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“Todavía no dimensionamos la aportación cultural de José Agustín en Morelos”

“Todavía no dimensionamos la aportación cultural de José Agustín en Morelos”

Entrevista con la poeta Norma Abúdez

Mario Casasús
Rebelión
En entrevista con la poeta Norma Abúdez (1963), recordó los detalles desconocidos de José Agustín en Morelos: el prólogo que escribió para la antología Transparencia de un insomnio (1983) de los 7 asistentes al taller de creación literaria, los jóvenes autores compartieron mesa con los escritores consagrados durante el primer Encuentro de Narradores (1983). “Todavía no dimensionamos la aportación cultural de José Agustín en Morelos, por falta de perspectiva. José Agustín participó en el Cine Club del Museo Casa de Morelos, traía a Cuautla una selección de la Filmoteca de la UNAM, desmenuzaba la técnica de los guionistas, nos explicaba el contexto de la producción y la biografía del director. José Agustín llegó en un momento clave para Cuautla, puso en boga los talleres literarios”.MC.- Norma, ¿cuándo conociste a José Agustín en Cuautla?

NA.- Lo ubico cuando cursaba sexto año de primaria, porque había una reunión en casa de mis padres cada viernes, yo los escuchaba a lo lejos, pero francamente a esa edad no me interesaban mucho los temas que discutían, había una voz cantante, una voz aguda, que despertó mi curiosidad, la mayoría eran hombres, era el “Club de Tobi”, comencé a acercarme a ellos y me di cuenta que decían cosas verdaderamente interesantes. Oía sus conversaciones, al pasar el tiempo decidí bajar para escucharlos de cerca, descubrí que los convocaba la voz aguda de José Agustín, a partir de entonces no me separé de mi padrino José Agustín.

MC.- Tus padres fueron amigos de José Agustín, alguna vez me contaste, por teléfono, que salieron de excursión, ¿a dónde?, ¿cuál era la ruta gastronómica por Morelos?

NA.- Margarita y José Agustín llegaban a la casa de mis padres porque eran amigos, recuerdo que nos visitaban mi tío Arturo Alarcón y Carlos Barreto Mark, gracias a la dinámica de la reunión de los viernes, conocí a Margarita y sus hijos Andrés, Jesús y Tino en casa de Carlos Barreto, porque salimos en la camioneta rambler color beige a conocer las zonas arqueológicas de Morelos: Xochicalco y Chalcatzingo.

MC.- ¿Y Tepoztlán?

NA.- Obviamente fuimos a Tepoztlán, pero recuerdo con cariño la región sureña. Carlos Barreto nos explicaba el contexto de las ruinas, el INAH comenzaba a instalar los museos en cada sitio arqueológico y en el pueblo de Chalcatzingo había una alberca pública.

MC.- ¿Cuándo te invitó José Agustín a su taller literario en Cuautla?

NA.- Asistí a la segunda generación del taller literario, yo estudiaba el bachillerato en 1982. Antes, en la década de 1970, José Agustín había organizado un taller en la cafetería del señor Olivera, pero en la segunda etapa había un poco más de formalidad.

MC.- ¿Dónde impartía José Agustín el taller literario?

NA.- En la Casa de la Cultura de Cuautla, estaba junto a la Iglesia de Santo Domingo, mi papá era el administrador. Yo creo que mi papá, Luciano Abúndez, formalizó la sede del taller literario en el centro de Cuautla, porque una vez me dijo: “oye, José Agustín abrirá un taller literario y un taller de lectura”. Me presenté a la primera clase y ya no me fui, lo primero que explicó José Agustín fue “forma y fondo”, éramos 7 personas, era un taller heterogéneo.

MC.- ¿Nadie desertó del taller?

NA.- Recuerdo que entramos 10 a la primera sesión y terminamos 7.

MC.- ¿Entre qué edades rondaban los talleristas?

NA.- Yo era la menor, tenía 17 años. El mayor era David Medina Portillo, él tendría 20 años en 1982. Asistí a los dos talleres, al de lectura y al de creación literaria.

MC.- ¿El mismo día, a diferentes horarios?

NA.- En diferentes días, el taller de lectura no llegó a muchas sesiones, creo que era cada martes. El taller de creación literaria sin duda era los viernes por las tardes, sacando cuentas, las sesiones debieron durar dos años.

MC.- El editor Andrés Ramírez me dijo que publicaron una antología de los talleristas, ¿conservas algún ejemplar?

NA.- Publicamos una plaquette en 1983, Juan Pablos Editor nos envió las galeras para revisarlas y José Agustín escribió el prólogo.

MC.- ¿Cómo bautizaron la antología?

NA.- Transparencia de un insomnio (1983). Cuando presentamos la antología en Cuautla, obviamente José Agustín nos acompañó, ahí firmé mi primer autógrafo.

MC.- ¿A esa edad dimensionaron la importancia del autor del prólogo?

NA.- Nadie sabía quién nos impartió el taller, tampoco José Agustín presumía su trayectoria literaria y política, siempre fue un hombre sencillo y generoso. Los únicos que habíamos leído a José Agustín éramos David Medina y yo, porque mi padrino le regalaba sus libros autografiados a mis papás.

MC.- ¿Cuál era el perfil de los otros talleristas?

NA.- Había una chica que vendía billetes de lotería, había una maestra, un estudiante de ciencias de la educación, otro amigo mío que escribía cuentos muy extrañas, había un ginecólogo, llegaba el señor Olivera, quien asistió al primer taller que se organizó en su cafetería y había asistido como oyente a los talleres del Centro Mexicano de Escritores con Juan Rulfo y Juan José Arreola, el señor Olivera se jactaba de eso, nos hacía unas críticas finas.

MC.- ¿Cuál era la metodología de José Agustín para su taller literario?

NA.- Llegábamos y leíamos nuestros textos, al principio no nos pedía fotocopias, después nos pedía fotocopias para todos los demás. Hacía una ronda de comentarios de nuestros textos. Nos decía: “tienen que vencer dos temores: 1.- decir lo que piensas y 2.- aguantar lo que te dicen”. José Agustín no te decía: “no sirves para esto”, te criticaba de manera cortés, todas sus observaciones te las decía educadamente y la semana siguiente debíamos traer el texto corregido.

MC.- José Agustín era severo en sus críticas, me consta porque, en diciembre de 2005, me dijo que le prohibió a un personaje de Cuautla apodado “Cañaburros” decir que asistió a su taller, ¿qué pasó?, ¿conoces la historia?

NA.- El famoso Cañaburros se presentó con Edmundo Valadés, director de la revista El Cuento , le llevó un par de textos y le dijo: “maestro, me mandó José Agustín”, casi lo obligó a que lo publicara. Cañaburros escribía mucho, cosas de historia, José Agustín le decía: “mira Cañaburros , si todo lo que escribes lo corrigieras, y nos hicieras caso en las observaciones, para que te queden a la mitad los relatos, porque no te van a pagar por el kilo de papel”, pero por soberbia nunca hacía caso. Cañaburros le pidió a su papá que le publicara un libro y le pagó la autoedición, es un libro malísimo. Los dos cuentos que le llevó a Edmundo Valadés no salieron publicados en la revista porque el director habló con José Agustín y se dio cuenta que no lo había autorizado para hablar en su nombre o recomendar los cuentos para su edición. Yo hablé con Cañaburros , le dije: “la cagaste amigo, tú no puedes llegar con alguien y recomendar tu propia obra mintiendo que José Agustín recomienda que te publiquen”.

MC.- ¿José Agustín es tu padrino en el ritual católico o en el plano literario?

NA.- Cuando salí del bachillerato mi papá le pidió a José Agustín que fuera mi padrino de graduación del Cebetis 76, para poder llamarse compadres.

MC.- ¿José Agustín te prestaba libros?

NA.- Claro, a la fecha. Yo entraba a la biblioteca y podía traerme el título que quisiera a mi casa.

MC.- ¿Incluso un libro autografiado por García Márquez o Juan Rulfo?

NA.- Bueno, hay cosas que no puedes sacar de su casa en Brisas. Una vez salí con 20 libros de cine que me prestó para un programa de televisión, soy una privilegiada cuando me prestan algo de la biblioteca joseagustiniana siempre regreso los libros, no me he quedado con uno. Recuerdo que José Agustín me prestó dos libros de Milan Kundera: La broma y Los amores ridículos , cuando Kundera era un desconocido en México.

MC.- ¿Antes de que lo trajera Carlos Fuentes?

NA.- Todavía no lo publicaban en Vuelta , ni en Nexos . José Agustín traía los libros de Kundera desde Barcelona.

MC.- ¿Tienes idea de cuántos títulos hay en la biblioteca joseagustiniana?, recuerdo que está ordenada.

NA.- No, me parece que Yolanda de la Torre comenzó a ordenar la biblioteca y creo que terminó el trabajo la pareja de Enrique Serna, creo que ya está inventariada.

MC.- Pasemos a los Encuentros de Narradores, ¿cuál fue el primero?, ¿a quién conociste?

NA.- Un día de 1983, llegó José Agustín al taller y nos dijo: “oigan, qué creen, organicé un Encuentro de Narradores, hablé con el Pollo Campos, con Carlos Barreto del INAH y con el alcalde Alfonso Cerqueda, de aquí participarán fulanito y fulanita”. Yo estaba en la lista.

MC.- ¿Entonces los jóvenes talleristas compartieron le mesa con los narradores consagrados?

NA.- Claro. Pero yo le respondí: “Es un Encuentro Nacional de Narradores y yo soy poeta”. Me dijo: “no te puedes echar para atrás, tu nombre está en el póster de la UNAM, escribe algo en prosa”. Así que retomé la palabra de Alejo Carpentier como alguien que se va: “me alejo”, escribí una prosa poética, no sé cómo me salió. A la entrada del Encuentro de Narradores pusimos una mesa con la antología Transparencia de un insomnio (1983) para que los invitados compraran nuestro libro.

MC.- ¿Quiénes vinieron del Distrito Federal?

NA.- Recuerdo a Elena Poniatowska, Vicente Leñero, Margo Glantz, Alberto Ruy-Sánchez y María Luisa Puga, tengo las fotos, te pasaré una copia. Lo que no olvido fue que José Agustín me entrevistó durante el Encuentro de Narradores ante las cámaras del programa de Ricardo Rocha: “Para gente grande”, había entrevistado a un chorro de escritores consagrado y se coló esta cuata (risas), fue mi primera entrevista en televisión nacional.

MC.- ¿Dónde hospedaron a los escritores?, ¿dónde comieron?

NA.- En el hotel Vasco y comimos en La peña de don gato , una botanera que consiguió mi tío Arturo Alarcón, bebimos y bailamos. En la noche fumamos mariguana, ya había cumplido 18 años, ahí me hice amiga de Arturo Trejo, pero llegó mi papá y delante de todos me corrió de la fiesta.

MC.- ¿Quién asistió al segundo Encuentro de Narradores de 1984?

NA.- Recuerdo a Edmundo Valadés y Carmen Boullosa. Años después asistí a otro encuentro, debió ser el último en 1993, recuerdo a Juan Villoro, Ana Clavel, Mónica Lavín, Silvia Molina, Enrique Serna, Héctor Manjarrez, Hernán Lara Zavala, René Avilés y Fabio Morábito.

MC.- Finalmente, ¿por qué está en deuda la cultura morelense con José Agustín?

NA.- Todavía no dimensionamos la aportación cultural de José Agustín en Morelos, por falta de perspectiva. José Agustín participó en el Cine Club del Museo Casa Morelos, traía a Cuautla una selección de la Filmoteca de la UNAM, desmenuzaba la técnica de los guionistas, nos explicaba el contexto de la producción y la biografía del director. José Agustín llegó en un momento clave para Cuautla, puso en boga los talleres literarios, por ejemplo: Poli Délano organizó su taller en Cuernavaca, alguna vez nos visitaron dos discípulos de Poli en Cuautla, también había un taller literario en la Capilla de Guadalajara, de ahí salieron Jorge Esquinca y varios poetas. José Agustín se dio cuenta que hacía falta un taller de creación literaria en Cuautla, porque él había asistido al Centro Mexicano de Escritores con Rulfo y Arreola, así que replicó la idea. Nosotros no hubiéramos sabido qué es la buena literatura, tampoco hubiéramos conocido a los mejores escritores de México sin José Agustín. Muchas personas fueron tocadas por los talleres literarios de José Agustín, de tal manera que se dedicaron a la literatura y a la difusión de la lectura, ahora están chambeando en cosas relacionadas a los libros: Socorro Venegas en la UNAM, Leticia Luna en el INBA, Andrés Ramírez en Random House Mondadori , Jesús Ramírez en Almadía , David Medina Portillo en Vuelta y Letras Libres , yo estudié Letras en la UNAM. José Agustín aventó una piedra en el estanque de Morelos, todavía no sabemos si las ondas en el estanque llegarán más lejos.

Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=264412&titular=%93todav%EDa-no-dimensionamos-la-aportaci%F3n-cultural-de-jos%E9-agust%EDn-en-morelos%94-

 

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Antonio Márquez: “El DUA propone diseñar para la diversidad”

Por: Educación 3.0. 

Con una sólida trayectoria de 15 años como maestro de pedagogía inclusiva, Antonio Márquez explica cómo incorporar el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) al aula, de forma que incluya a todo el alumnado. Márquez ofrecerá las claves en la sesión informativa online ‘Diseñando unidades accesibles’, que impartirá el 3 de diciembre en el marco del Concurso Escolar del Grupo Social ONCE.

“Garantizar una escuela inclusiva que entiende que es el currículo el que debe adaptarse al alumnado y no al revés es el objetivo del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA)”, afirma Antonio Márquez. Mediante su implementación en el aula, el docente es capaz de realizar programaciones que incluyan alternativas para todo el alumnado. Hoy, Día Internacional de las Personas con Discapacidad se reivindica con más fuerza.

El Grupo Social ONCE se une a este objetivo con la puesta en marcha de su 36 Concurso Escolar. Bajo el lema ‘Once upon a time, La mirada de tod@s’, su objetivo es abordar la inclusión desde una mirada holística centrada en las capacidades de todas las personas y su desarrollo integral.

Para ello, y por cuarto año consecutivo, el Concurso Escolar ofrece recursos educativos como webinars formativos online interactivos a cargo de expertos en educación inclusiva y creatividad. Antonio Márquez, maestro de educación inclusiva, protagonizará el tercero de estos webinars el 3 de diciembre a las 19:00h con la sesión ‘Diseñando unidades accesibles’.

En esta entrevista, el autor del blog educativo Si es por el maestro, nunca aprendo, habla sobre los programas de aprendizaje, las herramientas de inclusión en el aula y la heterogeneidad de perfiles del alumnado.

36 concurso once Antonio Márquez

Pregunta: Hace 20 años se hablaba de diversificación curricular, ¿se ha superado este concepto?

Respuesta: Los programas de diversificación curricular fueron en su día una variante que el sistema educativo ofrecía a aquel alumnado que se entendía de antemano que no iba a alcanzar los objetivos de la ESO de una forma digamos “normalizada”. Actualmente se aboga por una escuela inclusiva que entiende que es el currículo el que debe adaptarse al alumnado y no al revés. Por esto, si en nuestras escuelas proponemos modelos más flexibles, no sería necesario “desviar” a ningún alumno o alumna por otro itinerario diferente al que hacen sus compañeros.

P: Como maestro en pedagogía inclusiva desde hace 15 años, ¿qué diferencias encuentras entre el método de diversificación curricular y el que recoge el DUA?

R: El DUA (Diseño Universal para el Aprendizaje) propone un cambio de mirada hacia el currículo para plantear un modelo pedagógico centrado en las barreras, que desde los diseños didácticos, organizativos y contextuales proponemos a gran parte de nuestro alumnado. Por ello, ofrecer alternativas para presentar la información a los estudiantes asegurando que todos y todas la comprenden según sus posibilidades; ofrecer alternativas para que el alumnado pueda expresar lo que ha aprendido, diseñando medios alternativos para evaluar ese aprendizaje; y sobre todo, ofrecer un modelo metodológico flexible, abierto y motivante para todos, donde los alumnos puedan empoderarse, participar y progresar con enfoques activos.

El modelo pedagógico propuesto en la diversificación curricular no hace más que diseñar un modelo didáctico adaptado centrado en las individualidades de sus estudiantes.

P: ¿Guardaría alguna relación el DUA con los programas de aprendizaje y rendimiento incorporados en la LOMCE? ¿Son efectivos estos programas?

R: Si entendemos bien el DUA, lo que nos propone es realizar diseños más accesibles que eviten las barreras a la participación, sea quien sea el alumnado que participe en este diseño. Por tanto, si el docente que está trabajando al frente de un PMAR propone diferentes alternativas y abre el currículo para que su grupo de alumnos pueda progresar en su aprendizaje, estará trabajando con un modelo DUA.

Sin embargo, el PMAR viene a ser una continuidad de los Programas de Diversificación con diferentes desenlaces y con un adelanto en la edad en la que los alumnos y alumnas pueden ser desviados de su grupo ordinario. Dentro del modelo actual de educación que tenemos, con contextos rígidos y currículos cerrados e inflexibles, puede que los PMAR sean eficaces para ciertos alumnos que no tienen cabida en esta rigidez y hermetismo, y encuentren en ellos un modelo ajustado a sus “dificultades”; no obstante lo que debemos preguntarnos es si ese es el modelo de escuela que queremos, un modelo que propone respuestas diferentes para alumnos diferentes; caminos distintos para alumnos distintos; y aulas donde no todos caben y son excluidos.

P: La inclusión, por tanto, es la columna vertebral sobre la que trabaja el DUA, ¿cómo se adapta a los diversos perfiles que hay en el aula?

R: El DUA parte de la variabilidad de todos los aprendices. Lo que se propone es diseñar para esa variabilidad. Y ese diseño debe entenderse dentro de dos aspectos esenciales: la alternativa y la elección. El docente debe diseñar su modelo didáctico sin pensar en un alumnado específico que pueda tener problemas. Es un cambio de mirada que debe partir de lo que cada docente puede hacer con su diseño para hacerlo más accesible.

Por tanto se trata de un trabajo que debe realizarse antes de su aplicación al aula; y esto conlleva un posterior chequeo continuo de la participación efectiva de su alumnado para re-ajustar el proceso e incorporar aquellos elementos que aún sigue necesitando su diseño curricular.

En este sentido, el DUA no es una metodología sino una forma de entender todo el proceso de enseñanza-aprendizaje que debe adaptarse a esos diferentes perfiles.

P: En la sesión formativa del Concurso Escolar ONCE que impartirás hoy 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, introduces la aplicación del DUA para transformar el aula, ¿qué herramientas son necesarias?

R: La herramienta principal es querer transformar nuestra escuela y poner empeño y creencia en este modelo. Una vez tengamos esto como base, necesitaremos incorporar muchas alternativas que pasarán necesariamente por el uso de las TICs y las TACs. Nadie que conozca el modelo DUA duda de su complejidad para ponerlo en práctica en el aula, sin embargo en esta sesión del 3 de diciembre me centraré en una máxima con la que “enganchar” al profesorado: hacer fácil el DUA. Simplificaremos toda la propuesta a unas pautas básicas para que el profesorado que asista pueda ir haciendo sus primeros “ajustes” en sus diseños didácticos y comience a interesarse por ir añadiendo cada vez más elementos propuestos en el DUA.

P: Teniendo en cuenta la heterogeneidad tanto del alumnado como de los docentes, ¿cómo hay que implementar el DUA en la formación del profesorado?

R: La formación del profesorado es absolutamente necesaria pero debe ir paralela a la transformación de los centros educativos en lugares de respeto y valoración de la diferencia, de lugares de acogida y convivencia donde la presencia de todos sus alumnos y alumnas sea su máxima. Por ello yo creo que es determinante que las propuestas de formación para las escuelas inclusivas comiencen por la formación de sus equipos directivos y equipos o departamentos de orientación. Una formación que no solo se quede en la implantación del DUA sino en ese cambio de culturas y políticas del centro.

P: ¿Qué papel juegan los materiales que ofrecen concursos como el del Grupo Social ONCE en dicha formación?

R: El Concurso ONCE tiene un modelo de trabajo que me parece excepcional. He participado activamente como “concursante” con mis alumnos y alumnas durante los últimos diez años y sus modelos didácticos, enlaces a recursos, actividades propuestas y formaciones paralelas han sido siempre de una gran ayuda, no solo al aula que participa, sino a todo el centro en general. Todo ello con el marco curricular legal en vigor, trabajando desde las competencias y los criterios de evaluación, dando así lugar a su cabida en las programaciones docentes.

Animo a todos los docentes a participar en este concurso que enriquece nuestra profesión, nos facilitan la participación con unidades didácticas especialmente diseñadas para hacerlo, y nos marcan modelos serios de trabajar de forma inclusiva.

Fuente de la entrevista: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/antonio-marquez-dua-disenar-para-la-diversidad/120222.html

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Marc Vidal: “En 15 años, las máquinas inteligentes reemplazarán a los maestros”

Por: Educación 3.0.

Marc Vidal tiene la mente puesta en el futuro, tanto en el más cercano como el que se divisa en la lejanía. Y en los dos ve un protagonista claro: la tecnología. El divulgador y conferenciante revela todos los cambios que se esperan en el ámbito educativo y cómo asumirlos tanto desde el rol del docente como el del estudiante.

‘La era de la humanidad. Hacia la quinta revolución industrial’ es el título del libro del divulgador, formador y conferenciante Marc Vidal. En él ofrece las claves sobre algunos de los cambios e innovaciones que, en su opinión, se vivirán en los próximos años y cómo éstos afectarán al día a día. En esta entrevista, expone los que afectarán al ámbito educativo, analizando el papel de los robots en el rol de docente y el protagonismo de la educación emocional para evitar esa posible sustitución.

Pregunta: ¿Cómo será el mundo del futuro?

Respuesta: Si te refieres a un futuro no muy lejano, será un lugar de aprendizaje, de asimilar el modo en el que la tecnología va a ir cambiando todos los contratos sociales que nos rodean ya sean culturales, políticos, económicos y educativos, por supuesto. Si te refieres a un futuro lejano, es muy difícil imaginarlo porque estoy seguro de que alguna tecnología que aún desconocemos modificará cualquier imagen que ahora podamos tener. ‘Blade Runner’ sucedía en un imaginario noviembre de 2019, es decir, ahora. Allí salían replicantes pero no móviles ni Internet.

Futuro educación

P: De acuerdo a tu libro, estamos en la antesala de la quinta revolución industrial. ¿Qué educación necesitamos ahora?

R: Aquella que entienda que lo que hay que estimular y potenciar es todo lo que un robot no pueda hacer y, por derivación, no entrenar a nadie en aquellos aspectos que por mucho que nos esforcemos nunca haremos mejor que un robot. El problema es que no estamos educando a nuestros estudiantes para ello.

Aquel sistema educativo que se basaba en aprender datos de memoria para realizar ejercicios repetitivos no resolverá el asunto. En 2017, en el test de acceso a la mejor Universidad de Japón, un robot ya obtuvo mejor nota que el 80 por ciento de los estudiantes. Mientras tanto, seguimos empeñados en educar a nuestros hijos memorizando datos, realizando ejercicios repetitivos, pidiéndoles que se especialicen en una cosa y que cumplan órdenes mientras se preparan para trabajos que están a punto de desaparecer. Nadie puede competir con una computadora, y menos aún con un sistema experto o de inteligencia artificial.

El problema no es la tecnología, el problema somos nosotros que nos hemos estado preparando durante miles de años para ser una especie que sea capaz de gestionar datos, la memorización absoluta y la comprensión lectora. Pero ha llegado una máquina que hace eso millones de veces mejor que nosotros.

Marc Vidal

P: ¿Quién sería el encargado de atender las necesidades educativas que plantea el nuevo panorama?

R: Todos. El futuro será permeable y muy líquido. La escuela como la entendemos va a cambiar y antes de lo que pensamos. Se trata de utilizar tecnología, pero también de que sirva para entenderla. El modo en el que eso se lidera es la clave.

En la Cumbre sobre Educación en Ciencias de la Computación organizada por la Casa Blanca hace dos años, legisladores de varios países como Estados Unidos, Eslovenia, Finlandia, Singapur, Japón e Israel revolucionaron el concepto educativo al agregar una habilidad fundamental a las tres más convencionales (lectura, escritura y aritmética). Se trataba de la programación. Se presentaron distintas propuestas en varios países que permitieron a los estudiantes inscribirse en cursos sobre lenguajes de programación como JavaScript y Python en lugar de inscribirse en cursos tradicionales de idiomas extranjeros.

“En 2017, en el test de acceso a la mejor Universidad de Japón, un robot ya obtuvo mejor nota que el 80 por ciento de los estudiantes “

P: ¿Qué papel tendrán las nuevas tecnologías en la educación del futuro?

R: En 2020 todos los artículos científicos financiados con fondos públicos publicados en Europa podrían contar con acceso gratuito bajo una reforma ordenada por la Unión Europea permitiendo que docentes y estudiantes puedan utilizarlos y colaborar con ellos. En 2022 la atmósfera de la Tierra o la de la Luna se verán cómo se ve un paisaje en Soria gracias a la tecnología inmersiva. Muy pronto, los niños se pondrán gafas de realidad virtual y realmente verán aquello que estudian.

En 2025 la realidad virtual y la realidad aumentada estimularán el aprendizaje remoto y, como resultado, las aulas comenzarán a desaparecer. No la relación entre alumnado y docentes o el espacio donde se desarrollen actividades educativas, pero sí desaparecerá el concepto de ‘aula’. En 2026 tendremos un mundo con acceso a Internet global y absoluto. Viviremos en la Internet del Todo y muchas instituciones continuarán poniendo a disposición de la humanidad su contenido. El conocimiento no tendrá ningún tipo de barrera y se compartirá utilizando la tecnología sensitiva. Esa será la educación del futuro. Un lugar sin límites.

“La escuela como la entendemos va a cambiar y antes de lo que pensamos “

P: Afirmas que las máquinas tendrán un papel importante, ¿sustituirán también la figura del docente?

R: En aspectos en los que un software o un robot puedan hacerlo mejor que una persona sí. En otros, de tipo emocional, creativo o crítico seguramente que no. En 2030 la imagen cerebral revolucionará nuestra enseñanza. El uso de imágenes cerebrales nos permitirá afinar la educación al probar qué modos de enseñanza funcionan mejor con cada alumno. Esto será posible gracias a que las imágenes nos permitirán ver cómo varias formas de enseñar alteran el cerebro.

En 2031 la educación ya sólo será personalizada. Empezará una personalización del estudio totalmente mejorada. Los estudiantes pasarán mucho tiempo involucrando a los profesores individualmente, y se ejecutará como tutorías individuales de un modo virtual pero tremendamente real en cuanto a la percepción sensorial. En ese mismo año, nuestros docentes serán en gran medida pura Inteligencia Artificial, de hecho serán inteligencia cognitiva.

El científico informático Eric Cooke asegura que en los próximos 15 años, las máquinas inteligentes reemplazarán en gran medida a los maestros humanos, por eficiencia, capacidad y efectividad. De este modo, el profesorado tendrá que desarrollar habilidades de tipo emocional para que sean definitivamente su principal valor. Emociones y sensibilidad por encima del conocimiento técnico.

P: También habla sobre la necesidad de formar a las personas para trabajar con robots y automatismos. ¿Cómo introduciría estos conceptos en el aula?

R: La pregunta que debe hacerse la comunidad educativa es: ¿cuánto de computerizable soy? La adopción tecnológica no va a ser opcional ya que es inevitable. Lo fascinante es como un agente en un aula va a ser capaz de gestionar tanta transformación. Muchos de los cambios culturales, educativos, religiosos e incluso íntimos tienen mucho que ver con el acceso de la información ‘desintermediada’, del modelo de relación entre profesor y alumno y la capa automatizada de muchos de esos procesos educativos. Esto no va de poner sólo tecnología en el aula, va de entender qué es un mecanismo para lograr algo. La tecnología es el cómo vamos a educar y los profesores y los alumnos serán el porqué. Eso no va a cambiar.

“En 2031 la educación ya sólo será personalizada”

P: ¿Es necesario educar para preparar a los estudiantes para profesiones que todavía no existen?

R: No sabemos qué profesiones serán esas. Yo creo que serán las mismas pero ejecutadas de un modo distinto. Por eso, que estudien algo relacionado con la tecnología para entender su estructura, su composición. Ahora bien, voy a contar una anécdota.

Al finalizar una conferencia hace unos meses, una directiva del sector financiero me preguntó qué debía estudiar su hijo de 12 años. La verdad es que no tenía ni idea de que recomendarle por la responsabilidad que suponía. Hace apenas una década los matemáticos parecían sentenciados a ejercer poco más que de profesores de instituto y ahora son perfiles tremendamente demandados y bien pagados en cualquier empresa analítica.

La mujer se quedó pensativa y me insistió. “¿Qué debería estudiar entonces?” Para finiquitar el interrogatorio le dije algo que creo firmemente: “¡Que estudie filosofía!”, le respondí. A lo que ella me gritó: “¿Filosofía? Si acabas de decir que la tecnología es la clave del futuro”. Así es, como la clave del futuro es la tecnología y sus avances empiezan a ser complejos de adecuar a nuestras vidas, habría que introducir en el debate la visión ética y moral de un filósofo ya que serán demandados cada vez más en las empresas.

La señora se quedó algo sorprendida y me hizo una última pregunta: “Entonces, ¿qué libros le puedes recomendar a mi hijo? García Lorca o Dylan Thomas por ejemplo. Poesía. ¿Poesía? Estás bromeando”, me dijo.

Creo sinceramente que a medida que la tecnología vaya ‘deshumanizando’ mucho de lo que ahora contemplamos como tradicionalmente analógico, vamos a precisar ‘explicarles’ a las máquinas quienes somos, qué esperamos, cómo consumimos y cómo sentimos. ¿Y qué mejor que la poesía para comprendernos como humanos?

Fuente de la entrevista: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/marc-vidal-maquinas-inteligentes-reemplazaran-maestros/121964.html

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Flavia Terigi: “Tenemos un serio problema con la calidad de la educación”

Revista Saberes

Las iniciativas para asegurar las trayectorias escolares de los más pequeños; la inclusión entendida como garantía de aprendizajes y no como mera presencia en la escuela; la dificultad para atender la diversidad no sólo de los que aprenden despacio sino también de los que lo hacen velozmente y la necesidad de reflexionar y generar conocimiento pedagógico por parte de los docentes, algunos de los tópicos abordados en la entrevista a Flavia Terigi.

“Si lográramos darle más visibilidad al comportamiento individual de cada uno y discutir más, con mayores acuerdos de trabajo, sería más complicado que algún maestro se refugie en la privacidad de su aula –que no es tal–, para no ocuparse de lo que tiene que ocuparse, que es que los chicos aprendan”. La frase resume de manera contundente la postura de la especialista en políticas educativas, magíster en Ciencias Sociales con orientación en Educación de FLACSO y profesora de posgrado de las universidades nacionales de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos, para quien es necesario “recuperar mecanismos de evaluación que estén más cerca de la práctica de los educadores”.

Haciendo hincapié en el rol formativo que deben ocupar los directivos escolares, Flavia Terigi apela a la responsabilidad que tienen los docentes en lograr que los alumnos se apropien de los conocimientos: “Los chicos pasan cuatro, a veces ocho, horas diarias en el colegio, 180 días al año, durante 12 ó 13 años de su vida. La escuela tiene una tarea y no se puede excusar en la familia para no realizarla”.

La unidad pedagógica ha sido presentada como una medida que busca asegurar los procesos de alfabetización inicial de todos los niños, y sin embargo ha tenido resistencias ¿cuál es su opinión?

Argentina es un país que tiene históricamente un 10% de repitencia en 1° grado. Si un sistema está diseñado de manera tal que uno de cada diez niños no logra aprender lo que está previsto en el ciclo lectivo, algo está mal en esa previsión. La unidad pedagógica es una medida oportuna, que responde a un problema de diseño histórico del sistema escolar. Ahora, revisar los criterios de evaluación que suele haber al final de 1° grado; dar más tiempo para que los chicos incorporen la cultura de la escuela y se apropien de dos instrumentos simbólicos como la escritura y la numeración, claves para el resto de la escolaridad, y la posibilidad de que un mismo maestro acompañe a sus alumnos en los dos años escolares y se haga responsable del proceso completo del aprendizaje –y de ser necesario produzca reagrupamientos con quienes necesitan un trabajo más específico en esas áreas–, requiere no sólo una norma que lo habilite. Demanda generación del tipo de conocimiento que necesitan los docentes para poder trabajar en esa lógica. Requiere construcción de saber, de investigación, producción de materiales, capacitación, cuya respuesta le corresponde a la política educativa.

¿Por qué cree que ha habido resistencias?

En educación, siempre cuando se trata de generar alguna medida que destrabe las trayectorias escolares de los chicos, muchos actores –no solamente los padres, sino el público en general– consideran que se trata de una medida espuria para maquillar los números. Yo diría que es al revés. Después de 130 años de repitencia –que es la respuesta a las dificultades que experimentan los alumnos para alfabetizarse en el corto plazo–, no hemos logrado revertir la situación, que los niños aprendan mejor. Al contrario. Suele ser la antesala de repitencias posteriores que no pocas veces terminan con el abandono de la escuela: chicos que tienen 11 ó 12 años y están todavía en 4° grado. Todos sabemos que las personas somos diversas y aprendemos a ritmos diferentes. De lo que se trata es que la organización pedagógica de la primaria responda mejor a esa diversidad. No creo que sea la única respuesta, pero sí que en nombre de una supuesta exigencia hemos hecho repetir a los niños durante 130 años sin que luego tengan una escolaridad adecuada. Es momento de pensar si una parte del diseño del sistema vinculada a la repitencia no puede ser modificada en pos de la educación, de que los chicos aprendan y no simplemente que se queden haciendo lo mismo, en el mismo grado escolar.

Inclusión de calidad

Interrogada acerca de si cree que con las distintas medidas de política educativa que se están tomando, se está logrando una mayor inclusión educativa, Terigi es cauta y no generaliza: “Depende mucho de las condiciones en las que el docente lleva a cabo su trabajo, del saber pedagógico con el que cuenta, su capacidad para interpretar las respuestas y producciones de los chicos”.

Se suelen presentar como posiciones antagónicas la inclusión y la calidad educativas, ¿qué piensa al respecto?

A veces los maestros piensan –y se enojan con razón– que cuando les plantean que tienen que incluir, les están diciendo que tienen que hacer que los chicos estén en la escuela a cualquier costo. En el primario hemos logrado la casi universalización y sin embargo no estamos conformes con los logros de aprendizaje. Nosotros tenemos un serio problema con la calidad de la educación, que no se soluciona únicamente por la vía de que los niños estén en la escuela. Deben estar dentro, pero aprendiendo. Las instituciones escolares apuntan a una especie de alumno medio, que es muy distinto al de la realidad. A veces recogemos el desafío de la diversidad sólo con aquellos que tienen dificultades, pero no con los que aprenden más rápidamente que lo que se les puede proponer: ahí tampoco hay recursos acumulados para promover aprendizajes en tiempo y forma. Eso está vinculado con que la primaria está diseñada grado por grado. Yo entiendo que a quien le fue bien se pregunte por qué cambiar, la respuesta es porque hay muchos chicos a los que ese planteo no les funciona, se quedan fuera de la escuela o están dentro y no aprenden.

¿Cuánto tiene que ver en eso la formación y capacitación docente?

Muchísimo. Los maestros estamos formados con un modelo que apunta a enseñar las mismas cosas, al mismo tiempo, a todos y que tiene muchas dificultades para generar situaciones que permitan a quienes ya lograron ciertos aprendizajes seguir profundizándolos, mientras uno se puede detener a trabajar con más cuidado con aquellos que están experimentando algún problema. No hemos desarrollado modos de colaboración entre los chicos –que en otros sistemas educativos del mundo se ponen en práctica– y en cambio promovemos actividades y resultados de aprendizaje individuales.

Por otra parte, hay aspectos que los maestros deben saber hacer –por ejemplo para abordar la unidad pedagógica–, que todavía tienen que ser investigados. Entonces además de la formación de los docentes, también debe haber producción de conocimiento pedagógico, acompañando las experiencias de las escuelas, sistematizando aquello que está funcionando; de manera que ese saber producido localmente por los maestros que logran encontrar soluciones a las situaciones de aprendizaje se pueda extender, hacer disponible para el resto de sus colegas.

En educación, los resultados de las políticas que se implementan no se ven inmediatamente ¿cuándo se podrían visibilizar los resultados de medidas como la unidad pedagógica?

–Los resultados en educación dependen de las condiciones. Si las condiciones son puramente normativas –sin intervenir en la formación docente, sin investigar lo que pasa en las escuelas, sin estudiar la evaluación con más detalle–, nos va a pasar como con muchas otras normas: en el ’93 una ley estableció la obligatoriedad del ciclo básico y 20 años después tenemos una parte importante de jóvenes que no están en la secundaria. Si fueran las adecuadas, me atrevería a decir que en una cohorte escolar –dentro de cinco, seis, siete años– podríamos tener un acumulado de conocimiento. En lo inmediato, lo que va a ocurrir –y eso va a alimentar los peores pensamientos– es que va a disminuir la repitencia; pero acá el problema no es bajar esos índices, sino hacerlo con aprendizajes. El primer ciclo de la primaria es el que requiere mayor atención, porque es donde se empiezan a producir desfasajes etarios y donde los niños producen la entrada a estas dos herramientas semióticas que son la numeración y la escritura.

¿Cómo se generan cambios en educación; qué es primero –el huevo o la gallina–: la normativa o las condiciones?

Si lo planteás así es una especie de sin salida argumentativa. Porque para que ciertas condiciones sean posibles, hay que poder hacer experiencias en las escuelas y si la norma no habilita las experiencias en las instituciones, ese conocimiento no se puede construir. Por caso, hace más de 15 años, el 50% de los chicos en muchas provincias de nuestro país termina la escuela secundaria. Llegamos a un punto de condiciones que amerita declarar la obligatoriedad. ¿Qué cambia eso? Que obliga al Estado a brindar más recursos para que los jóvenes se puedan escolarizar, a modificar la formación de los profesores, a producir conocimiento nuevo. Las normas no inventan de cero: se apoyan en experiencias que han venido funcionando y las habilita en otra escala.

De recursos y condiciones

Terigi, quien es “proclive a un equilibrio entre las normas y las condiciones”, opina que actualmente en algunos aspectos estamos bien y en otros no tanto. Entre los primeros, señala que “comparando lo que ocurría hace algunos años atrás, hay una situación general que es más favorable para la crianza y para que los chicos asistan a la escuela”. Además –indica– “tenemos una mayor sensibilidad en el sistema educativo –por muchos años de trabajo, formación–, que está mucho más dispuesto a la inclusión educativa, a la articulación con el nivel inicial , a la evaluación de lo que se ha hecho hasta el momento”.

¿Cuáles son las mayores dificultades, entonces?

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Tenemos un sistema educativo muy grande y una capacidad técnica, todavía, del Estado nacional y de los gobiernos provinciales que es pequeña al lado de todo lo que hay que atender. Lo que muchas provincias están haciendo, como el caso de Córdoba con la implementación de la unidad pedagógica, es algo acertado: comenzar con una escala más pequeña, experimentando con 200 ó 300 instituciones educativas, que si bien es un número grande es acotado en cuanto a la capacidad técnica para estudiar las mejoras, sistematizarlas y convertirlas después en un conocimiento disponible para todos.

En cambio si una jurisdicción decidiera implementarla masivamente porque solamente hace llegar la norma a las escuelas, es bastante probable que se encuentre al poco tiempo con que nada ha cambiado demasiado porque aunque se haya absorbido el discurso, las prácticas siguen relativamente inmodificadas.

¿Y con respecto a los recursos?

Cuando hablamos de recursos no sólo me refiero a los tangibles (como netbook o edificios), sino a sostener un plan de formación para maestros en servicio o a la capacidad técnica del Estado para acompañar las experiencias de las escuelas; o a que lo que se produce en una propuesta ingrese en el campo de la formación. Son recursos humanos, materiales, producción de textos y conocimientos ad hoc. El sistema ha tenido más recursos para pagar el funcionamiento regular del sistema, o inversiones en infraestructura o en computadoras que para investigar, formar a quienes trabajan, consolidar experiencias y generalizarlas. Las inversiones de bienes, aunque bien vistas, tienen un límite: sin el conocimiento pedagógico, por ejemplo, una netbook se puede convertir en un instrumento para hacer dictado. No necesitamos una computadora para lo mismo que puede ser usado un pizarrón, sino para un tipo de relación con el conocimiento y con un tipo de producción colaborativa que no la podríamos haber realizado en las condiciones anteriores al desarrollo tecnológico.

Hemos hablado del sistema, de los docentes, de los alumnos, ¿qué podemos decir de la familia?

Yo celebro las políticas que contribuyen a fortalecerla en el cumplimiento de sus responsabilidades. Pero la institución escolar históricamente ha hecho mucho más responsable a la familia por las situaciones de aprendizaje de los niños que a sí misma. Cuando un niño de 6 años ingresa a una institución educativa, independientemente de las condiciones en las que tenga lugar su crianza, se abre el espacio de la escuela: no se puede utilizar las diferencias que puedan existir con la familia como una coartada para no hacer lo que se tiene que hacer.

En este marco ¿es necesario evaluar a los docentes?

Los docentes son evaluados todos los años: hay un director que debe asentar en el libro de actuaciones la manera en que estos han cumplido su trabajo. Lo que sucede en muchos casos es que no se aprovecha la herramienta, se iguala a todos como si fueran todos fantásticos, pensando que señalarle al maestro un punto de su desempeño que tiene que fortalecer es hacer una crítica y que eso entre colegas no se debe hacer. Hay una función formativa en el directivo de una escuela que tiene a su cargo profesores y quienes seguramente tienen cosas que saben hacer bien y otras no tanto. No somos todos iguales. No todos asumen la tarea con idénticos niveles de responsabilidad, hay pisos mínimos que el director tiene que exigir. No creo que haya que generar grandes novedades en cuanto a la evaluación, sino hacer reales los mecanismos que ya tenemos. Yo apuntaría a esa función y a un proceso de autoevaluación que dé mayor visibilidad a la tarea de cada uno: hoy el maestro se puede encerrar en su aula y nadie se puede meter.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2013/09/tenemos-un-serio-problema-con-la-calidad-de-la-educacion/

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Entrevista a Claudia Romero: «Producir equidad: una función específicamente escolar»

Por Revista Saberes

En esta entrevista, Claudia Romero* tematiza sobre la escuela como lugar privilegiado para producir saberes, analiza en qué momento se perdió ese eje y qué implica volver a poner los aprendizajes en el foco.

–A fines de los 90 y comienzos de 2000, se tematizaba sobre la escuela como el último bastión del Estado que debía atender a los estudiantes y sus familias ante la crisis. Después, sobre cómo se adaptaba a los nuevos públicos, las nuevas familias; hoy el eje parece volver a los aprendizajes. ¿Cuál es tu diagnóstico al respecto?

–Si hablamos de la escuela en general, hay una respuesta corta y una respuesta larga. La respuesta corta es que la escuela, como institución, tiene como mandato social producir aprendizajes de aquello que consideramos relevante en la cultura de manera sistemática. Es “el lugar”, el sitio privilegiado en el que se produce educación, pero no el único: se produce en los medios, la familia, la vida en sociedad, el arte. Hay varios agentes educadores; sin embargo, la escuela es el lugar que la sociedad encontró para garantizar esos aprendizajes. En ese sentido, volver a los aprendizajes es volver a lo específicamente escolar, entendiendo por aprendizajes, no solo los únicos que un sujeto pueda realizar, sino aquellos que resultan básicos para la vida en sociedad: que alguien que pasó 12 o 14 años por la escuela, tenga saberes, capacidades y contenidos para integrarse exitosamente en la vida social.

–¿Cuál es la respuesta larga?

–La idea de volver a los aprendizajes significa que en algún momento hemos dejado de estar ahí. En los años 80 y 90 en general, la política educativa estuvo muy centrada en los procesos de gestión, en los procesos que rodean al aprendizaje pero que no son estrictamente los aprendizajes: cambio de leyes, su aplicación, reestructuración del sistema. Por ejemplo, la Ley Federal. Es decir, cambios a nivel macro y tal vez a la producción de contenidos básicos. Pero lo que ocurría en el aula no estaba en el centro de la preocupación. Luego, en la primera década de los años 2000, las escuelas se centraron en los procesos de inclusión, es decir, sostener a los alumnos dentro de la escuela en el contexto de crisis social y económica, a cualquier precio, aun cuando no estuvieran aprendiendo. En ese entonces, las escuelas cumplieron una función de contención en la que los aprendizajes tampoco estaban en el foco.

–¿Qué implica que los aprendizajes estén en el foco?

–En esta década estamos volviendo a poner a los aprendizajes en el centro, es decir, en cuánto y cómo aprenden los alumnos y cuánto y cómo enseñan los docentes. No quiere decir que lo demás no tenga sentido, sino que hay que preguntarse cuánto afecta en el aprendizaje diario cualquier medida de política educativa e institucional que se tome: cada nuevo material y tecnología que incluimos, incluso cada nuevo presupuesto. Los aprendizajes están en el centro, pero sabiendo que hay una obligación social de la escuela de incluir y contener, de que los chicos estén adentro, de que las leyes y las políticas educativas son importantes. Por eso, todos los procesos u operativos de evaluación deben estar en función de saber dónde están aprendiendo menos. Ahora existe una declaración explícita de que las políticas educativas y la formación van a estar enfocadas en la producción de más y mejores aprendizajes.

Dijiste que la escuela es el lugar privilegiado para producir aprendizajes relevantes, ¿qué características debe tener este espacio para que se garantice esa producción?

–El proceso de transmisión de cultura, conocimientos, contenidos, capacidades y saberes debe seguir requisitos profesionales: no es cualquier transmisión. En ella se produce un recorte de contenidos que son fundamentales para la vida social; además, debe seguir un método que está científicamente fundamentado. La decisión que toma un docente de tal o cual método para enseñar a leer y escribir o para hacer un cálculo no es caprichoso, tiene cimiento en la didáctica, en la psicología del aprendizaje, en la neurociencia y en una cantidad de disciplinas que le dicen a ese profesional docente que ése es el mejor camino para determinado grupo de alumnos en determinado contexto. Eso distingue a la escuela de cualquier otra institución.

–¿Qué otra característica garantiza la producción de más y mejores aprendizajes?

­–Hay otra función específicamente escolar que es la producción de equidad. La escuela, además de asumir el compromiso de transmitir cultura de forma sistemática, asume el compromiso social de generar igualdad de oportunidades; lo que llamamos justicia educativa. Ese proceso puede tener diferentes caminos; por ejemplo, no todos los chicos van a transitar exactamente la misma modalidad, o los mismos métodos, porque tienen puntos de partida diferentes. La escuela tiene que ir agregando valor en aquellos alumnos que provienen de familias con un capital cultural menor, o que traen saberes muy diferentes a otros chicos.

–¿Cómo lo hace?

–En función de esta producción de oportunidad, la escuela tiene la obligación de encontrar caminos diferentes para llegar, a través de la diversidad, a la igualdad. Si hace lo mismo con todos, legitima las diferencias: si a todos los chicos, que sabemos que vienen de situaciones de desigualdad muy grandes, les ofrecemos exactamente las mismas oportunidades, los mismos materiales, vamos a reproducir esas desigualdades. Entonces, para que todos aprendan lo mismo, es probable que en determinados contextos haya que trabajar con distintos materiales y con otras metodologías, incluso con otro tipo de docentes y otros currículums.

–¿Cómo definís una buena escuela?

–Es una escuela que tiene, por ejemplo, apoyos diferenciados dentro de su esquema de trabajo, es decir, tiene una política de cómo va a afrontar las dificultades de los aprendizajes. Sabe de antemano que los chicos no van a seguir todos el mismo ritmo, que habrá quienes requieran más tiempo o más estímulos. No es un problema a posteriori del aprendizaje, sino que tiene que estar previsto desde el vamos sobre la pregunta de cómo vamos a trabajar de manera diversa para atender esas diferencias. No tiene que ser visto como un problema, sino como parte del trabajo cotidiano.

–¿Se refiere a acompañar a los chicos de primaria o secundaria en sus trayectorias de manera individual?

–Sí, exactamente, el concepto de trayectoria, justamente, incluye esto. No hay un único camino sino que hay diversas formas de transitar la escolaridad. Esa forma tiene que ver con condicionamientos que traen los alumnos, de sus familias o de historias escolares anteriores, y la escuela lo que debe hacer es acompañar esas trayectorias, potenciarlas y atender las necesidades especiales que traen los diversos chicos. Eso se hace uno a uno, y hay un trabajo fuertemente artesanal, pero también ya sabemos que hay una serie de estrategias generales que se pueden seguir y que se pueden aplicar con todos los grupos.

–¿Podrías dar algún ejemplo?

–Hay un tipo de evaluación que admite no una única respuesta, sino diversos niveles de respuesta y todas pueden ser consideradas correctas. Es interesante que la escuela empiece a administrar ese tipo de evaluaciones y no evaluaciones que tengan que tengan que responder por sí o por no, o con un número exacto, porque eso deja afuera a muchos. No es que a cada chico hay que armarle una única forma de trabajo, pero si se modifican algunas estrategias y ellos admiten que los estudiantes realicen evaluaciones con diversas posibilidades de respuesta, estoy abriendo el camino a atender y a respetar distintas formas de responder a una consigna.

*Doctora en Educación, Directora del Área de Educación de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Autora de Hacer de una escuela, una buena escuela, Claves para mejorar la escuela secundaria y La escuela media en la sociedad del conocimiento.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2018/08/producir-equidad-una-funcion-especificamente-escolar/

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Mel Ainscow, experto en educación inclusiva: “Las escuelas saben más de lo que creen”

Considera que la clave en la transformación de los sistemas educativos es “invertir en los docentes”

[Esta nota forma parte de las más leídas de 2019]

Mel Ainscow es docente e investigador de la Universidad de Manchester, Inglaterra, y es uno de los autores que definieron la educación inclusiva. “Todos los niños importan. Y todos los niños importan por igual”, repite como un mantra, en un concepto muy vinculado a la inclusión de niños con discapacidad pero que Ainscow invita a ampliar, pensando en qué niños son los más vulnerables en cada país y prestándoles especial atención a ellos. En el marco del proyecto “Inclusión educativa de personas en situación de discapacidad en el sistema educativo de Uruguay: pedagogía en clave de diferencias”, en el que participan la Agencia Uruguaya de Cooperación Internacional, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y el programa Eurosocial de la Unión Europea, Ainscow estuvo la semana pasada en Uruguay y mantuvo reuniones con las autoridades, talleres con docentes y actividades con organizaciones de la sociedad civil que trabajan en torno a estos temas. Su rol, afirma, es “estimular la discusión” y aportar la experiencia de otros sistemas educativos en el mundo. Wilson Netto, presidente del Consejo Directivo Central de la ANEP, aseguró que visitas de expertos como Ainscow “enriquecen la formación y nos permiten poner en la agenda temas de alta relevancia”, pero consideró que la inclusión tiene que ser “un proceso sostenido”: “Poner en la agenda y gradualmente construir herramientas, dispositivos, formación y transformación cultural de la sociedad toda”.

Avanzar hacia un sistema educativo inclusivo y equitativo es un desafío para todos los países del mundo, asegura el investigador. Sobre cómo hacerlo, sobre las críticas por la pérdida de calidad y sobre las recomendaciones que presentó ante las autoridades conversamos con Ainscow en su tercera visita a Uruguay.

La última vez que estuviste en Uruguay dijiste que la reforma tenía que ser total para lograr políticas inclusivas. ¿Es posible avanzar cuando es necesario un cambio tan grande?

De lo que estamos hablando es de una agenda de transformaciones para cambiar la forma en que funciona el sistema educativo. Eso no es fácil; llevará tiempo y necesita compromiso en todos los niveles del sistema. Antes que nada, se necesita el liderazgo del gobierno, que debe dar una dirección clara sobre cuál es el propósito de todo esto, así todos tienen una idea precisa de cuál es el compromiso. Después, hacia abajo, en todos los niveles del sistema educativo, todos tienen un rol que jugar. Por eso es tan importante tener claro el propósito. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de inclusión en educación? Recientemente UNESCO lo expresó con la consigna “Todos los niños importan. Y todos los niños importan por igual”. El énfasis es en la inclusión pero también en la equidad, en lo que es justo. Esto es un desafío para todos los países del mundo: ¿cómo creamos un sistema educativo en el que todos los niños tengan la misma importancia? Los docentes son cruciales en esto, son la clave. Si los docentes no entienden, si no se sienten valorados, si no se sienten apoyados, las buenas intenciones van a quedar fuera de la puerta del salón del clase. Si mirás los países que han hecho los mayores progresos, son aquellos en los que hubo una fuerte inversión en docentes, no necesariamente pagándoles mejores salarios –aunque estoy muy a favor de eso–, sino haciéndoles entender lo importantes que son. Si vas a Finlandia, enseñar es una de las profesiones más importantes. Cuando los jóvenes dejan la escuela, quizá quieran ser abogados, doctores, pero quizá también quieran ser maestros, porque en Finlandia los docentes son personas importantes. Creo que en otros países, como en Uruguay o en Inglaterra, tenemos que entender eso, tenemos que invertir más en los docentes, hacerlos sentir valiosos, y tiene que haber desarrollo profesional durante toda su carrera, que empiece en la formación de grado pero se extienda durante toda la carrera.

Muchos docentes que tienen la intención de generar inclusión en sus clases dicen que no están preparados para hacerlo. En Uruguay no hay formación en educación inclusiva, salvo algunos talleres. ¿Es importante que exista este abordaje en la currícula de la formación docente?

Esto ha sido central en las reuniones y talleres que hemos tenido. Mi argumento, basado en la experiencia de muchos lugares, es que usualmente las escuelas saben más de lo que creen. En cualquier escuela hay más experiencia de lo que la gente se da cuenta, y para avanzar tenemos que hacer mejor uso de esa experiencia. Hay problemas estructurales en la forma como las escuelas de todo el mundo hacen su trabajo: docentes en sus clases con las puertas cerradas, solos para resolver los problemas que surgen. En las escuelas que han hecho avances se buscó romper específicamente esa soledad de los maestros; la escuela está organizada de manera que ocasionalmente los docentes tienen tiempo para verse, para compartir ideas, para resolver problemas juntos y, sobre todo, para ver cómo los otros están enseñando. Los docentes que trabajan en soledad están limitados a su propia experiencia, y cuando tienen la chance de ver a otros colegas trabajar e intercambiar sobre sus prácticas educativas, eso les da la oportunidad de conocer la experiencia del otro pero también de reconocer y valorar la propia. Como profesionales –yo me considero un docente– tendemos a subestimar nuestra propia experiencia, principalmente porque no sabemos cómo hablar de nuestras prácticas, porque estamos muy ocupados aplicándolas. En parte, cuando digo que inviertan en los docentes pienso en que las escuelas tienen que ser organizadas para que cada tanto haya tiempo para que los docentes vean cómo otros están enseñando, para compartir ideas y materiales, y para resolver problemas juntos. Por eso este abordaje que estoy presentando es de transformación: tenemos que cambiar la forma en que trabajan las escuelas, tenemos que romper con la soledad de los docentes, los docentes tienen que trabajar con otros docentes, los niños tienen que trabajar con otros niños –porque los niños pueden ser una fuerza muy poderosa para la inclusión–, y, por supuesto, las escuelas deben trabajar con las comunidades, especialmente con las familias. Las escuelas que hacen progresos ven a las familias como compañeros del proceso educativo. Es una transformación que requiere mucho esfuerzo, mucho liderazgo en el sistema.

“Los docentes tienen que poder aprender métodos efectivos para poder hacer una clase más inclusiva”.

¿Pero no debería incluirse esta perspectiva en la formación de grado de los docentes?

Sí, claramente la educación de los docentes es un factor muy importante, y las próximas generaciones de docentes tienen que ser introducidos a las ideas de inclusión y equidad. Son principios, los docentes tienen que pensar sobre ellos y revisar sus ideas previas. También pienso que en su formación los docentes tienen que poder aprender métodos efectivos para poder hacer una clase más inclusiva. Y para eso hay mucha investigación; no hay que empezar de nuevo, sabemos mucho de lo que hacen los buenos docentes.

En tus trabajos hacés énfasis en que, cuando se habla de educación inclusiva, no se hace referencia sólo a los niños con discapacidad, sino a todos los colectivos que pueden ser más vulnerables.

En lo que estamos involucrados es en un cambio de paradigma, una forma diferente de pensar. La señal de la Organización de las Naciones Unidas en Educación 2030 es clara en que cuando decimos “educación para todos” necesitamos a todos los niños. Quizá hay niños que ya están en la escuela que son vulnerables, capaz que simplemente son niños callados, tímidos, niños que tienen problemas en sus casas, niños de familias migrantes; cualquier niño puede tener vulnerabilidades. La política de inclusión y equidad trata de llegar a todos. Tradicionalmente, los niños con discapacidad son vulnerables, y necesitamos estar seguros de que no son pasados por alto. Mi abordaje es apuntar a todos, pero estar atento a aquellos grupos que sabemos que son vulnerables. En Inglaterra probablemente los estudiantes más vulnerables son los chicos blancos de clase trabajadora. Sabemos, por las estadísticas, que en general son más proclives a abandonar y son más proclives a no hacer progresos en sus aprendizajes, entonces un proyecto de inclusión en Inglaterra tiene que mirar a esos niños. La pregunta sobre quiénes son los más vulnerables en Uruguay tiene que responderla la gente de acá, pero me preocupa, por lo que he escuchado, el número significativo de adolescentes que dejan la enseñanza secundaria. ¿Por qué dejan? ¿Qué nos dice eso sobre la forma en que las escuelas se organizan? ¿Qué nos dice sobre la currícula? ¿Es significativa y relevante para esos adolescentes? Me preocupa también, por lo que he escuchado, el número de estudiantes que repiten. Entiendo que los números en Uruguay son más grandes que en otros países, y puedo adivinar –aunque no lo sé– que muchos de esos adolescente que repiten son los que eventualmente abandonan. La repetición no les da confianza personal ni autoestima. Estas evidencias son desafíos para pensar en torno a cómo se organiza la educación, sobre la forma en que se enseña y se aprende.

Una de las críticas que se suele hacer cuando se habla de educación inclusiva es la de la pérdida de calidad. ¿Cómo respondés a ese argumento?

Tradicionalmente la gente ve la idea de la inclusión en tensión con la excelencia, con la calidad, y no puedo soportar eso. Hay países en el mundo que son excelentes en términos de sus sistemas educativos y que también son inclusivos. Si mirás lo que pasa en esos países, una de las razones por las cuales se volvieron excelentes es que han desarrollado una gran capacidad para tratar con las diferencias: no las ven como un problema, sino como una oportunidad para la innovación. Podemos tomar distintas partes del mundo y ver que es posible crear un sistema educativo excelente siendo inclusivo. Como venía diciendo, es un desafío.

“En parte, cuando digo que inviertan en los docentes pienso en que las escuelas tienen que ser organizadas para que cada tanto haya tiempo para que los docentes vean cómo están enseñando otros”.

Hablando específicamente sobre niños con discapacidad, en Uruguay uno de los formatos que se ha dado para incluir a niños en las escuelas comunes es el de la escolaridad compartida: el niño va unos días a la escuela común y otros a la escuela especial. ¿Es un formato inclusivo?

Es un paso en la dirección correcta; la gente que lo promueve, seguro, está buscando vincular al niño. No lo desaprobaría, pero tiene que ser visto como un paso, no como el final. Me preocupa lo difícil que debe ser para estos niños estar en dos escuelas diferentes: ¿tienen amigos en las dos escuelas o están semiintegrados? Pienso que vincular las escuelas especiales con las escuelas comunes tiene que ser otro paso, porque la colaboración entre ambas escuelas es parte del viaje. Hay mucha experiencia en las escuelas especiales, y no debemos perderla, lo que tenemos que hacer es usarla de forma más efectiva, llevándola hacia las escuelas comunes.

Además de invertir en los docentes, ¿qué otras recomendaciones estás haciendo a las autoridades en Uruguay?

Me voy a repetir, pero es lo primero: inviertan en los docentes, esa es la clave. Por lo que he escuchado, tienen un sistema muy centralizado, y hay ventajas de un sistema centralizado, por supuesto, pero en los sistemas educativos más efectivos existe lo que se llama una capa intermedia, que vincula al gobierno nacional con las escuelas, que coordina los esfuerzos para colaborar entre las escuelas y con la comunidad en el sentido más amplio. Por lo que he escuchado, eso no está muy bien desarrollado aquí. Pienso que sería bueno invertir en desarrollo local.

A nivel intermedio aquí existen los inspectores…

Sí, pero no me refiero a ellos, que seguro tienen un rol, sino a socios a nivel local. De nuevo, si te fijás en los sistemas educativos exitosos, como el de Finlandia, el de Ontario, en Canadá, o el de Singapur, aunque son sistemas diferentes, todos ellos tienen socios poderosos a nivel local, que coordinan y están atentos a todo, que se aseguran de que no haya niños que queden a un lado. Le diría a la gente de aquí que busque la forma de liderar una capa intermedia que conecte los lineamientos nacionales con las escuelas. También pienso que el liderazgo de las escuelas es muy importante, los directores de las escuelas son cruciales en esto, y ellos necesitan desarrollo profesional sobre cuál debe ser su rol apoyando al equipo de docentes a encontrar mejores formas de alcanzar a todos los niños. No lo sé, pero me pregunto cuánto esfuerzo se hizo en fortalecer el liderazgo a nivel de las escuelas, porque eso es muy importante.

Habías estado en Uruguay hace dos años. ¿Cómo evaluás el estado de la discusión en relación con tu última visita?

Creo que hay evidencia de un desarrollo muy positivo. Los docentes que he conocido están muy entusiasmados por hacer más, de fortalecer el sistema educativo; percibo que hay un compromiso muy grande de los colegas de la ANEP para crear el ambiente en el que los docentes puedan hacer su trabajo. Creo que hay muchas razones para ser optimistas, pero, por supuesto, todavía hay desafíos muy grandes en su sistema educativo.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/11/mel-ainscow-experto-en-educacion-inclusiva-las-escuelas-saben-mas-de-lo-que-creen/

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Entrevista a Alejandra Birgin: «Sobre la técnica, la pedagogía y la ética»

Por Revista Saberes

—¿Cómo define a un docente sólido?

—Un docente sólido entiendo que es aquel que tiene las herramientas culturales, pedagógicas, didácticas, sociales, para tomar decisiones en el aula. Ninguna situación es idéntica a otra: las  investigaciones han mostrado que es falso que si yo aplico un método estandarizado de la A a la Z, todos van a aprender.

—Si hay alguna condición que debería tener una buena formación, ¿cuál sería?

—Esa pregunta alude a una intensa controversia y al concepto de que construir políticas públicas para este tema exige debates informados y acuerdos sociales, culturales, pedagógicos y políticos. No es un tema técnico, solamente. Nosotros entendemos que la formación docente tiene que tener componentes técnicos, pedagógicos y éticos. La pedagogía y la ética tienen que ver con las preguntas por los sentidos de lo que hago: para qué enseño; por qué enseño literatura latinoamericana y no literatura de autoayuda; por qué planteo la historia desde esta perspectiva, si incluyo, o no, también otras versiones. Hay que tomar esas decisiones.

¿Y qué les hace falta a los educadores para poder tomarlas?

—El docente debe cargar en su mochila con amplios saberes disciplinares, saberes técnicos y también con reflexiones pedagógicas y éticas ligadas a qué sujetos y a qué sociedad deseo contribuir a formar con los niños y las niñas que están en el aula. A los saberes los pongo en juego en función de esas variables: no son los mismos en un contexto rural que en un contexto urbano, no son los mismos este año que el pasado.

—¿Hubo una época de oro en la formación docente?

—Una mirada nostálgica de que todo tiempo pasado fue mejor, es un problema. Primero, porque es falsa. Segundo, porque “el acuerdo absoluto” no existió: también la formación que tuvimos fue un acuerdo contingente, epocal. Cuando el normalismo gana es porque otros sectores pierden (por ejemplo, la inclusión de otras culturas, otros modos de pensar la democracia escolar, etc.). En una entrevista a Stephen Ball —un inglés que hace sociología de la educación— en la que le interrogan por el nivel superior en el mundo, él va recorriendo cómo está la educación superior, cómo se privatiza, cómo avanza el mercado, va relatando la situación en América Latina y la entrevistadora le pregunta: “¿Y en la Argentina?”, y él dice: “La Argentina es un país que tiene rasgos muy particulares en la valoración de la educación pública”. Es lo que está en pugna en este momento. En ese debate, una insistencia permanente del Gobierno nacional actual es el desprecio por lo que propone la escuela pública y por lo que saben los docentes, por lo que hacen cotidianamente.

—En el campo de la formación específica no se preparan matemáticos ni historiadores sino profesores que van a dar Matemáticas y profesores que van a dar Historia. ¿Cree que el campo de la formación específica, que está conformado por especialistas —doctores y licenciados— se pierde de vista la perspectiva pedagógica?

—Es así más o menos. Si hablamos de la formación de profesores en la Argentina, casi el 30 por ciento hoy se forma en las universidades, según el último censo. En general, lo que muestran las investigaciones es que los egresados de las universidades se sienten más sólidos en sus disciplinas que en la perspectiva didáctica-pedagógica. Los que egresan de los institutos plantean lo contrario: que han recibido una formación más sólida en la didáctica y en la pedagogía y menos en la disciplina. Ahora bien, las universidades creadas en los últimos 20 años tienen propuestas que no encajan en ninguno de estos dos modelos.

—¿Cuánto de la práctica requieren los profesorados?

-Como docentes, el hacer es nuestro trabajo cotidiano. La pregunta es cómo se forma para el hacer. Hay una formación del hacer que es haciendo; pero también es tener una buena caja de herramientas, diría Foucault. Y una buena caja de herramientas es contar con buenas teorías a mano.

—¿Faltan horas de práctica?

—Los lineamientos curriculares nacionales establecen que las prácticas atraviesan toda la formación, deben comenzar en primer año. En Córdoba, tienen esta tarea muy afinada y una muy buena concepción de las prácticas y un modo interesante y complejo de aproximarse a ellas. Es una propuesta original, muy sólida.

—¿En los institutos de formación subsiste la idea de que la escuela secundaria no es para todos?

—La educación secundaria es un derecho y una obligación establecida por la Ley de Educación Nacional de 2006. Como dice Philippe Meirieu, un principio básico de la pedagogía es la convicción de la educabilidad del otro y la responsabilidad que me cabe para que eso sea factible no es individual, sino de las políticas y de las instituciones. La construcción de la obligatoriedad de la escuela primaria llevó décadas. La educación media tiene una matriz e historia elitista; entonces la formación de profesores también tenía esa marca. No es un giro mecánico decir que la escuela secundaria es para pocos, a decir que la escuela secundaria es para todos.

—¿Hablamos de un cambio de paradigma?

—Es un cambio histórico, un debate acá, en Francia, en México, en España. Estamos transitando ese cambio. Ahora, ese cambio requiere un debate político pedagógico, con los profesores de profesorados, con las profesoras de las escuelas, con los futuros docentes. Es una discusión político-pedagógica. El principio de educabilidad, la cuestión de los derechos, qué sociedad y qué sujetos queremos, está atrás de eso. Me parece que esa es una discusión que empezó a darse en las instituciones formadoras.

—Que eso ya es mucho.

—Si lo mirás en términos históricos, por supuesto que es mucho.

(*) Alejandra Birgin es responsable de la asignatura Panoramas de las políticas de formación docente en la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Directora de la maestría en Políticas Públicas en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Dirige equipos de investigación sobre formación docente.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2019/05/sobre-la-tecnica-la-pedagogia-y-la-etica/

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