Por: Héctor Rodríguez Cruz
La escuela no tiene que replegarse en tiempos pandemia. Debe estar cerca de la ciudadanía y contar con un Plan de Respuestas Educativas en Emergencia y/o desastres.
Cuentan que el escritor y poeta francés Víctor Hugo se encontraba de vacaciones cuando realizaron el lanzamiento de su obra ‘Los miserables’. Al no tener noticias de su acogida entre el público le telegrafió a su editor un sucinto «?». La respuesta que recibió fue igual de lacónica: «!».
Empujada por la COVID-19, la “escuela” dominicana se fue de vacaciones. Después de casi doce meses de silencio y soledad no sabe si la extrañamos o nosotros si nos extraña. Pero nosotros. Muchos. Los casi cinco millones de dominicanos de “escolares” y “escolarizados”, entre estudiantes, maestros, autoridades gubernamentales, rectores, empresarios, orientadores, investigadores, padres y tutores, protectores, directores, sindicatos docentes y otros defensores y servidores de la escuela queremos preguntarle a ella si quiere regresar y abrir sus puertas. Y lo hacemos como Victor Hugo: “?”.
Y nos llega su respuesta: “!”. Un vehemente sí cargado de alegría, optimismo y fortaleza. Un grito, un salmo responsorial en alta voz que dice: “Yo quiero abrir las puertas”. Para rescatar sueños, proyectos, y visiones de futuro silenciados por el miedo, el dolor y la muerte que trajo la pandemia.
¡Yo quiero abrir las puertas! Para sembrar esperanza en el corazón de todos. Para volver a crear comunidades solidarias y resilientes, capaces de apreciar, defender y cuidar las escuelas, colegios y universidades de la patria .Que hacen visible el “estoy aquí” mediante la “presencialidad”.
Pero no se trata de un exceso poético, reconociendo, sin embargo, que los poetas son educadores, creadores de utopías “pedagógicas” que conducen hacia la alteridad. Porque la escuela eso: una comunidad de “otros” con mentes y corazones solidarios. La escuela es eso. ¡Una comunidad inspirada en lo justo, lo bueno y lo bello; marcada por la fraternidad y la sororidad!
Las escuelas, como las iglesias, no existen para estar cerradas. Hay que asumir la respuesta de la apertura de las escuelas como una decisión comunitaria dirigida por las autoridades. Tal como se expresa en las Normas Mínimas para la Educación en Situaciones de Emergencia, Crisis Crónicas y Reconstrucción Temprana: “una respuesta educativa de emergencia, para ser eficaz, debe basarse en la participación activa de la comunidad”.
Para abrirlas, ni miedo ni cansancio. En todo caso, prudencia inteligente hasta donde sea necesario. Hay que prevenir que la crisis en materia de aprendizaje se convierta en una catástrofe generacional. Es necesario que se adopten medidas urgentes. “La educación no sólo es un derecho humano fundamental, sino que es un derecho habilitante con repercusiones directas en el ejercicio de todos los demás derechos humanos”. Derechos que también tienen vigencia en tiempos de pandemia.
¿Y qué decir de la escuela virtual y a distancia? Resulta útil. Suele surtir efectos mejorables. Pero no sustituye la “proximidad”, el encuentro de la escuela presencial. Las previsiones muestran una cobertura variable: en países de ingreso alto la educación a distancia alcanza entre el 80 % y el 85 %, mientras que esa cifra desciende hasta menos del 50 % en países de ingreso bajo, y en ese escalón nos encontramos como país.
Ese déficit puede atribuirse en gran medida a la brecha digital, dado que la población desfavorecida tiene un acceso limitado a servicios domésticos básicos, como la electricidad; a una falta de infraestructura tecnológica y a niveles bajos de alfabetización digital de los estudiantes, los padres y los docentes. Así como a la falta de libros de texto adecuados a su nivel.
Las escuelas deben estudiar la mejor forma de volver a abrir sus puertas, mejorando el aprendizaje y ofreciendo una asistencia más completa para los niños, en todo lo relacionado con la salud, la nutrición, el apoyo psicosocial y las instalaciones de agua, saneamiento e higiene. Guardando la distancia social, cuidando el lavado de manos y el uso de mascarilla.
La apertura de las universidades resulta también de gran importancia para el país, dado su compromiso y su capacidad para el desarrollo del capital humano y la formación para el trabajo y para la vida. De las 40 universidades e instituciones de educación que tiene el país, una gran cantidad de ellas tendrá serias dificultades económicas para su apertura.
El país no puede permitir que se cierren, que “mueran” universidades públicas o privadas Se hace, entonces, necesario el “rescate financiero” de las universidades por parte del Estado Dominicano, ya sea mediante préstamos con tasas preferenciales del Banco de Reservas o de “préstamos educativos de emergencia” gestionados por el Estado Dominicano ante el Banco Mundial, BM; el Banco Interamericano de Desarrollo, BID, el Banco Centroamericano de Integración Económica, BCIE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico; OCDE. Y otros.
La escuela no tiene que replegarse en tiempos pandemia. Debe estar cerca de la ciudadanía y contar con un Plan de Respuestas Educativas en Emergencia y/o desastres, así como de Protocolos genéricos para hacer de sus espacios lugares seguros y resilientes. Hagamos nuestra la pregunta y la respuesta. “?”. “!”.
Fuente: https://acento.com.do/opinion/abrir-las-escuelas-colegios-y-universidades-8915678.html