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El COVID-19 puede favorecer los autoritarismos y debilitar las democracias: una mirada al C5i

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Dedicado a Rogelio Delgado Bogaert, Alfonso Moreno Martínez y Fonchy Lockward. Tres  grandes demócratas. Tres políticos íntegros.

El COVID-19 representa una seria amenaza para la salud de millones de dominicanos y también para la democracia dominicana. Esta pandemia no sólo exige poner atención a las alarmas sanitarias, sino también a las alarmas políticas, electorales y democráticas. Ambas amenazas deben ser  atendidas eficientemente.

Ambas tareas han de asumirse con sentido democrático y no autoritario. Los caminos autoritarios tienen en común el déficit democrático, es decir la imposición y decisiones sin sustento en el  parecer de la ciudadanía. La globalización del coronavirus ha puesto al descubierto las carencias democráticas de algunos países alrededor del mundo.  ¡Y el nuestro se inscribe entre ellos!

El COVID-19 también ha puesto a la vista de todos la capacidad de respuesta de las estructuras institucionales e infraestructuras sanitarias de una serie de países donde las privatizaciones llevaron a una contaminación significativa del sistema público de salud.  Nuestro país no ha sido la excepción, ha sido víctima de las mismas ambiciones de los mercaderes que asaltaron  la salud pública y esto debilita el deber democrático de garantizar  servicios de salud a todos los ciudadanos. 

El COVID-19 encontró a nuestro país con un sistema de salud colapsado, abandonado  y disminuido por las fuerzas salvajes de la privatización, que deja sin protección sanitaria a millones de dominicanos y principalmente a los más necesitados.

Otra gran tragedia del Sistema Nacional de Salud  es que dispone de un presupuesto insuficiente equivalente a un  2% del PIB, pese a que la Ley de la Estrategia Nacional de Desarrollo, END,  contempla una asignación equivalente al 4% del PIB a partir del 2020. La Conferencia Permanente de Partidos Politicos de América Latina y el Caribe, COPPPAL, que agrupa a más de 60 partidos de 29 países de América Latina, en su reciente asamblea realizada en Panamá, recomienda que se destine de manera inmediata y permanente el 6% del PIB, tanto para afrontar el presente del COVID-19  como  el “después” del COVID-19”.

El COVID-19 también encontró al país con un sistema democrático y electoral colapsado, confuso y con visibles rasgos de autoritarismo gerencial. El trauma electoral del 16-F, que condujo a  la nebulosa suspensión de las elecciones municipales programadas para el 16 de febrero del 2020, así  como  el “secretismo” entrampado y anodino que viene adoptando la JCE en la preparación de las próximas elecciones presidenciales y congresuales, ponen de manifiesto el alto nivel de riesgo y  letalidad a que está expuesta la democracia  dominicana.

El COVID-19 parece haber sido hecho a la medida de los gobiernos y políticos autoritarios que han proliferado en los últimos años. Mientras muchos de ellos no creyeron inicialmente en la gravedad de la pandemia, ahora les podría servir para recortar libertades democráticas, dar papeles y funciones protagónicos a los militares y policías en el manejo y control del COVID-19, así como hacer uso discrecional de presupuestos, préstamos, bonos  y donaciones; cerrar la frontera a la migración y exaltar el nacionalismo patológico frente a la cooperación entre países.

El COVID-19 coincide también con la tendencia global a contar con menos democracias. Desde 2006, según el Instituto Freedom House, con sede en Washington D.C., unos 64 países son menos democráticos mientras que sólo 37 gozan de más libertades. Las estadísticas e indicadores nacionales e internacionales  colocan al país entre los primeros. El declive autoritario proviene de gobernantes, legisladores y políticos que alegan que se deben limitar ciertas libertades para centralizar las decisiones en el Poder Ejecutivo.

La presencia de efectivos militares y policiales haciendo tareas civiles durante la pandemia genera inquietudes, especialmente en países como el nuestro donde los militares y policías tienen influencia sobre el poder político y viceversa. Según explica Augusto Varas, presidente de la “Fundación Equitas” de Chile,  y experto en cuestiones militares: «Una vez que las fuerzas armadas y policiales salen de sus marcos institucionales es muy difícil que retornen a los mismos, ya que su desprofesionalización las ha convertido en otra cosa”.

Los excesos cometidos por los militares y policías de aqui en el control de la movilidad durante la cuarentena, del toque de queda y el uso de mascarillas, acompañados de apresamientos en condiciones de riesgo, demuestran que algunos de ellos proceden al margen de lo previsto en la Constitución de República, en su propia Ley Orgánica y en la Declaración Universal de Derechos Humanos, que garantizan la seguridad de todos los ciudadanos, todo el tiempo y especialmente en situaciones de crisis, catástrofe y emergencia como el COVID-19, que está produciendo cientos de muertos y miles de infectados y serias afectaciones económicas y sociales.

Ante el miedo, la inseguridad,  la incertidumbre y sufrimientos la gran mayoría de los dominicanos requiere que se tomen medidas ejecutivas, rápidas, efectivas y atinadas por parte del gobierno y de las autoridades de salud. Sin embargo, las prioridades del gobierno y de las autoridades parecen no coincidir con las necesidades de las comunidades, los ciudadanos y los gremios médicos,  de enfermeras y bioanalistas del país.

Los gobiernos y políticos con tendencias autoritarias argumentan que ante la peligrosidad del COVID-19  conviene tener “mano fuerte” y favorecen un “poder fuerte centralizado”, y limitar los otros poderes, la libertad de circulación y el poder de expresarse ampliamente y libremente  en nombre de la defensa de  la “salud del pueblo”.

En este escenario, el gobierno del presidente Danilo Medina y la Comisión de Alto Nivel para la Prevención y Control del COVID-19, se proponen utilizar la “tecnología” para el control del COVID-19. Sin embargo, diversos expertos y organizaciones de derechos humanos alertan que la privacidad de los ciudadanos se podría ver violada, y que la información que hoy se recoge para detener la pandemia, mañana podría ser utilizada para el control político.

Relacionado con este tema, el afamado historiador hebreo Yuval Noah Harari escribió recientemente que la tecnología que se está usando en Corea del Sur, Singapur y Taiwán para seguir la pista de los móviles, reconocimiento facial a través de cámaras, y datos sobre temperatura corporal, podría servir para fines represivos en el futuro.  Dijo que enfrentamos el dilema entre “la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano”.

Señala, además, que los actuales gobiernos y políticos populistas atacan, mienten y desacreditan a la ciencia, generando climas de incertidumbre que sirven para promover regímenes autoritarios y poco democráticos. Cuestiones fundamentales para que la salida del COVID-19 no sea la entrada en una crisis de la democracia.

Ojalá que el Centro de Comando, Control, Comunicaciones, Computadoras, Ciberseguridad, (drones) e Inteligencia del Ministerio de Defensa (C5i), inaugurado recientemente por el presidente Danilo Medina, y que “recopilará datos de afectados del COVID-19 y velará por la seguridad nacional”,  no se convierta en  un centro de “seguridades militares y estratégicas” para favorecer el autoritarismo y reducir la democracia en nuestro país, sino todo lo contrario. Sin embargo, más allá de la inquietud, tranquiliza saber que los militares y policías son los verdaderos guardianes de la Constitución, la democracia y  estado de derecho. ¡Por encima de todo!

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8810274-el-covid-19-puede-favorecer-los-autoritarismos-y-debilitar-las-democracias-una-mirada-al-c5i/

Imagen: https://www.shutterstock.com/image-photo/rank-squad-russian-police-officers-on-1465485161?irgwc=1&utm_medium=Affiliate&utm_campaign=Pixabay+GmbH&utm_source=44814&utm_term=https%3A%2F%2Fpixabay.com%2Fimages%2Fsearch%2Fautoritarismo%2F

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Convertir el COVID-19 en un arma política causará más muertes

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Recientemente el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo: «Por favor, pongan la politización del COVID-19 en cuarentena. Si queremos ganarle, no debemos perder el tiempo apuntando con el dedo», y afirmó que «la unidad es la única opción para derrotar este virus».

Desgraciadamente en el país el COVID-19 está politizado. Lo han politizado el gobierno y los partidos políticos. Por un lado, el gobierno que considera tenerlo todo bajo control adoptando un protagonismo hegemónico y excluyente. Por otro, una oposición política dividida y debilitada, incapaz de obligar al gobierno a dar un giro a las políticas y  estrategias de prevención y control del COVID-19, garantizando los recursos que sean necesarios. Las caridades de  donantes deben ser acogidas, pero están en segundo lugar.

Gobierno y oposición tendrán que dividirse la responsabilidad por los muertos. Y también a nosotros nos tocará una parte si permanecemos indiferentes y en silencio mientras el número de muertes aumenta y también el dolor y el sufrimiento  de las familias. ¿A quién responsabilizaremos? Todos seremos culpables, incluyendo a los legisladores.

La situación del COVID-19 en el país es más grave de lo que se nos dice. Las cifras y el avance acelerado del virus son un claro ejemplo de esto. Según el epidemiólogo y salubrista Carlos Manuel Félix Cuello, Coordinador del Programa Control de Infecciones del Hospital Infantil Dr. Robert Reid Cabral, del Distrito Nacional, “las autoridades no han sabido manejar la enfermedad y  han centrado sus esfuerzos en una dirección incorrecta. La situación se le ha ido de las manos”. (Diario Libre, 8.04.2020). ¡Debe haber una sincerización ética de la situación, las medias verdades agrandan los efectos del COVID-19.

Pareciera, entonces,  que “estamos en manos de nadie”.  Nos encaminamos a un aterrador “sálvese quien pueda”. Estamos ante un momento muy delicado de la pandemia en el que se deben tomar decisiones acertadas y con la debida celeridad. Ni el gobierno ni la oposición política pueden  hacerlo solos. ¡Se salvarían muchas vidas si lo reconocieran!

La preocupación es doble. Estamos frente a un segundo virus: el  virus político. A la crisis del COVID-19 viene a sumarse el trauma político de la suspensión de las elecciones de febrero pasado y la incertidumbre de las elecciones de mayo, que ponen peligro la salud y la vida de la democracia dominicana. ¡Hay muchas cosas de esta crisis que deben ser aclaradas y sometidas al tamiz de la transparencia.

Hay dos grandes crisis. Y la segunda crisis, la política, no puede dejarse solamente en manos del gobierno ni de la Junta Central Electoral ni de los partidos políticos. Lo que suceda en el país en el ámbito político, económico y social  durante la pandemia y después de ella, tampoco puede dejarse en manos de los políticos y del gobierno.

No se trata de buscar “soluciones de cúpulas”. Sino decisiones provenientes de un esfuerzo colectivista, inclusivo y abierto a todos los sectores. La politización por parte del gobierno y de los partidos puede obstaculizar y patologizar una necesaria comunidad de solidaridad. ¡Hay pruebas de reiteradas exclusiones en momentos de crisis! 

Se requiere, con urgencia, tomar las medidas económicas adecuadas para limitar las consecuencias económicas de la pandemia sobre las personas, sobre todo  las más desfavorecidas. El sector privado debe estar también a la altura de las circunstancias, ayudando con recursos y aportando recursos humanos y logísticos. El Estado tiene la obligación de proveer todos los recursos necesarios. Y no como un favor del gobierno.

La crisis de la pandemia del COVID-19 en el país se da en un momento de profunda debilidad del gobierno del presidente Medina. Con instituciones gubernamentales ineficientes y muchas de ellas penetradas por la corrupción; que no ha conseguido encauzar las demandas sociales de las clases más necesitadas,  precisamente en una de las áreas que más pone a prueba esta crisis: los servicios públicos, y especialmente el sanitario.

El afrontamiento “asistencialista y populista” del COVID-19 por parte del gobierno de Danilo Medina constituye una prueba visible de politización inescrupulosa enfocada en conseguir votos para  las próximas elecciones presidenciales y congresuales, todavía inciertas.

El manejo de la crisis generada por COVID-19 constituye también una prueba para el liderazgo del presidente Medina, cuya popularidad y respaldo social no pasan  por su mejor momento. ¿Cuándo va a salir el presidente Medina de su mutismo y aparecerá en público para  testimoniar su solidaridad visible con el pueblo como primer mandatario de la nación?

Los partidos políticos, a su vez, también exhiben una desaforada politización proselitista frente al COVID-19. Su “solidaridad” se ve contaminada por  sus respectivas campañas partidarias de cara a los próximos comicios presidenciales y congresuales, capitalizados por candidatos y partidos con un “paternalismo” simulado para ganar puntos políticos a costa de la tragedia. Otros, de manera irresponsable, simplemente guardan un silencio cómplice.

Crear “alianzas y pactos” para afrontar las dos crisis. La del  COVID-19 y la crisis política (y también la crisis económica), tal como lo ha propuesto el líder del PRM, es una propuesta pertinente, necesaria y vigorosa que debemos hacerla de todos. El gobierno debe despojarse de su protagonismo excluyente para facilitarla. ¡Es una obligación moral!

El gobierno, como expresión sincera de una “no-politización mezquina”,  debe dar el primer paso para  propiciar el acercamiento colaborativo y responsable de todos los ciudadanos y de todos  liderazgos nacionales, sin exclusión. Sumados a la participación ineludible de  los partidos políticos, los empresarios, las iglesias, las universidades, el sector sindical, los intelectuales, los medios y las organizaciones comunitarias y profesionales. ¡Y deberá hacerlo con una urgencia ética para salvar vidas, aquí y ahora!

La politización parcializa, desenfoca, divide y embrutece política y emocionalmente. Dificulta, retarda y contamina la responsabilidad por el otro y el compromiso con la contribución individual e institucional para enfrentar la pandemia del COVID-19,  que acorrala al país y lo pone en situación de alta emergencia con resultados impredecibles. 

Pensemos como país. Pensemos para el país. Obremos con responsabilidad. No perdamos más tiempo. Las muertes aumentan. El COVID-19 nos está ganando la batalla. Detengamos las muertes. Salvemos vidas. Dejemos a un lado la nefasta politización que cobra vidas, que causa muertes. ¡Queda en las manos y  en la conciencia de todos!

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8804730-convertir-el-covid-19-en-un-arma-politica-causara-mas-muertes/

Imagen: https://pixabay.com/photos/mannequin-lying-down-street-dead-1208188/

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