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Lo normal

Por: Gloria Hurtado

Creo que no existe en el lenguaje diario expresión tan simple pero a la vez tan agresiva como la palabra “normal”. ¿Qué es lo normal? ¿Quiénes son normales? ¿Lo que no encuadra en lo normal se califica como “anormal”? ¿Usted es una persona normal?      ¿Cuántas veces se utiliza la expresión “normal” para explicar actuaciones? Pues bien, esa expresión “normal” (con todas sus implicaciones), muy posiblemente sea la causante de la mayor discriminación y exclusión contra los seres humanos. Lo “normal” puede convertirse en un arma absolutamente discriminatoria contra la integridad de una persona. Mafalda, la célebre filósofa argentina, dijo “una vez intenté ser normal. Fueron los peores cinco segundos de mi vida”. La normalidad como incluyente enfrentada a la diferencia y a la diversidad, estas catalogadas como raras o anormales. ¿Qué tanto  mas de la mitad de la humanidad se ha sentido “anormal” es decir fuera de la normalidad y esa diferencia ha sido demoledora para la construcción de la convivencia? Claro, todo lo anormal debe ser “curado” y sometido a lo normal. O sea que frente a la diferencia, a lo distinto, a lo raro,  la idea es abolirlo, suprimir, desaparecer pero nunca respetar.

Ni qué decir la responsabilidad de Ciencias como Psicología o Psiquiatría cuando catalogan comportamientos como normales o anormales. En un extraordinario libro “Una tribu propia”, Steve Silberman plantea una mirada diferente para comportamientos como el autismo o el asperger, donde el problema radica en la estrechez de concepción de lo cognitivo. En miles de escenarios, la discriminación surge porque “es raro”, “no es lo normal” ,“así no es”, “nunca se había visto”. Pensar que la aceptación de la diferencia, uno de los mayores logros del siglo XX, puede convertirse en el instrumento mas denigrante para la condición humana. Uno de los psiquiatras mas reconocidos en Psicoanálisis Bruno Bettelheim es fuertemente cuestionado por la forma como en su época, enfrentó el autismo, tratando de “normalizar” a estos niños  y no de aceptarlos diferentes.

Aquí estamos entonces frente al tema de lo normal y lo anormal. Pero mas que frente a palabras de diccionario, estamos frente a conductas que han producido dolor y  angustia inimaginables porque no han encuadrado en lo normal, es decir en aquello que la cultura (y a veces la ciencia) califican como aceptable. La homosexualidad es anormal. Macron, presidente de Francia y su esposa tienen una relación anormal. No desear tener hijos es anormal. Creer en mundos paralelos es anormal. La eutanasia es anormal. Los autistas son anormales.

Es anormal, es raro, vestirse con una ropa que “no encaja” dentro del protocolo. Romper costumbres es anormal. No casarse de blanco es anormal. La lista es interminable porque se nutre de la diversidad de un mundo que cada vez mas se libera de un único modelo, de un único criterio, de una única autoridad. La diferencia es una bofetada a lo establecido, a creencias que se cimentaron en la quietud, en lo que no se mueve, en lo que no cambia. Cada vez es mas claro que no existe una sola realidad y por lo tanto la diferencia es parte fundamental de la sobrevivencia. ¿Qué tan preparados estamos para aceptar la “anormalidad” como aquella conducta que se sale de los patrones esperados?

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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Mamá ¡suéltame!

Por: Gloria Hurtado

La mejor ocasión para hablar con la madre es esta semana, vísperas de su día, en medio de la parafernalia que arrastra la celebración. Flores, corazoncitos, panegíricos, poemas, en fin, todo lo que trae esta “inolvidable” fecha. Porque ya es hora, por favor, de que alguien tome la vocería y a nombre de la salud mental de los hijos e hijas, de los yernos y de las nueras, adultos todos, les diga, les suplique, les implore a las mamas “por favor, suéltame”. Por favor, déjame crecer, déjame volar, permite que construya una vida independiente. No me amarres con culpas, cuentas de cobro o sacrificios desmesurados. No, mamá, déjame crecer, déjame tomar decisiones. No quiero sentir mas que soy “el sentido de tu vida”, no quiero que este amor maternal se vuelva una cárcel, no quiero sentirme aprisionado en los barrotes del afecto culposo, no quiero hacer lo mismo que tu, amar como tu, comer como tu, vestirme como tu.

Déjame nacer emocionalmente. Déjame escoger pareja a mi antojo. No me chantajees con enfermedades psicológicas porque no elijo a la mujer u hombre por ti esperado. No soy igual a ti porque no nacimos en la misma época ni quiero convertirme en tu fotocopia. De esa manera no seríamos felices ni tu ni yo porque estaríamos desubicados viviendo en cuerpo ajeno. No te enfermes por mi. No sentencies que la única y mejor amiga eres tu, que la única en la que puedo confiar es en ti, porque  estas limitando mis contactos y me estas volviendo prevenido y paranoico. El mundo no se agota en tu espacio de madre. ¡Afortunadamente! Quiero existir independiente, quiero creer en el dios que mi vida elija, quiero descubrir la sexualidad que mi deseo construya, quiero agradecerte la vida pero no la hipoteques a tus frustraciones. No nací para que tu tuvieras por qué vivir. Suéltame mamá.

Que rico quererte, acompañarte y visitarte cuando es mi deseo o tu necesidad real, pero no cuando toque hacerlo porque si no, “no te quiero”. No digas por favor “primero conociste máma que esposa”, no destruyes el vínculo con el hombre o la mujer que quiero argumentando que tu vas primero. Si así fuera no podría existir el linaje humano. No me hagas heredero ni de tus odios ni de tus amores, no tengo porque cargarlos. Hay tantas cosas maravillosas de ti, en especial que me diste la vida y espero, a su vez, que me des la libertad para construirme como lo deseo, como el mundo de hoy lo necesita y de acuerdo a las personales circunstancias de mi actuar. No me metas en la mitad de las peleas con papá, porque me es difícil escoger entre ustedes . Ambos son mis padres. ¡Papá también es un buen hombre! Y no siempre te daré la razón porque no siempre la tienes. Ojalá no te escudes en el victimismo, no te luce y además sabes que no es cierto. Tu también perteneces a la raza humana y por lo tanto eres imperfecta, todos lo somos.

El amor de madre es necesario para la vida, siempre y cuando esta mujer tenga mundo propio y no considere la maternidad su “empleo”, lo que  impediría el crecimiento de los hijos. Si crecen quedaría “vacante” y no es fácil aceptar un “despido laboral”. Que lo pagarían los hijos, claro. Por eso el mejor homenaje es permitirle ser mujer, no amarrarla a la maternidad como su única fuente de vida, darle gracias  y dejarla ser. ¿Es posible?

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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Machismo femenino

Por: Gloria Hurtado

¿Por qué una mujer no abandona a un hombre torturador? ¿Por qué insiste en continuar a su lado después de las muendas que le propina? ¿Por qué le perdona (y le cree) para continuar con él? El tema tiene que ver con el machismo, pero hay que aclarar que no es lo mismo el machismo “ejercido” por un hombre que por una mujer. Aun cuando se habla del mismo comportamiento, desprecio y desvalorización de lo femenino, los hombres y las mujeres no lo vivencian con las mismas actitudes. Mientras que un hombre machista somete a la mujer, la obliga a obedecerle, la amenaza, la maltrata, le controla todo su mundo, el machismo femenino se manifiesta principalmente en la “necesidad” de la mujer de tener un hombre al lado, de no poder sobrevivir sin él, de no encontrarle sentido a su vida si un hombre no la “nutre”. No existe sin un hombre. Su valor radica en tener al varón con ella: sólo así, se sentirá viva, será valiosa, estará segura y podrá creer que “hay futuro”.

Ni siquiera importa si ese hombre la atropella. No, no importa, lo tiene al lado y eso basta. Su autoestima es tan pero tan poquita, que lo importante es que ese macho esté allí. Como si fuera un dios, como si fuera un generador de energía, lo necesita para sobrevivir. Por eso no quiere que la abandone, así la lastime. Le perdona una y otra vez. La vida de la mujer machista no significa nada si un hombre no la avala. Desde afuera de su historia se observan el maltrato, la humillación y la discriminación. Pero cual drogadicta, la mujer machista no lo ve, porque debe escoger entre vivir al lado de su torturador pero “con valor” o volverse invisible, ser como una cucaracha, si ese hombre no le hace el favor de “mirarla”.  Lo doloroso del machismo femenino, es que ella mujer le da todo el valor al hombre, educa hijos hombres poderosos y cuando tiene una hija mujer casi la compadece por la “desgracia” de haber nacido mujer.

La mujer machista no desprecia ni cuestiona al hombre, no. ¡Lo necesita! Es de las que critica despiadadamente a las otras mujeres siempre favoreciendo o disculpando al hombre. En un triángulo la mala es la “otra”, no el hombre, él puede ser una “pobre” víctima de las artimañas de la otra. En un embarazo no deseado, la sinvergüenza es la mujer no el que le hizo el mandado. Y así en el actuar entre hombres y mujeres, las responsables siempre son las mujeres. Porque la mujer machista tiene tal desvalorización de lo femenino, empezando por ella, que no puede tener una mirada equilibrada para sus congéneres porque todo lo que sea mujer y femenino o es malo, o no vale, o no sirve. Y claro, esta mujer, tan desvalorizada, no puede vivir sin un hombre. Si uno la deja o la abandona, necesita encontrar sustituto, cualquiera, para volver a darle sentido a su vida. Uno detrás de otro para repetir el mismo libreto de maltrato y desvalorización.

El círculo se rompe cuando ella se empodera. Cuando se mira a si misma y se da cuenta de que no necesita un hombre para valorarse. Despierta y su futuro es diferente. Debe mirarse a si misma para liberarse de la dependencia masculina. De lo contrario, es una machista camuflada, solo que ella tiene empaque femenino y juega  los dos roles victima y victimaria de si misma porque su aparente salvador es a su vez su verdugo. ¿Lo entiende?

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¿Cuál es la próxima?

Por: Gloria Hurtado

Cada día la sociedad se desgarra las vestiduras por los ataques de hombres contra sus parejas sentimentales. El asesinato diario es parte de la parrilla de noticias de la mañana. Marchas, pancartas, protestas, panegíricos, nada sirve, no cala. Vuelve y se repite. Ya no son asesinatos, ahora se llaman feminicidios. No me gusta ser ave de mal agüero pero los casos se seguirán dando. Por montones. Ni la cárcel, ni las condenas perpetuas logran “controlar” una ira desbordada de quienes se creen dueños de “sus amores”.  No sirve, qué pena. Cuántos expresan casi con orgullo “me pudro en la cárcel pero no se sale con la suya”, “no hace lo que le da la gana”. La emoción logra desbordar cualquier razonamiento, no hay barrera que contenga la ira, la rabia, la venganza, la traición. Nada sirve… Hemos alimentado inteligencias, mentes, pero no formamos en emocionalidad y mucho menos en niveles de conciencia. Aquí están las consecuencias.

Esta es una sociedad patriarcal. Una sociedad enferma a la que la cárcel no sana. Las pruebas están a la vista. Pero no se ven, no se cae en la cuenta. Es tan obvio el machismo que no se detecta. Para esta cultura es “natural” la superioridad del hombre frente a la mujer, viene por naturaleza. ¿Cómo contrarrestar esta idea?  Es como pararse frente a un cuadro y sólo ver lo que mi interior “escoge” ver. El machismo, la superioridad masculina, está allí a la vista pero no importa. En los foros, en los simposios, en las elecciones, en los puestos directivos, en los salarios, en la intimidad de las casas, en las religiones, en los oficios y cargos, en todo, allí está la superioridad y claro, la discriminación. Es una sociedad ilusa la que cree que con cárcel perpetua, o manifestaciones o protestas, los comportamientos van a modificarse. Para muchos, los machistas son “los otros”. Los que discriminan son los demás. Tocarse cada quien para revisar qué tan patriarcal y prepotente es, sería parte de un trabajo para cambiar mentalidad. Nos alimentamos a diario de machismo y creemos que el problema solo está en los hombres que asesinan a sus compañeras. Se pregunta acaso, ¿qué los forma? ¿qué los alimenta? ¿de qué se nutren?

¿Maluma merece la condecoración por su canción en aras de la libertad de expresión? ¿Los chistes, las burlas, las publicaciones con “mujeres-objeto” son válidas en aras de la no represión y la libertad individuales? Si supiera que una canción, una telenovela, una publicidad, motivan al asesinato ¿lo permitiría? ¿Estamos construyendo un monstruo llamado libertad, a cualquier precio y bajo cualquier circunstancia? Aun cuando no lo crea, todo ese “material”, incluído el humor negro, definitivamente alimentan el morbo y la patología social. No importa, primero va la libertad. Ojo, no todos tienen la misma capacidad de captar y los niveles de conciencia marcan diferencias abismales La cárcel ni cura ni sana. El trabajo está “en otro lado”, en el lado de los que nos creemos sanos, impolutos y no machistas.  Estas mujeres no pueden no saben defenderse. Seguirán siendo asesinadas mientras los “sanos” asistimos a la discriminación sin “verla”, repetimos estereotipos, tatareamos música, reímos de los chistes machistas. El asunto es mas complejo y menos instantáneo, créalo. Mientras ¿cuál es la próxima?

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¿Dónde está mi papá?

Por: Gloria Hurtado

¿Qué es un hombre? pregunta el hijo. Busca por ti mismo, responde el padre, porque la respuesta que me dio tu abuelo ya no es válida y no he encontrado otra. Paule Simone Los hombres se transforman.”

Afrontada (por decir lo menos) la revolución femenina, estamos viviendo una verdadera crisis masculina donde el hombre está siendo “obligado” a la reubicación de su rol si quiere sobrevivir a la hecatombe del mundo. Se le perdió el norte y no sabe para dónde va. Lo conocido ya no sirve. Esta nueva mujer le movió el piso (o será el trono) y él, varón, se extravió en la maraña del cambio. Le están diciendo de todas las formas posibles que se puede vivir sin él, que no lo “necesitan” para existir. Hoy entonces, tiene que “ganarse” su lugar y nada le viene dado “porque sí”, o porque “se lo merece o le corresponde”.

¿Quién lo obliga a moverse? ¿Qué tan dispuesto está a encontrar ese nuevo papel? La resistencia es enorme. El patriarca no quiere dar su brazo a torcer. El patriarca “aún” no siente que sea necesario un cambio. El patriarca pareciera que quisiera “devolver el tiempo” para continuar con el control de la vida de los demás. El machismo, aquel engendro que el patriarcado fabricó y que tanta desigualdad generó está viviendo “los estertores de la muerte”. El término patriarcado refiere a un estado social en que existe una desigual distribución de poder entre hombres y mujeres a favor de los primeros. Pero ¡ya no da mas! No existe un modelo “actualizado” de hombre y hay que construirlo. ¿Cómo? La respuesta no es fácil porque como en el viejo enigma entre el huevo y la gallina, “no hay modelo por lo tanto no hay copia”, pero no hay copia porque no hay modelo.

Hasta que la genética no apareció, un hombre nunca tuvo certeza de su paternidad. Dependía de la palabra de la mujer para aceptar si sus hijos eran realmente suyos. Como no tenía seguridad de su consaguinidad aceptaba sólo el rol de proveedor para no involucrarse afectivamente en una educación que debía ser tarea de la madre.  ¡Eran de ella! Su papel de padre lo desempeñaba a través de funciones autoritarias, dominantes, distantes, rígidas, controladoras. Pero ahora que la genética le confirmó su paternidad está buscando cómo ser un padre diferente en escenarios también diferentes a los de su educación. En especial existen dos factores modernos que debe enfrentar: está al lado de una mujer fuerte, autónoma que “no lo necesita” para levantar hijos y  el avance tecnológico que “inunda” la vida de los niños y adolescentes de hoy. ¿Cómo ser papá?

Sin modelo, algunos optan por “copiar” y terminan jugando el rol de “madres con pantalones” en una blandura, flojera, y complicidad que “toca arrebato”. Cuestionados su autoritarismo y violencia no saben cuáles son las funciones propias de un padre. Pero encontrar esas condiciones no es asunto fácil porque tienen que fabricarlas sin el modelo de su propio progenitor porque esa forma ya no aplica. Quedan dos opciones: reconstruir la función paterna desde los avances y conocimientos actuales, donde la energías masculinas y femeninas puedan articularse o, resistirse al cambio y seguir practicando lo antiguo, generando la violencia intrafamiliar o peor aún, los feminicidios.  Cada quien decide. Mientras, la sociedad pregunta “¿dónde está mi papá?”

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos?start=45

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Sevicia

Por: Gloria Hurtado

Sí, debe haber algo en el espíritu, en los genes de la raza colombiana, para que gocemos destruyéndonos de esta manera. Hay algo visceral, profundo, que no permite que podamos convivir. No, no son las Farc, ni las Bacrim, ni el ELN. Es usted, yo, el vecino, la familia, los primos, todos, los que guardamos un odio estructural que no importa que tan bien marquen datos objetivos como las cifras y números de la Economía o los resultados de procesos y avances. Nada importa, nada. Hay que esculcar hasta en las alcantarillas para ver que podredumbre encontramos. ¡Qué paradoja! Anhelamos una sociedad perfecta (que nunca existirá) pero nos regodeamos encontrándole defectos para luego reclamar por qué no es perfecta. Estamos inmersos en un círculo perverso, demoníaco.

Rafael Uribe Noguera cometió un crimen, debe pagar por ello, pero es claro que es un hombre mentalmente enfermo, como tantas otras personas que disfrazan su comportamiento. Una persona con dificultades mentales no tiene que perder la conciencia ni evadir responsabilidades. Pero eso no suprime la patología que lo invade. Sí, el obró con sevicia. Fue absolutamente irracional. Pregunto, ¿la sevicia con la que él obró es diferente a la sevicia con la que se le quiere cobrar su delito? ¿Cuántos otros “sanos” colombianos la “poseen”? Se reclama que no sean 51 años sino 60, denle, denle mas. ¿Para un enfermo mental, en qué cambia que no sean 60 sino 51?  ¿Quién dijo que la cárcel cura? ¿Quien dijo que repara? No, hay que darle mas, con sevicia. El obró malísimamente y está enfermo. Pero la sevicia de Rafael, el enfermo, ¿en que se diferencia de la sevicia de los que piden aumentar la condena? ¿Hay sevicias buenas y sevicias malas? ¿Dónde está la enfermedad de esta sociedad que goza con la venganza? ¿La condena a Rafael, hombre enfermo, resucita la niña? ¿Cuántos otros casos han sucedido como el de Yuliana (¿supo de la niña de Arauca?) pero no se han registrado porque la venganza y la retaliación es solo con ellos, con los “ricos” Uribe Noguera? Las estadísticas sobre abusos sexuales son pavorosas pero “desaparecen” cada día con un nuevo caso. ¿Aceptaría que a los Uribe Noguera se les hace linchamiento mediático? Ni siquiera se les acepta el perdón… “Ya para qué”. Nada de esta gente merece reparación. Malísimo lo de Rafael pero “muy apropiado” lo de la equilibrada sociedad que necesita la venganza. Hasta el fondo, hasta acabar con todo lo que huela a Uribe Noguera. ¿Seremos TODOS los que patológicamente nos estamos envenenando?

Como los individuos, las sociedades también se enferman. Existen colectivos humanos mas sanos que otros. Pero cuando una comunidad solo resuena en la rabia e indignación, motivada por el odio y la venganza, es hora de pensar en un cambio. ¿Cómo hacerlo? No es definitivamente en una Iglesia, dándonos golpes de pecho y “esperando” al Papa, mientras reclamamos venganza y nos jactamos de no perdonar.  Nos desgarramos las vestiduras “inmersos” en religiones de domingo pero no somos capaces de tener una mirada de compasión (no lastima) ante la condición humana. No significa que no se pueda cuestionar, argumentar, discutir. No hay que tragar entero,  no se debe perder la capacidad de crítica. Pero ¿tanto odio es sano? ¿A propósito, rezará en Semana Santa?

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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¿Las tragedias nos unen?

Por: Gloria Hurtado

Como que por fin somos hermanos. Como que por fin nos unimos por una causa común.  Como que por fin olvidamos diferencias y extendemos la mano sin medir que ideología nutre al dueño de la mano. La muerte, el dolor, la tragedia y el sufrimiento nos hermanan. La alegría, la paz, la armonía, la convivencia, por el contrario, nos separan, nos vuelven feroces enemigos. ¿Qué pasa con la idiosincrasia colombiana? Es impactante comprobar qué es el sufrimiento el que anula las diferencias, mientras que los logros, alegrías o resultados sanadores son los que nos distancian. En letra clara significa que estaríamos condenados a vivir sufriendo. Que estamos negados para la tranquilidad. Que no merecemos la armonía. Que nos queda grande la hermandad. Que si salimos de una guerra fabricamos otra. Que si terminamos un conflicto, nos inventamos otro…

En términos psicológicos un individuo que necesita vivir sufriendo es un masoquista. Su aprendizaje se construyó sobre lo negativo. Es alguien que aprendió que quienes decían que lo querían lo lastimaban porque esa era su forma de manifestar afecto. A las malas, a las patadas. La cultura  de “la letra con sangre entra”,  “porque te quiero te aporreo”, o lo que es mas grave aún, que “estamos en un valle de lágrimas” y la manera de ganar el cielo es el dolor, el sufrimiento. “¿Se ríe mucho? prepárese que ya le llegaran las lágrimas”. Frases, expresiones, sentires, que nuestra cultura vivencia como creencias y se vuelven comportamiento. En todas ellas está la marca del dolor, el victimismo. Las religiones enseñaron que sufrir abre las puertas del mas allá. Que el dolor permite conseguir los favores del dios en el que se crea. La caricatura que sintetiza el alma colombiana se llama José Dolores, el perfecto exponente de quien debe vivir sufriendo…  Nuestra música es trágica, dolorosa, está hecha para cantar la pérdida, el dolor, la angustia. Nos matamos 50 años dizque por una guerrilla pero ahora intentamos “destruirnos” por conceptos políticos. Sólo nos dejamos de odiar cuando la tragedia nos une.

Pero ojo y aquí está lo delicado. Quien es masoquista es también sádico. No existe masoquismo sin sadismo. Y entonces parece que cada vez mas la idiosincrasia colombiana es exponente de una personalidad sadomasoquista. Gozamos sufriendo e infringimos dolor porque nuestra esencia sólo vibra con el sufrimiento. O lo damos o lo recibimos: no se resuena con emociones diferentes. Sadomasoquista es quien necesita ejercer dominación, violencia o  agresividad para sentir excitación, o bien el que necesita lo contrario, sentirse humilladas, en una actitud sumisa o recibir dolor para conseguir placer. ¿Esta es el alma colombiana?

Alguien podría argumentar que al menos en el dolor somos hermanos porque sería muy grave que ni en eso estuviéramos unidos. Lo delicado es que no estemos hechos para recibir triunfos, reconocimientos o gratificaciones. Si llega un momento bueno, lo descalificamos. No lo merecemos. No disfrutamos, ni gozamos. No tenemos genes para la armonía, la amistad o la convivencia. Nosotros mismos le ponemos zancadilla a los logros. Destrozándonos es como nos sentimos colombianos. Al menos, claro, que llegue una tragedia como la de Mocoa y entonces sí, olvidamos las diferencias. ¿Ese es nuestro destino?

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos

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