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Entrevista a Oscar Laborde, presidente del PARLASUR «Necesitamos acuerdos de cooperación, más que de libre comercio»

Por: Sergio Ferrari/Rebelión

Es muy difícil que el tratado entre la Unión Europea y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) pueda ser aceptado por los parlamentarios de Argentina, e incluso, de algunos países europeos. En particular, si se tiene en cuenta tanto el resultado final como el proceso de elaboración. Reflexión contundente de Oscar Laborde, personalidad de primer nivel en la diplomacia sudamericana, desde 2016 diputado argentino en el PARLASUR (Parlamento del Mercosur), y a partir de enero del 2020, presidente de este legislativo regional. “Dicho acuerdo fue el resultado de un secretismo total, sospechoso e injustificado” subraya. “Nosotros, en tanto parlamentarios regionales, no tuvimos información precisa sobre el contenido del documento que se estaba negociando. Los legisladores argentinos, tampoco. Los empresarios y los sindicatos, en su mayoría, fueron descartados de su elaboración”, enfatiza Laborde, ex intendente de la populosa ciudad bonaerense de Avellaneda (entre 1999 y el 2003) y director del Instituto de Estudios de América Latina (IDEAL), perteneciente a la Central de Trabajadores de Argentina (CTA).

Los vicios y paradojas de dicho tratado firmado por el ex presidente Mauricio Macri a mediados del 2019, son notables. “Muchas veces nosotros, en tanto parlamentarios, tuvimos que recibir de nuestros pares europeos la información sobre los contenidos del documento en elaboración. Ni qué hablar de los sindicalistas argentinos que debieron informarse a través de las centrales gremiales europeas sobre lo que se estaba discutiendo”.

El gobierno anterior “ha definido que el acuerdo es por sí o por no, sin posibilidad de modificaciones”. Y eso no puede ser, enfatiza Laborde, quien anticipa que el mismo va a ser llevado al parlamento argentino donde, casi con seguridad, será rechazado en su forma actual, ya que no se puede aprobar si se tiene en cuenta el defectuoso mecanismo de elaboración. “Hay que reabrirlo, estudiarlo y conocerlo a fondo”, ya que es inconcebible que un documento que compromete de manera tan global las posibilidades futuras del país, no se conozca en detalle”, enfatiza.

Un “golpe” mediático del gobierno anterior

“Cuando a fines de junio del 2019 Macri -que estaba en ese momento en la reunión del G20 en Japón-, lo anunció, el gobierno necesitaba dar una buena noticia en momentos en que atravesaba una fuerte crisis y que no tenía ninguna buena noticia que anunciar”, explica Oscar Laborde. En ese contexto, la “forma en que informaron las autoridades argentinas fue patética, interesadas únicamente en el impacto mediático”.

El actual presidente del PARLASUR recuerda que, entonces, faltaba la traducción en muchas de las lenguas de los países europeos y tampoco se había hecho la traducción del inglés al español; ni se había integrado la revisión por parte de varias instancias técnicas. Además, se publicitó como si el acuerdo estuviera definitivamente cerrado y a punto de aplicarse, aunque faltaba la aprobación tanto de los parlamentos de los países latinoamericanos que integran el MERCOSUR como de sus contrapartes europeas.

“Se lo presentaba como un tratado muy bueno sin hacerse público los contenidos. Fue una real vergüenza. Faltaban varios pasos esenciales. El Gobierno anterior solo buscaba publicidad, argumentando las supuestas ventajas de un mercado de 500 millones de personas que se abría, pero sin detallar las condiciones, mecanismos y limitaciones”. Constatamos que hoy son varios los países europeos que tienen grandes preguntas y dudas sobre el documento, de igual manera que nosotros, puntualiza.

Su mirada crítica también involucra al acuerdo entre el MERCOSUR y la Asociación Europea de Libre Comercio (AELE), integrada por Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein. Dado a conocer el 23 de agosto del 2019, padece los mismos problemas en cuanto al secretismo de su elaboración. “Así como la falta de una proyección de futuro. No se realizaron simulacros económicos sobre el impacto del convenio a 5 años”, condición esencial en toda negociación seria y responsable, explica Laborde.

Dos concepciones diplomáticas… dos modelos de país

Esos acuerdos constituyen un ejemplo más -sigue reflexionando el diplomático argentino con rango de embajador- “del estilo de absoluta poca seriedad que tuvo la diplomacia argentina durante la gestión anterior”. Y expresa las dos concepciones, los dos modelos diferentes de país, el de Macri y lo que impulsa el actual gobierno, afirma.

Uno, el anterior, con el acento agroexportador, para nada preocupado en negociar realmente con la región y con una visión política e ideológica alineada con los Estados Unidos de Norteamérica. El otro, el actual, interesado en promover e impulsar la producción nacional, con salarios correctos e intensificando el comercio intrarregional. Nuestra concepción percibe a América Latina como un polo que debe negociar en un mundo multipolar. Con Estados Unidos, que es también un centro importante. Con el sudeste asiático, que es otro. Con China, con Rusia, con Europa. Negociando con todos, pero de igual a igual, insiste Laborde.

En la esencia de la nueva lógica internacional sobresale un concepto que el diplomático argentino desarrolla con maestría: más que libre comercio lo que debemos promover es la cooperación. “Libre comercio significa te vendo todo y te compro todo. Cooperación implica, expresar, selectivamente, lo que me conviene vender y lo que necesito comprar. Así lo entendemos nosotros. Convenios donde se establezca cómo cooperar con el otro”.

Eso implica, según el presidente del PARLASUR, “un análisis riguroso de área por área y producto por producto…por eso hablo de un acuerdo virtuoso de cooperación”. En ese sentido es inadmisible que el gobierno anterior, antes de firmarlo, no haya realizado, por ejemplo, un “simulacro de consecuencias comerciales”, que es esencial, que siempre se hace, y que implica analizar si se gana o se pierde, y la evaluación sobre que sector se beneficia o cual arriesga perjudicarse. “Altos funcionarios españoles, por ejemplo, me confiaron que ellos lo hicieron. Todos los países europeos, de hecho, analizaron profundamente esas eventuales consecuencias. Calcular el impacto es elemental”, insiste.

La lógica del gobierno anterior de firmar el tratado con Europa, residió en presentarlo como un gran logro, publicitarlo, y regocijarse por haber llegado a un resultado luego de 20 años de negociaciones, como ellos decían. “Para Macri era mejor un mal acuerdo que un no-acuerdo. Habla de su planteo. Nosotros también creemos que es necesario negociar. Tanto con Europa como con los diferentes polos mundiales, pero, conociendo los contenidos, debatiéndolos, permitiendo que cada uno haga sus cálculos y asegurando que se respete a fondo nuestra soberanía y la de los otros”, insiste.

Lógica futura

¿Cuál serán en el futuro los instrumentos diplomáticos latinoamericanos para intentar promover una visión realmente integradora?, preguntamos como conclusión. Por ahora no podrá ser la Unasur, subraya Laborde, haciendo referencia a la situación compleja que vive este organismo. Tampoco la OEA, (Organización de los Estados Americanos) con su Secretario General Luis Almagro, que “demostró que solo defiende los intereses de los Estados Unidos de Norteamérica en desmedro de los latinoamericanos y caribeños”. En este marco la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que incluye 33 naciones (toda la OEA, menos Estados Unidos y Canadá, pero con Cuba) “tiene la oportunidad histórica de poder potenciar proyectos populares en una región que, en el mundo actual, necesita más que nunca posicionarse en conjunto”.

Integración latinoamericana… a pesar de Bolsonaro

En la segunda semana de febrero se reunirá en Buenos Aires la comisión directiva del PARLASUR, encabezada por su nuevo presidente Oscar Laborde. Prometió su presencia en la reunión el nuevo Ministro de Exteriores argentino Felipe Solá. A fines de diciembre, Solá, se reunió con los diputados de este legislativo regional y reiteró que para el nuevo gobierno ésta es una instancia “preponderante”. Posición que implica un cambio sustancial. Nuevamente, los parlamentarios regionales vuelven a ser valorizados por el gobierno argentino. Durante los cuatro años de la gestión de Mauricio Macri, los legisladores del PARLASUR y el mismo organismo regional fueron prácticamente ignorados. Desoyendo una obligación legal, Macri no incluyó en el proceso comicial del 2019 la elección de los diputados argentinos al PARLASUR. El organismo regional, entonces, ratificó el mandato de los diputados argentinos que habían sido electos el 25 de octubre del 2015.

Oscar Laborde, pieza clave en la construcción de las relaciones regionales argentinas, tendrá un gran reto por delante: asegurar el funcionamiento y la dinamización del PARLASUR. Y promover la política de integración que concibe el nuevo gobierno, opuesta radicalmente a la no-integración regional a la que apuesta su par brasilero Jair Bolsonaro. Como lo analizaba en su columna semanal en Cítrica Radio de la tercera semana de enero, Oscar Laborde, fino analista internacional, recuerda la voluntad de Alberto Fernández de fortalecer la relación con México para “no quedar aislado…ni encerrado en una polémica suramericana con Brasil”.

En un análisis publicado en el Cohete a la Luna, Laborde reivindicaba la importancia de la Celac como marco “natural de la asociación continental”. La decisión de mediados de enero del año en curso de Brasil de suspender su participación en la Celac, creada en el 2010, integrada por 33 naciones y presidida a partir del 2020 por México, “es una forma de boicotear” todo aquello que pueda significar una política continental integradora y soberana, concluía Laborde.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=265096

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Cristian Olivé: “Ser un profe rebelde significa situar al alumno en el lugar que merece”

Por: Educación 3.0. 

En su nuevo libro, Cristian Olivé reivindica la ‘rebeldía’ en los docentes con el fin de atraer el interés de los estudiantes. Para este profesor de Lengua y Literatura no es otra cosa que dar respuesta a lo que los estudiantes necesitan

Cristián Olivé

“Cristian, ¿hoy qué vamos a hacer? Esa pregunta, como docente, genera adicción”. Así de contundente responde Cristian Olivé, docente de Lengua y Literatura, cuando se le pregunta por la reacción de sus estudiantes a los contenidos que plantea en el aula. Y es que es capaz de analizar el amor tóxico a través de las canciones de Rosalía o profundizar en los mensajes de las pancartas del 8M para introducir el debate de la desigualdad con el alumnado.

En su nuevo libro, ‘Profes rebeldes. El reto de educar a partir de la realidad de los jóvenes’, Olivé muestra la importancia de educar a través de las propias vivencias de los estudiantes, además de plantear cuáles son los retos a los que se enfrenta el profesorado en la actualidad y también en la educación que vendrá.

Pregunta: ¿Hay razones para ser rebeldes en la educación actual?

Respuesta: Hay razones para ser rebeldes porque nuestros alumnos lo merecen. Como docentes, nos encontramos con contenidos curriculares que se alejan de los intereses de los estudiantes y de lo que de verdad les va a servir en el futuro. Las instituciones no siempre están a la altura y, por ello, los que estamos a pie de aula debemos dar respuesta a aquello que necesitan nuestros alumnos. Defiendo una actitud activa por parte de los docentes para situar al alumno en el centro de su propio aprendizaje.

Se trata de saber seleccionar aquello que en realidad importa y potenciar lo que no está previsto en la programación pero que en realidad es esencial para el alumnado. Mi objetivo como profesor de Lengua y Literatura no es que todos acaben siendo filólogos. Mi intención, de hecho, es utilizar la lengua y la literatura para que mis alumnos se conozcan mejor, se descubran a sí mismos y acaben siendo ciudadanos responsables, tolerantes y felices. Para mí, eso es ser un profe rebelde.

P: En sus clases de Lengua y Literatura incluye canciones de Rosalía, series como Juegos de Tronos y hasta el contenido de las pancartas de la última manifestación el 8M, ¿cuándo empezó a introducir ese tipo de contenido en el aula? ¿por qué?

R: Siempre he intentado que mi materia vaya más allá de los contenidos más básicos. De hecho, actividades como el análisis de las canciones de Rosalía, que critican el amor tóxico, o de las pancartas del 8M, que evidencian la situación de desigualdad de la mujer en la sociedad actual, me permiten trabajar aspectos de lengua, literatura, pero también valores. No debemos reservar este último aspecto sólo para talleres o sesiones de Tutoría: tienen que estar presentes en cada momento y en todas las disciplinas para que nuestros alumnos crezcan como personas críticas y tolerantes.

P: ¿Qué objetivos persigue?

R: Siempre que planteo una actividad en clase, me pregunto qué pueden obtener mis alumnos al realizarla. ¿Les va a servir para descubrir un talento oculto que ni se habían planteado? ¿Para desarrollar un aspecto crítico sobre un tema que no se habían cuestionado? ¿O para entender mi materia de un modo más vivencial y auténtico? Cuando la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa, me lanzo a la piscina y propongo la actividad en clase. En muchas ocasiones, los objetivos que me había marcado desde un inicio se amplían en el transcurso de la actividad a partir de las sugerencias de los alumnos. Cuando eso ocurre y el ejercicio se engrandece con las propuestas de los propios estudiantes no puedo sentirme más satisfecho. ¡Acabo aprendiendo de ellos más de lo que esperaba que aprendieran de mí!

“Cristian, ¿hoy qué vamos a hacer? Esa pregunta, como docente, genera adicción”

P: ¿Cómo responden los alumnos ante estos contenidos? ¿y las familias?

R: Me hace mucha gracia porque los alumnos al principio se sorprenden ya que no se habían planteado que podrían aprender tanto con intereses de su día a día. Tras la sorpresa, llega la emoción. Suelen recordar aquellas actividades que les han hecho vibrar. Después, llegan las ganas de más. “Cristian, ¿hoy qué vamos a hacer?” Esa pregunta, como docente, genera adicción. Al utilizar algún elemento de su entorno, les estoy lanzando un mensaje muy claro: no juzgo lo que les gusta, sino que les demuestro que lo que hacemos en clase tiene una aplicación en la realidad. Aprenden de forma sincera. Por otra parte, las familias se muestran muy agradecidas porque entienden que esta metodología es para extraer el máximo potencial de sus hijos.

P: En su libro expone algunos de los retos a los que se enfrenta la educación, ¿qué papel tienen en ellos los estudiantes? ¿y los docentes y familias?

R: Los retos a los que se enfrenta la educación son los mismos retos que plantea el siglo XXI. Siempre hablo de una educación actual para dar respuestas a los problemas actuales. El mundo digital debe estar presente en el aula. Los docentes, como educadores que somos, debemos educar en el uso saludable de las redes sociales. Siempre digo que mirar hacia otro lado con el tema de los teléfonos móviles es dejar fuera también los conflictos que surgen del mundo digital. También es importante que desarrollen el espíritu crítico con el entorno natural y social. Para que sean ciudadanos libres, primero tenemos que enseñarles a ser tolerantes. Las familias, por su parte, deben caminar junto a los profesores. Cuando escuela y familia van de la mano, todo se vuelve más satisfactorio porque los alumnos ven que existe una comunicación plena.

“La sociedad no para de evolucionar y, por tanto, la escuela tiene que avanzar al mismo ritmo”

P: Además de ser un profe rebelde, en su libro reivindica la educación valiente, ¿qué significa eso?

R: Como decía antes, ser rebelde implica saber seleccionar lo que de verdad va a servir a nuestros alumnos. En Secundaria, los docentes somos especialistas de una disciplina y creo que es bastante valiente asumir que no todo lo que tiene que ver con nuestro ámbito lo tienen que saber nuestros alumnos. Para mí, es valiente saber dejar de lado algunos aspectos del currículum para potenciar aquellos que no están y que afectan al crecimiento personal y al autoconocimiento del alumno.

P: ¿Qué le sugieren las siguientes palabras? Rebeldía, escuela y vocación

R: La palabra rebeldía es una convicción; no una actitud. Ser un profe rebelde significa situar al alumno en el lugar que se merece, que es el centro. La palabra escuela me hace pensar en la sociedad. La escuela debe ser el reflejo de la sociedad; la sociedad no para de evolucionar y, por tanto, la escuela tiene que avanzar al mismo ritmo. Y la vocación es una palabra divinizada que no resume lo más importante: se puede ser profe por vocación, pero también conozco a colegas que no se habían planteado que acabarían dando clases y, sin embargo, son unos profesionales de los pies a la cabeza. Ser profesor es una filosofía de vida y, cuando uno ama lo que hace, se contagia esa pasión.

Fuente de la entrevista: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/cristian-olive-ser-profe-rebelde-significa-situar-alumno-lugar-merece/

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Colombia: Las ex-combatientes exigen más y mejor educación

Por: El Espectador. 

De acuerdo con una investigación del departamento de sociología de la Universidad Nacional, existe un sentimiento que las políticas que ejecuta el gobierno para atender su proceso de reincorporación a la sociedad civil se están quedando cortas.

«Las políticas que ejecuta el Gobierno nacional para atender el proceso de reincorporación a la sociedad civil de las mujeres no satisfacen las verdaderas necesidades de ellas ni incluyen una atención diferenciada». Esta es una de las falencias que evidenció Estefany Rodríguez Gutiérrez, magíster en Sociología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, después de realizar nueve entrevistas, cinco a excombatientes de las FARC y cuatro de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), en el periodo 2005-2015.

Además habló con profesionales reintegradores de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR, hoy Agencia para la Reincorporación y la Normalización, ARN) y con personal del programa implementado por el Distrito –que en su momento también fue significativo– para conocer su perspectiva y la explicación de cómo funciona la ruta de reintegración.

Para crear e implementar políticas públicas distritales y nacionales en atención a excombatientes –pensada a 6,5 años–, la ACR diseñó y ejecutó la Política Nacional de Reintegración Social y Económica para Personas y Grupos Armados Ilegales (PRSE), una concertación con entidades nacionales e internacionales en el marco del plan nacional 2006-2010.

El programa, dirigido a personas desmovilizadas de la guerrilla y paramilitares que no han cometido delitos de lesa humanidad y quieren regresar a la vida civil, fomenta sus habilidades y competencias ciudadanas para construir su proyecto de vida mediante una ruta de atención particular frente a las necesidades del individuo desmovilizado y la comunidad receptora.

Como política de Estado, la ARN está dirigida a la reinserción económica y social de excombatientes y abarca las dimensiones de atención psicosocial, salud, educación y trabajo, entre otras.

Las dimensiones educativa y laboral buscan que las excombatientes culminen todos los niveles escolares, con el propósito de facilitarles tanto el acceso exitoso a un empleo estable como la independencia económica.

Empleos precarios

Independientemente del bando de militancia, las respuestas reflejaron que las oportunidades que se brindan en educación e inserción laboral no atienden las necesidades reales de las mujeres, y que las actividades a las cuales se vinculan corresponden a roles tradicionalmente asociados con lo femenino, empleos informales y precarios con flexibilidad de horarios.

“Una de las principales falencias que deberá mejorar la ARN es fortalecer la política pública e incluir el enfoque de género, teniendo en cuenta las voces de las personas para construir la política y saber qué es lo que ellas necesitan, qué quieren estudiar y cuáles son sus aspiraciones, y además que la atención no sea generalizada sino particular”, destaca la investigadora.

En la dimensión educativa, el programa cuenta con cursos y convenios con instituciones para terminar el bachillerato, ya que “muchas de ellas no alcanzaron a terminar ni siquiera su bachillerato al momento ingresar a los grupos armados”, comenta la investigadora.

También hay convenios con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en programas técnicos y algunos tecnológicos, es decir que las posibilidades de acceder a una carrera universitaria son escasas; la ARN ofrece las universidades disponibles, pero en ese sentido el acompañamiento es nulo.

“Muchas de ellas quieren continuar o iniciar una carrera profesional, pero como no existen convenios, deben gestionarlo personalmente. Si quieren pagar su universidad deben hacerlo por medio de un crédito del Icetex”, comentó la magíster Rodríguez.

Y aunque al momento de trabajar como cajeras o vendedoras la ARN presta acompañamiento en el momento de la entrevista, pasados los 6,5 años la persona debe desempeñarse por su cuenta.

“Los trabajos a los cuales se vinculan las mujeres suelen ser de servicios domésticos, en restaurantes o cuidando niños y adultos mayores; son trabajos que no tienen en cuenta los roles que ellas vivieron durante su estancia en los grupos armados, algunos de orden militar”, advierte.

En este sentido, las solicitudes de las entrevistadas reflejaron que “el acompañamiento psicológico y en el ámbito productivo no es suficiente, ya que los casos se tratan de forma general cuando algunos manejan situaciones más complejas que otras; su tratamiento no puede ser el mismo y se debe seguir trabajando en mejorar las condiciones para que su reincorporación sea más efectiva”, concluye la investigadora.

Fuente de la entrevista: https://mba.americaeconomia.com/articulos/notas/colombia-las-ex-combatientes-exigen-mas-y-mejor-educacion

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Filipa Soares: “La educación no puede ser la salida profesional para el que no sabe qué hacer con su vida.»

Por Asociación Educación Abierta

Tuvimos ocasión de charlar sobre el “milagro educativo portugués” con Filipa Soares, Agregada para la Educación de la Embajada de Portugal en España, Directora del Instituto Camões en Madrid y Coordinadora de la red de enseñanza del portugués en España y Andorra. Destacó, en primer lugar, que en los últimos años se ha terminado con la dinámica de que el nuevo gobierno deseche todas las medidas del anterior. “Se ha apostado por sumar y no por restar”, afirma, y añade que el cambio de gobierno no implica necesariamente un cambio de equipo: “si es bueno, ¿para qué cambiarlo?”.

Portugal está invirtiendo un 5% del PIB en Educación, unos 7000 dólares por alumno. La inversión ha sido generalizada, no destinada a un estrato social en particular, aunque los resultados “son mejores también en los centros de entornos más desfavorecidos”. Sin embargo, considera que la inversión financiera no es lo único importante, por lo que, durante su ponencia, desgranó algunas de las medidas que se han llevado a cabo para mejorar su modelo educativo.

En primer lugar, considera relevante la apuesta por la educación infantil a nivel nacional: “empezando a edades tempranas, creemos que los alumnos mejoran su rendimiento y se integran mejor en el sistema”, afirma. En cuanto a las ratios, las aulas portuguesas tienen de media entre 25 y 30 alumnos, sin embargo, señala que “se ha detectado que el número de alumnos no ha significado una falta en la mejora del sistema”.

Portugal concede especial importancia a la formación docente, por lo que, poco a poco, el ministerio y otras instituciones han desarrollado programas de formación continua y “los profesores portugueses tienen la obligación de formarse a lo largo de toda su vida, un mínimo de 25 horas al año”. Hay ayudas tanto a profesores como a los centros para la formación en TIC y otras materias: “intentamos construir formaciones destinadas a las necesidades que declara el profesorado”.

Por otro lado, la directora del Instituto Camões celebra que las escuelas que mejores resultados están dando son precisamente aquellas que se encuentran en entornos más desfavorecidos. Esto se está logrando, según los informes, gracias a la motivación y colaboración de toda la comunidad educativa. Por ello, considera esencial conseguir que los profesores estén más motivados y receptivos al cambio: “si tenemos profesores motivados, vamos a tener mejores resultados (…). Hay que tener vocación.”, afirma. En ese sentido, advierte de que “la educación no puede ser la salida profesional para el que no sabe qué hacer con su vida. Hay que combatir la idea del profesor que va exclusivamente a fichar”.

Asume que todavía existen resistencias al cambio entre los docentes, a la hora de trabajar con sus compañeros y compartir sus materiales, por lo que apunta: “el profesor no es una isla, tiene que cooperar”. Para ello, “la dirección de las escuelas se tiene que implicar a fondo en el proyecto educativo y movilizar a toda la comunidad, haciendo de puente entre padres, profesores y alumnos”. Solo con más colaboración entre todos los implicados se podrán mejorar los resultados.

En resumen, Filipa Soares concluyó afirmando que la inversión financiera no es la más importante, sino que lo esencial es la apuesta por la inversión humana, para conseguir que la escuela sea “un lugar más apacible para todo el mundo, un lugar de encuentro”.

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Entrevista a Lourdes Gaitán: “Los niños no son una especie distinta, son actores sociales ya, no empezarán a serlo cuando cumplan los 18”

Lourdes Gaitán defiende que niñas y niños son sujetos activos que hemos de escuchar. El hecho de que no hayan alcanzado la mayoría de edad no debería determinar su estatus en este sentido.

Por Daniel Sánchez Caballero

Lourdes Gaitán, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, es pionera en España en la Sociología de la Infancia, una disciplina relativamente reciente que defiende la emancipación de la infancia y que los niños sean considerados actores sociales de pleno derecho y no una especie de extensión subordinada a los adultos. “Tampoco estamos diciendo que haya que dejar a los niños en la selva para que se apañen”, matiza. “Decimos que tenemos que reconocer que nuestra relación con las personas que hemos calificado como menores –porque hemos puesto una raya en una edad– es arbitraria, que no hay nada natural en la vida de las personas y que todo es socialmente construido”.

¿En qué consiste la sociología de la infancia?

La historia de la sociología de la infancia es bastante reciente, más o menos desde el año 1987, cuando Jens Qvortrup, un sociólogo danés, coordinó un número especial en una publicación científica. Los ingleses estaban ya también planteándose reaccionar frente a esa punto de vista dominante que era la sociología funcionalista y la psicología evolutiva. Y también en Estados Unidos empezaron a plantearse ver las cosas de otra manera. Lo primero es un cambio de mirada hacia las personas niñas. No son una clase diferente, no son una especie distinta. Es la especie humana, y la especie humana cuando nace lo hace bastante incompleta, como sabemos, y necesitamos un periodo largo de introducción en la vida social. Lo que sucede es que ese período de introducción, que es necesario desde un punto de vista biológico, es a la vez social. Hay todo un proceso de socialización, de cómo se es niño y se aprende a ser niño, cuáles son las expectativas sobre ser niño y cuáles son las respuestas esperadas. Y todo eso es lo que se ofrece en la socialización, que es una etapa de dependencia, aprendizaje, inocencia e ignorancia. Son toda una serie de connotaciones que vienen a decir: “Tú no eres”. Se define al niño por lo que no es, por lo tanto no tiene, no puede, no hace. Yo mando y se establece también una jerarquía de poder donde el poder lo tenemos en los adultos.

Nosotros decimos que esto no es natural, sino que es socialmente construido. Construimos la infancia de una manera determinada, fundamentalmente de orientación eurocéntrica occidental. Todo esto, está en la base de todas las manifestaciones que vemos luego, entre ellas este dichoso veto parental fundamentado en que quien decido sobre mis hijos soy yo, luego soy el propietario de mis hijos.

Pero si esto es una construcción social y las construcciones sociales son inherentes a las sociedad, no estamos inventando nada, más allá del cambio de paradigma. Quiero decir, la situación es la misma y parece que inevitable. ¿Qué supone este cambio de mirada que proponéis?

Hay dos paradigmas fundamentales en la Sociología de la Infancia. Uno es una construcción social, es decir, una adjudicación de sentido a un concepto que se construye socialmente. No es un proceso consciente de construcción, sino que se va haciendo en nuestras mentes a base de experiencias, mandatos, etc., etc. Es una construcción social, pero es un fenómeno permanente en toda estructura social, que tiene variaciones históricas, culturales, sociales, políticas y económicas. No es lo mismo vivir la infancia hoy en España que vivir la infancia hoy en Senegal, Perú, Turquía o China. Tiene variaciones locales e históricas. No es lo mismo ser niño hoy que serlo hace 50, 100 o 150 años en cuanto al estatus que socialmente se les concede. La otra pata de la Sociología de la Infancia es que los niños y niñas –es un rollo, pero es necesario hablar así porque no todos somos niños o niñas– son ya actores sociales. No lo empezarán a ser cuando cumplan dieciocho años. Son actores sociales porque intervienen, actúan de hecho en la vida social. No sólo porque con su presencia, en el momento que un niño o una niña llega a nacer en una familia ya transforma esa familia, transforma su entorno y empieza a interactuar con él.

Hay estudios sobre cómo influyen, cómo socializan los hijos a los padres. El cambio social les afecta y ellos también tienen respuestas frente al cambio social.

Más cosas de perogrullo que decimos es que eso de que los niños repiten como monos; no es cierto. Si los seres humanos nos hubiéramos limitado a repetir como monos, estaríamos en la Edad de Piedra. Es precisamente porque cada nueva generación está haciendo nuevas aportaciones y no las hace a partir de un momento físico determinado en su trayectoria vital. Por eso decidimos que esa definición de infancia socialmente construida también es construida por los propios niños y niñas. A nosotros nos gusta mucho hablar de los movimientos de los niños trabajadores. Como ejemplo: de qué manera los niños toman las riendas y la palabra y la voz de sus propios intereses. Pero en este momento tenemos también el ejemplo fantástico del Fridays for future (el movimiento por el clima entre los adolescentes), los movimientos de gente que es menor de la edad a la que los adultos decidimos que ya sí que pueden hablar, que son los 18; o el de Chile, en el que son los estudiantes de secundaria que desde 2012 empezaron a decir «esta sociedad es injusta».

Muchas preguntas de todo esto que me has dicho. Es inherente a la sociedad, entonces. ¿No es una construcción social? Sí, sí o sí. Una estructura social no puede no ser claro.

Claro que sí. En ese sentido sería igual a la construcción social que tenemos, que nos dice cómo esperamos que se comporte un padre de familia, una mujer soltera, un hombre de negocios, una estudiante de universidad, un aprendiz. Efectivamente, todo es ese proceso de conductas esperadas con respecto a los otros en función del lugar que le tenemos atribuido en la estructura social.

Y dentro de que obviamente no es lo mismo ser un niño hoy en España que hoy en China o que hace 40 años en Alemania, por ejemplo, ¿es un buen momento para la infancia?

A mí me parece que es bueno. Si haces esa perspectiva temporal, seguro que es mejor. La aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño en Naciones Unidas, que ha hecho treinta años el pasado noviembre, se considera un punto clave. Fue cuando se llegó a un consenso mundial y que, además, está suscrita por todas las naciones del mundo (menos Estados Unidos), que fijó esa imagen colectiva de lo que debe ser un niño o una niña o una adolescente, cómo hay que tratarlos, qué obligaciones tenemos para con ellos y qué derechos tienen también, qué pueden reclamar a la sociedad. Es un punto de partida, porque representa un consenso que, como todo documento, es criticable –y se critica que sea eurocéntrico, que sigue siendo proteccionista y adultista–. Se dice que no habrá discriminación por sexo o raza, pero no se dice nada de la edad. Implícitamente se admite que la edad es un motivo de discriminación para la infancia. La edad marca el eres o no eres, una cosa que criticamos quienes estamos en esto. Además, también hay datos cuantitativos que señalan efectivamente cómo en el mundo las condiciones de salud, de primera muerte, etc., han ido mejorando incluso en los países que consideramos menos desarrollados. Otra cosa que se valora positivamente es eso de que ha entrado en la agenda política; no tanto como debería, pero ha entrado. Hay un debate incluso en torno a esto del veto. Que es una manera de molestar, pero ha favorecido que se hablara de los niños en un sentido de su derecho a estar informados.

Elabora esto un poco.

Como persona de corta edad tengo derecho a recibir información, que es la educación sobre las cosas que me van a hacer falta para vivir. Todo esto son factores positivos que nos hacen decir que se va a mejor. Los niños y niñas tienen poca voz, pero tienen voz. Otra cosa es que luego no nos guste la voz que tienen. Se dice que Greta Thunberg (la activista climática) es una enferma. Una razón para esto es porque no se puede admitir un niño fuera de lugar. ¿Qué pasa porque tenga conductas diferentes a las que hemos construido colectivamente sobre lo que debe ser un niño? Pero precisamente porque los seres humanos rompemos las barreras es como la humanidad ha avanzado.

Claro, eso es lo que quiero comentar. Vale que hemos avanzado pero ¿ahora es el momento para los niños? ¿No se les hace un reconocimiento a sus derechos? Para nada, pero tampoco la sensación de que siempre es todo de una manera pasiva. Para ellos no es más; ahí tenéis vuestros derechos, pero tampoco queremos que intervengais mucho.

Esa es la cuestión. Prevalece todavía ese sentimiento proteccionista, pero también que hay una estructura de poder –por ahí se junta un poco con el tema de género– desde el punto de vista patriarcal, adventista. Y nuestro refranero está lleno de cosas así: «Cuando seas padre comerás huevos», «Cuando los mayores hablan, los niños callan»… Todo eso son cosas del pasado. Está en nuestro subconsciente colectivo. Y no hemos conseguido, como sociedad adulta, dar la vuelta al modo en el que tenemos de verlos. Para eso hay que mirarles como personas, no como objetos que piden juguetes. ¿Por qué les gustan los juegos? ¿Se interesan por los juguetes o son un signo social de potencia y de capacidad de un padre de comprarles cosas absolutamente inútiles? El asunto es si les miramos como objetos o si estamos dispuestos a considerarlos sujetos.

¿Crees que el hecho de que ahora haya una generación de niños que se está criando con referentes como puede ser Greta puede cambiar la manera en que ellos mismos se ven?

Creo que sí, que esas cosas empoderan a la infancia. Pero creo que Greta ha emergido al ver porque ya había algo, una capacidad de los niños y las niñas de hacer ese crecimiento social, esa socialización, al margen de lo que era tradicional. Esto es uno de los cambios que ha traído la sociedad en red. Antes los niños recibían fundamentalmente una instrucción en cuanto a conocimiento de la vida. Era fundamentalmente a través de los adultos. La sociedad en red lo que ha traído es la posibilidad de que los propios niños y niñas se comuniquen entre sí y a sus propias culturas. Uno de mis primeros contactos con la Sociología de la Infancia, con los movimientos de los niños trabajadores en este caso, fue en 2002. Se hizo en Berlín un encuentro de niños trabajadores de todo el mundo. Una cosa que yo he contado siempre es que la forma de vestir de los niños era muy similar. El tipo de pantalones, las camisetas, el tipo de corte de pelo era muy semejante. Esas culturas infantiles, con la capacidad de ser comunicadas a través de las redes, ha sido un factor de empoderamiento para los niños.

¿Estamos preparados como sociedad para este cambio si es que se llega a hacer?

No sé si como sociedad, pero como adultos no. Nadie con poder lo cede fácilmente. Es una estructura adultocéntrica, patriarcal, donde los que mandan son los mayores y tú ya mandarás. Que hay una vida hasta los 18 años y a partir de ahí hay otra vida plena se contradice con lo de que el aprendizaje es para toda la vida. Los que defendemos que hay que escuchar la voz de las personas que no tienen esa edad marcada de una manera artificial decimos que tienen ideas, opinión y cosas que contar. Esto no significa que haya que tratarles igual que a los adultos. Los seres humanos nos necesitamos unos a otros, la vida humana es dar y recibir, pero todo el tiempo. Los niños necesitan de nosotros. Los adultos necesitamos guiar, acompañar y conducir a esa difícil tarea que es crecer. La pregunta es: ¿lo hacemos de acuerdo con unas convenciones, con una construcción social que de alguna manera heredamos? En ese sentido sí que es muy parecido a otros movimientos que han transformado nuestras visiones, empezando por el feminista, que efectivamente es una reivindicación que viene del siglo pasado y que dice que las mujeres no somos una subclase. Sería una cosa un poco similar.

Ha salido Greta en la conversación. ¿Nos está molestando más a los adultos que sea una mujer o que sea una niña?
Que sea una niña. Seguro, porque se sale del marco. Es una niña que dicen que está manipulada sencillamente porque piensa. Asombraría que hablara un mono, pero que hable un niño no te tiene que asombrar. Es como cuando quieren tener voz en el proceso de separación de los padres; los niños en en estos procesos son como maletas. Cada vez que oigo decir: “Y entregó al niño”. ¿Qué dices? ¿Es una maleta? Esa persona podrá decir algo. La norma dice: “Cuando tengan uso de razón o cuando sean capaces de razonar y en todo caso, a partir de los 12 años”. ¿Quién determina que ya tienen capacidad de hablar? Otra cosa es que escuchar a los niños no sea hacer lo que digan, que es otra forma del paternalismo, sino tener en cuenta su opinión.

En general, las personas que están más cerca de los niños y las niñas –las madres y los padres, pero más las madres y los educadores– están mucho más próximos a entender a los niños y las niñas como seres humanos, no como menores. También rechazamos el término “menor”, porque minorizada. Es un adjetivo comparativo que se sustantiva para colocarlo como etiqueta a un grupo de personas y supone que esa persona no es porque si hay un menor hay un mayor, y el mayor es el que manda, el que decide.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2020/01/30/los-ninos-no-son-una-especie-distinta-son-actores-sociales-ya-no-empezaran-a-serlo-cuando-cumplan-los-18/
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Entrevista con Mónica Uanini “Hay que interpelar las biografías formativas”

Por Revista Saberes

—¿En qué sentido la formación docente es importante si se busca la inclusión y la calidad educativas?

—El destinario de la política educativa es el estudiante y el docente, el mediador. Los diseños curriculares fueron pensados en el marco del paradigma de educación con inclusión y de ciencias para todos, que va contra la selectividad y meritocracia que caracterizaron al nivel secundario. Entonces, el Estado debe ver cómo hace para institucionalizar eso, teniendo en cuenta que las biografías personales de los educadores, sus trayectorias formativas, tienen una fuerte impronta del carácter selectivo. La mayoría ha naturalizado una escuela selectiva, aun cuando la hayan cursado dentro de la obligatoriedad. Porque, para decirlo sociológicamente, el arbitrario cultural que ha ido conformando la secundaria, que está enraizado en diferentes instituciones, sujetos, cuerpos, prácticas, tiene más de 100 años.

—¿Cómo se modifica? ¿O cada quien enseña como aprendió?

Las biografías no son deterministas, hay plasticidad. El punto es cómo el Estado interpela esas formas de entender la enseñanza y genera espacios de transformación de las disposiciones que tengan alcancen jurisdiccional: desde el desarrollo de las didácticas específicas, hasta la propia formación docente. Si no se interpela eso que se tiene hecho cuerpo y no se ofrecen instancias para ensayar nuevas formas de pensar, de enseñar, de forma orientada, regulada por el propio Estado, con plazos prolongados y continuos; las biografías siguen teniendo su peso.

En las investigaciones sobre cómo saben lo que saben los docentes que están en el aula, en el marco de los nuevos diseños curriculares ¿qué pudiste observar? ¿Es cada maestrito con su librito?

—Hay una delgada línea. Hay criterios que hay que repensar acerca de qué significa institucionalizar un currículum: siempre hay márgenes de maniobra para que el docente lo recree según su propia formación. Ahora, si esos mandatos curriculares ni siquiera son objeto de lectura y valoración porque no hay nadie que esté ejerciendo la fuerza, de modo que se conviertan en asunto de trabajo para los educadores, estamos descuidando los procesos de inclusión de los chicos. Para mí es importante, políticamente, pensar la inclusión, en el saber. El modo en que el Estado gestione los procesos de mediación que los docentes producen respecto de ese saber es relevante, en términos de democracia, de igualdad educativa.

 —Y estos procesos de mediación ¿son desiguales, personales, difieren según cada docente?

—Son poco regulados, aunque ha habido cambios con las iniciativas del ISEP (Instituto Superior de Estudios Pedagógicos). Cuando uno lee los diseños, por ejemplo de Ciencias Naturales, dice ¡qué belleza!, pero cuando ves las mediaciones que se instalan respecto del discurso curricular, no es casualidad que no funcionen los laboratorios en las escuelas, que sigamos pensando de la Física en términos de caracterización de fenómenos naturales como fenómenos acabados o que todos los procesos que definen el hacer ciencia (la valoración de preguntas, hipótesis, experimentación, etc.) aparezcan parcialmente, sin conexión entre sí, o directamente no aparezcan. Transformar la enseñanza supone mucho trabajo estatal, porque detrás hay 100 años de sedimentación de prácticas que perviven no sólo en las instituciones y sus cuerpos, sino también en los institutos formadores. En los ISFD (Institutos Superiores de Formación Docente) uno todavía encuentra que lo que el diseño curricular da por sentado —contenidos y formas de enseñanza— todavía es objeto discusión por parte de los profesores.

—¿Cómo se produce este cambio cultural? ¿A través de la práctica? Parece que la teoría sola no alcanza…

—Pero de una práctica reflexivamente regulada desde un saber específico. Hay dos cuestiones que afronta la enseñanza de cualquier área de conocimiento. Uno, que todos puedan acceder y que  los saberes sean de calidad. Dos, que se rompan con los límites que establece entre asignaturas, el currículum de colección: los proyectos integrados forman parte de este desafío. Pero, a veces, un dispositivo pedagógico didáctico se olvida que hay que poder transformar también el modo en que los docentes saben lo que tienen que enseñar. El modo en que han aprendido el contenido disciplinar también tiene que ser objeto de trabajo, junto con la enseñanza. Por ejemplo, tenemos muchos docentes que no tienen formación pedagógica. Todos pueden recibir un curso teórico sobre el sujeto del aprendizaje, sobre las políticas de inclusión, pero ¿cómo se traduce eso en el aula: con este grupo de chicos, en este marco institucional, con estos compañeros docentes? En ese marco de traducciones, que es la propia práctica, faltan formas de ir registrando cómo se produce.

—¿Cómo se hace con los profesionales que dan clase sin título docente?

—Ahí tenés un problema estructural. Sin esos profesionales, los egresados de los profesorados no dan abasto para cubrir las horas en el sistema. Por eso es importante pensar no sólo la formación inicial, sino la continua. Flavia Terigi dice que la política tiende a depositar en la formación docente inicial, el cambio. Pero, hasta que eso ocurra, tenés chicos estudiando en la escuela secundaria, desatendidos en relación a modificaciones que el currículo ya planteó. Hay que trabajar con los educadores en el sistema. Muchos ingresan con biografías personales donde la enseñanza no ha sido trabajada como una práctica que tiene su sofisticación: abordar el aprendizaje de 30 estudiantes en contextos de problemáticas acentuadas, que aprendan todos y cada uno dentro de sus posibilidades, es de un nivel de complejidad altísimo, en un marco institucional de un currículum de colección, con escasas horas para determinadas materias.

—¿Quedan fuera contenidos a enseñar y capacidades a desarrollar?

—Muchas veces los docentes hacen recortes de aquellas cuestiones que les resultan inabordables (en el caso de Formación para la vida y el trabajo, por ejemplo, la cuestión de género). La línea de civismo se fue expandiendo con una serie de contenidos, como los derechos, que son socialmente controversiales: cuáles y cómo los entendemos. Dirimir esos procesos de mediación para garantizar la apropiación de los estudiantes de esos saberes supone un trabajo fuerte y esa es responsabilidad de la política. En el terreno conjetural, diría que en las prácticas del nivel secundario se reproduce una concepción de la enseñanza que está ligada a la libertad de cátedra, que en la universidad tiene otra función. En la secundaria, que tiene diseños, muchas veces es un escudo para desinteresarte sobre la política curricular. Hay cierta naturalización de que uno enseña lo que sabe; que si sos biólogo o ingeniero tenés un determinado saber y producís ciertas modificaciones al programa en función de en lo que sentís cómodo. Si uno sabe eso tiene que pensar la institucionalización de la política curricular con otra densidad y otra complejidad, lo que supone plantearse la formación continua de un modo mucho más orgánico y continuo.

 (*) Magister en Investigación Educativa por el CEA, Profesora adjunta de la cátedra de Antropología Cultural de la Escuela Ciencias de la Educación de la UNC y directora del proyecto de investigación radicado en el CIFFyH “¿Cómo saben los docentes lo que saben? Una aproximación a la relación con el saber en docentes de escuela secundaria estatal de Córdoba”.

Fuente: https://revistasaberes.com.ar/2019/05/hay-que-interpelar-las-biografias-formativas/

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«Un alumno con un dispositivo conectado posee el mundo»

«Un alumno con un dispositivo conectado posee el mundo»

Por: Selina Otero

«No posee una herramienta…. posee el mundo». Francesc Llorens Cerdá es filósofo y profesor de Filosofía en un instituto de Valencia (doctor en Educación y Tecnologías de la Información e-learning). En esta entrevista reflexiona sobre humanidades y tecnología. «El uso de tecnología es más creativo y racional si previamente se posee una madurez cultural y una formación ética», expresa

Filósofo y actualmente profesor de Filosofía en el IES Dr. Lluís Simarro de Xàtiva -València-. Doctor en Educación y Tecnologías de la Información (e-Learning) por la Universitat Oberta de Catalunya. Ha sido también docente de posgrado y máster en la Universitat Oberta de Catalunya y en la Universitat d’Alacant. Autor del libro «Postecnología ¿El final del sueño?» y coeditor del libro colectivo «El Bazar de los Locos. The Twitter Experience». En la actualidad prepara un nuevo libro, «La máquina de experiencias», sobre las relaciones entre filosofía, tecnología, sociedad y escuela.

¿Considera que la tecnología, como comenta en las entradas de su blog, nos puede llevar a una carrera por más y más que implica cierto riesgo?

De hecho, nos está llevando desde hace décadas. Un factor decisivo, a mi juicio, y sobre el que se pone poco énfasis, aunque en su momento la sociología sí lo remarcó, es la conversión que se produce tras la Segunda Guerra mundial en el sector tecnológico, que traerá como consecuencia en las siguientes décadas un cambio estructural en la concepción y la función de la tecnología. Este cambio puede describirse como el paso de la tecnología para el consumo al consumo de tecnología. Hablamos de tecnologías de masas. La tecnología deja de tener una función auxiliar en la vida cotidiana y pasa a ser el objeto de sí misma. “Poseer” tecnología es una cualidad vital y diferencial. Es lo que podría denominarse la autorreproducción del código tecnológico.

A fines de los 60 del siglo pasado, Alain Touraine señala que ha aparecido una nueva categoría social: la juventud. La juventud, se apunta ya en los escritos de la época, se define, entre otras cosas, por su pasión tecnológica. Esto es decisivo, pues el mercado tecnológico encontrará ahí su nuevo nicho de beneficios. Asociar tecnología a juventud, y ahora, incluso, a niñez, infancia o prenatalidad significa, además de garantizar el ciclo económico, contagiar antropológicamente al sujeto del llamémosle “virus del código”. Esta alianza, que no hace sino aumentar en la actualidad, es brutal y aceleradora. El riesgo, pues, es lo que acaso ya se advierte al final: la sustitución y la redefinición de lo humano por lo tecnológico.

El debate de la presencia de la tecnología en todos los ámbitos está llevando a repensar-reforzar la importancia de las humanidades (filosofía, pensamiento, historia, literatura) para mantener cierto sentido común en la sociedad. ¿Por qué es tan importante tenerlas presentes?

Las humanidades se hallan en franco peligro de extinción, pues que están en retroceso es más que evidente. La promoción del modelo neoliberal que favorece el know-how frente al know-why, los saberes exclusivamente ‘técnicos’, el pensamiento computacional, de raíz cognitivista, cuyo objeto es reducir todos los problemas a diagramas de flujo con salida óptima u optimizada, el estado de crisis económica permanente que hace perentoria la búsqueda de empleo, de cualquier empleo, frente a la reivindicación de la calidad laboral e incluso de la dignidad humana, todos estos fenómenos no se llevan bien, a priori, con las humanidades.

Dicho esto, las humanidades no pueden ser ya aquella fabrica de ‘latinistas y helenistas’, de la hablaba Ortega y Gasset, señalando con esta expresión el nulo impacto social del saber académico humanístico. Sin duda cumplen un papel subjetivo que, hasta cierto punto, puede aislarse de su utilidad social: es el noble ‘saber por el saber’. Pero cuando hablamos de conocimiento que tiene por objeto la vida social e histórica, los fenómenos humanos y sus problemáticas reales, en el aquí y el ahora, las humanidades no pueden desdeñar el potencial de herramientas poderosas de análisis que permiten complementar, ampliar, nunca sustituir, los enfoques tradicionales del conocimiento con nuevas técnicas de comprensión. Me gusta que las Humanidades Digitales se hagan un hueco creciente entre esta maraña de hibridaciones en que se ha convertido el saber en el presente. Estrategias como la ‘lectura distante’ de Franco Moretti han permitido aproximaciones reveladoras a las obras de la literatura mundial, añadiendo a los enfoques interpretativos tradicionales el análisis cuantitativo y de relaciones con el contexto (lo que ha sido posible gracias a las ingentes bases de datos digitales y a la potencia de aplicaciones y lenguajes que permiten representar la información en forma de redes), el trabajo de un economista tan prestigioso como Thomas Piquetti no sería posible sin la aplicación de herramientas digitales para representar y comparar series históricas de datos económicos, la geografía actual, la cartografía, no se entienden sin los SIG (Sistemas de Información Geográfica). Los mapas de asentamientos y actividades humanas, de uso de recursos y energía en tiempo real, las bibliotecas virtuales, las representaciones interactivas y tridimensionales de obras de arte…. Son inacabables los ejemplos, pero creo que es necesario visualizarlos, reivindicarlos y, en la medida de nuestro alcance, utilizar en nuestra actividad profesional y didáctica la potencia de esos medios.

En cuanto a la filosofía, por su naturaleza parecería menos proclive a la introducción de técnicas digitales, pero no es así. No olvidemos que la filosofía cubre muchos frentes, entre ellos la teoría de la información, la lógica o la ética de la inteligencia artificial, tan de moda y tan controvertida. En estos ámbitos, la computación es un elemento central. Si se sigue el trabajo de Luciano Floridi, por ejemplo, uno se percatará inmediatamente de ello. Las universidades han comenzado a impartir curos sobre filosofía y humanidades digitales. Y, en un sentido más general, la reflexión filosófica y antropologica sobre la sociedad digital es común entre los autores contemporáneos. Hace ya bastante tiempo publiqué un pequeño libro, Postecnología, ¿el final del sueño? que recopilaba una serie de artículos, alguno de los cuales cumplirá 20 años, que pretendían contribuir modestamente a esa reflexión.

Las tecnologías son una herramienta más en escuelas e institutos. ¿Cuáles son los principios de los que debe partir un docente/centro para la integración de esta herramienta? Si podemos hablar simplemente de herramienta…

Buen matiz, porque en absoluto podemos hablar simplemente de herramientas. Más allá del debate sobre la prohibición de los móviles en las aulas, sobre el uso de paquetes de hardware y software digital que comprometen nuestros datos y nuestra privacidad con las multinacionales Big Tech, la cuestión es si la tecnología que poseen nuestros alumnos, a la que prestan un uso determinado para el cual la adquieren, que les mantiene ‘conectados’, que expresa su vida en forma de imágenes, que los determina como seres ‘existentes’ en una comunidad de iguales, puede ser reconvertida, sin más, en una herramienta para el esfuerzo, el trabajo intelectual y las actividades didácticas. Mi respuesta es que se trata de esferas ontológicamente distintas, que en buena medida representan la distinción tradicional de la sociología entre trabajo y ocio.

Cuando un alumno posee un dispositivo conectado no posee una herramienta, posee el mundo. Un alumno con un móvil y datos es una entidad tecnológica y, por tanto, sistémica. Una simple herramienta suele tener unas affordances concretas que determinan su campo de posibilidades. Pero un dispositivo digital es una puerta solapada al cuerpo humano. Por ella entra información susceptible de ser convertida en conocimiento, pero también juego, adicción, pornografía; mediante esa puerta, o interfaz, se controla y se es controlado. Tal puerta, cuya relación con el yo es ‘integral’ y transparente, en la medida en que no se percibe ni como separada de él ni como alienante, no puede ser apresada en la forma de uso responsable/uso irresponsable. Sencillamente, esa distinción no tiene sentido más allá de que con ella queramos referirnos a que el alumno no saque el móvil cuando no queremos que lo saque y que busque en Wikipedia cuando se lo pedimos. Para este viaje no hacen falta alforjas, sino una simple norma de uso. La discusión en los medios y en las redes sociales pone frecuentemente el acento solo en esta ‘norma’. Por eso se habla de prohibir o no prohibir, pero a mi juicio ese debate no es ni educativo ni tecnológico per se. Es una simple norma de un reglamento. Dicho lo cual, me temo que no pueden ponérsele puertas al campo y que la prohibición por principio no es una buena estrategia.

El objetivo es que el alumno/a sea un creador, es decir, conseguir valerse de las tecnologías para crear, diseñar, solucionar problemas. ¿Lo ve así?

Quiero empezar señalando que el ‘alumno’ no existe. Es una entelequia. Existen personas en diferentes momentos del proceso educativo y en diferentes modalidades del mismo: infantil, primaria, secundaria, formación profesional, etc., Tales personas coexisten durante unas horas al día en centros con diferente perfil, dotación, extracción social, etc. A tales personas les ‘tocan’ en su vida de estudiantes docentes diferentes, con diferentes percepciones de la educación, con diferente competencia tecnológica y una capacidad para poner en juego esas herramientas también diferente. Esta es la realidad. O, más bien, habría que decir: esto son las realidades. El ‘sistema educativo’ no existe, es un concepto que, como decía Nietzsche, pierde sus determinaciones individuales en su propia generalidad. Es un mundo homogeneizador que debemos pensar como común, como igual, en la convicción de que este pensamiento es radicalmente falso. Por si fuera poco, los centros educativos son centros de poder, es decir, son reflejos de la sociedad: intereses departamentales, antigüedad, subvenciones, horas disponibles para programas, ratios, desdobles… problemáticas que no solo son educativas, sino también administrativas, burocráticas, arquitectónicas… Cuando hablamos de educación caemos en generalizaciones fútiles. Es fácil responder sí a la pregunta que me haces, porque es lo políticamente correcto y porque, de hecho, la capacidad de solucionar problemas, el famoso problem-solving, es el objetivo ideal de la preparación académica, o, al menos, de cierta concepción de la preparación académica. Otra vez falso. El hecho es que los profesores hacemos el máximo de lo que podemos con el mínimo de lo que disponemos.

Por no dejar la respuesta en el aire, los alumnos, algunos, ya utilizan la tecnología para hacer cosas: la formación profesional prácticamente en su totalidad no se entiende sin ella, las áreas de dibujo, tecnología, la robótica… Pero mi convencimiento particular es que, si puede hablarse desde un punto de vista solamente utilitarista de la tecnología, que creo que no, por lo que he dicho antes, el uso de tecnología es más creativo y racional si previamente se posee una madurez cultural y una formación ética. Y quizá al final, si la manejamos con estos skills, que son humanísticos, lleguemos a la conclusión de que no es el problema central de la educación. La escalera se tira, decía Wittgenstein, después de haber subido por ella.

Partiendo de su conocimiento y experiencia, este cambio de modelo social-relacional de tecnología presente en todos los ámbitos, ¿hubo otra revolución-cambio similar en la historia al que pueda compararse para que nos hagamos una idea del alcance de todo esto?

La prognosis es complicada cuando nos encontramos en el ojo del huracán. Prefiero, en este caso, recomendar al lector los trabajos de Lewis Mumford, Jacques Ellul o Günther Anders y que se forme una opinión por sí mismo.

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