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La decepción de Bolsonaro con Bolivia

Por: Eric Nepomuceno

No hubo en Brasilia, al menos en un primer momento, ninguna reacción oficial a la victoria, bajo todas las apariencias, ineludible, del candidato del MAS en Bolivia. Es muy probable que se espere el resultado oficial para que aparezca alguna manifestación formal, que difícilmente será calurosa.

De todas formas, no hay espacio para ninguna duda: la victoria de Luis Arce impone una dura decepción para el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro. Basta con recordar que, cuando del golpe de 2019 patrocinado por la Organización de los Estados Americanos, la OEA, Brasil ha sido de los primeros en reconocer a la autoproclomada presidenta Jeanine Áñez.

El resultado de las urnas confirma, además, la solidez de la imagen del expresidente Evo Morales entre los bolivianos. Cuando ocurrió el golpe que lo destituyó, Bolsonaro no hizo ningún esfuerzo para disfrazar su alegría.

La perspectiva de la victoria de la derecha en Bolivia animaba a Bolsonaro con la perspectiva de fortalecer la tendencia que ya cuenta con varios gobiernos sudamericanos, con destaque para Chile, Ecuador y Colombia. La victoria de Arce rompe esa perspectiva mientras abre canales de diálogo con la Argentina de Alberto Fernández, blanco directo de críticas cada vez más contundentes del ultraderechista brasileño.

Bolsonaro, a propósito, está a punto de sufrir otra derrota– y de efecto muchísimo más dañino-. Si se confirman las expectativas de victoria del demócrata Joe Biden sobre Donald Trump, el eje Brasilia-Washington pasará a una nueva etapa. La vergonzosa sumisión de Bolsonaro a su ídolo y guía quedará en las calendas como un vasallaje inédito en las relaciones bilaterales, y todas las inexistentes ventajas que el brasileño exaltaba gracias a su “diálogo abierto” con Trump saltarán a la superficie, contribuyendo para desmoralizar aún más su obsesiva idolatría.

Ahora mismo, mientras Bolsonaro rinde loas a los “excelentes resultados” alcanzados junto a Estados Unidos, la Cámara Americana de Comercio muestra que entre enero y septiembre de 2020 las transacciones comerciales entre los dos países habían registrado la más acentuada caída de los últimos once años. Pero ya está harto comprobado que la realidad poco o nada importa para Bolsonaro.

Si la victoria de Luis Arce le quita la posibilidad de un eje derechista en Sudamérica, la de Biden le impondrá consecuencias imprevisibles.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/300261-la-decepcion-de-bolsonaro-con-bolivia

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Brasil: Indignación y tristeza en medio del caos

Por: Eric Nepomuceno

 

El Brasil presidido por el ultraderechista Jair Bolsonaro superó a Gran Bretaña y desde el pasado viernes tiene el segundo mayor número de víctimas fatales de la COVID-19. Acorde con los últimos datos conocidos el sábado, se llegó a la marca de 42 720 muertos y 850 514 infectados.

Ocurre que tales datos, obtenidos por los medios de comunicación directamente de las secretarias de Salud de las provincias para evitar su manipulación por parte de Bolsonaro, no corresponden a la realidad.

Brasil es el país cuyo testeo de enfermos sospechosos de haber contraído el nuevo coronavirus es el más bajo del mundo. Mientras, Estados Unidos aplica 61,59 exámenes por cada cien mil habitantes, Italia 69,25 y Portugal 85,81, aquí tal proporción es de ínfimos 2,28.

Especialistas, entidades científicas y hasta funcionarios del Ministerio de Salud dicen que en realidad serían al menos un millón y medio de contaminados y unos cien mil muertos. Es imposible prever cuándo se sabrá el tamaño de la devastación, mientras Bolsonaro insiste en menospreciar las dimensiones de la tragedia.

No hay ninguna coordinación de medidas preventivas, ni un proyecto concreto para enfrentar la crisis y, en última instancia, siquiera hay un ministro de Salud: lo que existe es un general en activo, Eduardo Pazuello, cuya misión exclusiva es no contrariar a un capitán reformado, su jefe.

Sudamérica, gracias a Brasil, se transforma en el epicentro de la pandemia. Y eso ocurre mientras el país se ve cada vez más enfrascado en un lío político tremendamente tenso y sin salida a la vista.

Dando muestras cada vez más estruendosas de desequilibrio e irresponsabilidad, el jueves pasado Bolsonaro llegó al colmo de pedir a sus seguidores fanáticos que invadan hospitales públicos, inclusive los de campaña, para hacer fotos y grabaciones que muestren que los lechos destinados a los infectados por la COVID-19 están vacíos, que los números divulgados por estados y municipios son falsos y que lo que quieren gobernadores y alcaldes son fondos del gobierno nacional.

A tiempo: del total de recursos anunciados en abril para dar combate a la pandemia, lo efectivamente ejecutado no llega a 40 por ciento.

En medio al avance del nuevo coronavirus, del desmonte de la economía y de la creciente marea de inseguridad general, el gobierno de Bolsonaro sigue sin ninguna otra propuesta que no sea la de estirar al máximo sus deseos de asumir poderes absolutos.

Hace pocos días, el vicepresidente, general reformado Hamilton Mourão, había advertido sobre los riesgos de ultrapasar «determinados límites» entre los poderes. El pasado jueves, el jefe de la Secretaría General de Gobierno, general activo Luis Eduardo Ramos, descartó cualquier posibilidad de golpe (en el caso, el autogolpe muchas veces insinuado por Bolsonaro), criticó las acusaciones de fascista lanzadas con intensidad cada vez más fuerte, y advirtió que todo permanecerá igual siempre que ‘no se estire la soga’.

¿A quién se dirigía?

La oposición es minoritaria en el Congreso. Los sindicatos están sin norte, los partidos autonombrados“indecisos”son literalmente comprados por Bolsonaro a través de nombramientos de segunda línea, o sea, menos visibles pero que manejan presupuestos millonarios.

Quedan para oír el mensaje alarmante de un general activo los otros dos poderes, el Legislativo y el Judicial. Y tanto uno como otro vienen poniéndole duro freno a los desvaríos cada vez más alucinados del cada vez más descontrolado Bolsonaro.

Un PD, caros amigos y eventuales lectores, para contarles algo: Me cuentan que en la noche del viernes Argentina vivió una conmoción: en 24 horas hubo 25 muertes a raíz del covid-19. El presidente Alberto Fernández, el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de la provincia, Axel Kiciloff, hicieron un pronunciamiento en vivo a la Nación. A lo largo de hora y media informaron sobre la situación. En el mismo día mi país contó 1.473 muertos. A cada hora, 61. Uno por minuto. Ninguna palabra de consuelo de Bolsonaro a las familias enlutadas. Ninguna palabra de agradecimiento a médicos y enfermeros. Nada de nada. Bolsonaro me causa indignación y asco. Mi país me llena de dolor y tristeza.

 

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/272164-indignacion-y-tristeza-en-medio-del-caos

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El video de Bolsonaro desató un escándalo en Brasil

Por:  Eric Nepomuceno

La divulgación del video de la reunión ministerial del pasado 22 de abril expuso ante todo el país las manifestaciones groseras e incriminatorias del presidente, más las de algunos de sus ministros. Todo en el día que Brasil quedó como el segundo país con más contagiados de coronavirus a nivel mundial.

Un juez pidió que el presidente entregue su celular a la Justicia.

Desde Rio de Janeiro.

Brasil vivió el viernes una avalancha de tensiones. Autorizada por Celso de Mello, el más antiguo integrante del Supremo Tribunal Federal, la divulgación del registro en video de la reunión ministerial del pasado 22 de abril expuso manifestaciones tanto del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro como de algunos de sus ministros que sacudieron los pilares del ya muy polémica crisis vivida por el gobierno.

A raíz de la divulgación integral de lo ocurrido, se profundizaron en Brasil nuevas grietas institucionales, cuyas consecuencias se harán ver en breve.

Por si fuera poco, también el viernes el ministro-jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, general reformado Augusto Heleno, emitió una nota oficial criticando duramente la decisión de Celso de Mello de encaminar a la fiscalía general de la República un pedido de aprehensión del celular presidencial y el de su hijo Carlos.

Acorde a lo que determina la legislación, es responsabilidad precisamente del fiscal general de la República atender o no al pedido, y Mello no hizo otra cosa que cumplir con su obligación.

La nota extemporánea de Heleno, conocido por sus posiciones extremadamente reaccionarias, dice que pedir la entrega del celular de Bolsonaro podría provocar «consecuencias imprevisibles para el equilibrio institucional». Bolsonaro, a su vez, adelantó que no entregará su celular en el caso de que sea esa la determinación judicial.

Al ser conocido lo ocurrido en la conturbada reunión de gabinete de hace un mes, quedaron claras las posiciones de varios de sus ministros que, pese a no ser desconocidas, por primera vez aparecen documentadas.

Si en el campo jurídico es muy difícil prever cuáles serán los próximos pasos, en términos institucionales lo que se reveló al país es puro desastre.

De lo que dijeron al menos tres de sus ministros, lo que se oyó revela hasta qué punto se llegó, en términos de bajeza y manipulación, en la actuación de este gobierno. Y de lo que dijo Bolsonaro, ni hablar.

El centro de interés jurídico estaba en lo que denunció Sergio Moro, el ex juez que condenó a Lula da Silva sin pruebas, abriendo camino para la elección del ultraderechista, que lo compensó con el ministerio de Justicia.

Al renunciar de manera estrepitosa dos días después de la tumultuosa reunión, Moro acusó a Bolsonaro de pretender intervenir en la Policía Federal en Río de Janeiro para impedir que se profundizasen investigaciones que podrían involucrar a sus hijos y a personas cercanas a la familia presidencial. Y eso ahora se confirmó, al menos de manera indirecta, acorde a lo que dice la mayoría de los juristas.

Al quejarse duramente de la falta de información de parte de los órganos de seguridad, el ultraderechista confesó que confía solamente en las informaciones que le son transmitidas por su «sistema particular». Con eso, admitió que viola la legislación; está vedado a los presidentes armar esquemas de inteligencia paralelos al oficial.

Otro punto que llamó la atención fue la manera en que el ultraderechista trata a sus adversarios políticos.

Bolsonaro se refirió al gobernador de San Pablo, el derechista João Doria (que lo respaldó en las presidenciales de 2018), como «una bosta». Al de Río, Wilson Witzel, igualmente derechista y ex aliado, lo llamó «estiércol». Y al alcalde de Manaos, «una mierda».

No es difícil prever cuáles serán a partir de ahora las relaciones entre el presidente y los gobernadores de los estados más ricos y poblados del país.

Otro punto que podría, y seguramente lo hará, llevar a abrir nuevas denuncias contra Bolsonaro en la Corte Suprema, fue el énfasis con que defendió su política armamentista. Mezclando el derecho a la defensa personal con distintos llamados a la desobediencia judicial, defendió que cualquier ciudadano salga de casa armado para romper las medidas de aislamiento determinadas por alcaldes y gobernadores. «Si está armado podrá defenderse de quien pretenda esposarlo para impedir que ejerza su derecho de ir y venir», dijo.

Ya Abraham Weintraub, el ministro de Educación que comete errores de concordancia verbal cuando habla y de ortografía cuando escribe, responderá judicialmente por haber ofendido a integrantes de la Corte Suprema: pidió a sus pares y a Bolsonaro que «actuemos con más fuerza, empezando por detener a los once vagos del Supremo Tribunal Federal».

Ricardo Salles, de Medio ambiente, dio una clase magistral de cinismo: «Aprovechemos que los medios de comunicación están centrados en el coronavirus para cambiar las reglas de protección ambiental».

Paulo Guedes, de Economía, dijo que, si dependiese de él, «privatizaría esa mierda que es el Banco do Brasil».

Brasil se enteró de todo eso el mismo día en que se transformó en el segundo país con más infectados por el coronavirus en todo el mundo: casi 331 mil personas.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/267657-el-video-de-bolsonaro-desato-un-escandalo-en-brasil

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Brasil: la mayor calamidad se llama Bolsonaro

Por: Eric Nepomuceno

Ayer se confirmaron al menos dos puntos cruciales para Brasil.

El primero: el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro se acabó. Queda por ver cuándo y cómo se dará el entierro de sus restos putrefactos.

El segundo: las varias crisis concomitantes, que ya eran gravísimas, crecen descontroladas y podrán rápidamente llevar el país hacia un abismo cuya profundidad es incalculable.

El día en que se anunció oficialmente que existen 218.198 casos de infectados por el covid-19, y que los muertos son 14.817, Nelson Teich renunció al ministerio de Salud, antes de cumplir un mes en el puesto.

La verdad es que fueron 27 días de inercia, al frente de un ministerio que, por orientación directa del palacio presidencial, reemplazó funcionarios con amplia experiencia en el servicio de salud pública (muchos de ellos integrantes de importantes centros de investigación científica) por militares sin otro objetivo que tutelar al ministro.

Teich, a propósito, no tenía y tampoco ahora tiene la menor idea de cómo funciona la salud pública: se trata de un oncólogo que se especializó en administrar hospitales privados y carísimos.

Su renuncia, en todo caso, tiene otra razón: la insistencia de Bolsonaro en que se emita un protocolo de conducta médica ordenando la aplicación de cloroquina a quien presente los primeros síntomas del covid-19.

Es algo condenado por diez entre diez médicos especializados de Brasil y del mundo, que recomiendan que se aplique solamente en casos extremos, como una especie de último y desesperado intento.

Carente de cualquier vestigio de lucidez, Bolsonaro se muestra ya no a cada día, pero a cada hora un capitán determinado a llevar su buque al naufragio. Su insistencia en determinar la aplicar cloroquina se debe a que él pretende decretar la suspensión de las medidas de aislamiento e imponer la apertura inmediata del comercio, amparado en el argumento de que la medicación derrota el virus.

Concretamente, es como si Bolsonaro incurriese en la práctica ilegal de medicina.

Dice la ley que para pasar una prescripción es necesario ser médico. En sus delirios de poder absoluto, Bolsonaro parece estar seguro de que el diploma presidencial equivale a uno de medicina.

Con semejante obsesión demencial el ultraderechista logró librarse de dos médicos en medio a una pandemia de dimensiones inéditas. Es la más grave crisis sanitaria que el país enfrenta en al menos los últimos cien años. Ahora, el desequilibrado aprendiz de genocida trata de encontrar a alguien dispuesto a someterse a sus órdenes sanguinarias.

Atónito, el país – o al menos la parte lúcida del país – se pregunta qué médico efectivamente calificado y sensato aceptará cumplir el rol de cómplice de una tragedia en escala nacional.

Nelson Teich fue desautorizado y humillado de forma estrepitosa. Tuvo que pasar por el vejamen de, en plena conferencia de prensa, ser informado por los periodistas que el desvariado presidente había bajado un decreto determinando la apertura, en todo el país, de peluquerías, gimnasios y salones de belleza por ser ‘actividades esenciales’ a la vida nacional.

Inerte, desconectado de la realidad, navegando con imagen patética por aguas desconocidas, aguantó de todo. Hasta que por fin entendió que aceptar la determinación de tornar obligatorio el uso de cloroquina sería ultrapasar el límite, ya no de su eventual sentido de decencia, pero de la tenue distancia que, en el actual cuadro brasileño, sirve para separar un médico de un asesino.

Bolsonaro, por su vez, refuerza la certeza de que es el mayor riesgo para el país y sus 210 millones de habitantes.

Brasil está hoy sumergido en una oleada de destrucciones. Se destruye la amazonia en velocidad alucinante. Comunidades indígenas están viendo cómo, frente a la inercia o gracias a los estímulos emanados del gobierno, sus áreas son invadidas por extractores ilegales de madera o mineral, mientras se dispara el riesgo de ser diezmadas por el contagio con el virus maldito.

Mi país se divide entre una calamidad sanitaria, una calamidad social, y una calamidad económica.

Pero pensándolo bien, la mayor, más agresiva y más perniciosa y cruel calamidad es otra: es el psicópata que a cada mañana deposita sus ancas en el sillón presidencial.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/266195-brasil-la-mayor-calamidad-se-llama-bolsonaro

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Brasil entre el laberinto y el callejón sin salida

Por: Eric Nepomuceno

El viernes pasado asumió el nuevo ministro de Salud del gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro. Se trata de un oncólogo vinculado, a ejemplo del antecesor renunciado el día anterior, Luiz Henrique Mandetta, al sector privado de salud.

Nelson Teich tiene amplia experiencia en administrar hospitales y planes de salud privados (y carísimos). Ya de sistema público, nada de nada.

En su primer día en el cargo se conocieron los nuevos números de la epidemia del Covid-19 en el país, acorde con los datos oficiales, los muertos eran 2 mil 141 y los contagiados, 33 mil 600.

No son números fiables; como en Brasil se aplican pruebas en volumen absurdamente ínfimo, médicos, científicos e investigadores consideran que el número real sea de entre 10 y 15 veces superior. Además, se da por hecho que la curva ascendente de contagiados a partir de ahora gana impulso, para llegar a su pico en mayo y, posiblemente, extendiéndose hasta junio.

Remplazar a un ministro de Salud en medio de semejante escenario suena a iniciativa irresponsable y demencial.

Y exactamente de eso se trata: ya no a cada semana o día, sino a cada hora resulta más claro y evidente que la nación se encuentra bajo el mando errático, absurdo, irresponsable y demencial de un sicópata.

Mandetta tiene, es verdad, parte de la responsabilidad por el actual cuadro. En su primer año como ministro, y a raíz de sus vínculos con los planes de salud privados que en Brasil se ofrecen a precios exorbitantes, trató de recortar recursos del Sistema Universal de Salud, estructura pública inaugurada hace 20 años exactos.

En el primer momento de la actual pandemia no hizo nada para anticipar un plan viable frente al peligro que se avecinaba con ferocidad.

Pero también es verdad que tan pronto quedó evidente el peso del cuadro que se desplomaba sobre Brasil, cambió radicalmente de rumbo. Pasó a respetar todas las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud y de médicos, científicos e investigadores locales y de otras partes del planeta.

Se mantuvo firme en posición absolutamente opuesta a la de Jair Bolsonaro, que critica furiosamente el aislamiento social y la cuarentena adoptados por gobernadores y alcaldes de todo el país.

Y han sido precisamente sus aciertos, los que llevaron su popularidad a las nubes, que el resentido, rencoroso y envidioso primate que ocupa el sillón presidencial decidió echarlo.

Mandetta sale con la imagen ampliamente fortalecida. Y cuando se confirme la tragedia que exhala robustas señales, de inevitable y veloz, su peso se desplomará exclusivamente sobre los hombros de Bolsonaro.

Con relación a Teich, el nuevo ministro, de entrada dejó clara cuál fue la razón de haber sido elegido: se declaró totalmente afín al ultraderechista Bolsonaro. Dijo que, de momento, el aislamiento y la cuarentena no sufrirán cambios radicales, y nada más.

El problema central es que esa figura, sin ningún vestigio de experiencia en el sistema público de salud, asume cuando los hospitales de São Paulo y Río de Janeiro, y también de Manaos y de Fortaleza, se acercan al colapso a una velocidad acelerada.

Teich declaró que necesitará unos 15 días para enterarse no sólo de la situación actual real, sino también del funcionamiento del ministerio que asumió.

A un ritmo de 200 muertos diarios, de aquí a unos 3 mil cadáveres habrá empezado a darse cuenta de la realidad.

Y eso, considerando los datos oficiales. Si se confirman las proyecciones de lo que serían los números reales, será sobre un total de unas 30 mil vidas.

Semejante panorama, especialmente agobiante, coincide con otro, también abrumador: la turbulencia cada día más violenta en el escenario político.

Jair Bolsonaro, además de moverse sin norte ni rumbo, está oscilando entre el aislamiento absoluto y la tutela drástica de los uniformados que lo rodean en el palacio presidencial.

A esas alturas, es blanco directo del comando de las dos casas del Congreso, de la mayoría de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia, de los gobernadores de los estados con más peso político y económico del país y de los mismos medios hegemónicos de comunicación que fueron cruciales para que llegara a dónde llegó.

Un silencio estruendoso es el resultado de la ausencia absoluta de diálogo con esos sectores claves de la nación, especialmente en medio a una crisis de proporciones inimaginables.

Por si fuera poco, ahora, con la salida de Mandetta, quedó claro que la aplastante mayoría de sus ministros se reducen a figuras inocuas, patéticas cuando no aberrantes, y que en Brasilia hay de todo, excepto gobierno.

El día en que Teich asumió su ministerio, el vicepresidente, general Hamilton Mourão, se dirigió de manera sucinta a los periodistas: está todo bajo control, aseguró. Para luego añadir: “lo que no se sabe es de quién…”

Mientras el combate a la pandemia deambula en un laberinto confuso, el gobierno de Jair Bolsonaro se mete más y más en un callejón.

Queda por ver si habrá salida.

Fuente : https://www.jornada.com.mx/2020/04/19/opinion/014a1pol

Imagen: https://www.shutterstock.com/image-photo/brasil-infected-covid19-severe-acute-respiratory-1666126099?irgwc=1&utm_medium=Affiliate&utm_campaign=Pixabay+GmbH&utm_source=44814&utm_term=https%3A%2F%2Fpixabay.com%2Fimages%2Fsearch%2Fbrasil%2520coronavirus%2F

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Brasil: por si fuera poco, una crisis con China

Por: Eric Nepomuceno

Desde Río de Janeiro.En un solo día, el viernes 20, Brasil vivió una formidable secuencia de turbulencias: el número de casos confirmados de coronavirus se acercó a mil, se constató que el crecimiento ocurre a una velocidad comparable al registrado en Italia al principio del surto, el ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta anunció para abril un “colapso” en el sistema público del sector, el gobierno divulgó su nueva proyección de expansión de la economía para cero por ciento y el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro afirmó que “por ahora” decretar el estado de sitio «no está en nuestro radar”.

Aprovechó para recordar, con todas las letras, que en caso de que se llegue a esa necesidad, no habría dificultades para implementarla (dependería de aprobación por parte del Congreso, pero siempre existe la salida de un autogolpe sin más demoras).

Impacta que un capitán retirado del Ejército por actos de indisciplina diga todo eso cercado por generales de variadas estrellas, algunos en actividad, la mayoría en retiro, sin que a ninguno de ellos se les ocurra la necesidad de manifestarse. Lo ideal, que sería hacer callar al despotricado presidente, no ocurrirá tan temprano. Pero el silencio es inquietante y estruendoso.

Es decir: una economía colapsada (analistas del mercado financiero hablan claramente de una recesión de hasta el 4%), sistema de salud colapsado, y la democracia, en manos de un ultraderechista desequilibrado, acercándose al colapso. Y no hay salida a la vista.

Todo eso en un solo día sirvió para ocultar otro campo de crisis: Bolsonaro intentó hablar por teléfono con el presidente chino, Xi Jinping, quien se negó a atender la llamada.

El motivo: hace unos días el diputado nacional Eduardo Bolsonaro, uno de los tres hijos hidrófobos del presidente, divulgó por tweet mensajes durísimos acusando a China de ser responsable por la pandemia del coronavirus y, de paso, pidió que se instale un régimen de libertad en el país.

De inmediato el embajador chino en Brasil, el veterano diplomático Yang Wanming, emitió una nota contundente, diciendo que Eduardo, que integró la comitiva del papá a Florida, volvió del viaje contaminado por un “virus mental”.

Se trató de una mención casi explícita al vasallaje de Bolsonaro frente a su mito Donald Trump, alineándose de manera radical con la política de Washington de confrontación con China.

Le tocó entonces al ministro de Aberraciones Exteriores (perdón: Relaciones), el patético Ernesto Araujo, entrar al ruedo. En un comunicado oficial sin nexo ni lógica, exigió que el embajador chino pidiese disculpas al gobierno brasileño. Veteranos diplomáticos en actividad se sorprendieron y se asustaron con el tono de la nota de su jefe, absurda en todos los sentidos.

Y para no dejar dudas sobre la gravedad del caso, la negativa del presidente chino a hablar por teléfono con su desequilibrado par brasileño elevó la temperatura a niveles más que preocupantes.Lo que se comenta por aquí es que mientras el diputado Eduardo Bolsonaro no pida disculpas por sus enloquecidas palabras, la tensión no hará más que subir.

Los chinos – la tan nombrada paciencia china… – sabrán esperar. El problema es si Brasil podrá esperar. Además de ser el país que ofrece al gobierno de Bolsonaro el mayor superávit comercial, China es un país clave para la economía brasileña, gracias a sus pesadísimas inversiones en Brasil. En términos de comercio exterior, basta un ejemplo: el mercado chino es el destino de 78 por ciento de las exportaciones brasileñas de soja. Perder ese mercado hundiría de manera tenebrosa la ya muy caótica economía del país presidido por ese esperpento.

¿Más? Sí, sí, hay más.

Varios gobernadores, principalmente de estados del nordeste, piden ayuda a China para dar combate a la pandemia en su región, que es muy pobre. Piden no solo equipos, como respiradores artificiales, sino directamente ayuda médica, medicinas incluidas.

Bolsonaro también pierde precioso tiempo en guerrear a los gobernadores de los dos principales estados brasileños, San Pablo y Rio de Janeiro. Los critica duramente porque adoptaron medidas de combate a la circulación de gente, determinando cuarentenas domiciliares. Dice que, con eso, ambos perjudican a la economía. El país, rigurosamente convulsionado por un acumulado de crisis absolutamente sin precedentes, tiene como presidente a semejante aberración.

Con 40 por ciento de la fuerza laboral trabajando en condiciones precarias, con – en Rio de Janeiro – poco más de dos millones de moradores en “favelas”, o sea, villas miserables en que lo común es hasta seis personas acumuladas en poco más de treinta metros cuadrados, nadie sabe prever la dimensión del genocidio que podrá ocurrir.

Se calcula que en todo Brasil alrededor de veinticinco millones de personas viven en situación semejante, en los grandes centros urbanos. Vivimos en un mundo a la deriva. Y en ese mundo, Brasil es presidido por un energúmeno sin rumbo.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/254493-brasil-por-si-fuera-poco-una-crisis-con-china

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