablo, João Doria, Bolsonaro puso barreras a una serie de vacunas, para concentrarse en las que fueron directamente contactadas por su gobierno.

La vacuna china, por ejemplo, fue descartada por  comunista.

Hasta ayer, sábado, en todo el país, eran más de seis millones y medio de infectados – más que dos Uruguay sumados – y 177 mil muertos.

En Cuba, por ejemplo, que tiene poco menos de once millones de habitantes, las víctimas fatales del coronavirus no llegan a 200.

Pero Bolsonaro y su gobierno insisten en rechazar las vacunas y las medidas de aislamiento social, se niegan a aceptar da gravedad y las dimensiones de la tragedia.

Hasta en eso Brasil se aísla no solo del resto de las comarcas de nuestra América Latina, pero del mundo.

Siquiera en los Estados Unidos de su ídolo y guía, Donald Trump, se llegó a semejante negación.

La verdad es que, a esta altura, es difícil encontrar, en cualquier país con peso específico en el escenario global, alguno que se compare a Brasil en cuestión de absurdo.

Bolsonaro encabeza un gobierno que no gobierna, destroza todo. Su ministro de Salud no hace más que denegrir lo poquito que resta de la imagen de las Fuerzas Armadas junto a la opinión pública.

La economía se fue al diablo, bien como la salud pública, la educación, el medioambiente, las ciencias, las artes y la cultura, todo, todo.

No se trata de alarmismo: es mera constatación.

Y ahora viene la gota final: Bolsonaro, el aprendiz de genocida, al matizar los efecto de la peor pandemia de la historia, más mortal inclusive que la “fiebre española” de principios del siglo pasado, se hace responsable, o al menos cómplice, de 28 muertes a cada 24 horas.

Más de una a cada 60 minutos.

 

Y todo indica que él quiere más y más y más.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/

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