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Abrir las escuelas, colegios y universidades: “?”, “!”

Por: Héctor Rodríguez Cruz

La escuela no tiene que replegarse en tiempos pandemia. Debe estar cerca de la ciudadanía y contar con un Plan de Respuestas Educativas en Emergencia y/o desastres.

Cuentan que el escritor y poeta francés Víctor Hugo se encontraba de vacaciones cuando realizaron el lanzamiento de su obra ‘Los miserables’. Al no tener noticias de su acogida entre el público le telegrafió  a su editor un sucinto «?». La respuesta que recibió fue igual de lacónica: «!».

Empujada por la COVID-19, la “escuela” dominicana se fue de vacaciones. Después de casi doce meses de silencio y soledad no sabe si la extrañamos o nosotros si nos extraña. Pero nosotros. Muchos. Los casi cinco millones de dominicanos de “escolares” y “escolarizados”, entre estudiantes, maestros, autoridades gubernamentales, rectores, empresarios, orientadores, investigadores, padres y tutores, protectores, directores, sindicatos docentes y otros defensores y servidores de la escuela queremos preguntarle a ella si quiere regresar y abrir sus puertas. Y lo hacemos como Victor Hugo: “?”.

Y nos llega su respuesta: “!”. Un vehemente sí cargado de alegría, optimismo y fortaleza.  Un grito, un salmo responsorial en alta voz que dice: “Yo quiero abrir las puertas”. Para rescatar sueños, proyectos,  y visiones de futuro silenciados por el miedo, el dolor y la muerte que trajo la pandemia.

¡Yo quiero abrir las puertas! Para sembrar esperanza en el corazón de todos. Para volver a crear comunidades solidarias y resilientes, capaces de apreciar, defender y cuidar las escuelas, colegios y universidades de la patria .Que hacen visible el “estoy aquí” mediante la “presencialidad”.

Pero no se trata de un exceso poético, reconociendo, sin embargo, que los poetas son educadores, creadores de utopías “pedagógicas” que conducen hacia la alteridad. Porque la escuela eso: una comunidad de “otros” con mentes y corazones solidarios. La escuela es eso. ¡Una comunidad inspirada en lo justo, lo bueno y lo bello; marcada por la  fraternidad y la sororidad!

Las escuelas, como las iglesias, no existen para estar cerradas. Hay que asumir la respuesta de la apertura de las escuelas como una decisión comunitaria dirigida por las autoridades. Tal como se expresa  en las Normas Mínimas para la Educación en Situaciones de Emergencia, Crisis Crónicas y Reconstrucción Temprana: “una respuesta educativa de emergencia, para ser eficaz, debe basarse en la participación activa de la comunidad”.

Para abrirlas,  ni miedo ni cansancio. En todo caso, prudencia inteligente hasta donde sea necesario. Hay que prevenir que la crisis en materia de aprendizaje se convierta en una catástrofe generacional. Es necesario que se adopten medidas urgentes. “La educación no sólo es un derecho humano fundamental, sino que es un derecho habilitante con repercusiones directas en el ejercicio de todos los demás derechos humanos”. Derechos que también tienen vigencia en tiempos de pandemia.

¿Y qué decir de la escuela virtual y a distancia? Resulta útil. Suele surtir efectos mejorables. Pero no sustituye la “proximidad”, el encuentro de la escuela presencial. Las previsiones muestran una cobertura variable: en países de ingreso alto la educación a distancia alcanza entre el 80 % y el 85 %, mientras que esa cifra desciende hasta menos del 50 % en países de ingreso bajo, y en ese escalón nos encontramos como país.

Ese déficit puede atribuirse en gran medida a la brecha digital, dado que la población desfavorecida tiene un acceso limitado a servicios domésticos básicos, como la electricidad; a una falta de infraestructura tecnológica y a niveles bajos de alfabetización digital de los estudiantes, los padres y los docentes. Así como a la falta de libros de texto adecuados a su nivel.

Las escuelas deben estudiar la mejor forma de volver a abrir sus puertas, mejorando el aprendizaje y ofreciendo una asistencia más completa para los niños, en todo lo relacionado con la salud, la nutrición, el apoyo psicosocial y las instalaciones de agua, saneamiento e higiene. Guardando la distancia social, cuidando el lavado de manos y el uso de mascarilla.

La apertura de las universidades resulta también de gran importancia para el país, dado su compromiso y su capacidad para el desarrollo del capital humano y la formación para el trabajo y para la vida.  De las 40 universidades e instituciones de educación que tiene el país, una gran cantidad de ellas  tendrá serias dificultades económicas para su apertura.

El país no puede permitir que se cierren, que “mueran” universidades públicas o privadas  Se hace, entonces, necesario el “rescate financiero” de las universidades por parte del Estado Dominicano, ya sea mediante préstamos con tasas preferenciales del Banco de Reservas o de “préstamos educativos de emergencia” gestionados por el Estado Dominicano ante el Banco Mundial, BM; el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, el Banco Centroamericano de Integración Económica, BCIE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico; OCDE. Y otros.

La escuela no tiene que replegarse en tiempos pandemia. Debe estar cerca de la ciudadanía y contar con un Plan de Respuestas Educativas en Emergencia y/o desastres, así como de Protocolos genéricos para hacer de sus espacios lugares seguros y resilientes. Hagamos nuestra la pregunta y la respuesta. “?”. “!”.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/abrir-las-escuelas-colegios-y-universidades-8915678.html

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Educar es cuidar: campaña de concientización para la prevención del COVID-19

Por Héctor Rodríguez Cruz

Ojalá que el gobierno dominicano se haga eco de esta propuesta. Ojalá que la iniciativa no se convierta en una tarea secundaria adicionada al quehacer de  ministerios y  otras instancias públicas.

Una gran mayoría de los dominicanos de todas las clases sociales le ha dado la espalda a la pandemia. La niegan. La ignoran. La desafían. Pese a que se dispone de mucha información sobre la gravedad del coronavirus y de la necesidad de seguir pautas para su prevención, muchas personas aún se niegan a aceptar el grave peligro del contagio del COVID-19. ¡Grave y preocupante también es la ignorancia!

Desgraciadamente, esto provoca que cada día las cifras de contagiados y de muertos vayan en aumento y que se alejen las posibilidades de detener el COVID-19 con todas sus consecuencias. Que son muchas, graves y costosas. No alienta en nada el saber que esta misma situación se da también en otros países.

En el país la situación presenta altos niveles de peligrosidad de contagio que no se detienen solamente con multas y apresamientos. Hay que ir más allá de estos castigos. Urge sensibilizar a todos los ciudadanos para que tomen muy en serio el cuidado de sí mismos, de sus familias y de los otros. No se trata tampoco de tolerar la falta de prudencia y de responsabilidad frente al COVID-19.

De lo que se trata es de concientizareducar, reeducar y motivar a toda la población para que asuma la prevención y el control de la pandemia de manera reflexionada, inteligente y responsable, comenzando por cumplir las medidas restrictivas impuestas por las autoridades sanitarias para evitar el contagio.

Quizás la idea de esta campaña no resulte tan novedosa. En septiembre del 2020 el Ministerio de Salud Pública y el Servicio Nacional de Salud (SNS) acordaron impulsar una campaña de gestión comunitaria y educación ciudadana contra el COVID-19. Aunque rindió sus frutos, la iniciativa tuvo un bajo impacto, debido a su cobertura limitada, la falta de preparación de los actores, su corta duración y su gobernanza.

Sin embargo, aprovechando aquella primera iniciativa, hay que concebir y realizar otras estrategias más abarcadoras, efectivas y medibles para mejorarla, vigorizarla y ampliarla mediante un mejor diseño, una mejor planificación y administración; mejor seguimiento y evaluación de la misma, involucrando un mayor número instituciones, líderes y agentes de todo el territorio nacional mediante una vigorosa alianza público-privada.

Proponemos una Campaña de Concientización para le prevención del COVID-19, “esencialmente educativa”, mediante un “Modelo de Abordaje Movilización Social/Comunitaria” que incluya , a su vez, programas de marketing social y acciones de divulgación y movilización comunitarias y de difusión en medios de comunicación públicos y privados, determinando el periodo de duración y la medición de su impacto. Enfocada, además, en la formación en ciudadanía.

La divulgación y movilización comunitarias incluyen además diversos enfoques e intervenciones, entre ellos: reuniones comunitarias, sesiones de capacitación o “concienciación” con la participación de autoridades públicas, expertos, gobiernos locales, gremios profesionales, líderes religiosos, comunitarios, académicos y empresariales; partidos políticos, legisladores (en representación de sus provincias y circunscripciones), agentes del orden público, comunicadores y medios de comunicación, incluyendo el acompañamiento “gratuito” de los Organismos Internacionales y de Agencias de Cooperación Internacional.

Otros métodos innovadores que pueden ser eficaces para la Campaña “Educar es Cuidar” que proponemos, incluyen el juego de roles, las tecnologías electrónicas (teléfonos móviles y computadoras), el teatro callejero, el arte, la música y las actividades culturales. Así como plataformas digitales o aplicaciones para mantener informados a los ciudadanos, ofrecer datos abiertos y permitir la participación pública como aprendizaje colaborativo y como expresión democrática.

El énfasis educativo de la Campaña de Concientización “Educar es Cuidar” constituye una estrategia particularmente útil que implica el “proceso de crear y transmitir un mensaje bien elaborado tanto para educar, con el fin de profundizar los conocimientos del público sobre el COVID-19, como para fomentar actitudes favorables y modificar normas sociales y comportamientos visibles indeseados”.

En este sentido, compartimos un caso exitoso. El Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, CIESPAL, y la Agencia de Cooperación Internacional del Japón, JICA, están desarrollando una campaña educativa de prevención del COVID 19. Se denomina ¡Vamos a cuidarnos! ¡Yo te cuido, tú me cuidas, nos cuidamos!, dirigida a los habitantes de la ciudad de Quito, Ecuador, donde se han registrado la mayor cantidad de casos. La campaña se inició en diciembre del 2020 y durará hasta el mes de marzo del 2021. ¡Si se puede!

Ojalá que el gobierno dominicano se haga eco de esta propuesta. Ojalá que la iniciativa no se convierta en una tarea secundaria adicionada al quehacer de ministerios y otras instancias públicas. Ojalá que se organice como un amplio voluntariado nacional movido e inspirado por una alianza público-privada. Y si se requiere de recursos, ahí están los millones generados por las “multas”.

En estos momentos de pandemia y de agravadas incertidumbres hay que educar al pueblo para dar un salto en su calidad de ser y en su “calidad de conciencia”. Es tiempo de educar para cuidar la vida. Para escapar de la muerte. Es tiempo de educar para cuidar la esperanza para que nos arranque de la apatía, la indiferencia y la resignación.

¡Educar es Cuidar! ¡Hagámoslo nosotros!

Fuente: https://acento.com.do/opinion/educar-es-cuidar-campana-de-concientizacion-para-la-prevencion-del-covid-19-8907837.html

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Chester Rodríguez: la responsabilidad por el oro en tiempos de COVID-19

Por: Héctor Rodríguez Cruz

 

No se trata de filosofar sobre la trivialidad. Ni de hacer un elogio a lo simple. O de rellenar el espacio cuando el articulista no ha logrado pescar un tema apasionante. Se trata de volver la mirada al amor y la ternura y al grito que nos recuerda nuestra responsabilidad por el otro ahora en tiempos de coronavirus. Se trata de compartir la historia de Chester Rodríguez, quien es adoptado y se integró a nuestra  familia cuando tenía dos años.

Desde entonces cuenta con protección en nuestra casa. Hemos tratado de hacerlo sentir que encontró el hogar que perdió. Desde su llegada hemos sincronizado nuestras biografías. No sabemos quién debe agradecer la presencia del otro.  Si él, porque encontró el hogar perdido o nosotros, que encontramos una oportunidad para pagar deudas y solidaridades por todos los actos de amor recibidos de parte  de conocidos y desconocidos, de vecinos y extraños. Y muchas nos quedan pendientes con los hombres, nuestros hermanos.

Mientras mi esposa Pilar trata de educarlo, yo en cambio soy más flexible. Celebro sus travesuras para hacerle olvidar sus soledades y su desarraigo.  A lo uno y a lo otro Chester responde con gestos de agradecimiento, que expresa con su mirada que nos recuerda que es más grato compartir la presencia  con los otros que sumirse en los retiros egoístas en nombre del derecho al silencio.

Yo no soy el primero en contar este tipo de encuentros. Cuento mi encuentro con Chester Rodríguez, mi leal Golden Retriever del cual no soy su dueño porque es libre. Como Neruda contó el suyo “Mi perro me miraba, con esos ojos más puros que los míos, perdía el tiempo pero me miraba, con la mirada que me reservó, toda su dulce, su peluda vida, su silenciosa vida, cerca de mí, sin molestarme nunca, y sin pedirme nada”.

Como lo cuenta  Antonio Gala, fecundo novelista y escritor español, en su libro “Conversaciones con Troylo”,  que recoge    una serie de artículos publicados en El País Dominical y recrea mediante una serie de charlas (imaginarias) que el autor tiene con su mejor amigo canino, un Teckel llamado Troylo con quien habla sobre la vida, la sociedad humana, la política, la economía y los temas sociales. El nombre de ‘Troylo’,  fue sacado de un pasaje de Shakespeare.

O como Adela Cortina afamada filósofa española contemporánea, que ha visitado  varias veces el país, que en su libro “Las fronteras de la persona. El valor de los animales, la dignidad de los humanos”, sostiene que los animales tienen un valor interno y tenemos obligaciones hacia ellos. Y más obligación con los hombres, nuestros hermanos, que al decir de Benedetti, “alguna vez ladran  por no llorar”.

Quien se habitúa –dirá  la filósofa- a no ser compasivo, agradecido y responsable con los animales acaba no siéndolo tampoco consigo mismo ni con los demás hombres. Tenemos deberes indirectos hacia los animales, actuar de manera cruel con ellos implica una falta de humanidad. Chester Rodríguez nos ha enseñado humanidad, nos ha enseñado a amar a las personas.

O como Benedetti que en su cuento “El hombre que aprendió a ladrar”,  refiere que  Raymundo le pregunta a  su amigo Leo que si ladraba bien. Leo le dice “Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano.”

Por su parte John Gray, considerado uno de los pensadores más importantes de nuestro tiempo, que en su libro “El silencio de los animales”, sostiene que los seres humanos son el vacío contemplándose a sí mismo. Y se pregunta: ¿por qué otorgar  este privilegio sólo a los seres humanos? Otras criaturas pueden tener “ojos más brillantes”.

Ahora en los tiempos pesarosos y lacerantes del COVID-19, la historia de Chester,  de Troylo y del hombre que aprendió a ladrar, llama a humanizar nuestra bestialidad  que contamina la soledad y el dolor de los maltratados por la pandemia. Y que invita a escuchar los gritos contra las  ausencias de fraternidad, de compasión y de amor al prójimo.

El COVID-19 nos proporcionará muchos gritos y muchos silencios. Si ya no se cultiva el silencio es porque admitir su necesidad hace necesario aceptar nuestra propia “inquietud interior”, condición que en otro tiempo se entendía como fuente de tristeza y que hoy se valora como una virtud. Entonces, hablar cuando hay que callar es perturbar esa quietud.

Perturbemos la quietud contaminada de los insensibles, quienes sean,  que no aman a sus hermanos ni otras cosas digna de amor. En tiempo de COVID-19,  perturbemos las falsas caridades de aquellos que se resisten a mirar el sufrimiento de los demás y a  asumir la responsabilidad por los otros.

Fuente:  https://acento.com.do/2020/opinion/8826213-chester-rodriguez-la-responsabilidad-por-el-oro-en-tiempos-de-covid-19/

Imagen: https://pixabay.com/

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Escuelas y universidades: ¿Abrirlas o mantenerlas cerradas?

Por:  Héctor Rodríguez Cruz 

 

La epidemia del COVID-19 se ha dejado sentir más profundamente en la vida cotidiana a nivel mundial, intensificando las perturbaciones y daños a la educación de más de 360 millones de estudiantes en todo el mundo, de acuerdo con las Naciones Unidas. Por su importancia e impacto, en todos los países del mundo el tema se ha convertido en un asunto de “seguridad nacional”.  ¡Aquí deberá suceder lo mismo!

La abrumadora preocupación está más que justificada porque las escuelas y universidades brindan una estructura y soporte para las familias, comunidades y economías enteras. ¡El efecto de cerrarlas durante días, semanas y meses podría tener repercusiones incalculables en los estudiantes, profesores, padres y las sociedades en general!

Sobre  la apertura de las escuelas y universidades del país, se tienen más preguntas que respuestas. Pero unas y otras gozan de igual  importancia porque impulsan la reflexión que deberá aportar pautas para tomar la mejor decisión, que no puede ser, como tampoco puede serlo en los demás sectores, producto de un decreto, una autorización presidencial o de una medida unilateral de las instituciones educativas. La responsabilidad de su apertura debe ser producto de la decisión concertada del gobierno, las autoridades educativas y todos los sectores del país. ¡Ni más ni menos!

Sin embargo, en este sentido no estamos partiendo de cero.  Resultan alentadores los esfuerzos logísticos y financieros que ha venido desarrollando el Ministerio de Educación desde el inicio de la pandemia. En el marco de su “Plan Nacional  Orientación Preventivo del COVID-19”, fueron distribuidos unos tres millones de brochures y otros materiales gráficos informativos en las 18 regionales y  los 122 distritos escolares del país. También hizo la transferencia de cerca de 380 millones de pesos a los centros educativos, colegios católicos, politécnicos y a las juntas de regionales y distritos escolares, para que dispusieran de los recursos necesarios en el plan preventivo.

Lo que sigue ahora de cara a la apertura resulta ser más complejo, amplio, delicado y costoso. Requerirá  duplicar, o más, los esfuerzos técnicos, logísticos y colaborativos y los recursos financieros. No se trata de una simple “apertura de las puertas”,  sino de la “reconstrucción” mancomunada de “la nueva normalidad” de la educación dominicana. Pongamos en “pause” las urgencias, prejuicios, intereses particulares y autoritarismos. ¡Constituyámonos en una “comunidad pensante y dialogante” para proteger la salud en las aulas y elaborar un  vigoroso plan resiliente para su apertura!

Para todo el país la apertura de las actividades educativas, tiene una dimensión comparable a la apertura de las  actividades económicas.  Se trata de la defensa del derecho a la salud en el aula de una población educativa de  más de 5 millones compuesta por estudiantes, profesores, investigadores, laboratoristas, bibliotecarios, personal administrativo, personal de limpieza, de apoyo al almuerzo escolar, animadores culturales y deportivos;  padres, madres, tutores y amigos de la escuela, así como grupos empresariales, religiosos y comunitarios comprometidos con una educación de calidad para todos los dominicanos. 

No se trata simplemente de volver al  segundo “dulce  hogar” con las manos en los bolsillos, sin planes ni proyectos de vida. De lo que se trata es de regresar con esperanza al templo de la sabiduría donde se  forman  los hombres y mujeres para construir una sociedad digna, justa, transparente, solidaria y democrática.  De lo que es   volver a aprender y vivir la “nueva realidad” de la educación dominicana,  pero sin miedo al contagio y a la muerte que trae el COVID-19. ¡Se trata de volver a las escuelas y universidades garantizando la salud en el aula de la mitad de la población  dominicana!

Por eso es esencial que las escuelas y universidades del país reabran sus puertas con todas las garantías para asegurar la salud en el aula y de que todas las autoridades educativas trabajen para hacerlo posible y que cada comunidad educativa, los sectores económico y social,  cada uno de sus miembros, se haga responsable de las medidas necesarias para una vuelta a las aulas con todas las garantías sanitarias, higiénicas, de salud y seguridad. ¡Aquellas escuelas y universidades que no estén en condiciones para garantizarlas, mejor será que permanezcan cerradas hasta puedan hacerlo!

La estrategia para la apertura de las escuelas y universidades deberá ser por etapas. Debe enfocarse en la metodología  de  una estrategia “progresiva y escalonada”.  El proceso debe cumplir con los criterios y requisitos de claridad, seguridad y certidumbre; y privilegiar siempre la salud y la vida. En algunas zonas y poblaciones  con alta letalidad y alto riesgo de contaminación se dificultará más la apertura. Así, la apertura de las escuelas y universidades de estas zonas sólo podrá realizarse cuando las condiciones sanitarias se lo permitan.  ¡Por eso, no todas podrán abrir al mismo tiempo!

La apertura puede realizarse siguiendo el paradigma del “semáforo actualizable de cuatro colores”: rojo, anaranjado, amarillo y verde. ¡El rojo representa las mayores restricciones y el verde la apertura de todas las actividades! El anaranjado permite realizar más actividades esenciales. Es moverse un poquito de la situación del rojo; las personas vulnerables podrán incorporarse a las actividades, pero con máximo cuidado. El semáforo amarillo implica una ampliación de las actividades sin restricción, podrán operar todas las actividades esenciales y no esenciales, pero con restricciones en espacios abiertos y cerrados.

Según este paradigma las escuelas y universidades en color rojo, es decir, de  zonas geográficas y poblaciones muy afectadas por el COVID-19, no podrán abrir.   Aquellas en color verde, situadas en zonas no afectadas y poco afectadas por el COVID-19, podrán abrir sin restricciones. Las situadas en las franjas anaranjadas y amarillas podrán abrir con restricciones y riesgos calculados. Todos los “colores” deben ir acompañados y administrados  por “protocolos y guías” para el cumplimiento de la medidas de prevención y control del COVID-19.

Las escuelas y las universidades del país no pueden detenerse durante el COVID-19, ya que constituyen una parte esencial de la recuperación en una crisis: aporta normalidad, un sentido de la rutina, conocimientos y habilidades necesarias para el desarrollo, la resiliencia en casos de especial vulnerabilidad social y económica y sirve de puente para salvar las distintas brechas sociales, económicas y educativas a las que se enfrenta parte de la población. ¡Pero el COVID-19 no puede dejarse  suelto, hay que prevenirlo y controlarlo!

Para evitar contagio y muertes en las aulas debido al COVID-19,  y facilitar su pronta apertura aboguemos por la estrategia de la  “apertura escalonada y progresiva” de las escuelas y universidades, siguiendo el paradigma del “semáforo actualizable de cuatro colores”.  Hasta ahora nos hemos centrado en la acción inmediata, en la atención de las “urgencias”, en la improvisación  y en el exceso de un optimismo  que da ánimos y reconforta en medio del desconcierto  pero, cuanto antes, hemos de dar paso a la “planificación”  y  la “preparación” de la “nueva realidad” de la educación dominicana. 

Es conveniente que el COVID-19  encuentre a las escuelas y universidades del país abiertas. ¡Pero sólo aquellas que llenen las condiciones para estar abiertas! Las que puedan garantizar y defender la salud y la vida de los más de 5 millones que componen la comunidad educativa nacional.  Las que no lo estén deberán ajustarse a un programa para adecuarse para la apertura. No nos dejemos contagiar  por  el espíritu conformista del “todo va a salir bien”. Hagámoslo posible. ¡Hagamoslo juntos!

Fuente:  https://acento.com.do/2020/opinion/8819100-escuelas-y-universidades-abrirlas-o-mantenerlas-cerradas/

Imagen: https://pixabay.com/photos/nurse-stethoscope-medicine-2141808/

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El COVID-19 y la “resiliencia educativa” del Ministerio de Educación

Por: Héctor Rodríguez Cruz

La reapertura de las escuelas encabeza las prioridades de los gobiernos de todo el mundo y de sus Ministerios de Educación. Constituye también la preocupación fundamental de alumnos y padres, de los maestros y de otros miembros del personal educativo y de los actores vinculados al sector educativo, debido a la incertidumbre que genera la naturaleza y evolución del COVID-19 y  las decisiones que se mantienen en “suspenso”.

El regreso a las aulas requiere de un marco de políticas y de recursos financieros que permita poner en práctica las medidas necesarias para garantizar el funcionamiento seguro, continuar con el aprendizaje, atender las situaciones de vulnerabilidad y garantizar la protección, el bienestar y la seguridad. Los centros educativos deben asegurar el perfecto estado de las instalaciones de agua, saneamiento y gestión de residuos, las medidas sanitarias y seguir procedimientos de limpieza y desinfección de las aulas y espacios comunes.

En muchos países hay presión para la reapertura de las escuelas porque se considera que su cierre no hace sino profundizar la fractura social. Los alumnos provenientes de familias humildes o con problemas económicos son a quienes más negativamente está afectando el confinamiento, pues habitan en viviendas más pequeñas y muchos no disponen de la tecnología adecuada ni de condiciones objetivas para seguir  los cursos desde su casa.

Aquí en el país, a juzgar por los niveles de  controversia y rechazo que han despertado en amplios sectores las medidas anunciadas por el Ministerio de Educación, de febrero a la fecha, tales como la terminación  del año escolar antes de tiempo, al “pase automático curso” de todos los estudiantes sin ser evaluados y  la reapertura incierta de las escuelas, pareciera que el Ministerio “camina lento” y un tanto “perdido”, mostrando una baja capacidad de respuesta para establecer los principales parámetros e instrumentos educativos, técnicos y logísticos para la adaptación de la población  escolar a las circunstancias moldeadas por el COVID-19.

Las escuelas del país están cerradas por el COVID-19. Esta situación genera grandes perturbaciones a los  casi  3 millones  de estudiantes,  200 mil profesores y técnicos del sector público y del sector privado, así como los padres, tutores y suplidores esperan por un “protocolo”, de alcance nacional y local, que garantice la seguridad sanitaria y la “preparación integral” para el reinicio seguro de las actividades escolares. Urge que los niños dominicanos vuelvan a la escuela. Pero han de hacerlo con todas las garantías para su salud, su seguridad y su protección. ¡Más cualquier otra, debe ser la primera prioridad de la educación dominicana en estos momentos!

El COVID-19 encontró a la escuela dominicana pauperizada, acorralada, “confundida” y, quizá, hasta un poco abandonada a su propia suerte. Con muchas carencias y necesidades desatendidas. Si bien es cierto que encontró  cientos de escuelas seguras, vistosas y bien equipadas, también es cierto existen cientos de escuelas a las que el COVID-19 le hará mayores daños. 

Escuelas “enfermas” que funcionan en patios, casonas y almacenes y carecen de las condiciones mínimas  para el aprendizaje, la enseñanza y la convivencia escolar, a pesar de que el Ministerio de Educación  cuenta con  elevado presupuesto de unos 200 mil millones de pesos, que equivale el 4% del PIB de la nación. Urge dedicar esfuerzos recursos logísticos y financieros a la “liberación” de la escuela dominicana de las cadenas del COVID-19. Pero urge también sanar a tantas muchas de  las taras, incompetencias y perturbaciones generadas por los descuidos e irresponsabilidades de “ayer y de hoy”, y que son el vestigio de una “revolución educativa al revés”.

Para encarar las perturbaciones educativas y sociales y el impacto perturbador del COVID-19 en las escuelas públicas y privadas, así  como  lograr la apertura exitosa y segura de las escuelas, con  garantías para su salud, su seguridad y su protección públicas y privadas, el Ministerio de Educación,  conjuntamente con otros sectores de la sociedad deberá plantearse a corto plazo la necesidad de la elaboración de un “Plan de Resiliencia para las Escuelas Públicas y Privadas después del COVID-19” que contenga las estrategias preventivas, técnicas y logísticas para “preparar”  a los maestros, a los alumnos, las instalaciones, aulas, laboratorios, los libros de texto baños, comedores, cocina, bibliotecas y sala de TICS,  para la reapertura de las escuelas y  su “nueva normalización”,  con las debidas y rigurosas medidas sanitarias para adecuarse a las nueva realidad de la pandemia y para evitar el contagio, la contaminación, el estrés  y otros efectos contaminantes del proceso aprendizaje-enseñanza, la investigación y la convivencia.

El  “Plan de Resiliencia para la Nueva Escuela  Pública y Privada después del COVID-19”, deberá  el resultado del trabajo conjunto del Ministerio de Educación, los maestros, los estudiantes, los padres, la Asociación Dominicana de Profesores, ADP, la Asociación de Instituciones Educativas Privadas, AINEP, las iglesias, las autoridades sanitarias, las alcaldías y las gobernaciones, los empresarios, las universidades regionales y locales, los constructores, los suplidores, los editores de libros de textos, Educación INICIA, Acción Empresarial por la Educa, EDUCA, el Programa de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, OEI, y el Programa Mundial de Alimentos, PMA. Más otros que quieran sumarse.

El “Plan de Resiliencia para las Escuelas Públicas y Privadas”  deberá ir acompañado  del “Programa Aulas Felices”, para  potenciar el desarrollo personal y social de los estudiantes y de los profesores; para promover la felicidad de los alumnos, los profesores y las familias. Tendrá dos componentes: La Atención Plena o “mindfulness” y la Educación de las “24 fortalezas personales” (Peterson y Seligman, 2004), agrupadas en torno a 6 virtudes y a otras competencias vinculadas, tales como creatividad, curiosidad, apertura mental, amor por el aprendizaje y perspectiva; valentía, perseverancia, integridad ; amor, amabilidad e inteligencia social; ciudadanía, sentido de la justicia y liderazgo; capacidad de perdonar, modestia, prudencia y autocontrol; y la apreciación de la belleza y la excelencia, gratitud, esperanza, sentido del humor y espiritualidad.

De cara a la construcción de la “nueva educación pública y privada después del COVID-19”, y por tanto, del “Plan de Resiliencia para las Escuelas Públicas y Privadas” y el “Programa Aulas Felices”, el Ministro de Educación puede revestirse de autoritario “cacique” de una tribu morada, con sus propios rituales partidarios y sin mezclarse con otros en su “territorio”.  O bien, en el líder resiliente,  aglutinador, inclusivo, dialógico, y democrático de la educación dominicana, que ennoblece la oportunidad de hacer posible el derecho de todos los dominicanos a una educación de calidad. Como una oportunidad de ser “ministro” (minister/ “el que sirve”), de “servir” a los dominicanos desde su Ministerio para construir desde la familia y desde la escuela  un país libre, transparente, justo y democrático.    

Que lo decida el Ministro. Es tiempo de “bajar las hachas” y “levantar las banderas del diálogo y la concordia” para ganarle la batalla al COVID-19, en nombre de la Patria educativa.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8817597-el-covid-19-y-la-resiliencia-educativa-del-ministerio-de-educacion/

Imagen: https://pixabay.com/images/search/escuelas/

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El COVID-19 puede favorecer los autoritarismos y debilitar las democracias: una mirada al C5i

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Dedicado a Rogelio Delgado Bogaert, Alfonso Moreno Martínez y Fonchy Lockward. Tres  grandes demócratas. Tres políticos íntegros.

El COVID-19 representa una seria amenaza para la salud de millones de dominicanos y también para la democracia dominicana. Esta pandemia no sólo exige poner atención a las alarmas sanitarias, sino también a las alarmas políticas, electorales y democráticas. Ambas amenazas deben ser  atendidas eficientemente.

Ambas tareas han de asumirse con sentido democrático y no autoritario. Los caminos autoritarios tienen en común el déficit democrático, es decir la imposición y decisiones sin sustento en el  parecer de la ciudadanía. La globalización del coronavirus ha puesto al descubierto las carencias democráticas de algunos países alrededor del mundo.  ¡Y el nuestro se inscribe entre ellos!

El COVID-19 también ha puesto a la vista de todos la capacidad de respuesta de las estructuras institucionales e infraestructuras sanitarias de una serie de países donde las privatizaciones llevaron a una contaminación significativa del sistema público de salud.  Nuestro país no ha sido la excepción, ha sido víctima de las mismas ambiciones de los mercaderes que asaltaron  la salud pública y esto debilita el deber democrático de garantizar  servicios de salud a todos los ciudadanos. 

El COVID-19 encontró a nuestro país con un sistema de salud colapsado, abandonado  y disminuido por las fuerzas salvajes de la privatización, que deja sin protección sanitaria a millones de dominicanos y principalmente a los más necesitados.

Otra gran tragedia del Sistema Nacional de Salud  es que dispone de un presupuesto insuficiente equivalente a un  2% del PIB, pese a que la Ley de la Estrategia Nacional de Desarrollo, END,  contempla una asignación equivalente al 4% del PIB a partir del 2020. La Conferencia Permanente de Partidos Politicos de América Latina y el Caribe, COPPPAL, que agrupa a más de 60 partidos de 29 países de América Latina, en su reciente asamblea realizada en Panamá, recomienda que se destine de manera inmediata y permanente el 6% del PIB, tanto para afrontar el presente del COVID-19  como  el “después” del COVID-19”.

El COVID-19 también encontró al país con un sistema democrático y electoral colapsado, confuso y con visibles rasgos de autoritarismo gerencial. El trauma electoral del 16-F, que condujo a  la nebulosa suspensión de las elecciones municipales programadas para el 16 de febrero del 2020, así  como  el “secretismo” entrampado y anodino que viene adoptando la JCE en la preparación de las próximas elecciones presidenciales y congresuales, ponen de manifiesto el alto nivel de riesgo y  letalidad a que está expuesta la democracia  dominicana.

El COVID-19 parece haber sido hecho a la medida de los gobiernos y políticos autoritarios que han proliferado en los últimos años. Mientras muchos de ellos no creyeron inicialmente en la gravedad de la pandemia, ahora les podría servir para recortar libertades democráticas, dar papeles y funciones protagónicos a los militares y policías en el manejo y control del COVID-19, así como hacer uso discrecional de presupuestos, préstamos, bonos  y donaciones; cerrar la frontera a la migración y exaltar el nacionalismo patológico frente a la cooperación entre países.

El COVID-19 coincide también con la tendencia global a contar con menos democracias. Desde 2006, según el Instituto Freedom House, con sede en Washington D.C., unos 64 países son menos democráticos mientras que sólo 37 gozan de más libertades. Las estadísticas e indicadores nacionales e internacionales  colocan al país entre los primeros. El declive autoritario proviene de gobernantes, legisladores y políticos que alegan que se deben limitar ciertas libertades para centralizar las decisiones en el Poder Ejecutivo.

La presencia de efectivos militares y policiales haciendo tareas civiles durante la pandemia genera inquietudes, especialmente en países como el nuestro donde los militares y policías tienen influencia sobre el poder político y viceversa. Según explica Augusto Varas, presidente de la “Fundación Equitas” de Chile,  y experto en cuestiones militares: «Una vez que las fuerzas armadas y policiales salen de sus marcos institucionales es muy difícil que retornen a los mismos, ya que su desprofesionalización las ha convertido en otra cosa”.

Los excesos cometidos por los militares y policías de aqui en el control de la movilidad durante la cuarentena, del toque de queda y el uso de mascarillas, acompañados de apresamientos en condiciones de riesgo, demuestran que algunos de ellos proceden al margen de lo previsto en la Constitución de República, en su propia Ley Orgánica y en la Declaración Universal de Derechos Humanos, que garantizan la seguridad de todos los ciudadanos, todo el tiempo y especialmente en situaciones de crisis, catástrofe y emergencia como el COVID-19, que está produciendo cientos de muertos y miles de infectados y serias afectaciones económicas y sociales.

Ante el miedo, la inseguridad,  la incertidumbre y sufrimientos la gran mayoría de los dominicanos requiere que se tomen medidas ejecutivas, rápidas, efectivas y atinadas por parte del gobierno y de las autoridades de salud. Sin embargo, las prioridades del gobierno y de las autoridades parecen no coincidir con las necesidades de las comunidades, los ciudadanos y los gremios médicos,  de enfermeras y bioanalistas del país.

Los gobiernos y políticos con tendencias autoritarias argumentan que ante la peligrosidad del COVID-19  conviene tener “mano fuerte” y favorecen un “poder fuerte centralizado”, y limitar los otros poderes, la libertad de circulación y el poder de expresarse ampliamente y libremente  en nombre de la defensa de  la “salud del pueblo”.

En este escenario, el gobierno del presidente Danilo Medina y la Comisión de Alto Nivel para la Prevención y Control del COVID-19, se proponen utilizar la “tecnología” para el control del COVID-19. Sin embargo, diversos expertos y organizaciones de derechos humanos alertan que la privacidad de los ciudadanos se podría ver violada, y que la información que hoy se recoge para detener la pandemia, mañana podría ser utilizada para el control político.

Relacionado con este tema, el afamado historiador hebreo Yuval Noah Harari escribió recientemente que la tecnología que se está usando en Corea del Sur, Singapur y Taiwán para seguir la pista de los móviles, reconocimiento facial a través de cámaras, y datos sobre temperatura corporal, podría servir para fines represivos en el futuro.  Dijo que enfrentamos el dilema entre “la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano”.

Señala, además, que los actuales gobiernos y políticos populistas atacan, mienten y desacreditan a la ciencia, generando climas de incertidumbre que sirven para promover regímenes autoritarios y poco democráticos. Cuestiones fundamentales para que la salida del COVID-19 no sea la entrada en una crisis de la democracia.

Ojalá que el Centro de Comando, Control, Comunicaciones, Computadoras, Ciberseguridad, (drones) e Inteligencia del Ministerio de Defensa (C5i), inaugurado recientemente por el presidente Danilo Medina, y que “recopilará datos de afectados del COVID-19 y velará por la seguridad nacional”,  no se convierta en  un centro de “seguridades militares y estratégicas” para favorecer el autoritarismo y reducir la democracia en nuestro país, sino todo lo contrario. Sin embargo, más allá de la inquietud, tranquiliza saber que los militares y policías son los verdaderos guardianes de la Constitución, la democracia y  estado de derecho. ¡Por encima de todo!

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8810274-el-covid-19-puede-favorecer-los-autoritarismos-y-debilitar-las-democracias-una-mirada-al-c5i/

Imagen: https://www.shutterstock.com/image-photo/rank-squad-russian-police-officers-on-1465485161?irgwc=1&utm_medium=Affiliate&utm_campaign=Pixabay+GmbH&utm_source=44814&utm_term=https%3A%2F%2Fpixabay.com%2Fimages%2Fsearch%2Fautoritarismo%2F

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Convertir el COVID-19 en un arma política causará más muertes

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Recientemente el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo: «Por favor, pongan la politización del COVID-19 en cuarentena. Si queremos ganarle, no debemos perder el tiempo apuntando con el dedo», y afirmó que «la unidad es la única opción para derrotar este virus».

Desgraciadamente en el país el COVID-19 está politizado. Lo han politizado el gobierno y los partidos políticos. Por un lado, el gobierno que considera tenerlo todo bajo control adoptando un protagonismo hegemónico y excluyente. Por otro, una oposición política dividida y debilitada, incapaz de obligar al gobierno a dar un giro a las políticas y  estrategias de prevención y control del COVID-19, garantizando los recursos que sean necesarios. Las caridades de  donantes deben ser acogidas, pero están en segundo lugar.

Gobierno y oposición tendrán que dividirse la responsabilidad por los muertos. Y también a nosotros nos tocará una parte si permanecemos indiferentes y en silencio mientras el número de muertes aumenta y también el dolor y el sufrimiento  de las familias. ¿A quién responsabilizaremos? Todos seremos culpables, incluyendo a los legisladores.

La situación del COVID-19 en el país es más grave de lo que se nos dice. Las cifras y el avance acelerado del virus son un claro ejemplo de esto. Según el epidemiólogo y salubrista Carlos Manuel Félix Cuello, Coordinador del Programa Control de Infecciones del Hospital Infantil Dr. Robert Reid Cabral, del Distrito Nacional, “las autoridades no han sabido manejar la enfermedad y  han centrado sus esfuerzos en una dirección incorrecta. La situación se le ha ido de las manos”. (Diario Libre, 8.04.2020). ¡Debe haber una sincerización ética de la situación, las medias verdades agrandan los efectos del COVID-19.

Pareciera, entonces,  que “estamos en manos de nadie”.  Nos encaminamos a un aterrador “sálvese quien pueda”. Estamos ante un momento muy delicado de la pandemia en el que se deben tomar decisiones acertadas y con la debida celeridad. Ni el gobierno ni la oposición política pueden  hacerlo solos. ¡Se salvarían muchas vidas si lo reconocieran!

La preocupación es doble. Estamos frente a un segundo virus: el  virus político. A la crisis del COVID-19 viene a sumarse el trauma político de la suspensión de las elecciones de febrero pasado y la incertidumbre de las elecciones de mayo, que ponen peligro la salud y la vida de la democracia dominicana. ¡Hay muchas cosas de esta crisis que deben ser aclaradas y sometidas al tamiz de la transparencia.

Hay dos grandes crisis. Y la segunda crisis, la política, no puede dejarse solamente en manos del gobierno ni de la Junta Central Electoral ni de los partidos políticos. Lo que suceda en el país en el ámbito político, económico y social  durante la pandemia y después de ella, tampoco puede dejarse en manos de los políticos y del gobierno.

No se trata de buscar “soluciones de cúpulas”. Sino decisiones provenientes de un esfuerzo colectivista, inclusivo y abierto a todos los sectores. La politización por parte del gobierno y de los partidos puede obstaculizar y patologizar una necesaria comunidad de solidaridad. ¡Hay pruebas de reiteradas exclusiones en momentos de crisis! 

Se requiere, con urgencia, tomar las medidas económicas adecuadas para limitar las consecuencias económicas de la pandemia sobre las personas, sobre todo  las más desfavorecidas. El sector privado debe estar también a la altura de las circunstancias, ayudando con recursos y aportando recursos humanos y logísticos. El Estado tiene la obligación de proveer todos los recursos necesarios. Y no como un favor del gobierno.

La crisis de la pandemia del COVID-19 en el país se da en un momento de profunda debilidad del gobierno del presidente Medina. Con instituciones gubernamentales ineficientes y muchas de ellas penetradas por la corrupción; que no ha conseguido encauzar las demandas sociales de las clases más necesitadas,  precisamente en una de las áreas que más pone a prueba esta crisis: los servicios públicos, y especialmente el sanitario.

El afrontamiento “asistencialista y populista” del COVID-19 por parte del gobierno de Danilo Medina constituye una prueba visible de politización inescrupulosa enfocada en conseguir votos para  las próximas elecciones presidenciales y congresuales, todavía inciertas.

El manejo de la crisis generada por COVID-19 constituye también una prueba para el liderazgo del presidente Medina, cuya popularidad y respaldo social no pasan  por su mejor momento. ¿Cuándo va a salir el presidente Medina de su mutismo y aparecerá en público para  testimoniar su solidaridad visible con el pueblo como primer mandatario de la nación?

Los partidos políticos, a su vez, también exhiben una desaforada politización proselitista frente al COVID-19. Su “solidaridad” se ve contaminada por  sus respectivas campañas partidarias de cara a los próximos comicios presidenciales y congresuales, capitalizados por candidatos y partidos con un “paternalismo” simulado para ganar puntos políticos a costa de la tragedia. Otros, de manera irresponsable, simplemente guardan un silencio cómplice.

Crear “alianzas y pactos” para afrontar las dos crisis. La del  COVID-19 y la crisis política (y también la crisis económica), tal como lo ha propuesto el líder del PRM, es una propuesta pertinente, necesaria y vigorosa que debemos hacerla de todos. El gobierno debe despojarse de su protagonismo excluyente para facilitarla. ¡Es una obligación moral!

El gobierno, como expresión sincera de una “no-politización mezquina”,  debe dar el primer paso para  propiciar el acercamiento colaborativo y responsable de todos los ciudadanos y de todos  liderazgos nacionales, sin exclusión. Sumados a la participación ineludible de  los partidos políticos, los empresarios, las iglesias, las universidades, el sector sindical, los intelectuales, los medios y las organizaciones comunitarias y profesionales. ¡Y deberá hacerlo con una urgencia ética para salvar vidas, aquí y ahora!

La politización parcializa, desenfoca, divide y embrutece política y emocionalmente. Dificulta, retarda y contamina la responsabilidad por el otro y el compromiso con la contribución individual e institucional para enfrentar la pandemia del COVID-19,  que acorrala al país y lo pone en situación de alta emergencia con resultados impredecibles. 

Pensemos como país. Pensemos para el país. Obremos con responsabilidad. No perdamos más tiempo. Las muertes aumentan. El COVID-19 nos está ganando la batalla. Detengamos las muertes. Salvemos vidas. Dejemos a un lado la nefasta politización que cobra vidas, que causa muertes. ¡Queda en las manos y  en la conciencia de todos!

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8804730-convertir-el-covid-19-en-un-arma-politica-causara-mas-muertes/

Imagen: https://pixabay.com/photos/mannequin-lying-down-street-dead-1208188/

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